Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

17 ago 2014

Y el diablo salió del espejo.....................................................Patricia Ortega Dolz

El crimen de Saavedra, un caso de psicosis colectiva, conmocionó Argentina.

Dos hermanas mataron brutalmente a su padre, que se dejó hacer hasta morir desangrado.

Momento en el que la policía saca al padre de la casa muerto. / Ruben Dubrovsky (Clarín)

Silvina tenía 21 años, estudiaba en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires y, de vez en cuando, hablaba con voz de hombre.
 Era "el purificador":
 "Tenemos que limpiar la casa, hay que construirla mejor". Convencida, y reafirmada en una academia de esoterismo (Transmutar), de que tenía que "ver más allá del diablo", comenzó a comentar con su hermana mayor, Gabriela (27 años), y con su padre, Juan Carlos Vázquez (50 años), su idea de “depuración”.
 Dejó de comer y de dormir. Y durante los días previos al asesinato ingirieron, los tres, un té con sustancias alucinógenas y hasta un líquido utilizado para limpiar suelos
. Todo por “la purificación” —dicho con voz gruesa—.
Las dos hijas y el padre en su casa. / Diario Clarín
Silvina, "esquizofrénica desde los 19 años", según los psiquiatras forenses que analizaron el caso, envolvió a su familia —su madre había muerto unos años antes debido a una enfermedad— en su particular delirio
. Los guió en la oscuridad de su casa de dos plantas del popular barrio de Saavedra de la capital porteña, que tenía las ventanas recubiertas con bolsas de basura negras
. Ahí crearon las condiciones de posibilidad para saltar a otra dimensión. Y saltaron. Lo que ninguno sabía entonces era que el resultado sería una muerte atroz, que la víctima sería el padre y que el sacrificio sería grabado por un cámara de una televisión argentina.
 Este es un caso de psicosis colectiva que pasaría a la historia como el crimen de Saavedra.
Váyanse de acá. Esto no es real. Ya le saqué el demonio a mi papá y ahora se lo sacaré a ella"
Ocurrió una mañana de finales del mes de marzo del año 2000
. Bueno, en realidad ocurrió durante toda la noche y la madrugada de ese día 27, porque Silvina fue “desollando” —así lo recoge el informe forense— a su padre poco a poco con un cuchillo Tramontina, de esos que se utilizan para los asados.
 Lo cogió de la cocina, justo después de que Juan Carlos rompiera de un puñetazo el espejo del pasillo de la segunda planta.
 Ese golpe fue el momento del salto:
 “Está poseído”, concluyó Silvina con su voz grave. El reflejo de sus imágenes sobre ese espejo fracturado los catapultó juntos a otra realidad.
Los rezos y los cánticos extraños de la casa “del dependiente de la ferretería”, como se conocía a Juan Carlos en el vecindario, se habían oído durante toda la noche
. Finalmente, uno de esos vecinos, alarmado por los alaridos, llamó a la policía.
 Pero antes de que llegaran los agentes llegó un cámara de la televisión argentina que había escuchado la alerta por una frecuencia de radio interna.
 Logró trepar por una terraza y colocó el visor en una rendija de una plancha de chapa que cubría el techo.
 Así fue como su vídeo se convirtió en “la prueba imparcial” del asesinato.
 Las espeluznantes imágenes, con la muerte en directo de Juan Carlos, nunca se hicieron públicas aunque algunos las vieron...
— “Váyanse de acá. Esto no es real. Ya le saqué el demonio a mi papá y ahora tengo que sacárselo a ella”, gritó Silvina con voz de hombre a los policías que, espantados, trataban de acercarse a la escena del crimen.
Las dos hermanas, calificadas como “enfermas psiquiátricas”, fueron declaradas “inimputables”
“Sangre en las paredes, en el suelo, en los muebles de cocina, en una botella de whisky y diluida en distintos recipientes.
 Velas y vasos con agua distribuidos por toda la casa.
 Excrementos y pis en el corredor. El agua que corría de las canillas, y cirios...
 En un rincón, pelos cortados, pocillos con agua detrás de las puertas, folletos religiosos, una Biblia ensangrentada con versículos subrayados abierta en el salmo 120.
 Sobre la mesa, un papel que envolvía restos de dulces y un disco de la Misa Criolla de Ariel Ramírez con la cubierta pringada de huellas dactilares rojas.
 Sobre un plato de madera, se encontró un almanaque de Transmutar con la imagen de una virgen y un pequeño retrato de una mujer en blanco y negro
. Tendido sobre una mesa, en un desnivel entre la cocina y el salón, yacía el cuerpo desnudo de Juan Carlos que, con su mano derecha se agarraba a la columna de la escalera.Su cuerpo había recibido un centenar de cortes, uno de los últimos le rasgó la carótida y lo desangró;
otros, en su torso, dibujaban un círculo y un triángulo entrelazados
. A su rostro desfigurado, además de los ojos le faltaban pedazos de carne.
 Silvina, también desnuda, hacía cortes sobre ese cuerpo y con voz masculina tronaba a los policías: ‘¡Váyanse! ¡Sal, Satanás! Deja el cuerpo de papá…’ Entre tanto, Gabriela, semidesnuda, ensangrentada, se acurrucaba contra la pared, con sangre en las manos, golpes y cortes en el rostro y el cuello”.
Esa fue la escena --confirmada por un forense-- que narró un testigo ocular, una de las personas que llegaron esa mañana y lograron ver lo que estaba sucediendo detrás de los cuatro cerrojos que encerraban los muros de la vivienda.
 Hicieron falta cinco policías para reducir a Silvina: “Parecía una fiera”, relató uno de ellos después.
El psiquiatra Juan Matías Santos en su consulta.
“La explicación que dieron las hermanas del desollamiento de su padre es que el diablo se hallaba debajo de su piel”, asegura el prestigioso psiquiatra forense español Juan Matías Santos, afincado en Argentina desde hace años y buen conocedor del caso.
Diagnosticadas con esquizofrenia y síndrome pseudoesquizoide, respectivamente, Silvina y Gabriela fueron a parar al ala penal del hospital Moyano de Buenos Aires, un psiquiátrico muy conocido en Argentina.
“Resultó evidente que Silvina padecía alucinaciones y que tenía un delirio muy estructurado, muy sistematizado, y una grandísima fuerza de convicción”, explica Santos.
 “La hermana mayor parecía sufrir entonces un cuadro tóxico por una posible ingestión de drogas”. Cuando llegaron a Moyano, “ellas tenían recuerdos solo fragmentarios, al principio eran memorias delirantes, compatibles con el diagnóstico de la psicosis”, señala el médico forense, que asegura que se les sometió a un tratamiento con olanzapina y mejoraron, “en particular, la hermana mayor, porque Silvina era muy agresiva y tenía un alto nivel de peligrosidad, y tuvo que ser tratada con el antipsicótico más potente del que se dispone, la clozapina”, cuenta
. “A día de hoy, está fuera, en la calle, y estudiando en la UBA, aunque vive —no sin dificultades— con su enfermedad”.
Las dos hermanas, calificadas como “enfermas psiquiátricas”, fueron declaradas “inimputables” con arreglo al artículo 34 del Código Penal argentino, y ninguna fue a prisión, aunque a sus vidas “de aislamiento e ignorancia” —en palabras de Santos— tuvieron que añadir el estigma de asesinas.
— Me creí lo que mi hermana me dijo, aseguró Gabriela, incapaz de explicar cómo había acontecido la muerte de su padre, cuando fue dada de alta en el hospital.
Nunca se pudo comprobar si ella colaboró en el asesinato de su progenitor, aunque sí que no había señales de que Juan Carlos opusiera una clara resistencia a su propia muerte
. Aparentemente se dejó hacer toda clase de macabras perrerías, preso de ese delirio místico colectivo y, probablemente, “intoxicado por el té alucinógeno, deshidratado e hipoglucémico”.
 Buena parte de las cuchilladas las recibió de pie o arrodillado.
Gabriela salió a los tres meses del hospital y luego, con su licenciatura en Magisterio de Educación Física, se reintegró en la sociedad
. Incluso, en una ocasión, concedió alguna entrevista para la televisión en la que aprovechó para pedir trabajo o para anunciar que estaba embarazada.

 

“Sin ideología y sin sexo no se puede ser actor”......................................................................... Juan Cruz

Como directora de una escuela de interpretación, cree que se aprende más de la vida.

Cristina Rota. / claudio álvarez

¿Más de enseñar que de actuar? La meta era ser actriz y dirigir. Pero en España me di cuenta de que mis hijos y yo no íbamos a ser felices si yo no era un referente de festejo por la vida
. Postergué lo de ser actriz y creé el centro para enseñar.
Maestra, pues... Tuve buenos maestros, generosos. Nos daban clases clandestinas: ¡en la dictadura no dejaban leer a Heráclito y burlaban esa prohibición!
¿Por qué lo prohibieron? No se argumentaba en la dictadura; nosotros lo sabíamos: hablaba de que la vida cambia.
 Prohibieron a Kant, las Matemáticas modernas, todo lo que expandía el pensamiento. ¡Si te descubrían con un libro de Mafalda...! ¡Un chiste!
Esas prohibiciones suelen provocar el efecto contrario... Si tienes maestros generosos, desafiantes. Algunos fueron despedidos.
 Hice un trabajo sobre Antígona, que se rebela contra el poder.
Me dijo el profesor: “Yo no lo puedo presentar, ni ponerte nota; vamos a negociar qué hacemos”
. Y me dijo algo que no olvidé: “No estrelles tu cabeza contra un muro cuando la causa esté perdida: ve por los costados, busca la orilla”.
 Aprendíamos clandestinamente.
“El festejo de la vida es aceptar el dolor, la salida del sol, los conflictos, el hambre, la angustia...”
¿Cómo le afectaron las prohibiciones, su propio drama? Forja un carácter, te prepara mejor para la vida.
 Si tienes buenos referentes no te estrellas. Tenía un compromiso: cambiar todo eso.
Rehizo su vida porque quería que fuera un festejo para sus hijos No, no la rehice. No creo que se rehaga una vida.
 Seguí un proceso lógico de lo que había aprendido: estar en la vida, ver la realidad.
 No permití hacer un corte en mi historia. Pasé de emigrante a inmigrante, una condición muy extraña, sin identidad.
 Si cortaba con mi historia iba a enfermar.
¿Y cómo se cambia del dolor a la decisión de hacer de la vida un festejo? Aceptando que en la vida nos educan mal.
 Nos preparan para un festín que siempre llegará cuando seamos mayores
. Es una mentira: el festejo en la vida es que todo lo que viene lo tienes que elaborar como puedas, pero no olvidar.
 El festejo de la vida es aceptar el dolor, la salida del sol, los conflictos, el hambre, la angustia...
¿Cuál es la huella más imborrable? La desaparición de Diego.
 Me obligó a replantearme muchas cosas, a adoptar una responsabilidad muy fuerte con respecto a la educación de mis hijos para que no fueran infelices, para que no prendiera en ellos el rencor, para que no aprendieran a odiar.
Difícil tarea enseñar eso. Fue doblemente doloroso porque tenía que medir palabras, acciones, y no ser una madre depresiva y triste.
 Lorca decía que él escribía para restañar las heridas. Lo hacemos incluso para reparar los errores de nuestros padres.
 Estamos los que tratamos de reparar y los viven en el rencor.
No es fácil.
Aquí hubo mucho odio. Ahora estamos otra vez a la greña. Cuando no resuelves en el momento adecuado e intentas enterrarlo todo, los muertos siempre salen a la luz
. La transición fue en parte perversa; negociaciones quizá demasiado rápidas, tal vez por miedo a perder cada uno su cuota.
 Una democracia forjada así te deja en el mismo sitio.
 Es como si España siguiera estancada en igual discusión.
¿Qué les enseña primero a los jóvenes que quieren ser actores? Que se aprende más de la vida, lo demás es técnica.
Si no veo al otro, si no me conecto con los conflictos humanos, sin ideología y sin sexo no se puede ser actor
. Es lo primero que comunico. Lo segundo es que el primer deseo del actor es ser actor.
Siempre los Argentinos  tienen ese don, hacernos creer que todo lo saben.......¿Que pasa en su Pais? ¿Por qué en cuanto pueden vienen a esta España llena de defectos que solo ellos conocen y ven?..

 

Víctor Manuel vuelve a su tierra................................................................ Juan Cruz

El autor de ‘El cobarde’ cuenta su historia, que arranca en el horror de la guerra

 

Víctor Manuel, en su casa de Madrid. / Sofía Moro

Medio siglo después de empezar a cantar, Víctor Manuel San José (Mieres, Asturias, 1947), regresa a la tierra de su abuelo Víctor, que le inspiró una de sus grandes canciones. Vítor murió en 1970; a los nueve años entró en una mina y ya no salió hasta 42 años más tarde… El otro abuelo, Ángel, fue preso a la cárcel de Oviedo, junto a su hermano, en 1939.
 Tres años más tarde lo fusilaron; están ambos en la fosa común del cementerio de Oviedo. Con otros 1.800.
 Esos recuerdos marcan toda la memoria de la infancia de Víctor Manuel Sanjosé. A ella vuelve ahora.
Los días 12 y 13 de septiembre actuará acompañado por amigos suyos y de su propia mujer, Ana Belén, en el recinto de La Eria, en Oviedo, en las fiestas de San Mateo, para festejar con los suyos su medio siglo cantando y componiendo.
 Estará también rodeado de casi todos: Joan Manuel Serrat, Miguel Ríos, Miguel Bosé, Wyoming, Joaquín Sabina, Pedro Guerra, Miguel Poveda, Marisa Valle, Chus Pedro, Hevia, Estopa, Luis Eduardo Aute, Rosendo, Ismael Serrano, Pablo Milanés…
Regresa, pues, al sitio del que viene, de donde empezó a cantar, “a componer sin tener ni puta idea, contando historias”.
 Entre otras la ya legendaria rememoración de su abuelo Víctor
. El abuelo hunde sus raíces en la vida de la posguerra y de la guerra, de la que él no supo nada hasta que ya fue un muchacho
. En casa, el padre escuchaba la Pirenaica y guardaba silencio.
“No quería contarme lo que habían sido la guerra y la posguerra…
 A su padre, el abuelo Ángel, lo habían matado en la cárcel de Oviedo, en 1941.
Estaba allí desde la guerra, lo sacaron y lo fusilaron”.
Los recuerdos de la posguerra marcan toda la infancia del cantante
“Desde los cinco años me llevaba a la fosa común, el Día de Todos los Santos
. Un día le pregunté por qué lo habían matado. ‘Por robar una cesta de huevos’, me dijo. Y de ahí no salió nunca.
 A los 12 años quise apuntarme a la OJE [la Organización Juvenil del franquismo] porque tenía bocadillos baratos. Me dijo: ‘Son los que mataron a tu abuelo’. No me dijo quién lo denunció, nada; hace cinco años encontré, gracias a la gente de la Memoria Histórica, el expediente del abuelo y de mi tío abuelo…
 Alguien los denunció por rojos”.
El miedo marcó la conversación de la casa; al padre siguieron amenazándolo (“cabrón, te vamos a matar”) por rojo, por hijo de rojo. “Vivíamos en Mieres, un pueblo pequeño, y había muchísima gente que te podía joder la vida si quería… La primera vez que supe todo lo que pasó allí fue cuando ya empezaba a cantar, en 1967, por un libro de David Muñiz, El movimiento obrero en Asturias
 Me quedé pasmado”. El silencio había sido abrumador. “En Argentina descubrí al alcalde rojo de Mieres, Miguel Llaneza, y a sus hijos, uno de los cuales había sido guerrillero hasta 1949… Me contó cómo bajaba del monte y se plantaba en medio del pueblo para demostrar que a su mujer no la había dejado encinta el Espíritu Santo sino él”.
Pero se cantaba en casa; la madre cantaba tonadillas, canciones de Concha Piquer, caxigalines, que son canciones chiquitas.
“Mi padre cantaba mucho también, pero canciones mexicanas, Allá en el rancho grande
 Mi madre tenía ese punto negativo con el que echaba las cosas hacia abajo, ‘no te lo creas, no te lo creas’. Y mi padre era un fosforito
. Cada cosa buena que nos pasaba la convertía en un acontecimiento”. El abuelo fue pronto una inspiración. El cobarde, El tren de madera, El abuelo Víctor… forman una trilogía que ahora sonará en Oviedo y que es un tributo a aquella gente; canciones como esas las prohibía la censura franquista, “y ahí fue donde yo me fui dando cuenta cabal, a los 18 ó 19 años, de lo que era verdaderamente la dictadura”.
'El cobarde' no es un canto antimilitarista español, es sobre un soldado en Vietnam
Pero a veces la censura sobreactuaba sus apreciaciones.
 Por ejemplo, El cobarde “no nació para contar una historia de lo que sucedía aquí, no era un canto antimilitarista español… Yo había leído un reportaje de Oriana Fallaci sobre un soldado americano que se negaba a combatir en Vietnam, temblaba porque no quería disparar.
Era un cobarde en Vietnam. Cuando salió la canción Pilar Miró se empeñó en ponerla a mediodía en TVE; la suspendieron de empleo y sueldo”.
El jurado del Festival del Atlántico (Puerto de la Cruz, Tenerife) la premió, pero el capitán general de Canarias, Héctor Vázquez, ordenó que se revocara la decisión. “Quedó luego la cuarta; hasta el tercer premio se retransmitía en la Península. Por eso la dejaron cuarta”.
Un día se vengó, cuando estaba en el cuartel, en Valladolid. “Un grupo de oficiales borrachos me pidió que cantara algo. Canté El cobarde. No se enteraron
. Era Nochevieja”. Algún tiempo después, prohibidas sus canciones, se fue a México con Ana; representaron allí una comedia musical (sin éxito), siguieron de gira, y alguien inventó para el diario Pueblo una historia: Víctor y Ana habían pisoteado la bandera española en el escenario.
 “El follón que se armó aquí fue espectacular.
 En el estreno de una película que hicimos con Gonzalo Suárez [que los descubrió para el cine] entraron los guerrilleros de Cristo Rey, rajaron las butacas; la película estuvo un solo día en cartel. Nos convertimos de apestados en apestosos.
Y nos quedamos seis meses en México. Un contacto nuestro preguntó si tenían algo contra nosotros. No lo tenían. Volvimos. La DGS nos interrogó para nada, pues nada había”.
La época fue un torbellino que comenzó, para él, con El cobarde.
 Fue la era de la militancia; “tiempo de mucho peligro, físico a veces; me sacaron una pistola en Argamasilla de Alba, pero había allígente dispuesta a defenderte. Las cosas estaban cambiando. Yo no existía como cantante, estaba prohibido en todos los circuitos.
 Ana se defendía mejor, hacía películas de mucho éxito, era la que mantenía la casa.
 Yo, mientras, conocí, en el PCE y fuera de él, a gente excepcional que regalaba su energía”
. Luego vino la Transición y en seguida el hijo David, en 1976, “y decidí retirarme a componer… Nacen entonces Soy un corazón tendido al sol, Sólo pienso en ti”. Empieza, pues, un ciclo más sentimental, el que dura hasta hoy. “Pero estuvo también Canción de la esperanza, que hablaba de política:
‘Que no cese la esperanza acorralada,/ con un voto no cambiamos casi nada’
. Es 1978. Una canción enteramente dedicada a los últimos días de Franco: ‘Tanto imaginarnos una muerte digna en ti y tú salpicabas la pared’…
 Pero las que funcionaron fueron las canciones sentimentales”.
He aprendido que alcanzas al colectivo más grande desde lo más pequeño
- Narrador musical. ¿Cómo podría resumir lo que ha querido contar en estos cincuenta años?
- He querido contar la vida.
 He aprendido que con el tiempo alcanzas al colectivo más grande desde lo más pequeño.
 Lo descubrí cuando escribí El abuelo Víctor; estaba convencido de que era una canción para mí; no pensaba que a nadie le pudiera interesar una canción que hablara de un abuelo que ha sido picador allá en la mina; era una canción mía para cantarla en mi casa.
 Un día apareció un amigo en casa, la canté y él se puso a llorar.
 Lo mejor que he aprendido es eso: la cosa más pequeña por la que te intereses toma una dimensión que a ti se te escapa de las manos.
Ahí vuelve Víctor Manuel ahora, al territorio del abuelo Víctor, rescatado por el nieto para la buena memoria de la vida.

Pimplar como nuestros padres........................................................................Carlos Primo

¿Ha aniquilado la fiebre ‘gourmet’ nuestra capacidad de disfrutar de una copa? ¿Podremos volver a beber sin hablar de lo que bebemos?.

Dean Martin, Frank Sinatra y Sammy Davis Jr. con una botella en la mano y una mesa llena de copas. Algunos lo llaman vicio.
 Para otros es arte

¿Qué fue antes, comer o ir de cañas? En 1950, el científico Jonathan Sauer revolucionó los círculos académicos cuando sugirió que los hombres del Neolítico, en contra de la creencia generalizada, no habían comenzado a cultivar cereales para producir harina, sino cerveza.
 Lo que parecía una boutade ha acabado siendo una teoría ampliamente aceptada, y la confirmación de lo que todo sospechábamos: que el ser humano siempre ha tenido un vaso en la mano, especialmente en los momentos importantes.
“Cuando ganas te mereces champán; cuando pierdes, lo necesitas”
. Son palabras de Napoleón Bonaparte, que conocía como nadie las virtudes del espumoso.
 En sus días de vino y rosas (las frases hechas nunca son inocentes), su afición a la bebida predilecta de María Antonieta demostraba que, más allá de diferencias políticas, las élites del Antiguo y el Nuevo Régimen festejaban sus éxitos del mismo modo.
George Brummell zanjó una ruptura amorosa diciendo que poco se podía esperar de una dama que bebe cerveza
Al otro lado del canal de la Mancha, el joven británico George Brummell (Beau Brummell para los amigos, aunque tenía pocos), fundador de la secta del dandismo y tan dictatorial en la bebida como en el atuendo, dejaba claros sus gustos a golpe de aforismos
. Se dice que una vez rechazó una segunda copa de champán que no estaba a la altura de sus expectativas con un taxativo “gracias, pero no bebo sidra”, y que relativizó una ruptura amorosa diciendo que poco podía esperar de una dama “a quien han visto bebiendo cerveza”.
En la época de Brummell se bebía mucho, pero apenas se hablaba de la bebida.
 Era el alcohol el que reflejaba las diferencias sociales: podía ser un indicador de sofisticación, de elegancia, de incultura o de rebeldía.
 Incluso creativa. ¿Es posible trazar una línea causa-efecto entre la absenta y aquella generación de artistas que, por primera vez, quisieron alejarse de la realidad? ¿O delimitar los efectos que tuvo el whisky en varias generaciones de machos alfa estadounidenses?
 Desde luego, hay una línea continua que une los tiempos de la conquista del Oeste, cuando los salones eran esencialmente dispensarios de whisky, y los años centrales del siglo XX, cuando el Jack Daniels se convirtió en el santo y seña de aquel fenómeno a medio camino entre la mafia, la fiesta y el lujo que fue el Rat Pack de Frank Sinatra, Peter Lawford, Dean Martin y Sammy Davies Jr. Durante décadas, pedir un whisky doble era toda una declaración de hombría que apenas admitía matices y que no requería explicación alguna.
En el pasado, beber no era un acto de cosmopolitismo sino algo tan cotidiano como comer, vestirse o jugar a las cartas
Los expertos coinciden en señalar que es difícil saber cómo sabían las bebidas alcohólicas de siglos pasados: los procesos eran menos sofisticados, las materias primas también y, sobre todo, la población no las consumía en un acto de cosmopolitismo, sino porque la bebida era algo tan cotidiano (aunque no tan políticamente correcto) como comer, vestirse o jugar a las cartas.
Hoy el alcohol ha ganado en calidad, respetabilidad y riqueza, pero también ha perdido parte de su espontaneidad.
El boom de la coctelería ha convertido las ciudades en enormes bares con aspiraciones premium, y el acto de beber, en un alarde de saber enciclopédico, una metaexperiencia que vuelve casi imposible tomar un gintonic sin que la conversación orbite acerca de los botánicos de turno.
 Que la sofisticación del alcohol va unida a una cultura que permite apreciar y valorar sus matices es algo que nadie pone en duda.
Ahora bien, ¿no habría que recordar que el alcohol no sólo es un fin, sino también un medio para otras cosas? Imaginen que Toulouse-Lautrec, cuando se entregaba a la absenta, hubiera tenido una carta tan extensa como el menú de whiskies en cualquier buen hotel de Shanghái (un atlas de varias páginas con referencias ordenadas por valles y regiones de Escocia).
Se habría levantado antes de pedir, aturdido, abortando no se sabe cuántas obras maestras.
La respuesta a este “problema” no pasa necesariamente por el nihilismo alcohólico (consumir sin criterio comprenderá que no es una opción) ni por reivindicar la ignorancia, sino por recordar que tomarse una copa es algo enormemente disfrutable, y que los bares son lugares donde se va a estar en buena compañía, no a hablar de lo que está bebiendo
. O al menos no solo a ello. Eso déjeselo al bartender
. O al coctelero (por favor, ¡no los confunda!).