Sharon Stone en Instinto básico.
¿Recuerdan aquel anuncio de vaqueros que protagonizó una adolescente
Brooke Shields –por entonces contaba con tan solo 15 años–, en el que
enfundada en unos pantalones Calvin Klein preguntaba y contestaba al
mundo: “¿Quieres saber lo que se interpone entre mis Calvin y yo?, nada”
Corrían los años 80 y aquel eslogan fue todo un impacto que ayudó a la
firma, que luego se dedicaría también a hacer ropa interior, a
convertirse en trasgresora y, por lo tanto, en objeto de deseo del
imaginario colectivo
. El feminismo había quemado muchos sujetadores y
estábamos ya algo acostumbrados a ver pechos, pero andar con la
entrepierna al aire, lo que ahora se conoce como ir en plan comando o,
según los chilenos, “andar a lo gringo”, era algo menos frecuente,
aunque contaba ya con algunas practicantes.
Marta Chávarri,
marquesa de Cubas, engrosó el capítulo de dos rombos de la historia de
España gracias a una foto tomada en 1989 y publicada en la revista
Interviú, en la que aparecía en una discoteca, con minifalda,
sin bragas –aunque eso sí, llevaba pantis de cristal– y a lo loco, mucho
antes de que Sharon Stone cruzara las piernas en
Instinto básico (1992) para temor de los fabricantes de lencería.
Afortunadamente para las firmas de ropa interior, ésta se sigue usando,
solo que parece ser que la tendencia es ahora llevarla a diario y
prescindir de ella en las grandes ocasiones como estrenos, entregas de
premios, ceremonias de los Oscar, festivales de cine y demás actos
multitudinarios.
Ir sin nada debajo es la consigna y ha generado el
nacimiento de un nuevo término, que los anglosajones designan como
side butt
–y que algunos medios han traducido ya como “culo lateral”–. Olvidemos
las piernas y los escotes, la parte de la anatomía que ahora triunfa es
la parte exterior de las nalgas, que desnudas son la prueba inequívoca
de que su dueña se ha dejado las bragas en casa.
Gwyneth Paltrow, Rihanna, Lady Gaga, Jennifer Lawrence, Emma Watson,
Anne Hathaway, Melody Thomton, Kelly Rowland, Jennifer López, Lindsay
Lohan, Brooke Shields, Sharon Stone o Kim Kardashian son famosas que han
enseñado ingle en las grandes ocasiones.
Algunas incluso han mostrado
algo más, en contra de su voluntad, como cuando una ráfaga de viento
levantó la falda de Laura Pausini durante un concierto en Lima, el
pasado verano, e hizo evidente que no llevaba nada debajo
Muchas madres de las de antes, como la mía, insistían siempre en cambiar
las bragas a las niñas cuando estas iban a algún acto importante –en mi
caso acompañarla en sus compras por la ciudad de Vigo–, aludiendo a la
posibilidad de que tuvieras un accidente y en el hospital, al atenderte,
repararan que tu ropa interior no estaba impoluta –lo de menos era si
te partías la cabeza o el espinazo–. ¡Qué equivocadas estaban y cuánto
nos perjudicaron sus ideas en nuestra lucha por hacernos un hueco en la
sociedad!
Siguiendo la filosofía del
carpe diem y de vivir cada día como
si fuera el último, algunas celebrities reconocen que no solo
prescinden de la ropa interior en las grandes ocasiones, sino a diario,
como Genevieve Jones; la modelo norteamericana Chrissy Teigen, como
confesaba en el programa de televisión norteamericano Fashion Police; o
Christina Aguilera, que ha declarado,
“no me gusta llevar bragas. Me gusta ser tan libre como pueda el máximo
tiempo posible, soy así. Además, no llevar ropa interior me hace sentir
más poderosa, es decir, me da confianza en mi misma”.
En el
bando masculino, el máximo seguidor de esta creencia es, sin duda, Jon
Hamm, Don Draper en la pequeña pantalla.
Su afición a no gastar un dólar
en calzoncillos creó más de un altercado y quejas por parte de sus
compañeros de reparto, durante el rodaje de Mad Men; mientras las fotos
que los paparazzi hacían del actor por la calle, en plan comando,
provocaron este
titular en la revista online Gawker: “El pene de Jon Hamm saca a su dueño a dar una vuelta ”.
Otro ámbito que se suma a la nueva moda de ‘sin nada debajo’ parece ser
el del deporte, aludiendo al hecho de evitar las rozaduras de las
prendas íntimas; su capacidad de opresión, como puede ser en caso del
sujetador, o para huir de las antiestéticas marcas de la ropa interior
cuando se llevan ropas muy ajustadas. Muchas mujeres que practican
actividades físicas, dejan antes la lencería en casa, lo que ha
provocado ya la aparición de los primeros pantalones de yoga diseñados
para no llevar nada más, de la firma de lencería Dear Kate, o los que se
utilizan para correr, de otras marcas, que llevan ya tiempo en el
mercado.
Aunque prescindir del sujetador sea un acto meramente coqueto, éste tiene ya unas connotaciones feministas inamovibles.
El sostén oprime, oculta y reserva para su dueño el objeto fetiche de
la feminidad: los pechos.
O los moldea en formas imposibles –hasta de
cono puntiagudo–, para ser consumidos por el capitalismo erótico.
La
periodista Susan Brownmiller en su libro Feminity, donde
analizaba el concepto de feminidad a lo largo de la historia y en
diversas sociedades, llegó a decir que las mujeres sin sostén asombran y
provocan las iras de los hombres porque “implícitamente piensan que
ellos son los dueños de los pechos femeninos y solo ellos pueden retirar
el sujetador”.
A los que les parezca que ya hemos superado aquel
periodo con creces, no tienen más que echar una ojeada a Instagram y su
obsesión por los pezones o el alboroto que se monta poque las chicas de Femen todavía provocan con su particular uniforme.
La razón por la que se prescinde de la parte de abajo no está tan
clara, y no parece responder a ninguna reivindicación conocida.
A parte
de evitar las marcas en ropas muy ceñidas, puede ser un arma de doble
filo, cuando se usa con pantalones, ya que a veces acentúa aún más el camel toe,
antídoto de la lujuria por excelencia, por más que a algunos hombres,
desprovistos de cualquier noción estética pero sobrados de testosterona,
les parezca sexy.
La revista
W Magazine en un artículo titulado
What Lies Beneath?, intentaba
buscar explicaciones a la tendencia de ahorrar en lencería.
“Hemos
pasado de la fase feminista a la era de Acuario”, decía el reportaje y
continuaba, “Emily Weiss, la creadora del blog de belleza Into the Gloss,
comentaba, “el marketing de los sujetadores tiene mucho que ver con
transformarte en algo en lo que tu no eres
. Tiene que ver con crear esa
imagen masculina de lo que es sexy: pechos juntos y alzados, que parece
que tengan tres tallas más
. Es alimentar una mentira, en vez de apoyar
el propio cuerpo, o hacerte ver que eres excitante poniéndote algo
encima, simplemente porque es muy bonito”.
Ni que decir tiene que Weiss
practica la ideología del no sujetador.
Para argumentar la practica de ir con el culo al aire, W Magazine se
apoyaba en una versión de categoría
. Nada más ni nada menos que la de
Kate Young, estilista de Natalie Portman y Michelle Williams, entre
otras, que explicaba que “lo importante del culo es que hay que moverlo
cuando caminas pero, por supuesto, no menearlo demasiado”.
Con actrices y
gente corriente entrenándose como atletas de élite en el gimnasio, es
normal que luego quieran enseñar al mundo los resultados.
“Alguna gente
no lleva ropa interior para demostrar que no la necesita”, continúa
Young. “El mensaje es: mira, mi cuerpo es increíblemente perfecto.
No
necesita ninguna ayuda”, añade. Ya saben, una nueva tarea surge en la
vasta asignatura de “estar como un queso”.
La consistencia perfecta del
culo debe ser como la del combinado favorito de James Bond, agitado pero
no revuelto.
¿Recuerdan aquel anuncio de vaqueros que protagonizó una adolescente
Brooke Shields –por entonces contaba con tan solo 15 años–, en el que
enfundada en unos pantalones Calvin Klein preguntaba y contestaba al
mundo: “¿Quieres saber lo que se interpone entre mis Calvin y yo?, nada”
Corrían los años 80 y aquel eslogan fue todo un impacto que ayudó a la
firma, que luego se dedicaría también a hacer ropa interior, a
convertirse en trasgresora y, por lo tanto, en objeto de deseo del
imaginario colectivo. El feminismo había quemado muchos sujetadores y
estábamos ya algo acostumbrados a ver pechos, pero andar con la
entrepierna al aire, lo que ahora se conoce como ir en plan comando o,
según los chilenos, “andar a lo gringo”, era algo menos frecuente,
aunque contaba ya con algunas practicantes.
Marta Chávarri,
marquesa de Cubas, engrosó el capítulo de dos rombos de la historia de
España gracias a una foto tomada en 1989 y publicada en la revista
Interviú, en la que aparecía en una discoteca, con minifalda,
sin bragas –aunque eso sí, llevaba pantis de cristal– y a lo loco, mucho
antes de que Sharon Stone cruzara las piernas en
Instinto básico (1992) para temor de los fabricantes de lencería.
Afortunadamente para las firmas de ropa interior, ésta se sigue usando,
solo que parece ser que la tendencia es ahora llevarla a diario y
prescindir de ella en las grandes ocasiones como estrenos, entregas de
premios, ceremonias de los Oscar, festivales de cine y demás actos
multitudinarios. Ir sin nada debajo es la consigna y ha generado el
nacimiento de un nuevo término, que los anglosajones designan como
side butt
–y que algunos medios han traducido ya como “culo lateral”–. Olvidemos
las piernas y los escotes, la parte de la anatomía que ahora triunfa es
la parte exterior de las nalgas, que desnudas son la prueba inequívoca
de que su dueña se ha dejado las bragas en casa.
Gwyneth Paltrow, Rihanna, Lady Gaga, Jennifer Lawrence, Emma Watson,
Anne Hathaway, Melody Thomton, Kelly Rowland, Jennifer López, Lindsay
Lohan, Brooke Shields, Sharon Stone o Kim Kardashian son famosas que han
enseñado ingle en las grandes ocasiones.
Algunas incluso han mostrado
algo más, en contra de su voluntad, como cuando una ráfaga de viento
levantó la falda de Laura Pausini durante un concierto en Lima, el
pasado verano, e hizo evidente que no llevaba nada debajo. Muchas madres
de las de antes, como la mía, insistían siempre en cambiar las bragas a
las niñas cuando estas iban a algún acto importante –en mi caso
acompañarla en sus compras por la ciudad de Vigo–, aludiendo a la
posibilidad de que tuvieras un accidente y en el hospital, al atenderte,
repararan que tu ropa interior no estaba impoluta –lo de menos era si
te partías la cabeza o el espinazo–. ¡Qué equivocadas estaban y cuánto
nos perjudicaron sus ideas en nuestra lucha por hacernos un hueco en la
sociedad!
Siguiendo la filosofía del
carpe diem y de vivir cada día como
si fuera el último, algunas celebrities reconocen que no solo
prescinden de la ropa interior en las grandes ocasiones, sino a diario,
como Genevieve Jones; la modelo norteamericana Chrissy Teigen, como
confesaba en el programa de televisión norteamericano Fashion Police; o
Christina Aguilera, que ha declarado,
“no me gusta llevar bragas. Me gusta ser tan libre como pueda el máximo
tiempo posible, soy así. Además, no llevar ropa interior me hace sentir
más poderosa, es decir, me da confianza en mi misma”. En el
bando masculino, el máximo seguidor de esta creencia es, sin duda, Jon
Hamm, Don Draper en la pequeña pantalla.
Su afición a no gastar un dólar
en calzoncillos creó más de un altercado y quejas por parte de sus
compañeros de reparto, durante el rodaje de Mad Men; mientras las fotos
que los paparazzi hacían del actor por la calle, en plan comando,
provocaron este
titular en la revista online Gawker: “El pene de Jon Hamm saca a su dueño a dar una vuelta ”.
Otro ámbito que se suma a la nueva moda de ‘sin nada debajo’ parece ser
el del deporte, aludiendo al hecho de evitar las rozaduras de las
prendas íntimas; su capacidad de opresión, como puede ser en caso del
sujetador, o para huir de las antiestéticas marcas de la ropa interior
cuando se llevan ropas muy ajustadas. Muchas mujeres que practican
actividades físicas, dejan antes la lencería en casa, lo que ha
provocado ya la aparición de los primeros pantalones de yoga diseñados
para no llevar nada más, de la firma de lencería Dear Kate, o los que se
utilizan para correr, de otras marcas, que llevan ya tiempo en el
mercado.
Aunque
prescindir del sujetador sea un acto meramente coqueto, éste tiene ya unas connotaciones feministas inamovibles.
El sostén oprime, oculta y reserva para su dueño el objeto fetiche de
la feminidad: los pechos. O los moldea en formas imposibles –hasta de
cono puntiagudo–, para ser consumidos por el capitalismo erótico. La
periodista Susan Brownmiller en su libro
Feminity, donde
analizaba el concepto de feminidad a lo largo de la historia y en
diversas sociedades, llegó a decir que las mujeres sin sostén asombran y
provocan las iras de los hombres porque “implícitamente piensan que
ellos son los dueños de los pechos femeninos y solo ellos pueden retirar
el sujetador”. A los que les parezca que ya hemos superado aquel
periodo con creces, no tienen más que echar una ojeada a Instagram y su
obsesión por los pezones o el alboroto que se monta poque las chicas de Femen todavía provocan con su particular uniforme.
La razón por la que se prescinde de la parte de abajo no está tan
clara, y no parece responder a ninguna reivindicación conocida. A parte
de evitar las marcas en ropas muy ceñidas, puede ser un arma de doble
filo, cuando se usa con pantalones, ya que a veces acentúa aún más el
camel toe,
antídoto de la lujuria por excelencia, por más que a algunos hombres,
desprovistos de cualquier noción estética pero sobrados de testosterona,
les parezca sexy. La revista
W Magazine en un artículo titulado
What Lies Beneath?, intentaba
buscar explicaciones a la tendencia de ahorrar en lencería. “Hemos
pasado de la fase feminista a la era de Acuario”, decía el reportaje y
continuaba, “Emily Weiss, la creadora del blog de belleza
Into the Gloss,
comentaba, “el marketing de los sujetadores tiene mucho que ver con
transformarte en algo en lo que tu no eres. Tiene que ver con crear esa
imagen masculina de lo que es sexy: pechos juntos y alzados, que parece
que tengan tres tallas más. Es alimentar una mentira, en vez de apoyar
el propio cuerpo, o hacerte ver que eres excitante poniéndote algo
encima, simplemente porque es muy bonito”. Ni que decir tiene que Weiss
practica la ideología del no sujetador.
Para argumentar la practica de ir con el culo al aire, W Magazine se
apoyaba en una versión de categoría. Nada más ni nada menos que la de
Kate Young, estilista de Natalie Portman y Michelle Williams, entre
otras, que explicaba que “lo importante del culo es que hay que moverlo
cuando caminas pero, por supuesto, no menearlo demasiado”. Con actrices y
gente corriente entrenándose como atletas de élite en el gimnasio, es
normal que luego quieran enseñar al mundo los resultados. “Alguna gente
no lleva ropa interior para demostrar que no la necesita”, continúa
Young. “El mensaje es: mira, mi cuerpo es increíblemente perfecto. No
necesita ninguna ayuda”, añade. Ya saben, una nueva tarea surge en la
vasta asignatura de “estar como un queso”. La consistencia perfecta del
culo debe ser como la del combinado favorito de James Bond, agitado pero
no revuelto.