Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

12 feb 2015

Letizia después de Urdangarin.......................................................... Elvira Lindo

Sus orígenes, su preparación intelectual, su abuelo, su carácter, su masa muscular, sus tensiones emocionales, el complicado encaje en la familia. los periodistas no han dado tregua a la princesa hasta que el 'caso Urdangarin' ha sido ineludible incluso para la prensa rosa más amable. 
La escritora Elvira Lindo relata sus encuentros con esta exprofesional del periodismo, obsesionada con el cumplimiento de la tarea que desempeña desde mayo de 2004.

El día 1 de noviembre de 2003, la Casa del Rey anunciaba por sorpresa el compromiso del príncipe Felipe con la periodista Letizia Ortiz.
 A mediados de diciembre del mismo año, este periódico decidía quiénes serían los dos personajes del año:
 Sadam Husein y la futura princesa.
 Sadam pasó a la historia y a la posteridad de manera violenta; Letizia pasará a la historia, si el sistema de nuestro país no se resquebraja, como reina de España.
El periódico encargó para su especial fin de año a quien esto escribe una semblanza sobre la prometida del Príncipe.
 La tarea no resultaba sencilla: el entramado protocolario de La Zarzuela había blindado la relación de Letizia Ortiz con la prensa.
 Imposible de cualquier manera acceder a la futura princesa que, desde el anuncio de su compromiso, había abandonado su piso del barrio de Valdebernardo y estaba ya viviendo en el palacio.
 Por otra parte, era sin duda estimulante ponerse a la tarea de reconstruir la vida de esta joven profesional a la que los monárquicos tradicionalistas habían descrito desde un primer momento como la mujer menos adecuada para acompañar al Príncipe en un proyecto sentimental que, por su rara naturaleza, nunca puede excluir los compromisos de Estado.
Enternecía su empeño en que sus apariciones fueran productivas. le frustraba que solo se apreciara el modelito"
Alguna vez nos criticarán y tendrán razón", dijo el príncipe, más sereno ante las reacciones de la opinión pública
En su presentación a la prensa le dijo al príncipe: "déja-me hablar". fue la última vez quereclamó pública-mente la palabra
Fueron muchos los artículos que leí.
 Algunos podían alcanzar la denominación de libelos, por no ser más que un encadenamiento de insultos que amparaban su tono denigratorio en una especie de sapiencia monárquica, que en España, donde hay un rey sin corte y donde la monarquía tuvo que reinventarse con la llegada del régimen democrático, resultaba ridícula.
 Los expertos torcían el gesto ante la llegada a la familia real de una chica sin experiencia aristocrática y con un divorcio a sus espaldas; por su lado, los informadores maledicentes, esos que todo lo saben, aportaban ese tipo de datos íntimos que solo buscan mancillar la imagen de una persona. Letizia y su pasado: las historias oscuras de su tiempo en México, de su matrimonio fracasado, de otros posibles amantes.
Letizia y su familia: el acoso a los abuelos maternos por el simple hecho de que fueran personas humildes, o el cerco a su madre y sus hermanas, que como hemos podido comprobar (incluyendo el episodio trágico de la muerte de su hermana) jamás buscaron sacar provecho de su repentina y no buscada notoriedad.
 Había, según algún conocedor de ese cogollito endogámico que constituye la aristocracia española, un clamor de indignación materna por no entender que el Príncipe hubiera puesto los ojos en una joven de la clase media.
Por suerte, en aquel diciembre de 2003, Letizia acababa de abandonar la vida periodística y era relativamente sencillo charlar con personas que la hubieran tenido por amiga o compañera.
 Sus colegas me ayudaron a construir el retrato creíble de una mujer que podía ser cualquier mujer de su entorno profesional: perfeccionista, periodista vocacional, obsesiva con el trabajo, ambiciosa, algo nerviosa, despierta, con una franqueza que en ocasiones podía resultar cortante, y esa entendible vulnerabilidad de las mujeres guapas que se pasan la vida esforzándose en demostrar su inteligencia.
Aquel retrato vio la luz en un día como hoy.
 Por supuesto, a la carcundia que la rechazaba por razones de clase no le gustó ver reflejados por escrito los motivos de su descontento, y de la progresía de aire republicano recibí alguna carta en la que me expresaban su sorpresa por no haber sospechado jamás que yo fuera capaz de sentir simpatías hacia la Monarquía
. Ay, España. Todo ello por no hacer un retrato amargo, sarcástico o denigratorio de la joven novia del príncipe Felipe, sino, creo, ajustado a la verdad.
A quien sí debió de agradarle fue a la propia Letizia, que, a través de una colega de televisión, me hizo llegar un mensaje de agradecimiento
. El mensaje se materializó en una cena que tuvo lugar en el piso que la historiadora y académica Carmen Iglesias, profesora del Príncipe, tiene en el corazón del Madrid de los Austrias.
 Ahora no es un secreto, entonces sí.
 La prensa del corazón rastreaba con celo de sabueso los pasos de los novios, y cuando llegamos a la cita ya había dos paparazi haciendo guardia enfrente del portal.
 De aquella velada, tan astutamente propiciada por Iglesias, ha quedado el recuerdo del envaramiento inicial, que se fue diluyendo poco a poco hasta alcanzar una naturalidad en la cena que ni mi marido ni yo hubiéramos sospechado.
 Cuando cruzábamos la ciudad de regreso a casa, compartimos, supongo que con algo de inocencia por nuestra parte, una misma sensación: la de haber creído tener ante nosotros a dos personas que se quieren pero que van a ser para siempre prisioneros de un destino que escriben otros.
Letizia pudo apreciar la dimensión que adquiriría cada una de sus palabras a partir del primer encuentro con la prensa: aquella mañana en que se oficializó el noviazgo, se enseñaron los regalos del prometido a la prometida y viceversa, y en la que la novia, con un grado de naturalidad que luego sería borrado en sus comparecencias públicas, le dijo al Príncipe aquella frase tan común en cualquier pareja y tan extraordinaria entre parejas reales, "déjame hablar".
 Fue la última vez que Letizia reclamaría públicamente la palabra.
 No sabemos si de forma traumática o progresiva, aquella joven profesional que hablaba a diario para millones de espectadores aprendió a ser consorte silenciosa en la vida pública, con el sacrificio que eso conlleva para quien disfruta dando su opinión.
La siguiente vez que tuve la oportunidad de ver a la pareja fue en Nueva York.
 En realidad, los había visto antes, el día de su boda, pero, como todo el mundo sabe, las bodas reales se disfrutan mucho más por televisión.
 De aquella jornada conservo una imagen de ellos no mayor al tamaño de esos novios de plástico con el que adornan en las pastelerías el piso más alto de la tarta nupcial.
Tras un año de matrimonio, los Príncipes realizaron su primer viaje a Estados Unidos e hicieron acto de presencia en una gala en el Waldorf Astoria, en el Cervantes y en la ONU.
 Era enternecedor el empeño que Letizia ponía en que sus encuentros fueran productivos y profesionales, y cómo se frustraba al ver que la prensa solo apreciaba el modelito que había elegido para cada evento
. Sospecho que ese desencuentro con quienes la juzgan siempre ha sido un motivo de disgusto para ella
. Aquellos que valoran su presencia comparándola con una esclava de la moda como es Rania de Jordania no demuestran mucha perspicacia calibrando qué tipo de mujer es la princesa Letizia.
 Su manera de vestir es la de alguien para quien la ropa está al servicio de los acontecimientos
 Sin más.
 Aunque no deja de ser evidente que durante estos años sí se ha preocupado por suavizar los rasgos angulosos de su rostro, acentuados por una extrema delgadez propia de las personas de carácter nervioso.
Cuando la periodista Letizia le dijo a su prometido "Déjame hablar", lo que deseaba era expresar ante los periodistas su admiración hacia la Reina, la figura que ella había decidido tomar como ejemplo. Hay algo que ha debido aprender de la que (si ocurre como está previsto) será su predecesora: a callar sin que parezca que está callada, a callar de tal manera que dé la impresión de que está interviniendo, a callar manteniendo la sonrisa y el gesto de interés, a callar y a reservarse su opinión para espacios muy íntimos.
Un sábado de aquel viaje a Nueva York, la pareja de príncipes fue a Broadway a ver uno de los clásicos, La calle 42.
 El frío inconsolable del aire acondicionado del teatro les expulsó a mitad de la obra y fue entonces cuando me sonó el móvil.
 A la salida, por cierto, del estreno de La mala educación, de Almodóvar.
 Nos podíamos encontrar, propusieron, para tomar algo. Como en aquella ciudad no somos nadie, como tampoco sabemos cómo se hace eso de reservar una mesa para los Príncipes de España, optamos por ir al mismo restaurante al que vamos y al que popularmente se va a la salida del Lincoln Center, Fiorello's.
 Sí, el mismo restaurante en el que cenó Vargas Llosa con su familia al salir de la ópera el día en que le concedieron el Nobel, Fiorello's.
Un clásico donde, milagrosamente, siempre se encuentra sitio.
 Compartimos pizza, vino e intimidad.
 Si alguien de la clientela que nos rodeaba conoció al Príncipe hizo como que no
 Tan solo un camarero mexicano le preguntó si era quien él creía que era y a partir de ahí nos trajo las viandas algo más rápido de lo que suelen.
 Eso fue todo.
A esas alturas ya se había especulado con posibles embarazos de la Princesa, y la Princesa esperaba impaciente el momento mezclando, imagino, su deseo con la presión a la que era sometida
. Los medios de comunicación ya eran conscientes de la debilidad de Letizia por los medios de comunicación
. Por los periódicos, por Internet, por aquello que debía leer y por lo que no
. La prensa suele advertir en cualquiera sus aspectos más vulnerables, y en Letizia captó esa tensión transparente por su afán de mostrar una conducta irreprochable y llegar a alcanzar ese grado de "gran profesional" con el que el Rey ha descrito a la Reina
. Esa célebre definición, que denota reconocimiento hacia la consorte, pero también una distancia que ha parecido siempre justificada por el rango, no está presente en la nueva pareja real, que, más de acuerdo con la generación a la que pertenecen, trabajan con una mayor sintonía.
Así me pareció cuando los observaba de cerca en aquel restaurante neoyorquino bullicioso en el que, por su proximidad al Lincoln Center, sirven la comida estudiantes de canto
. Letizia, la princesa, como es natural por su vocación de periodista y por no haber nacido con todo dado, andaba preocupada por las críticas.
 Felipe, el príncipe Felipe, más sereno ante las reacciones de la opinión pública, más proclive a aceptar lo que el curso de la vida les depare, dijo: "Alguna vez nos criticarán y tendrán razón".
 Y a mí me pareció de una inteligencia y una dulzura que le han de servir como escudo en un país en el que nada se da por descontado.
De nuevo les dijimos adiós como se dice adiós a quien emprende un viaje que ha de ser por fuerza proceloso.
 Y les animamos, en broma, por supuesto, a quitarse de en medio durante un tiempo a un rincón poco turístico de Nueva York.
 Qué fácil es recomendar la libertad cuando se tiene.
Por aquellos tiempos, la crónica social se centraba, entre todos los miembros de la Casa del Rey, en Letizia: la ropa, los esperados embarazos, las tensiones, las posibles crisis.
 En realidad, los periodistas del corazón o de sociedad no han dado tregua a la Princesa hasta que el caso Urdangarin ha sido ineludible incluso para la prensa más ñoña
. Hubo un conato de colocarla en primera plana con esas fotos en las que mostraba unos brazos esqueléticos en el viaje a Chile, pero el peso del fiasco Urdangarin es insuperable.
Cabe preguntarse, y por qué no decirlo en público, si parte de esa falta de indisimulada sintonía entre la infanta Cristina y la princesa Letizia no era el resultado de una manera de actuar poco ejemplar del duque de Palma que afectaba directamente al futuro de su marido, el Príncipe.
Curioso es que el Rey, en su encuentro con los periodistas en el Congreso el día de la investidura del nuevo Gobierno, y tras el aplauso provocado por un discurso en el que todos entendimos había una valiente referencia a los negocios de su yerno, reprochara a la prensa su tendencia a personalizar las cosas.
Una manera absurda de dilapidar el buen efecto conseguido
. Es cierto que la Monarquía precisa de ritos y gestos un poco irreales para subsistir, pero dado que es un Estado democrático quien ha de servirse de sus desvelos diplomáticos y su presencia conciliadora, no hay por qué sobresaltarse ante la presencia de un heredero que no salvó la democracia pero que estudió en Georgetown, que no se casó con una gran profesional de la monarquía sino con una profesional del periodismo y que la eligió para trabajar a diario con ella, codo con codo.
 De momento, dicen los periodistas que les siguen de cerca, la presencia de Letizia ha sido beneficiosa.

Atención mediática

La princesa Letizia se solía quejar de la falta de atención de los periodistas hacia el cometido de sus viajes.
"No se fijan más que en el vestido que llevo o en cuál es la razón que me ha llevado a elegirlo para esa ocasión".

Pareja y equipo

El Príncipe comentó delante de unos periodistas:
 "Letizia tiene que sonreír para que se aprecie que está de buen humor. Sus rasgos son más marcados y graves que los de la Reina, que tiene un gesto siempre amable".
 En la imagen, los Príncipes de Asturias saliendo del Congreso de los Diputados después de que el Rey inaugurara la décima legislatura el pasado martes.

Aritz Aranburu, un planeta y mil millones de olas.......................................... Álvaro Corcuera

Viajamos a Hawái con el mejor surfista español de todos los tiempos, una etapa dentro de una vida repleta de viajes, marejadas, experiencias y enseñanzas alrededor del globo.

 

Acompañamos en Hawái al mejor surfista español. / Carlos Spottorno / Álvaro Corcuera

Siempre estoy pendiente del mundo.
El año pasado estaba en Zarautz y vi por Internet que una borrasca muy fuerte se acercaba a Tahití. Hice la maleta, surfeé dos días y entonces vi que la borrasca se desplazaba hacia México.
 Cogí otro avión y volví a surfear la misma marejada, pero a miles de kilómetros
. Una locura, pura adrenalina”.
 Aritz Aranburu, surfista profesional, sonríe:
“Dicen que soy un motivado”. El año pasado apenas paró en su casa de Zarautz (Gipuzkoa) un par de meses
. Viajó a Australia, Fiyi, Brasil, Tahití, Namibia, Hawái, Sudáfrica, Portugal…
Mitad por competición y mitad por libre. “Muchas veces no se trata de las olas, sino del camino.
 De llegar a sitios nuevos y empaparte de culturas y experiencias”.
A los 29 años, su hogar es el océano.
 Ha nadado junto a arrecifes de coral, fondos de lava volcánica y bancos de arena.
 Ha surfeado millones de olas en todo el globo y ha roto barreras impensables a base de mucha perseverancia.
Es el único español que ha competido en la élite del surf mundial y en su momento fue el quinto europeo en alcanzarla (lo logró en 2007).
 Es un pionero en una disciplina copada por australianos y estadounidenses, categoría esta última en la que también están los hawaianos, distinguidos aparte por respeto a su historia.
Fue uno de ellos, Duke Kahanamoku, quien fundó el surf moderno, lo popularizó y lo exportó a las costas de California y Australia.
 Hoy, tras 45 ediciones del mundial, solo cuatro campeones no pertenecían a ese eje yanqui-aussie con epicentro en Hawái: Felipe Pomar (Perú, 1965), Shaun Thompson (Sudáfrica, 1977), Martin Potter (Reino Unido, 1989) y Gabriel Medina (Brasil, 2014).
En Pipeline (costa norte de Oahu, Hawái) ha habido muchas muertes. El agua viene con fuerza, cubre muy poco y el fondo es duro, de lava volcánica”
“Hawái es la meca, donde todos los surfistas queremos llegar”, sentencia Aritz.
 Él aterrizó por primera vez en este mítico punto del Pacífico hace 15 años en busca de esa ilusión, de competir un día con los mejores
. Desde entonces, cada invierno pisa las playas de la North Shore (costa norte) de la isla de Oahu, una de las ocho principales que componen el archipiélago de Hawái.
 A lo largo de 22 kilómetros de vastos arenales, de corrientes marinas enrevesadas y de un oleaje que en esta época del año es espectacular, cientos de surfistas buscan la mejor ola en Haleiwa, Waimea Bay o Pipeline
. Esta última es especial: en el fondo marino y a diferentes distancias de la costa hay tres arrecifes que con las corrientes y vientos adecuados generan olas de una virulencia, altura, perfección y constancia ideales
. Un sitio donde los surfistas disfrutan metiéndose en esos fotogénicos tubos de olas de tres, cinco, siete metros –las favoritas de Aritz, las “potentes”–, pero también un lugar muy peligroso. “En Pipeline ha habido muchas muertes.
 El agua viene con mucha fuerza, cubre muy poco y el fondo es duro, de lava volcánica, muy rugoso”, explica.
Son las 5.45 en Pipeline. El mar ruge.
 En la orilla, la espuma centellea en pura efervescencia.
 Dos potentes puntos de luz enfocan hacia la playa y rompen la noche.
 Los trabajadores del Billabong Pipe Masters, la última prueba del Mundial de surf 2014, preparan una nueva jornada del campeonato, compuesto por otros 10 destinos más en el mundo.
 Para las ocho de la mañana, los fans invaden la playa.
 Es un público heterogéneo.
 En edad, en sexo, en procedencia, en color de piel
. Comparten estética surfera y el deseo de aplaudir las mejores maniobras, que son, explica Aranburu, las que se trazan con una mayor “radicalidad”, cuando el surfista puede con la ola.
 Decenas de fotógrafos tratarán de captar giros imposibles y tubos interminables.
 Teleobjetivos y drones competirán por la imagen más fresca e innovadora.
 Los niños pugnarán por pescar trozos de tabla rotos arrastrados a la orilla, piezas de colección que serán autografiadas por sus ídolos.
Fotogalería
Aritz Aranburu, surfeando en las aguas de la costa norte de Oahu (Hawái, EEUU). / Carlos Spottorno
Aritz se la juega.
 Pese a que el día anterior consigue la mejor puntuación en una ola de todos los surfistas en competición, la imposibilidad de coger otra le relega a la repesca de hoy.
La manga es de hombre contra hombre y dura 30 minutos.
 Uno puede coger todas las olas que quiera, pero solo puntúan las dos mejores.
 Es un deporte subjetivo: califican cinco jueces, la mejor y la peor nota se descartan y se hace la media del resto.
 Si Aritz no logra sorprenderles, perderá la categoría. Del Champion­ship Tour (CT) al Qualification Series (QS), es decir, de la primera a la segunda división de la Association of Surfing Professionals (ASP), la World Surf League (WSL, Liga Mundial del Surf) a partir de este año.
 Junto a la playa, en una casa de madera típica de la North Shore de Oahu y alquilada por Quiksilver, patrocinador de Aritz, el surfista se pone el bañador, estira, encera cuatro tablas y enfila hacia la arena, donde sus padres, Karmele y Rafa, y su novia, la modelo Almudena Fernández, le aguardan. Hay tensión, orgullo, besos y apretones cariñosos.
 Pero pocas palabras.
En el agua compite contra el australiano Matt Wilkinson. Aritz lidera la manga, pero al final comete un error y pierde su ronda.
 Cae en la espuma y dos socorristas en una moto de agua acuden a toda velocidad al rescate, con olas de siete metros rompiendo sobre ellos.
 La repetición por televisión es impactante. Dice su madre: “A veces sientes una impotencia terrible de no poder hacer nada”
. Terminado el Pipe Masters para él, también lo hace el campeonato del mundo, este en el puesto 27, insuficiente para mantenerse (bajan 10 surfistas de un total de 36). Punto final a su tercera temporada en el Olimpo (antes compitió en el CT en 2008 y 2009).
Aritz camina descalzo
. En su mano lleva un tazón de leche con cereales.
 Enfila la calle Ke Waena en dirección a la playa. “¿Sabéis que en idioma hawaiano solo hay siete consonantes?”. De ahí que los nombres aquí tengan ese aspecto tan parecido: h, k, l, m, n, p, w.
 Se sienta en la arena a mirar el mar.
 Amanece nublado.
 En Hawái todos los días hace sol y casi todos los días caen algunas gotas de lluvia.
 La temperatura oscila aproximadamente de una mínima de 20 grados a una máxima de 30 en invierno, mientras que en verano sube un poquito el termómetro.
La climatología favorece un paisaje bello y verde: hierba, árboles muy frondosos, palmeras majestuosas a la orilla del océano y flores exuberantes con las que los hawaianos fabrican sus tradicionales collares.
“El día que me retire me gustaría compartir con otras generaciones lo que he aprendido. No hay nada mejor para un deportista que otros te sigan”
“Todas las mañanas estudio las olas.
 Observo en qué dirección vienen, cómo sopla el viento…”. Vistas las condiciones, Aritz elige surfear en Haleiwa.
 En este pueblecito, el surf es religión
. Se palpa en las tiendas, verdaderos paraísos de las tablas de segunda mano, de bañadores y camisetas de todas las grandes marcas y diseños.
 Y también en el aparcamiento de la playa, donde estaciona una antigua furgoneta Volkswagen, símbolo de un estilo de vida.
En cierto modo, Haleiwa, como le pasa a toda la North Shore, ha mantenido el sabor de antaño
. Es turístico, pero en una muy justa medida. El 99% de los alojamientos son casas particulares y no hoteles.
 En sus jardines hay carteles que reivindican el keep the country country (mantén el campo campo), y si has visto películas como Los descendientes o Parque Jurásico, o series como Lost, uno tiene la sensación de pisar sus vírgenes localizaciones. “Hey, Aritz!”, le saludan en el parking
. Desde surfistas aficionados hasta Martin Potter, el campeón mundial en 1989, todos reconocen al zarauztarra.
Quienes han vivido la evolución de Aritz desde que era un crío y empezó a conquistar campeonatos en su pueblo y después en Capbreton (Francia) contra los mejores juniors del mundo –ahí fue donde Quiksilver le fichó– hasta que terminó surfeando con su ídolo de niño, Kelly Slater, 11 veces campeón mundial y al que ha vencido alguna vez, hablan de un chico muy trabajador.
 En Australia, con 15 años, participó en un surf camp de la mano de Tom Carroll, doble vencedor mundial en 1983 y 1984.
Hoy, con 53 años, Carroll sigue surfeando, y además muy bien: en Pipeline se llevó las Heritage Series, competición para veteranos
. Recién salido del agua, se encuentra con Aritz, al que saluda con afecto.
 “Recuerdo cuando llegó a Australia.
 No tenía un talento sobresaliente, pero sí una enorme determinación.
 Le otorgamos el Premio Andrew Murphy, que reconocía al surfista que mostraba un mayor espíritu”.
Los padres de Aritz también recuerdan aquel galardón y la felicidad de su hijo. Karmele, su madre, rememora cómo pasó de ser un chavalín de la playa de Zarautz, donde empezó “con dos o tres años” tomando prestado un paipo a un compañero, a llamar la atención de las marcas, clave en este negocio.
“Una de las cosas más importantes para un surfista es ser capaz de vender bañadores. No hay que olvidar que, gracias a las marcas, nosotros tenemos dinero para viajar”, razona Aritz
. Acudimos con él a una sesión fotográfica para Quiksilver en Pupukea, en una casa espectacular con un gran jardín.
“Le conocí en Marruecos cuando él tenía 14 años. No ha cambiado nada
. Sigue surfeando por amor y no por el negocio, y no tiene ego.
Créeme, es raro en este mundo”, asegura el retratista, el francés Bernard Testemale.
“El surf es una lección de vida.
 No se puede ir de chulito, el mar siempre te deja en tu sitio”, dice Aritz.
Para Quiksilver, presente en 115 países del mundo, el mercado español es importante, el cuarto donde más vende (6%) tras EE UU (35%), Francia (12%) y Australia/Nueva Zelanda (7%).
 Sin ser Aritz un top 10 del mundo, sí lo es en Europa, y desde luego en España, y eso tiene un valor.
“El surf mueve millones”, dice Aranburu, que no detalla sus ingresos, pero reconoce que la mayor parte le entran de sus patrocinadores (en 2014 ganó 100.000 dólares compitiendo, unos 86.000 euros).
 Él, un “inquieto”, no para en casa por un doble motivo: primero, porque le gusta descubrir nuevos sitios; segundo, porque sabe que el free surfing o surf libre sirve para alimentar a los propios patrocinadores.
 A cada viaje, él se lleva un cámara, explota los vídeos y las fotografías en su blog, en las redes sociales y en los medios de comunicación.
La carretera de la playa es un viaje a la gastronomía mundial.
 Camionetas, furgonetas y pequeños puestos ofrecen desde un buen desayuno estadounidense con su café y su muffin de chocolate hasta una crêpe francesa, un pad thai tailandés o diferentes especialidades brasileñas como el açaí, una fruta del Amazonas que se sirve triturada, de textura y color similar al chocolate, muy fresca, energética y llena de propiedades.
 Comemos un bol con Aritz y su familia y hablamos del futuro del surf en España.
Él resalta “la falta de estructuras potentes” y de gente “que sepa de verdad”, y reivindica el modelo de Portugal, un país que crece sin parar. Tiago Pires, amigo suyo, portugués y compañero en el CT, explica las claves:
 “Hay muy buenas olas; las dos ciudades principales del país, Lisboa y Oporto, miran al mar; el récord de Garret McNamara en Nazaré (el hawaiano que se ha hecho famoso por atreverse con olas de 30 metros de altura) nos ha colocado en el mapa; y la entrada de compañías de telefonía, de seguros o bancos han beneficiado a Portugal”.
“El día que me retire me gustaría compartir con otras generaciones lo que he aprendido.
No hay nada mejor para un deportista que otros sigan tu pista”, sueña Aritz.
 Hoy ya ayuda a otra gente, a través de la ONG Kind Surf, fundada por su novia, Almudena, y de la que él es embajador: una organización que les emociona y que trata de echar una mano a niños con discapacidades físicas o psíquicas.
“Parece que haces mucho por ellos, pero muchas veces es más lo que recibes de vuelta”, asegura ella.
En Haleiwa, Aritz lleva unos minutos surfeando.
Su fotógrafo, Isio Noya, le persigue desde la orilla con un teleobjetivo y se percata de una caída. Pasan pocos minutos hasta que descubrimos las consecuencias.
El codo y la espalda del deportista sangran: se acabó el surf durante una semana. “¡Mejor que hayas salido rápido, ya sabes que hay tiburones!”, ríe Isio.
 Pero no es broma. Penetrando un par de kilómetros en el mar, hay quien baja en cestas metálicas para ver a estos animales en su hábitat, cara a cara.
 A veces los escualos se acercan más a la costa: en 2003, una surfista hawaiana, Bethany Hamilton, perdió un brazo por un ataque: no es frecuente, pero puede suceder.
 Hamilton volvió a surfear y es una figura reconocida.
 Las heridas de Aritz son menos salvajes, claro, pero demuestran que en el surf no todo es felicidad: implica esfuerzo, dedicación y una dosis de sufrimiento y aventura:
“La mayoría de mis cicatrices son de Tahití. Allí el suelo es de coral vivo. ¡Corta la piel como si fueran cuchillos!”, exclama con una sonrisa.
“Para mí, la clave para mantener la ilusión y los pies en el suelo es sentirse agradecido.
 Siempre hay días malos, pero en cualquier momento, cuando me pregunto si cambiaría mi trabajo y lo que me rodea, no se lo cambiaría a nadie
. Esa gratitud, aparte de la pasión por surfear, me hace sonreír todos los días".

'50 sombras de Grey': 14 cachetes en el culo en dos horas.....................................Héctor Llanos Martínez

Asistimos a la pudorosa premiere en la Berlinale y comprobamos que hay más sado en el club Insomnia que en la pantalla del Zoo Palast de la ciudad.

'50 sombras de Grey': 14 cachetes en el culo en dos horas

Asistimos a la pudorosa premiere en la Berlinale y comprobamos que hay más sado en el club Insomnia que en la pantalla del Zoo Palast de la ciudad.

cover 
 

 La premiere mundial de Cincuenta sombras de Grey en el Festival de Cine de Berlín se saldó anoche con una visita fugaz de sus protagonistas, sin apenas enfrentarse a la prensa y tras horas de espera para poder ver una película que reduce al mínimo el contenido erótico del bestseller de E. L. James

Sin embargo, se estima que la recaudación superará con creces los cien millones de dólares en el fin de semana de San Valentín. En esta historia, Universal Pictures empuña la fusta y los fans y la prensa obedecemos con gusto ante uno de los estrenos más esperados del año.

Por fin el primer capítulo del romance ¿sin ataduras? entre el dominante millonario Christian Grey y la virginal Anastasia Steele llegó anoche de manera oficial al cine. 

Jamie Dornan y Dakota Johnson paseaban de manera fugaz por la alfombra roja del Zoo Palast berlinés, momento para el que más de un centenar de Anastasias alemanas habían aguantado sin queja durante horas ante unos afortunados cuatro grados de temperatura.

 Para matar el tiempo las fans se prestaban al juego televisivo, gritando ante las cámaras y mostrándose felices de sufrir por el actor y modelo Jamie Dornan, el hombre que accedió a última hora a encarnar al protagonista de la saga literaria.  

"No me importa cómo sea la película, me va a gustar igualmente", sentenciaba una de ellas a las puertas del recinto. El precio alcanzado en el eBay alemán para adquirir uno de los tickets de este estreno sobrepasaba los cien euros para una película que en apenas tres días llega a las salas de cine de todo el país. 

Dakota Johnson
Dakota Johnson, con escotazo y vestido negro.
Foto: Getty
Un poco antes los periodistas encargados de verla, menos diligentes que las admiradoras, pudieron esperar bajo cubierto en el IMAX de la ciudad con tal de asegurarse un asiento en el pase oficial, aunque casi tanto tiempo como ellas. 
Y eso que ni tan siquiera se había convocado rueda de prensa para comentar la jugada.
 Con los créditos finales ya terminados se comprobó que la esperada adaptación del polémico bestseller de E.L. James muestra sexo menos explícito que en La vida de Adele y una aproximación al sadomasoquismo mucho más tímida que la de Lars Von Triar en Nymphomaniac, por nombrar dos títulos recientes.
 La directora Sam Taylor-Johnson se asesoró con una dominatrix antes de empezar a trabajar en el set e incorporó a un experto en las prácticas sadomasoquistas al equipo de rodaje. 
Pero lo cierto es que tan solo una pequeña parte del metraje está relacionada con el sexo, lo que para algunos críticos es decepcionante e incoherente, teniendo en cuenta la naturaleza del proyecto, mientras que para otros es fruto del elegante tratamiento que se da al texto.
 ¿Qué tiene entonces de especial esta película? "Resulta un melodrama romántico -opina una crítica de cine alemana tras la proyección- y el sadomasoquismo solo queda como la guinda".
 Una guinda muy pequeña.

Taylor-Johnson ya avanzaba unas horas antes de esta premiere mundial del filme las influencias de Nueve semanas y media y El último tango en París para la que es la segunda película en su filmografía.

 También que las escenas son mucho menos explícitas con respecto a la novela, por el excesivo control sobre el guion que ha ejercido el estudio de cine.
 A esas presiones se sumó la obsesiva supervisión de la autora del texto original durante todo el proceso de producción. Lidiar con ella “era en ocasiones realmente frustrante”, confiesa Taylor-Johnson a Hollywood Reporter
 
Jamie Dornan

 

Jamie Dornan llegó acompañado de su mujer, la pianista y cantante Amelia Warner.
Foto: Getty

Quizá por las bajas expectativas, la recepción entre los periodistas acreditados a la Berlinale ha sido menos fría que la de nombres consagrados que compiten durante estos días por el Oso de Oro del festival de cine berlinés, como ha sido el caso de Wim Wenders o Werner Herzog.
 Se valora que las Cincuenta sombras de Grey del cine estén dirigidas e interpretadas con cierta solvencia ante un texto original de escasa calidad narrativa.
 Alguna que otra risa se escuchaba en las escenas y diálogos más cursis. 
Aprobado en general para Dakota Johnson 
. A la hija de Melanie Griffith y nieta de Tippi Hedren le favorece ser una desconocida en pantalla para encarnar a la inexperta Anastasia.
 Quien en cambio hace sombra a Grey es el anterior personaje de Jamie Dornan.
 El modelo y actor, ex pareja de Keira Knightely, saltó a la fama como protagonista de la serie de BBC “The Fall”, un atractivo padre de familia de día y, a caer la noche, misógino asesino en serie con debilidad por el bondage.
Con independencia de su recepción crítica, la adaptación cinematográfica de las novelas de E.L. James va a ser un éxito en taquilla, al menos en su fin de semana inicial.
 Según los cálculos de la compañía de medición de medios Rentrak, se superarán los 60 millones de dólares solo en Estados Unidos en los cuatro primeros días de exhibición.
 Es una cifra espectacular, si se tiene en cuenta que se trata de una película con clasificación R, lo que impide acceder a la sala a los menores de edad si no están acompañados de un adulto y que aleja así a la franja de público más rentable. 
En Francia, en cambio, permiten a los mayores de doce años ver la cinta porque entienden que "no va a sorprender a nadie", afirma el responsable de dicha calificación, Jean-Francois Marie. 
En definitiva, el BDSM en Berlín seguía estado anoche en el club Insomnia y no en las pantallas del Zoo Palast de la ciudad.

cincuenta sombras Berlinale
Los protagonistas junto a la directora, Sam Taylor-Johnson y la escritora E. L. James, artífice de la trilogía superventas.

 

Estreno decoroso de ‘50 sombras de Grey’ en el cine.......................................... Gregorio Belinchón

Destaca la correcta realización y sobre todo la interpretación de la protagonista, Dakota Johnson.

 

Cincuenta sombras de Grey
Dakota Johnson y Jamie Dornan en '50 sombras de Grey'.

Aunque parezca increíble, en la semilla de la versión cinematográfica de 50 sombras de Grey está Persona, de Ingmar Bergman.
 Cada actriz que hacía la prueba delante de la directora británica Sam Taylor-Johnson, reputada artista y fotógrafa –aunque directora hasta este momento de un único largo, Nowhere boy, sobre The Beatles-, leía cuatro páginas de un monólogo de esta obra maestra.
 Según la cineasta, en declaraciones previas al estreno, "así sabíamos quién podía afrontar un complejo viaje emocional”.
Eso por ahora no se ve en 50 sombras de Grey, cuyo estreno mundial se ha realizado en la Berlinale a pocas horas de su desembarco en todo el planeta:
Universal ha apostado por la fecha más cercana al día de San Valentín.
 Si de la trilogía de la escritora E. L. James se han vendido más de 100 millones de ejemplares, en entradas anticipadas de la película ya hay adquiridas 4,5 millones, 180.000 de ellas en España, donde se proyectará en más de 850 salas.
La película ha sido prohibida en Malasia e Indonesia, y veremos si llega a los cines de los países del Golfo Pérsico.

Todo lo anterior tiene sentido para entender que 50 sombras de Grey es un negocio que jamás quiso ser arte.
 El libro ha supuesto la primera experiencia en el BDSM (bondage o ataduras, disciplina y dominación, sumisión y sadismo, y masoquismo) para muchas lectoras –público al que va dirigido-, especialmente en Estados Unidos, donde no tienen precursores literarios como el marqués de Sade en un erotismo salido de los cánones habituales
. Anastasia Steele es una estudiante de Literatura que entrevista al multimillonario de 27 años Christian Grey por enfermedad de su compañera de piso, la que realmente estudia periodismo.
 Salta la chispa y Grey le enseña sus divertimentos, le abre su casa, que no su corazón, para que Anastasia disfrute como él.
 Es decir, Cenicienta con azotes en el culo.
Vista la película, quien sale mejor parada del trance es la directora.
 Ha estado 18 meses atada a la película soportando la presión de realizar un trabajo escrutado por todo el mundo; ha sabido manejar la cámara y realizar lo necesario para que el paquete fílmico se sostenga en pie de forma decorosa; ha aguantado la constante injerencia del estudio y de James –“Ha sido difícil; no digo que a veces no fuera útil su presencia, pero en cambio otras más fue realmente frustrante”, confiesa en The Hollywood Reporter
. Entre sus trabajos fílmicos previos estaba un corto, Death valley (2006), en el que tocaba el sexo de forma más libre y explícita
. Ahora la cosa cambia: “No he sentido que fuera necesario ser gráficos
. Cuando veo películas, el erotismo es algo que acaba con la penetración.
 En cambio, la parte más erótica es cómo se llega hasta ahí, y en eso me he centrado”.
Nombra como referencias 9 semanas y media, La vida de Adèle y, sobre todo, El último tango en París, “por la profunda oscuridad de su romance”.
De todos ellos, breves pinceladas en la pantalla.
Y además Taylor-Johnson apostó por Dakota Johnson.
Si hay diálogos risibles es porque proceden de la novela, no de la interpretación de la hija de Don Johnson y Melanie Griffith: para el mundo anglosajón el apellido de la protagonista revela como un guiño a la inspiradora de esas tramas que de puro ligeras se desvanecen en el aire:
Danielle Steel, una Corín Tellado estadounidense. Johnson hizo creíbles los cuatro folios de Persona y produce verdad en pantalla, además de liderar el humor que más se agradece durante el metraje.
 En cambio, Jamie Dornan como el dominador Grey no está a la altura: entró a última hora sustituyendo a Charlie Hunnam, que se asustó ante el compromiso de tener que filmar una trilogía y por lo tanto acarrear el personaje del macho del siglo XXI durante casi una década.
 Tampoco era el favorito de las greystas, que apostaban por Matt Bomer. Según los rumores hollywoodienses, su homosexualidad –nunca escondida- le borró de la lista de candidatos.
No hay pubis –por favor, esto es Hollywood- masculinos y apenas se entrevé el femenino. Desaparece el momento sexual del tampón, uno de los hitos del primer volumen.
 La película acaba en el mismo sitio que el libro, y al menos de la caligrafía del filme se puede decir que mejora la burda narrativa de James.
 Por supuesto es menos subida de tono que Nueve semanas y media, pero el siglo XXI estadounidense sigue navegando en aguas de lo políticamente correcto.
Dicho esto, se van a forrar.