Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

17 ago 2014

Víctor Manuel vuelve a su tierra................................................................ Juan Cruz

El autor de ‘El cobarde’ cuenta su historia, que arranca en el horror de la guerra

 

Víctor Manuel, en su casa de Madrid. / Sofía Moro

Medio siglo después de empezar a cantar, Víctor Manuel San José (Mieres, Asturias, 1947), regresa a la tierra de su abuelo Víctor, que le inspiró una de sus grandes canciones. Vítor murió en 1970; a los nueve años entró en una mina y ya no salió hasta 42 años más tarde… El otro abuelo, Ángel, fue preso a la cárcel de Oviedo, junto a su hermano, en 1939.
 Tres años más tarde lo fusilaron; están ambos en la fosa común del cementerio de Oviedo. Con otros 1.800.
 Esos recuerdos marcan toda la memoria de la infancia de Víctor Manuel Sanjosé. A ella vuelve ahora.
Los días 12 y 13 de septiembre actuará acompañado por amigos suyos y de su propia mujer, Ana Belén, en el recinto de La Eria, en Oviedo, en las fiestas de San Mateo, para festejar con los suyos su medio siglo cantando y componiendo.
 Estará también rodeado de casi todos: Joan Manuel Serrat, Miguel Ríos, Miguel Bosé, Wyoming, Joaquín Sabina, Pedro Guerra, Miguel Poveda, Marisa Valle, Chus Pedro, Hevia, Estopa, Luis Eduardo Aute, Rosendo, Ismael Serrano, Pablo Milanés…
Regresa, pues, al sitio del que viene, de donde empezó a cantar, “a componer sin tener ni puta idea, contando historias”.
 Entre otras la ya legendaria rememoración de su abuelo Víctor
. El abuelo hunde sus raíces en la vida de la posguerra y de la guerra, de la que él no supo nada hasta que ya fue un muchacho
. En casa, el padre escuchaba la Pirenaica y guardaba silencio.
“No quería contarme lo que habían sido la guerra y la posguerra…
 A su padre, el abuelo Ángel, lo habían matado en la cárcel de Oviedo, en 1941.
Estaba allí desde la guerra, lo sacaron y lo fusilaron”.
Los recuerdos de la posguerra marcan toda la infancia del cantante
“Desde los cinco años me llevaba a la fosa común, el Día de Todos los Santos
. Un día le pregunté por qué lo habían matado. ‘Por robar una cesta de huevos’, me dijo. Y de ahí no salió nunca.
 A los 12 años quise apuntarme a la OJE [la Organización Juvenil del franquismo] porque tenía bocadillos baratos. Me dijo: ‘Son los que mataron a tu abuelo’. No me dijo quién lo denunció, nada; hace cinco años encontré, gracias a la gente de la Memoria Histórica, el expediente del abuelo y de mi tío abuelo…
 Alguien los denunció por rojos”.
El miedo marcó la conversación de la casa; al padre siguieron amenazándolo (“cabrón, te vamos a matar”) por rojo, por hijo de rojo. “Vivíamos en Mieres, un pueblo pequeño, y había muchísima gente que te podía joder la vida si quería… La primera vez que supe todo lo que pasó allí fue cuando ya empezaba a cantar, en 1967, por un libro de David Muñiz, El movimiento obrero en Asturias
 Me quedé pasmado”. El silencio había sido abrumador. “En Argentina descubrí al alcalde rojo de Mieres, Miguel Llaneza, y a sus hijos, uno de los cuales había sido guerrillero hasta 1949… Me contó cómo bajaba del monte y se plantaba en medio del pueblo para demostrar que a su mujer no la había dejado encinta el Espíritu Santo sino él”.
Pero se cantaba en casa; la madre cantaba tonadillas, canciones de Concha Piquer, caxigalines, que son canciones chiquitas.
“Mi padre cantaba mucho también, pero canciones mexicanas, Allá en el rancho grande
 Mi madre tenía ese punto negativo con el que echaba las cosas hacia abajo, ‘no te lo creas, no te lo creas’. Y mi padre era un fosforito
. Cada cosa buena que nos pasaba la convertía en un acontecimiento”. El abuelo fue pronto una inspiración. El cobarde, El tren de madera, El abuelo Víctor… forman una trilogía que ahora sonará en Oviedo y que es un tributo a aquella gente; canciones como esas las prohibía la censura franquista, “y ahí fue donde yo me fui dando cuenta cabal, a los 18 ó 19 años, de lo que era verdaderamente la dictadura”.
'El cobarde' no es un canto antimilitarista español, es sobre un soldado en Vietnam
Pero a veces la censura sobreactuaba sus apreciaciones.
 Por ejemplo, El cobarde “no nació para contar una historia de lo que sucedía aquí, no era un canto antimilitarista español… Yo había leído un reportaje de Oriana Fallaci sobre un soldado americano que se negaba a combatir en Vietnam, temblaba porque no quería disparar.
Era un cobarde en Vietnam. Cuando salió la canción Pilar Miró se empeñó en ponerla a mediodía en TVE; la suspendieron de empleo y sueldo”.
El jurado del Festival del Atlántico (Puerto de la Cruz, Tenerife) la premió, pero el capitán general de Canarias, Héctor Vázquez, ordenó que se revocara la decisión. “Quedó luego la cuarta; hasta el tercer premio se retransmitía en la Península. Por eso la dejaron cuarta”.
Un día se vengó, cuando estaba en el cuartel, en Valladolid. “Un grupo de oficiales borrachos me pidió que cantara algo. Canté El cobarde. No se enteraron
. Era Nochevieja”. Algún tiempo después, prohibidas sus canciones, se fue a México con Ana; representaron allí una comedia musical (sin éxito), siguieron de gira, y alguien inventó para el diario Pueblo una historia: Víctor y Ana habían pisoteado la bandera española en el escenario.
 “El follón que se armó aquí fue espectacular.
 En el estreno de una película que hicimos con Gonzalo Suárez [que los descubrió para el cine] entraron los guerrilleros de Cristo Rey, rajaron las butacas; la película estuvo un solo día en cartel. Nos convertimos de apestados en apestosos.
Y nos quedamos seis meses en México. Un contacto nuestro preguntó si tenían algo contra nosotros. No lo tenían. Volvimos. La DGS nos interrogó para nada, pues nada había”.
La época fue un torbellino que comenzó, para él, con El cobarde.
 Fue la era de la militancia; “tiempo de mucho peligro, físico a veces; me sacaron una pistola en Argamasilla de Alba, pero había allígente dispuesta a defenderte. Las cosas estaban cambiando. Yo no existía como cantante, estaba prohibido en todos los circuitos.
 Ana se defendía mejor, hacía películas de mucho éxito, era la que mantenía la casa.
 Yo, mientras, conocí, en el PCE y fuera de él, a gente excepcional que regalaba su energía”
. Luego vino la Transición y en seguida el hijo David, en 1976, “y decidí retirarme a componer… Nacen entonces Soy un corazón tendido al sol, Sólo pienso en ti”. Empieza, pues, un ciclo más sentimental, el que dura hasta hoy. “Pero estuvo también Canción de la esperanza, que hablaba de política:
‘Que no cese la esperanza acorralada,/ con un voto no cambiamos casi nada’
. Es 1978. Una canción enteramente dedicada a los últimos días de Franco: ‘Tanto imaginarnos una muerte digna en ti y tú salpicabas la pared’…
 Pero las que funcionaron fueron las canciones sentimentales”.
He aprendido que alcanzas al colectivo más grande desde lo más pequeño
- Narrador musical. ¿Cómo podría resumir lo que ha querido contar en estos cincuenta años?
- He querido contar la vida.
 He aprendido que con el tiempo alcanzas al colectivo más grande desde lo más pequeño.
 Lo descubrí cuando escribí El abuelo Víctor; estaba convencido de que era una canción para mí; no pensaba que a nadie le pudiera interesar una canción que hablara de un abuelo que ha sido picador allá en la mina; era una canción mía para cantarla en mi casa.
 Un día apareció un amigo en casa, la canté y él se puso a llorar.
 Lo mejor que he aprendido es eso: la cosa más pequeña por la que te intereses toma una dimensión que a ti se te escapa de las manos.
Ahí vuelve Víctor Manuel ahora, al territorio del abuelo Víctor, rescatado por el nieto para la buena memoria de la vida.

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