Las bodas igualitarias en EE UU se celebran a todo trapo, rollo Beatrice Borromeo.
Soy una de las personas más optimistas de entre mis amigos pero me
temo que este mes no va a estar tan preñado de noticias como el
anterior.
Puede que sorprenda que dos ex, Julián Muñoz e Isabel Pantoja, se enfermen a la misma vez pero aparte de ellos todo indica que este agosto será calmado.
La clave me la ha dado Beatrice Borromeo, la esposa de Pierre Casiraghi, que no para de repetir boda.
Hizo una boda monegasca y luego una italiana.
Lo que pasa es que no se lo explicó a nadie porque para eso es Beatrice Borromeo y la prensa se ha hecho un lío y la primera boda se cubrió más que una manta.
Tres días de fiesta en Montecarlo con toda la nueva generación chic cambiándose de atuendo hasta tres veces por noche, ejerciendo de DJ's superaventajados, Instagram al borde del colapso y, cuando ya no quedaban fuerzas, el momento boda con Pierre, en gris perla y Beatrice recuperando la confianza en Valentino con un ídem en rosa palo.
Bravo.
¡Qué maravilla que alguien rompa con el blanco nupcial y sobre todo con ese fallido intento estético que fue el blanco roto!
Los nuevos diseñadores de Valentino alcanzaron un récord en likes,
Carolina se volvió a coronar en todo, mamá, abuela, suegra, princesa, y el público tendido al sol en las playas se sintió seguro porque el glamour había vuelto a Montecarlo.
Pero Borromeo nos sorprendió el fin de semana con otra boda, esta vez en Italia y con un Armani que acumulo menos likes pero que ratifica una tendencia en los jóvenes casaderos: lo importante es la fiesta.
No vivimos para nosotros, vivimos para Instagram.
En EE UU, sobre todo en su costa este, es una tradición de las clases privilegiadas leer la página de crónicas de bodas en el New York Times.
La sección se llama Enlaces y es tan antigua como la fundación del periódico.
No sin esfuerzo, se adapta a los tiempos y ahora incorpora bodas igualitarias.
Han resultado un éxito, reanimado la página y casi ocupan más espacio que los enlaces hetero, lo que ha abierto un debate.
Que tu boda fuera reseñada era el no va más para las familias tradicionales.
Pero había que cumplir requisitos.
Ser blanco, de buena familia, con credenciales, que tanto el novio y la novia hubieran ido a buenos colegios y mejores universidades.
Con las bodas del mismo sexo todo esto ha saltado por los aires como un puñado de arroz.
En una de esta reseñas, dos capitanes de la fuerza aérea comentan que no solo se habían conocido en un bar gay de Massachusetts, al que habían acudido con intención de conocer cualquier cosa menos un marido, sino que uno era hijo de un prelado anglicano y el otro de un albañil.
¡La diversidad!
En otra crónica, Jared Milrad y Nathan Johnson recibieron más cobertura al ser miembros del equipo de campaña de Hillary Clinton.
El amor surgió porque el señor Milrad, veterinario frustrado, viajaba de copiloto en el coche del señor Johnson y ordenó que se detuviera ipso facto para auxiliar a un perro que terminaron adoptando y fue, cómo no, uno de los protagonistas del enlace, apropiadamente llamado Cooper, que es típico nombre de perro pijo estadounidense.
Estas crónicas nupciales denotan que los matrimonios igualitarios en Norteamérica se celebran a todo trapo, rollo Borromeo.
En España los primeros en casarnos lo hicimos con un poquito más de contención.
El mío fue con cuatro testigos y una niña, Matilda, y lucíamos tan normales que la juez no pudo evitar un gesto de desilusión.
Había reservado la sala más grande del registro civil creyendo que vendría gente con pamela y una animada representación de la tele.
Trató de encajar aquello con una lectura de Khalil Gibran. Kike Sarasola y Carlos Marrero sí que se casaron más al estilo de las bodas del New York Times, pero en general la media ha sido más bien con un bajo perfil incluso misterioso.
Entre reseña y reseña, recibo un tuit informándome de que Arturo Pérez-Reverte se ha quejado de que en El Corte Inglés colocan su libro al lado del de Olvido Hormigos.
Alguien agregó en el tuit: “Suerte que no te ponen debajo de Boris Izaguirre”.
Los académicos no son tan proclives a la diversidad como el New York Times , pero alguien podría sugerirle a Pérez-Reverte que vaya él mismo al gran almacén y cambie su libro de sitio.
No sería la primera vez que un autor vigile de cerca sus ventas.
Así puede ponerse debajo, al lado o casarse promocionalmente con quien quiera.
Puede que sorprenda que dos ex, Julián Muñoz e Isabel Pantoja, se enfermen a la misma vez pero aparte de ellos todo indica que este agosto será calmado.
La clave me la ha dado Beatrice Borromeo, la esposa de Pierre Casiraghi, que no para de repetir boda.
Hizo una boda monegasca y luego una italiana.
Lo que pasa es que no se lo explicó a nadie porque para eso es Beatrice Borromeo y la prensa se ha hecho un lío y la primera boda se cubrió más que una manta.
Tres días de fiesta en Montecarlo con toda la nueva generación chic cambiándose de atuendo hasta tres veces por noche, ejerciendo de DJ's superaventajados, Instagram al borde del colapso y, cuando ya no quedaban fuerzas, el momento boda con Pierre, en gris perla y Beatrice recuperando la confianza en Valentino con un ídem en rosa palo.
Bravo.
¡Qué maravilla que alguien rompa con el blanco nupcial y sobre todo con ese fallido intento estético que fue el blanco roto!
Los nuevos diseñadores de Valentino alcanzaron un récord en likes,
Carolina se volvió a coronar en todo, mamá, abuela, suegra, princesa, y el público tendido al sol en las playas se sintió seguro porque el glamour había vuelto a Montecarlo.
Pero Borromeo nos sorprendió el fin de semana con otra boda, esta vez en Italia y con un Armani que acumulo menos likes pero que ratifica una tendencia en los jóvenes casaderos: lo importante es la fiesta.
No vivimos para nosotros, vivimos para Instagram.
En EE UU, sobre todo en su costa este, es una tradición de las clases privilegiadas leer la página de crónicas de bodas en el New York Times.
La sección se llama Enlaces y es tan antigua como la fundación del periódico.
No sin esfuerzo, se adapta a los tiempos y ahora incorpora bodas igualitarias.
Han resultado un éxito, reanimado la página y casi ocupan más espacio que los enlaces hetero, lo que ha abierto un debate.
Que tu boda fuera reseñada era el no va más para las familias tradicionales.
Pero había que cumplir requisitos.
Ser blanco, de buena familia, con credenciales, que tanto el novio y la novia hubieran ido a buenos colegios y mejores universidades.
Con las bodas del mismo sexo todo esto ha saltado por los aires como un puñado de arroz.
En una de esta reseñas, dos capitanes de la fuerza aérea comentan que no solo se habían conocido en un bar gay de Massachusetts, al que habían acudido con intención de conocer cualquier cosa menos un marido, sino que uno era hijo de un prelado anglicano y el otro de un albañil.
¡La diversidad!
En otra crónica, Jared Milrad y Nathan Johnson recibieron más cobertura al ser miembros del equipo de campaña de Hillary Clinton.
El amor surgió porque el señor Milrad, veterinario frustrado, viajaba de copiloto en el coche del señor Johnson y ordenó que se detuviera ipso facto para auxiliar a un perro que terminaron adoptando y fue, cómo no, uno de los protagonistas del enlace, apropiadamente llamado Cooper, que es típico nombre de perro pijo estadounidense.
Estas crónicas nupciales denotan que los matrimonios igualitarios en Norteamérica se celebran a todo trapo, rollo Borromeo.
En España los primeros en casarnos lo hicimos con un poquito más de contención.
El mío fue con cuatro testigos y una niña, Matilda, y lucíamos tan normales que la juez no pudo evitar un gesto de desilusión.
Había reservado la sala más grande del registro civil creyendo que vendría gente con pamela y una animada representación de la tele.
Trató de encajar aquello con una lectura de Khalil Gibran. Kike Sarasola y Carlos Marrero sí que se casaron más al estilo de las bodas del New York Times, pero en general la media ha sido más bien con un bajo perfil incluso misterioso.
Entre reseña y reseña, recibo un tuit informándome de que Arturo Pérez-Reverte se ha quejado de que en El Corte Inglés colocan su libro al lado del de Olvido Hormigos.
Alguien agregó en el tuit: “Suerte que no te ponen debajo de Boris Izaguirre”.
Los académicos no son tan proclives a la diversidad como el New York Times , pero alguien podría sugerirle a Pérez-Reverte que vaya él mismo al gran almacén y cambie su libro de sitio.
No sería la primera vez que un autor vigile de cerca sus ventas.
Así puede ponerse debajo, al lado o casarse promocionalmente con quien quiera.
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