Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

5 ago 2015

Un figurante de ‘Doctor Zhivago’ cuenta el día que Madrid fue soviética.............................. Felipe Sánchez

Hace 50 años se filmó la producción de David Lean que convirtió la ciudad en Moscú.

 

Bonifacio Saavedra, a la derecha, durante la filmación en Madrid en 1965.

Bonifacio Saavedra, de 85 años, fue uno de los cerca de quinientos bolcheviques que cantaron La Internacional en 1965 en Madrid.
Tenía un papel como figurante en Doctor Zhivago, la adaptación cinematográfica de la novela homónima sobre la Revolución Rusa.
 El director británico David Lean eligió España para rodar la mayor parte de la película.
 En el barrio de Canillas se levantó la calle moscovita donde transcurre la primera parte de la cinta. Saavedra llevaba viviendo 10 años en esa localidad cuando empezó el rodaje.
 La productora Metro-Goldwyn-Mayer empleó a los vecinos como extras, fontaneros o técnicos.
 Este año se cumple el 50 aniversario de la filmación de una de las 10 películas con mayor recaudación en la historia, según el libro Guinness de los récords.

La producción montó en 1965 un Kremlin y una Torre de San Nicolás junto al cementerio de Canillas
. La casa de Yuri Zhivago, el protagonista de la película, estaba en el otro extremo.
 Se había levantado cerca de lo que hoy es una estación de servicio, a la altura del número 90 de la calle de Silvano.
“Nos pagaban 1.500 pesetas al día fijo.
 Más 1.000 si hacía calor.
 Y otras 1.000 si dormías a la intemperie”, cuenta Saavedra.
 “Una noche de verano podías irte a casa con 3.500 en el bolsillo”, agrega.
 El sueldo mínimo profesional de un actor figurante era de 75 pesetas.
El rodaje comenzó en diciembre de 1964 y terminó en octubre de 1965
. Filmaban durante la madrugada. Después de siete horas recibían un pago extra.
Rodaje de ‘Doctor Zhivago’ en la estación de trenes de Delicias. / EFE
“A los figurantes profesionales nos apreciaban más.
 Los otros solo querían mirar a los actores y a las cámaras”, cuenta Saavedra, que había elegido Canillas para vivir porque estaba cerca de los principales estudios de cine de la época. Estudios CEA, donde se filmaron los interiores de Doctor Zhivago, quedaba a dos kilómetros. Sevilla Films, a 3,5. Allí se rodó El Cid (1961), protagonizada por Charlton Heston y Sofía Loren.
 En los estudios Chamartín, que estaban a cuatro kilómetros, se hizo La caída del imperio romano (1964). Saavedra trabajó en cada película como figurante.
Una de las escenas más recordadas de Zhivago es la concentración de trabajadores que cantan La Internacional en una calle de Moscú.
“La mayoría de la figuración del cine era gente que no tenía trabajo porque había sido de izquierda”, asegura Saavedra.
 Todos los actores cantaron en esa secuencia el himno que representaba la unidad del comunismo internacional.
 “El 80% de los figurantes había sido militares republicanos durante la Guerra Civil”, afirma el actor. La policía intervino y la escena se tuvo que repetir entonando un pasodoble, añade.
Saavedra ha visto la película más de cinco veces.
Nunca ha podido reconocerse entre la multitud de personajes.
 “Mi trabajo era que no se me viera”, señala con seguridad.
 Mira la pantalla de su televisor y dice que podría estar en uno de los grupos del andén derecho.
 Un tren llega a la antigua estación de Delicias.
 Está disfrazada de terminal rusa. Omar Sharif y Geraldin Chaplin se percatan del arribo.
 Los cientos figurantes se levantan, todos pugnan por subir a los vagones.
Bonifacio Saavedra tomará el tren que deja Moscú.

Un lago para Nabokov y Freddie Mercury........................................................... César Antonio Molina

En Montreux, a orillas del lago Leman, está el hotel donde el autor ruso escribió ‘Ada o el ardor’ y donde también se alojó el cantante de 'Queen'.

La estatua de bronce de Freddie Mercury frente al lago Leman, en el paseo ribereño de la ciudad suiza de Montreux. / R. Rejón
De Ginebra a Montreux, en tren, no hay mucha distancia y es agradable el viaje a lo largo de la orilla del lago Leman.
Por el clima suave, es un importante centro turístico. Los hoteles son elementos esenciales del paisaje y, entre ellos, el Montreux Palace, donde vivió ininterrumpidamente Vladimir Nabokov, desde el año 1961 hasta el 1977 cuando falleció.
 Dieciséis años se alojó la familia Nabokov en el Montreux Palace, casi treinta años incluyendo las idas y venidas de su único hijo Dimitri.
El Hotel Montreux visto desde el jardín. / Werner Dieterich
La historia de Montreux puede seguirse en el museo de la ciudad que está instalado en la zona antigua, en dos edificios del siglo XVII.
 Pero por lo que es conocida esta pequeña ciudad suiza, además de por la calma y el retiro tranquilo de miles de turistas, es por la música
. Multitud de conciertos de todo tipo y, en especial, el Montreux Jazz Festival (que en julio de 2016 cumplirá 50 años).
Los conciertos tienen lugar en el Auditorio Stravinski, también asiduo visitante, y en el Miles Davis Hall
. Por eso no es de extrañar que, delante del Montreux Palace, en un jardín, me encuentre con un buen puñado de esculturas, de confección diversa, dedicadas a Carlos Santana, Quincy Jones, B.B. King, Ella Fitzgerald, Ray Charles o Aretha Franklin.
 También, perdido por el Montreux Palace buscando las estancias de Nabokov, me encuentro con la suite de Freddie Mercury en la habitación 721, en un altillo de la sexta planta.
En el jardín, por supuesto, también hay un buen memorial dedicado al autor de Ada o el ardor.
Vera y él están sentados en un banco, como debieron hacerlo tantas veces, contemplando el lago, ahora tapado por otros edificios.
Vladimir Nabokov durante su estancia en el Hotel Montreux.
Accedo al hotel por lo que hoy es la entrada principal y, en el edificio primitivo de los dos que componen hoy el hotel, me encuentro un gran salón semicircular cuya decoración se asemeja a la de un palacio real.
 Grandes columnas, arañas, maderas, muebles exquisitos, frescos, grandes espejos, arquitrabes dorados y una grada donde se encuentra un piano de cola.
 Al lado de una columna, entre el pasillo y el propio salón, hay una vitrina donde se exponen objetos antiguos del hotel, fotos de ilustres visitantes, y entre ellos el que más espacio ocupa es Nabokov.
 El escritor está sentado en alguna de estas mismas mesas, paseando con Vera o leyendo.
 Quizás este gran salón, también para bailes, les recordaba a Vera y Vladimir aquel otro de Berlín donde se habían conocido el ocho de mayo de 1923.
 Era una fiesta de disfraces.
Vera también había nacido en San Petersburgo, en el seno de una familia judía.
 Guapa, discreta y de una gran cultura, fue esencial en la vida de su cónyuge.
Una empleada me indica que la suite de Nabokov es hoy la que tiene el número 65, en la sexta planta. Cuando salgo del ascensor me encuentro con un pasillo inmenso pero, desde lo lejos, veo que al final del mismo, en una de sus dos direcciones, hay una pared repleta de pequeños cuadros colgados. Cuando la alcanzo compruebo con satisfacción que son fotos de Nabokov y que están frente a la puerta de entrada.
Mientras observo esta exposición permanente de fotografías, me encuentro con la misma empleada, a la que le pido que, por favor, me deje ver la estancia.
Sin problemas me la abre y contemplo una habitación ya remodelada como cualquier otra.
Me asomo al balcón y puedo imaginarme lo que fue la vida allí de esta pareja extraordinaria.
 Han pasado casi quince años desde que Vera abandonó el hotel que el actor Peter Ustinov les había recomendado.
 En el otoño de 1961, en el mes de octubre, se instalaron en la antigua ala, que, durante la temporada baja, se convertía en apartamentos amueblados
. Tuvieron dos habitaciones contiguas (35-38) por el precio de una. En los cuatro primeros meses de esa estancia que se prologará años terminó Pálido fuego.
La suite de Nabokov en el Hotel Montreux.
También le gustó este lugar a su único hijo, Dimitri, un ser alocado: traductor y colaborador de su padre, cantante de ópera, corredor de coches, alpinista.
 Un todo y un nada a la vez que, sin embargo, a su manera, cuidó de los progenitores y ahora yace junto a ellos.
Las características naturales de este enclave aportaban gran variedad de mariposas, la gran afición científica de Nabokov
. Leía, escribía, corregía, traducía, contestaba cartas, revisaba pruebas de sus ediciones, se ocupaba de sus derechos de autor y preparaba conferencias
. Un lugar tranquilo, silencioso, donde el tiempo pasaba lentamente, pero donde apenas quedaban instantes de ocio.
 También Vera y Vladimir viajaban.

El rodaje de ‘Lolita’

Peter Ustinov vivía en el piso de arriba del hotel y había rodado en Elstru su última película junto al plató de Lolita de Kubrick (la adaptación de la novela que fue realmente la que hizo popular a Nabokov).
 El actor le daba noticias de lo bien que estaba saliendo el filme en manos de un director tan obsesivo y diligente.
Montreux es una ciudad pequeña, cosmopolita, bien comunicada, en el centro de Europa
. Lugar por donde pasaron Byron, los Shelley, Tolstoi, Andersen, y donde vivió Freddie Mercury, el cantante del grupo Queen fallecido en 1991 que grabo aquí junto su último disco, Made in heaven.
 En el lugar que hoy ocupa el ala más pequeña del Montreux Palace se alzó otro hotel en 1837.
 El Hotel du Cygne pasó, finalmente, a formar parte del Montreux Palace en 1906, año de construcción del edificio principal.
 Ahora frente a este hotel de la belle époque está el Centre des Congrés con el Auditorio Stravinski de 1990.
 El músico compuso en esta ciudad La consagración de la primavera.
 A los Nabokov vivir en ese hotel les daba la sensación de encontrarse en un palacio, rodeados de un personal atento, donde recibían visitas de todo el mundo.
Vista del lago Leman desde una de las mesas de la terraza del hotel.
Durante el primer año estuvieron en el tercer piso del ala más antigua
. La habitación miraba al lago, salvo su estudio, que daba al norte, al monte Cubly.
 En el segundo año ya se instalaron en el sexto piso y último del ala antigua, donde sus habitaciones ocuparon casi toda la fachada del antiguo hotel du Cygne, que daba al lago.
 Todo permaneció tal cual hasta la remodelación de 1990.
 Habitaciones pequeñas, tanto la suya como la de Vera.
 Cada una con su baño, una pequeña cocina, salón comedor, una habitación para Dimitri luego transformada en estudio.
Todo estaba abarrotado de libros, carpetas y archivadores
. Nabokov se despertaba a las siete de la mañana (tenía insomnio).
 Se arreglaba durante las dos primeras horas y, luego, se ponía a escribir al menos cinco horas.
 Comía con Vera, paseaban y volvía a ponerse a trabajar por la tarde hasta las seis y media.
 Escribía, por lo general, de pie sobre un atril hasta que se cansaba y, entonces, se sentaba en un sillón, sobre un escritorio normal.
 A última hora del día era cuando bajaba a comprar los periódicos en la Avenida de los Alpes o en la Grand-Rue, fundamentalmente periódicos ingleses y norteamericanos.
 Cenaban, como comían, en sus propias habitaciones.
 No trabajaba por la noche y jugaban al ajedrez.
 A las nueve se iba a la cama a leer.
En este hotel, desde 1964 a 1966 redactará Ada o el ardor, para mí una de las más grandes novelas jamás escritas
. Ese amor tumultuoso y profundo entre dos hermanos, Van y Ada
. Insomnios de Nabokov y, a pesar de ellos, se puso a trabajar en Cosas transparentes.
 La terminó en 1972 mientras, paralelamente, iba corrigiendo sus conferencias y clases de Cornell y Harvard. Es, en 1973, cuando se le agudizan las enfermedades y recibe la Medalla Nacional de Literatura de Estados Unidos
. A pesar de todos los inconvenientes, durante 1972 y 1973 escribió Mira los arlequines.
 Su última novela, El original de Laura, quedó en notas.
Javier Belloso
En los últimos años de vida, Nabokov entraba y salía de los hospitales.
 En 1977 ingresó en uno de Lausana, al lado de Montreux, y allí murió en el mes de junio de un paro cardíaco
. El 7 de julio fue incinerado y se inhumaron las cenizas en el cementerio de Clarens, muy cercano al hotel.
En 1990 Vera tuvo que dejar el hotel y se instaló en un apartamento vecino.
 Murió el 7 de abril de 1991.
Sus cenizas fueron mezcladas con las de su marido
. Lo sobrevivió catorce años.
 La URSS lo rehabilitó en 1986.
El cementerio de Clarens es pequeño y bellísimo.
 Un jardín con esculturas.
 En el mármol de los Nabokov donde debajo del nombre del escritor solo figura su fecha de nacimiento y muerte, está el nombre de Vera y, ahora también, el de Dimitri (2012).
Llego caminando a través de la Avenue Eugène Rambert y me paseo por el pequeño camposanto que brilla con la luz del mediodía
. Estoy solo, no hay absolutamente nadie, es un día de diario
. Me voy encontrando con ilustres vecinos de Nabokov, por ejemplo Amiel, autor de ese diario íntimo que tanta influencia tuvo.
 También está la tumba de uno de los hermanos de Chaplin, Sydney (1885-1965).
 El gran pintor Oskar Kokoschka (1886-1980) yace aquí, al igual que un buen puñado de músicos: Carlo Boller, Horatio Radulescu o Nikita Magaloff. ¿Paseó Nabokov por aquí como ahora lo hago yo? Nabokov, quizás uno de los más grandes narradores de todos los siglos y, por supuesto, del siglo XX, quizás el último siglo de la novela como gran género literario.
César Antonio Molina, ex ministro de Cultura, dirige La Casa del Lector

 

Morir en el infierno azul...............................................Oscar Gogorza

Audrey Mestre fallece al tratar de establecer en 171 metros el récord de inmersión a pulmón libre.

 

El horizonte definitivo de la modalidad de buceo en apnea (a pulmón libre, conteniendo la respiración) denominada sin límites es la muerte.
 Bien lo saben los apasionados escrutadores de las profundidades. Audrey Mestre, francesa, había heredado la pasión familiar por las aguas, atrapada por los relatos de su abuelo y su madre, ambos buceadores.
 Apenas cumplido su segundo año de vida, ganó su primera medalla.
 Fue la más rápida en una piscina de 25 metros.
 Pero fue mucho más allá: bióloga marina, redactó una tesis sobre la fisiología del buceo y experimentó sobre su propio organismo la resistencia del cuerpo humano bajo el agua.
El pasado sábado, a sus 28 años, se sumergió por última vez buscando un récord mundial que debía haberla conducido a los 171 metros de profundidad, frente a las costas de La Romana, en Santo Domingo.
 Pereció en el intento.
La víctima permaneció bajo el agua una eternidad: 8 minutos, 41 segundos
La modalidad sin límites es un ejercicio tan arriesgado como atractivo, un pulso físico y psicológico rayano en la locura, una modalidad apasionante que describió con acierto el cineasta francés Luc Besson en El gran azul.
No se trata sólo de alcanzar el abismo negro.
 Se trata de regresar vivo a la superficie.
 El apneísta depende tanto de sus aptitudes como de la obligada parafernalia mecánica que rodea la modalidad sin límites.
La prueba, a poco que falle algo, se convierte rápidamente en una trampa mortal.
En Santo Domingo, Mestre, poseedora del récord mundial femenino, con 130 metros, buscaba establecer la mejor marca de la historia, llegar donde el ser humano no había llegado nunca a fuerza de pulmones.
 Su intento debía durar no mucho más de tres minutos, según la referencia de su marido y plusmarquista mundial, Pipín Ferreras, un especialista cubano que llegó hace un año a los 162 metros y que estuvo bajo el agua 3 minutos y 12 segundos.
Rodeada de periodistas y cámaras, Mestre desapareció el sábado al mediodía de la superficie arrastrada hacia el fondo por un lastre unido a un cable o guía.
Varios buceadores velaban por su seguridad, repartidos a distintas profundidades.
 Sin embargo, sólo el propio apneísta puede decidir hasta dónde arriesgarse, juzgar cuál es su límite, imponer la prudencia sobre la ambición.
La apnea es un reto para la voluntad. El punto sin retorno es subjetivo y queda sujeto a la valentía o la inconsciencia del deportista.
Por todas estas razones, los anuncios de récord causan pánico entre las autoridades que rigen la especialidad, únicamente homologada por una de las instancias que rigen el buceo.
En las aguas de Santo Domingo, los cámaras y los reporteros, preparados para recoger la aparición de Mestre, empezaron a notar que la espera se hacía larga.
 La tensión ya se había trasladado a los submarinistas que vigilaban la inmersión de la buceadora francesa.
Se anunciaba un drama.
 La encontraron sin sentido, a medio camino de su intento.
 Cuando su cuerpo alcanzó el oxígeno de la superficie, ya había pasado una eternidad: 8 minutos y 41 segundos. Imposible resistir tanto tiempo.
 El récord del mundo de apnea estática quedo fijado en 1995 en 7 minutos y 35 segundos.
Pero Mestre todavía vivía cuando fue rescatada.
 Murió camino del hospital, ante los ojos de su atónito marido, Pipín Ferreras.
Los resultados de la autopsia no se conocen, por lo que las causas definitivas de su muerte no están claras.
 Las autoridades barajan la posibilidad de que la submarinista quedase atrapada supuestamente por un fallo del sistema mecánico de inmersión.
 Paradójicamente, el viernes había alcanzado, en un entrenamiento no homologado, una profundidad de 170 metros.
El italiano Raimondo Bucher se adjudicó el primer récord homologado de la modalidad sin límites, firmado en 1949.
Alcanzó entonces una profundidad de 30 metros, ridícula con las cifras que ahora se barajan.
 Once años después, otro italiano, Enzo Majorca, convertiría la lucha contra los límites humanos bajo el mar en el motor de su vida.
No estuvo sólo en su pelea: un francés, Jacques Mayol, se cruzó enseguida en su camino.
 Durante 15 años ambos se arrebataron mutuamente los récords mundiales en una pugna que derivó, a última hora, en una gran amistad. Luc Besson hizo suya esta historia, que también debió impresionar a Mestre.

Como era NAtalia

El Mar quiso quedársela. Los que estamos junto al Mar no solo soñamos, sabemos que nos recibe bien pero no es nuestra amiga.
Pero al final el Mar nos traga para demostrar su poder sobre la vida y la muerte.