En Montreux, a orillas del lago Leman, está el hotel donde el autor ruso escribió ‘Ada o el ardor’ y donde también se alojó el cantante de 'Queen'.
Por el clima suave, es un importante centro turístico. Los hoteles son elementos esenciales del paisaje y, entre ellos, el Montreux Palace, donde vivió ininterrumpidamente Vladimir Nabokov, desde el año 1961 hasta el 1977 cuando falleció.
Dieciséis años se alojó la familia Nabokov en el Montreux Palace, casi treinta años incluyendo las idas y venidas de su único hijo Dimitri.
La historia de Montreux puede seguirse en el museo de la ciudad que está instalado en la zona antigua, en dos edificios del siglo XVII.
Pero por lo que es conocida esta pequeña ciudad suiza, además de por la calma y el retiro tranquilo de miles de turistas, es por la música
. Multitud de conciertos de todo tipo y, en especial, el Montreux Jazz Festival (que en julio de 2016 cumplirá 50 años).
Los conciertos tienen lugar en el Auditorio Stravinski, también asiduo visitante, y en el Miles Davis Hall
. Por eso no es de extrañar que, delante del Montreux Palace, en un jardín, me encuentre con un buen puñado de esculturas, de confección diversa, dedicadas a Carlos Santana, Quincy Jones, B.B. King, Ella Fitzgerald, Ray Charles o Aretha Franklin.
También, perdido por el Montreux Palace buscando las estancias de Nabokov, me encuentro con la suite de Freddie Mercury en la habitación 721, en un altillo de la sexta planta.
En el jardín, por supuesto, también hay un buen memorial dedicado al autor de Ada o el ardor.
Vera y él están sentados en un banco, como debieron hacerlo tantas veces, contemplando el lago, ahora tapado por otros edificios.
Accedo al hotel por lo que hoy es la entrada principal y, en el edificio primitivo de los dos que componen hoy el hotel, me encuentro un gran salón semicircular cuya decoración se asemeja a la de un palacio real.
Grandes columnas, arañas, maderas, muebles exquisitos, frescos, grandes espejos, arquitrabes dorados y una grada donde se encuentra un piano de cola.
Al lado de una columna, entre el pasillo y el propio salón, hay una vitrina donde se exponen objetos antiguos del hotel, fotos de ilustres visitantes, y entre ellos el que más espacio ocupa es Nabokov.
El escritor está sentado en alguna de estas mismas mesas, paseando con Vera o leyendo.
Quizás este gran salón, también para bailes, les recordaba a Vera y Vladimir aquel otro de Berlín donde se habían conocido el ocho de mayo de 1923.
Era una fiesta de disfraces.
Vera también había nacido en San Petersburgo, en el seno de una familia judía.
Guapa, discreta y de una gran cultura, fue esencial en la vida de su cónyuge.
Una empleada me indica que la suite de Nabokov es hoy la que tiene el número 65, en la sexta planta. Cuando salgo del ascensor me encuentro con un pasillo inmenso pero, desde lo lejos, veo que al final del mismo, en una de sus dos direcciones, hay una pared repleta de pequeños cuadros colgados. Cuando la alcanzo compruebo con satisfacción que son fotos de Nabokov y que están frente a la puerta de entrada.
Mientras observo esta exposición permanente de fotografías, me encuentro con la misma empleada, a la que le pido que, por favor, me deje ver la estancia.
Sin problemas me la abre y contemplo una habitación ya remodelada como cualquier otra.
Me asomo al balcón y puedo imaginarme lo que fue la vida allí de esta pareja extraordinaria.
Han pasado casi quince años desde que Vera abandonó el hotel que el actor Peter Ustinov les había recomendado.
En el otoño de 1961, en el mes de octubre, se instalaron en la antigua ala, que, durante la temporada baja, se convertía en apartamentos amueblados
. Tuvieron dos habitaciones contiguas (35-38) por el precio de una. En los cuatro primeros meses de esa estancia que se prologará años terminó Pálido fuego.
También le gustó este lugar a su único hijo, Dimitri, un ser alocado: traductor y colaborador de su padre, cantante de ópera, corredor de coches, alpinista.
Un todo y un nada a la vez que, sin embargo, a su manera, cuidó de los progenitores y ahora yace junto a ellos.
Las características naturales de este enclave aportaban gran variedad de mariposas, la gran afición científica de Nabokov
. Leía, escribía, corregía, traducía, contestaba cartas, revisaba pruebas de sus ediciones, se ocupaba de sus derechos de autor y preparaba conferencias
. Un lugar tranquilo, silencioso, donde el tiempo pasaba lentamente, pero donde apenas quedaban instantes de ocio.
También Vera y Vladimir viajaban.
El rodaje de ‘Lolita’
Peter Ustinov vivía en el piso de arriba del hotel y había rodado en Elstru su última película junto al plató de Lolita de Kubrick (la adaptación de la novela que fue realmente la que hizo popular a Nabokov).El actor le daba noticias de lo bien que estaba saliendo el filme en manos de un director tan obsesivo y diligente.
Montreux es una ciudad pequeña, cosmopolita, bien comunicada, en el centro de Europa
. Lugar por donde pasaron Byron, los Shelley, Tolstoi, Andersen, y donde vivió Freddie Mercury, el cantante del grupo Queen fallecido en 1991 que grabo aquí junto su último disco, Made in heaven.
En el lugar que hoy ocupa el ala más pequeña del Montreux Palace se alzó otro hotel en 1837.
El Hotel du Cygne pasó, finalmente, a formar parte del Montreux Palace en 1906, año de construcción del edificio principal.
Ahora frente a este hotel de la belle époque está el Centre des Congrés con el Auditorio Stravinski de 1990.
El músico compuso en esta ciudad La consagración de la primavera.
A los Nabokov vivir en ese hotel les daba la sensación de encontrarse en un palacio, rodeados de un personal atento, donde recibían visitas de todo el mundo.
Durante el primer año estuvieron en el tercer piso del ala más antigua
. La habitación miraba al lago, salvo su estudio, que daba al norte, al monte Cubly.
En el segundo año ya se instalaron en el sexto piso y último del ala antigua, donde sus habitaciones ocuparon casi toda la fachada del antiguo hotel du Cygne, que daba al lago.
Todo permaneció tal cual hasta la remodelación de 1990.
Habitaciones pequeñas, tanto la suya como la de Vera.
Cada una con su baño, una pequeña cocina, salón comedor, una habitación para Dimitri luego transformada en estudio.
Todo estaba abarrotado de libros, carpetas y archivadores
. Nabokov se despertaba a las siete de la mañana (tenía insomnio).
Se arreglaba durante las dos primeras horas y, luego, se ponía a escribir al menos cinco horas.
Comía con Vera, paseaban y volvía a ponerse a trabajar por la tarde hasta las seis y media.
Escribía, por lo general, de pie sobre un atril hasta que se cansaba y, entonces, se sentaba en un sillón, sobre un escritorio normal.
A última hora del día era cuando bajaba a comprar los periódicos en la Avenida de los Alpes o en la Grand-Rue, fundamentalmente periódicos ingleses y norteamericanos.
Cenaban, como comían, en sus propias habitaciones.
No trabajaba por la noche y jugaban al ajedrez.
A las nueve se iba a la cama a leer.
En este hotel, desde 1964 a 1966 redactará Ada o el ardor, para mí una de las más grandes novelas jamás escritas
. Ese amor tumultuoso y profundo entre dos hermanos, Van y Ada
. Insomnios de Nabokov y, a pesar de ellos, se puso a trabajar en Cosas transparentes.
La terminó en 1972 mientras, paralelamente, iba corrigiendo sus conferencias y clases de Cornell y Harvard. Es, en 1973, cuando se le agudizan las enfermedades y recibe la Medalla Nacional de Literatura de Estados Unidos
. A pesar de todos los inconvenientes, durante 1972 y 1973 escribió Mira los arlequines.
Su última novela, El original de Laura, quedó en notas.
En los últimos años de vida, Nabokov entraba y salía de los hospitales.
En 1977 ingresó en uno de Lausana, al lado de Montreux, y allí murió en el mes de junio de un paro cardíaco
. El 7 de julio fue incinerado y se inhumaron las cenizas en el cementerio de Clarens, muy cercano al hotel.
En 1990 Vera tuvo que dejar el hotel y se instaló en un apartamento vecino.
Murió el 7 de abril de 1991.
Sus cenizas fueron mezcladas con las de su marido
. Lo sobrevivió catorce años.
La URSS lo rehabilitó en 1986.
El cementerio de Clarens es pequeño y bellísimo.
Un jardín con esculturas.
En el mármol de los Nabokov donde debajo del nombre del escritor solo figura su fecha de nacimiento y muerte, está el nombre de Vera y, ahora también, el de Dimitri (2012).
Llego caminando a través de la Avenue Eugène Rambert y me paseo por el pequeño camposanto que brilla con la luz del mediodía
. Estoy solo, no hay absolutamente nadie, es un día de diario
. Me voy encontrando con ilustres vecinos de Nabokov, por ejemplo Amiel, autor de ese diario íntimo que tanta influencia tuvo.
También está la tumba de uno de los hermanos de Chaplin, Sydney (1885-1965).
El gran pintor Oskar Kokoschka (1886-1980) yace aquí, al igual que un buen puñado de músicos: Carlo Boller, Horatio Radulescu o Nikita Magaloff. ¿Paseó Nabokov por aquí como ahora lo hago yo? Nabokov, quizás uno de los más grandes narradores de todos los siglos y, por supuesto, del siglo XX, quizás el último siglo de la novela como gran género literario.
César Antonio Molina, ex ministro de Cultura, dirige La Casa del Lector
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