'En la trampa' reúne los ensayos de la escritora, premio Nobel en 2009, sobre Theodor Kramer, Inge Müller y Ruth Klüger, figuras de la poesía oprimidas y casi olvidadas.
Mucho más que literatura
El exhibicionismo
propio de una época que ha perdido por completo la noción de la
intimidad, y la falta de calibre literario de la mayoría de los escritores del yo,
han conseguido que el término “autobiográfico” se haya convertido en
sinónimo de fatua insustancialidad.
Sin embargo, justamente la
literatura del siglo XX, con sus dictaduras, guerras y genocidios, debe a
la concienzuda, dolorosa elaboración de relatos autobiográficos no
pocas obras de rango universal —de Primo Levi, Imre Kertész o Varlam
Shalámov— que reflejan la infinita gama del sufrimiento humano.
Herta
Müller remite al lector de sus ensayos al término “autoficcional” de
Georges-Arthur Goldschmidt.
Su proyecto literario se ha definido desde
el principio por la explícita reivindicación de la experiencia propia
como elemento fundamental de la escritura.
Tanto sus novelas ubicadas en
la Rumania del conducator Ceausescu, En tierras bajas, La piel del zorro y La bestia del corazón, como sus ensayos y novelas posteriores, El rey se inclina y mata o Todo lo que tengo lo llevo conmigo, procesan sus angustiantes vivencias y giran siempre en torno a la persona interiormente rota por un régimen de terror.
En los tres ensayos de En la trampa que
acaba de publicar Siruela se presentan ahora las bases teóricas de la
obra narrativa de la autora rumanoalemana.
A raíz de unas lecturas en la
Universidad de Bonn (en 1994), desarrolla su poética de la
inseparabilidad de vida y obra, partiendo de textos —“la palabra
expulsada por la angustia mortal”— que fueron escritos por personas
“cuya amistad deseé e imaginé, cuando en la Rumania de Ceausescu buscaba
algo a lo que aferrarme”
. A Herta Müller nunca le ha planteado un
dilema la relación entre escritura y vida como al por ella venerado
Jorge Semprún.
“Por los libros de los que quiero hablar, los autores
pagaron un precio muy alto (casi siempre demasiado alto).
Por eso no son
mera literatura, entendida en el sentido más habitual de ‘trabajo con
el lenguaje’
. Son más que eso, porque al mismo tiempo constituyen una
prueba de integridad personal de quienes escriben”.
Pocos
ensayos consiguen perfilar con tanta inmediatez el contenido político
de un texto literario y establecer un nexo tan claro con la actualidad
.
El lenguaje empleado es de una sencillez y a la vez precisión asombrosas
(aunque la traducción no siempre esté a la altura).
El hecho de que se
originaron solo cinco años después de la caída del muro, ha motivado
seguramente en el primer ensayo las “hipótesis”, como llama Herta Müller
su tipología del colaborador, “pues hoy vuelve a haber mucha gente que,
al hablar de la RDA antes de la caída del muro, dice que no hay ninguna
diferencia entre plegarse a un régimen y negarse a hacerlo”.
Las
trampas de las que tratan estos ensayos son diversas: por un lado, la
gran trampa tendida por el régimen totalitario al individuo que no
renuncia a su dignidad; por otro lado, las múltiples pequeñas trampas:
de la honestidad, de la verdad, de la propia memoria, de la
reconstrucción
. Imprescindible. C. D.
En la trampa. Herta Müller. Traducción de Isabel Adánez. Siruela. Madrid, 2015. 110 páginas. 13,95 euros.
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