Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

7 nov 2014

Cómo Galileo inventó las 'tablets' (y de dónde vienen otras grandes ideas)..................... Miqui Otero

No existen los logros aislados. Todo invento brillante depende de pequeños avances graduales. Un nuevo libro los recoge.

 

cordon press

Las mejores ideas no llegan con un sonoro “¡eureka!” pronunciado por un genio aislado, ni con una bombilla providencial que se posa encima de la coronilla de un sabio solitario, ni con una manzana que cae en la cabeza de aquel científico iluminado (aunque muchos defiendan esta última escena).
 No tienen que ver con un rapto de ingenio sino con una larguísima cadena de acontecimientos y, en definitiva, con la colaboración entre muchos personajes que ni siquiera se conocen.
Eso defiende Steven Johnson, un científico y divulgador (editado en castellano por el sello Turner) que ha firmado diversos best sellers antes de publicar How we got to now, en formato de libro y en una serie de seis entregas en la cadena PBS y BBC
. Este tipo, fascinado por el caldo de cultivo de la colaboración en centros tecnológicas actuales como Silicon Valley, defiende precisamente que las mejores ideas siempre han surgido de la conversación entre disciplinas remotas.
Tanto la serie como el libro se organizan a través de seis grandes ideas: Higiene, Frío, Sonido, Tiempo, Cristal y Luz. Johnson incluso bautiza su método de conexiones improbables: long-zoom approach to history (enfocar los temas ampliando el zoom histórico) y lo explica con conceptos de la Teoría del Caos como el popularísimo Efecto Mariposa (una mariposa agita sus alas en China y esa acción desencadena una línea de fenómenos que acaban por desatar una tormenta de arena en el Sahara).
El libro afirma que el desarrollo de la higiene personal desde finales del siglo XIX condujo a los campeonatos profesionales de skate
Algunos ejemplos del libro que muestran esta mecánica de la innovación: el desarrollo de la higiene personal desde finales del siglo XIX condujo a los campeonatos profesionales de skate, la invención del neón no sólo influyó en la construcción de ciudades del juego libre como Las Vegas sino también en el arte y en la arquitectura posmoderna, y no existirían las tablets si Galileo no hubiera planteado el reloj de péndulo.
 Es más, tampoco habría sido posible una Revolución industrial si no se pudiera organizar el horario tanto de las fábricas como de las entregas de los pedidos.
La lista de casos que brinda Johnson es más que exuberante, tanto como su habilidad para la conexión.
 La expansión de Hitler, por citar otro, habría sido mucho menos megalómana sin la invención del micrófono ya que no se habría podido dirigir a audiencias de más de mil personas
. Alguno podría objetar aquí la existencia de Carlomagno o Napoleón, a lo que Johnson contesta, quizás sin mucho éxito, que ellos usaban la reverberación de catedrales, cuevas y teatros de ópera.
 Y los escáneres de ultrasonidos desarrollados después del desastre del Titanic conspiraron poco después con la política de un solo bebé de China para decantar la balanza a favor del género masculino.
En definitiva, How We Got to Now es un elogio a la cooperación entre campos de conocimiento y empresariales. Gracias a ese trabajo interdisciplinar, un ingeniero ferroviario como William F. Allen promovió las cuatro zonas horarias estadounidenses en 1880 para que los viajes en tren por todo el país fueran menos caóticos.
 La ausencia de esa colaboración provocó, por ejemplo, el fracaso del parisino Edouard-Leon Scott de Martinville, que inventó el fonoautógrafo, una máquina que grababa sonido dos décadas antes de que Thomas Edison inventara el fonógrafo
. El problema es que grababa el audio pero no lo podía reproducir. Según Johnson, con un equipo de colaboradores o un mayor contacto con otras comunidades científicas su invento habría tenido un gran éxito
. Eso es, en definitiva, lo que defiende el libro: desestimar la idea del científico loco en su habitación y fomentar la colaboración con otras tradiciones del pasado, con otras disciplinas y con otras comunidades científicas. He aquí tres ejemplos más desarrollados.
1. La venta de gafas se revolucionó por la invención de –lógicamente– la imprenta
La revolución Gutenberg abarató los libros y empezó a democratizar el conocimiento, pero además revolucionó la industria de los anteojos
Del desierto libio a las estanterías de libros, la relación entre el descubrimiento del vidrio en aquel territorio y la historia de la literatura están más ligadas de lo que parece. Desde las arenas de Libia, la sustancia se condujo hasta el Imperio Romano. Ya en 1204 un grupo de fabricantes de vidrio turcos se instalaron en Venecia, pero los fuegos que empleaban para crear ornamentos de cristal solían incendiar sus casas de madera, así que fueron destinados a la Isla de Murano (una especie de Silicon Valley del cristal, donde se revolucionaron las técnicas gracias a la cooperación). Los monjes comenzaron a emplear vidrios como lupas para leer los textos que estudiaban.
 En el norte de Italia se crearon las roidi da ogli (discos para los ojos), las primeras gafas tal y como las conocemos. En aquella época la gente tenía los mismos problemas con la vista que ahora (o más), pero las hipermetropías no interferían en su día a día. Hasta que la imprenta de tipos móviles de Gutenberg entró en escena en la década de los cuarenta del siglo XV. Es evidente que la revolución Gutenberg abarató los libros y empezó a democratizar el conocimiento, pero además revolucionó la industria de los anteojos: hasta ese momento eran inaccesibles, un símbolo de estatus, pero se empezaron a buscar vías para abaratarlos. Esas nuevas ideas reorientaron todo el conocimiento: si alguien no hubiera descubierto esos cristales en Libia, el Renacimiento podría haberse demorado muchísimo más.
2. Cómo el aire acondicionado reinventó el partido conservador estadounidense
Los trabajadores de las imprentas de Brooklyn no podían ni respirar en sus largas jornadas veraniegas. Incluso la tinta se corría y arruinaba las páginas.
 Hasta que el dueño de una de esas imprentas llamó a un tal Willis Carrier para que construyera un gran deshumidificador. 
No sólo logró que las páginas salieran intactas, sino que los trabajadores no salían de la planta ni para almorzar. Aquel primer artefacto evolucionó hasta los aires acondicionados de más fácil manejo, que tomaron la forma que ahora conocemos poco después de la Segunda Guerra Mundial.
 El invento provocó una emigración inesperada hacia las ciudades más cálidas del sur del país. Y con esos hombres, en muchos casos jubilados conservadores, se fueron sus votos también. 
Y aquí Johnson elabora la improbable teoría: fueron esos votos los que ayudaron al ascenso de Ronald Reagan en los ochenta.
 Aquel impresor, incluso sin quererlo, contribuyó a la victoria del Partido Republicano y, por extensión, a algunas de las políticas más nefastas de los gobiernos tanto del presidente ex-actor como de la familia Bush.
 En otro orden de cosas, también ayudó a crear lo que se ha convertido casi en un subgénero cinematográfico: el blockbuster estival (hasta que los cines tuvieron aire acondicionado, no demasiada gente ansiaba meterse en una sala para ver una película). Quizás las comedias veraniegas o las películas de acción más taquilleras no gozarían de tanta popularidad.
3.- Cómo los esquimales colaboraron en la invención de las barritas de merluza congelada
El naturalista Clarence Birdseye entendió que los productos congelados al instante guardaban mucho mejor el sabor que los congelados por otros procedimientos
El naturalista Clarence Birdseye observaba con mandíbula castañeante cómo los esquimales Inuit de Labrador (Canadá) pescaban haciendo un boquete en los lagos helados.
 Cuando el pez picaba y el pescador lo atraía hacia el exterior, el aire lo congelaba de forma inmediata, incluso antes de introducirlo en la cesta. Poco después, entendió que los productos congelados al instante guardaban mucho mejor el sabor que los congelados por otros procedimientos. Pero, al margen de saber cómo desarrollar la tecnología que le permitiera esa congelación express, necesitaba también algún modo de volver todo eso rentable.
La solución llegó observando el funcionamiento en serie de las fábricas de automóviles.
Aún ahora las secciones de congelados de los supermercados ofrecen estanterías enteras de productos con su apellido como marca.

Las columnas de don Manuel.......................................................... Víctor Núñez Jaime

Manuel Vicent publica 'Radical libre', una selección de sus columnas dominicales en EL PAÍS.

 

El escritor Manuel Vicent.

Manuel Vicent (Castellón, 1936) afirma que no tiene “capacidad de análisis.”
 Así que por eso —y no por otra cosa— se esfuerza por entregarle todos los domingos a los lectores de EL PAÍS alguna metáfora que sea “una síntesis imaginativa que condense muchas ideas, de la vida o de la actualidad, con la intención de entrar en la inteligencia de la gente por la puerta de atrás.” Quiere, sobre todo, que las 300 palabras de su columna sean, en el lado derecho de la última página, un fogonazo que sorprenda.
 “Para mí una columna perfecta es aquella que es leída completa, que te atrapa desde el inicio y que, al final, da un giro que hace que veas las cosas desde otro punto de vista”, dice. La debutante editorial Círculo de Tiza publica ahora uan selección de esos textos bajo el título Radical Libre, como el testimonio de alguien que, “adonde quiera que vaya, nunca tiene cobertura y por tanto permanece incontaminado, a salvo de cualquier basura mediática.”
El escritor que estudió Derecho y es un asiduo visitante de las galerías de arte, habla una mañana de sol tímido, frente a una taza de café.
 Cada tanto, mientras recuerda o explica, ríe, levanta las cejas y arruga la frente
. Comenzó a leer los periódicos “en serio” a los 17 años, cuando eran un puñado de hojas podadas y maquilladas por la censura franquista.
 Al llegar a Madrid, en 1960, no encontró en la prensa de la capital rasgos claros que la diferenciaran de la de Valencia, pero los artículos literarios atraparon su atención.
 En un Madrid “de bulevares, acacias, tranvías y funcionarios que se levantaban a las 11”, no tardó en insertarse en las tertulias del Café Gijón, lleno de cómicos, periodistas y jueces, hasta que hace 12 años decidió dejar de ir.
“Porque ya no me aportaba nada y un día dejé de pisar el Café como quien deja el tabaco. Simplemente ya no me apeteció envejecer en público frente a un ventanal”, arguye ahora.
“Para mí una columna perfecta es aquella que es leída completa, que te atrapa desde el inicio y que, al final, da un giro que hace que veas las cosas desde otro punto de vista”
Un día de 1966, poco después de haber ganado el Premio Alfaguara por su novela Pascua y naranjas, fue a la redacción del diario Madrid a visitar a un amigo.
 “Mándame algo”, le dijo éste.
Y lo que Vicent mandó fue un artículo sobre el ocaso del dictador portugués Antonio de Oliveira Salazar. “Para entonces Fraga había quitado las alambradas pero había dejado el campo sembrado de minas
. Dentro de todo, había cierta libertad porque ya no teníamos que decir obligatoriamente algo a favor de la dictadura
. Yo escribía en la tercera página, la más crítica del periódico, donde había que decir las cosas con claves, todo de manera indirecta, solicitando la complicidad del lector.
 Eso te permitía depurar el estilo, en el sentido de hacerte elusivo, ser irónico, hacer metáforas.” Con el estilo periodístico pulido, de las páginas internacionales pasó a hacer una columna literaria y luego, hasta el último día de existencia de aquel diario, se encargó de la crítica de arte. Entonces llegó a la revista Hermano Lobo, “donde el humor permitía decir varias cosas.
 Después escribí en Triunfo, había que escribir sobre algo externo pero que tuviera una interpretación interna y el lector leía entre líneas y era así un aliado.”
Para el también novelista, autor Tranvía a la Malvarrosa o La novia de Matisse, el periodismo es el género literario del siglo XX. “Porque casi todos los escritores del siglo XX han pasado por los periódicos. Azorín, que no hizo más que artículos, es un gran literato. Unamuno, Pla, Camba, González Ruano, Cunquiero… todos publicaron primero en los periódicos. Al articulismo se llegaba desde fuera.
 Los escritores bajaban a los periódicos y gracias a eso comían, porque no podían vivir de sus novelas y el periódico se convertía en un escaparate y una correa de transmisión del pensamiento literario.”
Manuel Vicent llegó a EL PAÍS para hacerse cargo de las crónicas parlamentarias. “Juan Luis Cebrián quería darle un énfasis especial a esto porque se trataba de las primeras Cortes democráticas, las que definirían la España actual. La crónica parlamentaria era ya una gran tradición literaria. Azorín lo había hecho, Josep Pla, Julio Camba… todos habían pasado por el congreso como quien pasa por el circo.
 Y luego me tocó a mí.” Fueron esas crónicas las responsables de que los lectores comenzaran a seguir su trabajo.
 Luego haría crónicas, reportajes, entrevistas, perfiles (“mis daguerrotipos”) y una columna dominical.
Las columnas de don Manuel son unas píldoras que dicen mucho en pocas palabras.
 Cuenta el cineasta y novelista Manuel Gutiérrez Aragón en el prólogo de Radical Libre que los domingos empieza a leer EL PAÍS por la última página porque admira “la concisión y la síntesis de esos textos.
 Me viene a la mente la prosa densa y conceptual de Gracián. Una manera de mirar la fábrica del mundo, y de describir sus barrocos trampantojos
. Un mundo de todas maneras gozoso y digno de vivirse, en el caso de Vicent.”
Vicent —los ojos afilados, la barba de chivo bien recortada, las gafas de sol colgadas del cuello— dice que se levanta sobre las nueve de la mañana y va a comprar el periódico que lee mientras desayuna. Después, a eso de las once, se va a su estudio y se sienta frente al ordenador.
“Sólo por estar sentado, aunque no mueva una tecla, estoy trabajando. Bueno, yo como escritor, si es que soy escritor, considero que mientras estoy viviendo estoy trabajando
. Entonces, vuelvo, estoy frente al ordenador y, aunque no se me ocurra nada, que es lo normal, estoy trabajando.
 Me llaman o llamo por teléfono
. Si estoy escribiendo una novela y tengo algo para trabajarlo, lo hago. Si tengo que entregar algo al periódico, lo hago. Si no, pues… estoy mirando la pared de enfrente o leyendo.
 Después como con amigos y luego… a eso de las siete, me voy a tomar una copa.
 Cada mes tengo necesidad de largarme. Tengo siempre al lado de mi mesa una maleta a la que acaricio como a una perra y, de vez en cuando, ella misma me dice “¡larguémonos!”
 Y me largo.
O sea: que llevo una vida muy tranquila.”
Pero escribir para publicar los domingos requiere un esfuerzo.
“Es que, para entonces, los medios ya han machacado todo lo que ha sucedido durante la semana. Ese día, la gente lee el periódico en otra situación. Con tranquilidad, en casa, en una terraza. Sin buscar problemas.
 Cada lunes sale un bombazo, luego se va diluyendo y cuando llega el fin de semana hay que relajarse. Entonces uno tiene que agarrar algo que ha quedado en el aire y tratar de verlo de forma distinta.
 A veces se acierta y a veces no. Normal. Pero eso implica una responsabilidad. Porque, aunque es una columnita, está descaradamente puesta en la última página
. Para leerla no tienes necesidad de abrir el periódico y es casi seguro que la lean.”
 Así que por eso —y no por otra cosa— mientras escribe busca metáforas y buenos remates para sorprender al lector todos los domingos.

Un hogar en otros mundos...................................................... Carlos Boyero

No entiendo la jerga científica, que es abusiva, pero sí capto de qué va la historia.

Pues deberías Carlos deberías entender la jerga científica, que capto yo misma.

Tengo un problema grave con el género de ciencia-ficción
. También con la ciencia, a secas.
 Por estrechez de mente o por desidia siempre me pierdo o no comprendo cosas al parecer tan elementales y al alcance del cerebro de un niño como la física cuántica, los agujeros negros, la teoría del Big Bang, la teoría de la relatividad, e incluso la ley de la gravedad.
Por mucho empeño que pusiera me resultaban tediosos clásicos de la ciencia-ficción como Isaac Asimov y Arthur C. Clarke que aseguran son asequibles y apasionantes hasta para los profanos, mi hijo con 9 años o menos ya adoraba a Isaac Asimov.
. Amo, por supuesto, a Ray Bradbury. y sus Crónicas Marcianas, que maravilla.
 Porque es un poeta y también puede provocarme mucho miedo. Y al gran pionero Julio Verne, porque me cuenta aventuras.
Con el cine de ciencia-ficción me ocurre lo mismo. Dos de mis películas favoritas de la historia del cine son el primer Alien y Blade runner. Que una se desarrolle en una nave espacial y la otra en el mundo futuro no es lo que más me apasiona de ellas. Lo que me fascina es que me encuentro con una obra maestra del cine de terror y suspense y la otra es cine negro con aliento lírico.
INTERSTELLAR
Dirección: Christopher Nolan.
Intérpretes: Matthew McConaughey, Anne Hathaway, Jessica Chastain, Michael Caine, John Lithgow.
Género: ciencia-ficción. EE UU, 2014.
Duración: 169 minutos.
Interstellar, tal vez alentada por el éxito de Gravity, aquella tensa y agridulce aventura de astronautas perdidos y acorralados en el firmamento, supone otra lujosa apuesta de Hollywood para que los espectadores acudamos en masa a su propuesta de lo que puede ocurrir más allá de las estrellas.
 Pero no es ciencia-ficción aparatosa en la que el único protagonismo lo ejercen los efectos especiales
. La firma el prestigioso Christopher Nolan, que también ha escrito el guion junto a su hermano Jonathan. O sea, cine de autor con formato de gran espectáculo, cine que además de intentar deslumbrar con sus imágenes haga pensar y sentir. Nolan, que comenzó haciendo thrillers tan atractivos y perversos como Memento e Insomnio, demostró posteriormente ser un virtuoso rodando cine de gran presupuesto sin renunciar a su personalidad en las poderosas El truco final, Batman begins y El caballero oscuro
. Se me atragantó su tercer Batman y recuerdo la venerada Origen como una de las colitis mentales mas irritantes de los últimos años.
En Interstellar, como siempre, no entiendo la jerga científica, que es abusiva, pero sí capto de qué va la historia.
 En un futuro próximo, la Tierra ha sido devastada por las plagas y solo sobrevive con la agricultura del maíz en medio de continuas tormentas de polvo que amenazan con la agonía del planeta. Solución: encontrar planetas habitables en otras galaxias y trasladar allí al los casi desahuciados terrícolas.
Nolan cuenta la épica odisea de un piloto e ingeniero legendario junto a otros cientificos de la NASA en una misión cuyo éxito parece improbable, en la que se desconoce casi todo de lo que van a encontrar en el arriesgado camino
. La aventura está bien contada, no fatiga a pesar de sus tres horas de metraje.
 No me provoca ni frío ni calor, síntoma alarmante cuando los personajes se juegan la vida para salvar a la humanidad.
 Pero lo que a Nolan más le interesa es hablar con aliento poético de las relaciones paterno filiales (el viudo y desgarrado protagonista ha dejado a sus hijos en la tierra), las alteraciones del espacio y el tiempo, la devastadora separación de lo seres amados, los viejos fantasmas que acaban siendo reales. La temática es apasionante a condición de que el narrador logre tu íntima conexión con ella. No es mi caso.
 Siento respeto por esta película, pero no amor.

 

6 nov 2014

Jorge Javier se queda con la copla........................................L.uz Sánchez-Mellado

El presentador de Telecinco produce el musical 'Miguel de Molina al desnudo'

Jorge Javier Vázquez llegando al estreno. / Paco Suárez Abad (Cordon Press)

Del gran jefe Paolo Vasile para abajo, toda la nómina de estrellas, luceros y enanas marrones de Telecinco —que haberlas, haylas— se consteló la noche del martes para aportar su cuota de pantalla, perdón, brillo, al astro rey de la casa. Jorge Javier Vázquez, presentador emblemático de la cadena, se estrenaba como productor de espectáculos y allí estaban sus célebres colegas arropándole como un solo mascarón de proa.
Así, la platea del teatro Infanta Isabel de Madrid, donde se representa hasta el 23 de diciembre el musical Miguel de Molina al desnudo, parecía un remix de los platós de Sálvame, Qué tiempo tan feliz y Gran Hermano con todos sus egos juntos y revueltos
. La noticia fue que sus respectivos figurones y figurantes aguantaron calladitos por una vez en la vida la hora y media en la que Ángel Ruiz, autor, actor y cantante del libreto, relata, interpreta y canta con notable gusto la vida y obra del gran clásico de la copla del siglo XX.
La agreste cabellera blanca de Vasile, de esas que brota con ansia del cráneo y hay que recortar con segadora, refulgía en la oscuridad del patio de butacas mientras reía complacido las gracias de Ruiz sobre el escenario.
Antes, lo más florido de sus empleados, desde Mercedes Milá a Emma García, había acudido a rendirle pleitesía a esta especie de padre y patrón a la italiana que es, según confirman los interesados, el consejero delegado de Mediaset España
. Justo en la fila de delante, las melenas de María Teresa Campos y Edmundo Arrocet, Bigote Ídem para el mundo, competían en tinte, cardado y volumen.
De Paolo Vasile para abajo, la platea parecía un plató de Mediaset
La Campos, generosa, quiso regalarle a su compañero y discípulo Vázquez la exclusiva de su presentación oficial como nuevos decanos de los novios de España.
 Ni que decir tiene que la llegada de los tórtolos al reglamentario photocall de celebridades del acontecimiento no tuvo nada que envidiarle al sagrado advenimiento de Beyoncé y Jay-Z a los Grammy.
Como que le robaron plano hasta a la propia sangre de su sangre, Terelu y pareja, que parecían regocijadamente resignados en su papel de comparsas a mayor gloria de su madre biológica y política.
Jo Las Campos no pueden estar sin un hombre a su lado. La Hija, hace poco lloraba porque Carlos le fue infiel pero ya tiene repuesto, y su madre veremos como se vaya Bigote Arrocet, porque irse se irá. 
Lo que quedó acreditado, en cualquier caso, es el poder de convocatoria del productor de la obra. Sobre todo, el poder, según confiesa él mismo. “El pequeño dictador”, como se autodenomina Vázquez haciendo seguramente bandera del exabrupto que ha escuchado muchas veces, había marcado personalmente todos y cada uno de los móviles de los invitados y les había “conminado” a acudir “sí o sí” a la cita. Albert Rivera, líder de Ciudadanos, y Cristina Cifuentes, delegada del Gobierno en Madrid, se sintieron también lo suficientemente tentados como para aceptar el guante y hacerse la foto con el presentador de Sálvame, un profesional y un programa cuya sola mención genera polémica
. De Pedro Sánchez, el secretario general del PSOE que osó llamarle en directo durante la emisión del espacio, no hubo, sin embargo, noticias.
María Teresa Campos y Bigote Arrocet. / Europa Press
Vázquez, reconoce, se está dejando “la piel en el pellejo”, como decía la exmiss España Sofía Mazagatos, por promocionar la obra.
 Ya tiene encargada, dice, una camisa a medida —“las camisetas me quedan muy ordinarias”— con el cartel de la misma siguiendo el ejemplo de Santiago Segura como hombre anuncio de la saga de Torrente. Se juega, aparte de los cuartos —una cantidad respetable que no especifica por expreso deseo de su asesor fiscal— y el amor propio, su apasionado amor al arte. “Mira, chica”, confiesa, “ya sé que lo de invertir en las tablas puede sonar suicida, y yo no tengo ni idea de números. Pero precisamente por eso, he decidido hacer lo que me da la gana y apostar por lo que me gusta”.
Y lo que le ha arrobado a tal punto ha sido Miguel de Molina al desnudo.
 La obra que Ángel Ruiz, veterano actor, cantante, maestro de artistas y profesor en El laboratorio de la voz, la escuela escénica fundada por Vázquez hace dos años, ha escrito basándose en la biografía del artista homónimo.
Miguel de Molina (Málaga, 1908; Buenos Aires, 1993) rivalizó en estilo y personalidad como intérprete de copla con la mismísima Concha Piquer hasta que, en 1942, acosado y represaliado por homosexual y republicano por los jerarcas franquistas, se sintió obligado a emigrar a Argentina
. Allí reposan sus restos, en el cementerio de La Chacarita, donde fue enterrado un año después de ser rehabilitado oficialmente por sus compatriotas mediante la concesión por el Gobierno socialista de la Orden de Isabel La Católica.
María Teresa Campos oficializó su noviazgo con Bigote Arrocet
La peripecia vital y artística de un hombre único —“mariquita”, le gritaban los catetos en según qué teatros. “Maricón, que suena a bóveda”, respondía él, con todo su aplomo— es la que relata, recrea y canta Ángel Ruiz en escena
. Un tipo, Ruiz, bregado en mil tablas, capaz de ventilarse a capela o con el contrapunto del piano, coplones de la talla de Ojos verdes, La bien pagá y Triniá, sin despeinarse el caracolillo de atrezzo.
Ese fue el espectáculo que le cerró la boca a Belén Esteban, los Kikos, y Rosa Benito, que no se callan ni debajo del agua, mientras el supercapo Vasile parecía canturrear por lo bajinis Na te pido, na te debo.
 En uno de los palcos, Karmele Marchante y Carmen Lomana ofrecían sus perfiles de esfinge a la mirada de los cotillas.
 Sentada entre ambas, Conchita Pérez, estricta gobernanta del Polígrafo Deluxe, trataba de discernir sin la ayuda de su herramienta cuál de las dos está más intervenida, y no precisamente por el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria.