Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

9 mar 2014

Voracidad y lloriqueo................................................Javier Marías

Si Hacienda recauda sin respiro, hay un momento en que al ciudadano común no le salen las cuentas.

Muchos jóvenes lo ignoran y muchos que no lo son lo recuerdan difusamente: durante el franquismo no había declaración de la renta, y así bastantes creían que no pagaban impuestos.
 Claro está que los había: los indirectos eran legión, numerosas empresas eran estatales (Telefónica, Tabacalera, Renfe, etc), y lo normal era la apropiación directa e indebida. El sistema era corrupto desde su nacimiento, y por él se regían desde la Jefatura del Estado (ya saben cuántas cosas se “regalaban” a Franco y a su mujer, incluidos pazos gallegos y multitud de collares) hasta la última alcaldía (con excepciones).
 Por eso, una vez en democracia, costó gran esfuerzo que la población asumiera que debía pagar una cantidad proporcional de sus ganancias para el mantenimiento de la nación. Hubo que hacer campañas publicitarias (“Hacienda somos todos”, la más famosa) para inculcarle a la gente una idea que la mayoría de los países europeos tenía asimilada e interiorizada desde hacía décadas.
 No fue fácil, y el convencimiento de que era necesario y conveniente contribuir jamás fue completo. Ha habido capas de la sociedad a las que eso ha reventado siempre: individuos insolidarios y predispuestos a la trampa. Pero a medida que se vieron resultados (una sanidad pública ejemplar, una educación universal y digna), el grueso de los ciudadanos se avino, aunque nunca pueda haber entusiasmo a la hora de rascarse el bolsillo.
 Fue frecuente consolarse pensando: “Si me toca apoquinar tanto, también es porque me ha ido bien este año”. Que los españoles se acostumbraran y lo aceptaran (en la medida en que se logró eso), resultó en todo caso tarea ímproba.
Desde que gobierna el actual Gobierno, si no antes, toda esa paciente labor se ha tirado por la borda. Por un lado, se ha dejado de percibir a la Agencia Tributaria como a un organismo justo, equitativo y honrado. En ella se han producido destituciones turbias y escándalos
. Ha aplicado una cómoda amnistía fiscal a los grandes defraudadores, y ha flotado la sensación de que se los premiaba por faltar a sus obligaciones.
Ha llevado a cabo arbitrariedades inadmisibles: por poner un solo ejemplo, muchos artistas y toreros cobraban a través de sociedades, lo cual les traía beneficios fiscales; es posible que esto fuera injusto, pero era legal hasta hace cuatro días.
De pronto, Hacienda decide que ya no y convierte su decisión en retroactiva, e impone monstruosas multas por algo que en su momento estaba enteramente permitido
. Por recurrir a los símiles futbolísticos que tantos entienden, es como si mañana se decidiera que los tiros a los postes son gol, y en función de ese cambio se alteraran los resultados y títulos de las tres últimas temporadas: como el Madrid estrelló cuatro balones en el travesaño en tal y cual encuentro, sumó tres puntos aquí y allá en vez de ninguno, luego fue campeón de Liga en 2013 y no lo fue el Barcelona.
 Para cualquiera salta a la vista que eso no puede hacerse.
Y sin embargo es lo que la Hacienda de Montoro viene haciendo con la chulería y el autoritarismo consustanciales a este sujeto.
Cuando las leyes son abusivas, los ciudadanos empiezan a no sentirse obligados por ellas. Cuando el 62% de la factura de la luz son impuestos; cuando ésta y el agua y el gas están gravados con un IVA del 21%, amén de otras tasas; cuando el Estado cobra si usted coge el metro o un autobús o un taxi; si regala unas flores; si va a hacer la compra; si se toma una cerveza o cena en un restaurante; en suma, cobra de cada transacción que efectuamos, por pequeña que sea.
Si además le estamos adelantando dinero –prestándoselo– continuamente mediante el IRPF y los pagos fraccionados; si en junio podemos llegar a entregarle el 53% de nuestros ingresos (si nos ha ido muy bien, claro); si cuando alguien muere, el dinero y las propiedades que deja –y por los que el difunto tributó ya en vida– se los embolsa en alta proporción el Estado (por qué eso es así es algo que jamás entenderé, por mucho que esté establecido); si Hacienda recauda sin respiro y por doquier y por todo concepto, hay un momento en que al ciudadano común no le salen las cuentas.
 ¿Cómo es que ese mismo Estado devorador lloriquea y se queja de su indigencia? ¿Cómo es que se permite despedir o jubilar a médicos, empobrecer y encarecer la sanidad, subir las tasas universitarias y las judiciales, reducir las becas o su cuantía, abandonar las carreteras al deterioro, reducir las pensiones, fomentar el desempleo, inyectar miles de millones a los bancos que no conceden créditos y ahogan a los comercios, albergar a incontables corruptos y hacer la vista gorda con ellos cuando no protegerlos, gastar sumas demenciales en autopistas que nadie utiliza y aeropuertos sin aviones, en montar “embajadas” superfluas y dejar “palacios” inacabados, de la Justicia o de las Artes, sin que ningún político responda por semejantes despilfarros?
Siempre vi con malos ojos a los defraudadores, incluso a quienes hacían chapuzas sin IVA. Ya no: cada vez los entiendo más, y lo lamento.
 Cada vez entiendo más que, ante unas leyes abusivas e injustas, ante un organismo saqueador y arbitrario, los individuos se defiendan y, a poco que puedan, no cumplan.
Entre las mil cosas graves que ha traído este Gobierno, no será la menor haber conseguido que la gente se sienta justificada al consumar un engaño
. Con lo que costó convencerla de que había que contribuir, y en particular a las arcas de Hacienda.
elpaissemanal@elpais.es

 

Venganza cumplida

El 11-M comenzó a urdirse a finales de 2001 en Pakistán, dos años antes de la guerra de Irak.

 

Primeros auxilios a las víctimas del atentado terrorista del 11-M en las vías próximas a la estación de Atocha. / Pablo Torres

Los atentados del 11-M fueron ideados en Karachi a finales de 2001 como venganza por el desmantelamiento de la célula que Al Qaeda había establecido siete años antes en España, un grupo bautizado con el nombre de Abu Dahdah en alusión al que fue su líder desde 1995.
 El ánimo de venganza fue esencial en la decisión inicial de atentar en España y en la temprana movilización, concretamente a partir de marzo de 2002, de lo que será la red que ejecutó el 11-M.
Así lo corroboran una serie de hechos
. En primer lugar, que Amer Azizi, antiguo miembro de la desarticulada célula de Abu Dahdah, que no fue detenido por encontrarse en Irán cuando se desarrolló la Operación Dátil, fuese quien adoptó en su origen la decisión de atentar en España
 En segundo lugar, que otro allegado de la misma, Mustafa Maymouni, se ocupase de recomponer una nueva y decididamente operativa célula yihadista en Madrid a partir de los restos de aquella
. Por último, que tres seguidores más de Abu Dahdah —Serhane ben Abdelmajid Fakhet, el Tunecino; Said Berraj y Jamal Zougam— desempeñaron papeles fundamentales en la preparación y ejecución de la matanza en los trenes de Cercanías.
Además, en el caso del 11-M, no solo Azizi y otros implicados que procedían de la célula de Abu Dahdah albergaban deseos de venganza contra España y los españoles. También los guardaba Allekema Lamari, quien fue miembro de una célula del Grupo Islámico Armado (GIA), desarticulada en Valencia en 1997, que cumplía condena hasta su extemporánea excarcelación en 2002, juró que “los españoles pagarían muy caro su detención”.
Lamari no ocultaba su “resentimiento hacia España” y manifestaba que tras salir de prisión su “único objetivo” era “llevar a cabo en territorio nacional atentados terroristas de enormes dimensiones, con el propósito de causar el mayor número de víctimas posibles”, según se lee en distintos documentos del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) elaborados antes y después del 11-M.
 En uno de ellos se afirmaba que, de no haber sido uno de los fallecidos en la explosión suicida ocurrida en Leganés el 3 de abril de 2004, estaría decidido a “continuar con su venganza” contra “la población y los intereses españoles” con “la ejecución de nuevos atentados terroristas”.

¿Unos moritos de Lavapiés?

Pero los atentados en los madrileños trenes de Cercanías se llevaron a cabo no solo con la participación de individuos previamente relacionados con la célula de Abu Dahdah y con quienes estos atrajeron.
 La red terrorista del 11-M, que calculo estuvo compuesta en la práctica por más de treinta personas, tuvo un segundo componente, introducido a partir de las estructuras europeas del Grupo Islámico Combatiente Marroquí (GICM), cuyos dirigentes habían optado en febrero de 2002 por reorientar su actividad operativa, atendiendo a criterios de oportunidad, hacia países donde residieran sus miembros.
 Eso tuvo implicaciones directas en los parámetros de amenaza terrorista para Marruecos y España. En el verano de 2003 se sumó a la red terrorista un tercer componente: una banda de delincuentes comunes radicalizados en mayor o menor medida en el salafismo yihadista por lealtad a su jefe, Jamal Ahmidan, El Chino.
Lamari no ocultaba su “resentimiento hacia España”
Finalmente, los propios líderes de Al Qaeda en Pakistán asumieron los planes terroristas en curso unos cinco o seis meses antes del 11-M, mientras Amer Azizi se había convertido en adjunto al jefe de operaciones externas de esa organización yihadista y cuando la guerra de Irak ofreció un contexto favorable para presentarlos en el marco de su estrategia general.
A pesar de ello, en los años que siguieron al 11-M se extendió, tanto en ámbitos académicos como también entre las comunidades de inteligencia y los medios de comunicación, la siguiente interpretación: los atentados de Madrid fueron producto de una célula independiente, carente de conexiones internacionales significativas con organizaciones terroristas establecidas lejos de nuestras fronteras, y que cuantos de un modo u otro intervinieron en llevarlos a cabo eran inmigrantes musulmanes radicalizados a sí mismos en el contexto de la contienda iraquí por entonces en curso.
Tanto los implicados como su entramado, despectivamente retratados en España como “moritos de Lavapiés” serían exponentes, en definitiva, de lo que se denominó “una yihad sin líder”.
 Pues bien, la evidencia que proporciono en ¡Matadlos! refuta sobradamente esa interpretación del 11-M, tanto respecto a las características de los actores individuales y colectivos que estuvieron detrás de lo sucedido como al verdadero porqué de la decisión de atentar en España.
 La matanza en los madrileños trenes de Cercanías fue, en realidad, una expresión temprana a la vez que compleja de las capacidades con que podía llegar a contar Al Qaeda en Europa occidental dos años y medio después del 11-S.

Condiciones favorables

Pero si los terroristas pudieron cumplir su venganza y llevar a cabo la matanza en los trenes de Cercanías, pese al conocimiento previo que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado tenían de una sustanciosa porción de quienes pertenecieron a la red del 11-M e incluso al seguimiento al que habían sido sometidos algunos de ellos, fue porque se dieron varias condiciones favorables
. Para empezar, los desajustes judiciales, el limitado conocimiento sobre el nuevo terrorismo internacional por parte del ministerio público durante demasiado tiempo y la inexistencia de una legislación adecuada para abordar los desafíos de dicho fenómeno global, hicieron posible que distintos individuos vinculados a células y grupos yihadistas en nuestro país, como la de Abu Dahdah, eludieran su detención o condena para terminar implicándose en la preparación y ejecución de los atentados de Madrid.
 Y es que las disposiciones sobre delitos de terrorismo que contempla el Código Penal no se modificaron, para mejor corresponder a las características y manifestaciones del actual terrorismo yihadista, hasta diciembre de 2010, más de nueve años después del 11-S y transcurridos casi siete desde el 11-M.
Por otro lado, los terroristas del 11-M mostraron una gran habilidad, a buen seguro derivada de la capacitación que algunos de ellos había adquirido en campos de entrenamiento de Al Qaeda en Afganistán, a la hora de preservar la naturaleza de sus intenciones
. Por ejemplo, comunicándose entre sí mediante un uso del correo electrónico o de la telefonía móvil hasta entonces desconocido no solo para la policía o los servicios de inteligencia españoles sino también para otros europeos y occidentales en general.
 En cualquier caso, una coordinación —no ya óptima sino a la altura de las auténticas necesidades— entre las correspondientes secciones del Cuerpo Nacional de Policía y de la Guardia Civil dedicadas a la lucha contra el terrorismo yihadista, el tráfico de drogas y el comercio ilícito de sustancias explosivas, muy probablemente hubiese permitido cruzar datos, hacer sonar las alarmas y desbaratar los preparativos para perpetrar los atentados de Madrid.
Estremece que, aún dos años después de la matanza en los trenes de Cercanías, un 16% de los musulmanes residentes en España exhibían actitudes positivas hacia los atentados
Pero no fue hasta mayo de 2004, dos meses después del 11-M y transcurrido más de un cuarto de siglo desde que la democracia española hacía frente al terrorismo de ETA, cuando se hizo realidad el hasta esos momentos inexistente acceso conjunto y compartido a las bases de datos policiales para ambos cuerpos con competencias antiterroristas en todo el territorio nacional, al tiempo que se fundó el Centro Nacional de Coordinación Antiterrorista (CNCA).
Tampoco la cooperación intergubernamental en relación con la amenaza del terrorismo internacional —aunque se habían registrado avances desde los atentados del 11-S y era un campo al que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado venían prestando una cuidadosa atención, en especial por lo que se refiere a la Comisaría General de Información (CGI), contribuyó a impedir los atentados de Madrid como sí permitió frustrar los planes para perpetrar un segundo 11-M a inicios de 2008 en el metro de Barcelona.
 Pese a que los directa o indirectamente implicados en los atentados de Madrid eran extranjeros, residentes o no en nuestro país, sobre todo marroquíes, un buen número de ellos eran conocidos por las agencias de seguridad de sus países de origen e incluso algunos destacados integrantes de la red del 11-M fueron detenidos o investigados, antes de que se iniciara su formación o durante el proceso, en Francia, Reino Unido, Marruecos o Turquía.
Pero del mismo modo que una Comisión Rogatoria internacional dirigida a las autoridades de este último país demoraba su tramitación en exceso, haciendo posible que Said Berraj no fuese detenido por pertenencia a la célula de Abu Dahdah y se convirtiera en uno de los terroristas del 11-M, los servicios antiterroristas marroquíes no trasladaron indicio alguno en base al cual sospechar de lo que se estaba preparando en España, pese a que en 2003 detuvieron al iniciador de la red del 11-M, Mustafa Maymouni, y a que las autoridades turcas entregaron ese mismo año a las de Rabat a Abdelatif Mourafik, quien inicialmente le transmitió las instrucciones de Amer Azizi desde Pakistán.

Una sociedad vulnerable

Sería un error, en otro sentido, ignorar que buena parte de los individuos implicados en la red del 11-M eran también conocidos, en el seno de la colectividad musulmana residente en Madrid, precisamente por el extremismo de sus actitudes y creencias religiosas.
 Tampoco resultaría acertado obviar el hecho de que fueron bastantes quienes en el seno de las mismas, acudiendo regularmente a lugares de culto islámico y teniendo contacto con sus responsables, en algún momento tuvieron razones para pensar que entre sus conocidos o amigos había quienes estaban preparándose para cometer atentados, dentro o fuera de España.
 La justificación que a menudo se hace del terrorismo en esos ámbitos, dependiendo de dónde, contra qué blanco o con qué propósito se ejecute un atentado, o la pretensión de que la lealtad basada en la pertenencia a una misma religión está por encima del respeto al Estado de Derecho y a la convivencia democrática, no son excusa para incumplir el deber de informar a las autoridades del país en que habitan.
 Estremece que, aún dos años después de la matanza en los trenes de Cercanías, un 16% de los musulmanes residentes en España exhibían actitudes positivas hacia los atentados contra civiles en supuesta defensa del islam o hacia el entonces líder de Al Qaeda, Osama bin Laden.
A diferencia de lo que ocurrió en el Reino Unido tras los atentados suicidas del 7 de julio de 2005 en Londres, la matanza del 11-M dividió a los españoles, incluso dividió a las víctimas de la matanza en los trenes de Cercanías y a sus familiares.
 Cabe asociar esta lacerante realidad a tres factores.
 En primer lugar, a la ausencia de un mínimo de sensibilización colectiva previa acerca de la amenaza que el terrorismo yihadista, además del de ETA, suponía para España y los españoles desde mediados los años noventa; en segundo lugar, a una cultura política en sí misma proclive a la polarización; en tercer lugar, a la ausencia de consensos de Estado en sectores fundamentales para las instituciones representativas, la sociedad civil y el conjunto de los ciudadanos, como la política exterior, la política de defensa o la propia política antiterrorista.
 Hay lecciones todavía por extraer de las consecuencias que acarrearon los atentados de Madrid, en el ánimo de edificar una sociedad española menos vulnerable a la par que más consciente y resiliente ante desafíos del actual terrorismo global que bien pueden derivar, como en el 11-M, de la venganza.
Fernando Reinares es catedrático de Ciencia Política y Estudios de Seguridad en la Universidad Rey Juan Carlos, e investigador principal de Terrorismo Internacional en el Real Instituto Elcano. Galaxia Gutenberg acaba de publicar su libro ¡Matadlos! Quién estuvo detrás del 11-M y por qué se atentó en España.

Muere Gerard Mortier a los 70 años

El exdirector artístico del Teatro Real de Madrid, una de las figuras más importantes del mundo de la ópera, padecía un cáncer.

El exdirector artístico del Teatro Real, Gerard Mortier. / Javier del Real

Gerard Mortier, director artístico del Teatro Real de Madrid hasta septiembre pasado, una de las figuras más influyentes en la escena operística de las últimas décadas, ha muerto esta noche en Bruselas a los 70 años a consecuencia del cáncer de páncreas que padecía.
 Mortier (Gante, 1943), que en la actualidad continuaba ligado al Teatro Real como consejero artístico, estaba "rodeado de amigos y familiares" en el momento del fallecimiento, según fuentes próximas al director citadas por Efe.
 En mayo pasado se le detectó el cáncer, contra el que luchaba sin dejar de lado ni un segundo su pasión y entrega absoluta al trabajo. Recientemente había estado en Rusia recibiendo un tratamiento alternativo, pero vivía entre Bruselas y Alemania, desde donde seguía con atención el desarrollo de la presente temporada del Real, que había diseñado y se había empeñado en supervisar.
 Cada vez estaba más seguro de que esta sería su última propuesta. Por eso, como acostumbraba, afrontó con serenidad y total lucidez el desenlace de su vida.
El director belga ha sido uno de los gestores culturales más influyentes de Europa, un agitador absoluto del mundo de la ópera que comenzó a transformar a partir de sus primeras andaduras como director artístico del teatro de la Monnaie de Bruselas.
 Antes de llegar al Real en 2010, procedente de la Ópera de Nueva York -donde dio un portazo antes de tomar posesión cuando el presupuesto se redujo casi a la mitad de lo prometido (de 60 a 36 millones de euros)- dejó una profunda huella en el Festival de Salzburgo, en la Ópera de París y en la bienal de la Cuenca del Ruhr.
Hijo de un pastelero de Gante, licenciado en derecho, Mortier encontró en la música y el teatro una temprana pasión de la que no volvería a desviarse nunca más
. Polemista insaciable, visionario en muchas de sus propuestas operísticas, introdujo en todas las etapas de su carrera el conflicto y el debate como motor de reflexión intelectual.
 Entre sus éxitos en su periodo madrileño se encuentra el fantástico montaje de Così fan tutte que produjo con Michael Haneke.
 El cineasta, tipo profundamente riguroso con su visión del arte, sentía un gran aprecio profesional y solo se fiaba de él para sus dos incursiones en la ópera. Así hablaba del gestor belga recientemente. “Me da la posibilidad de trabajar con una seriedad verdadera, y no como es costumbre en la ópera: poco tiempo, cambio de cantantes constante…
 Es terrible, no es la manera en la que quiero hacerlo. Con Gerard no es así. Él es un amigo de los artistas, y eso es importantísimo para trabajar”.
 Haneke ha abordado dos óperas de Mozart con Mortier: Don Giovanni y Così fan tutte.  “Entiendo su carácter perfectamente. Cuando se ama algo, estás forzado de vez en cuando a ser polémico y a pelear con la gente que impide que se pueda trabajar con seriedad”, relataba.
Y esa ha sido la constante de su vida. "Mientras pueda seguir leyendo y escribiendo, todo estará bien", contaba recientemente en un encuentro privado. Sabía que iba a llegar este momento, pero solo pedía conservar la lucidez con la que hasta el último momento ha estado escribiendo artículos, preparando conferencias y trabajando a distancia con sus colaboradores.
Otro de sus fieles compañeros desde que empezaron a colaborar en el Festival de Salzburgo, Bob Wilson, se encontraba muy afectado esta mañana y le describía así.
"Tenía un compromiso increíble son su trabajo. Estaba interesado en la literatura, el drama, las artes plásticas, la música. Hizo lo que nadie hacía ni había hecho antes. Tomaba riesgos
. En Madrid apostó por Vida y Muerte de Marina Abramovic. No se había visto nada así en un teatro de ópera en Madrid.
 Era un gran altavoz de la juventud, siempre estaba atento a lo que sucedía. Igualmente en el teatro, donde solucionaba los problemas de los artistas al instante. Era un visionario inigualable".
Para el sucesor de Mortier en el Real, se trata de una pérdida enorme. Como ya ha hecho en otras ocasiones, esta mañana se ha desecho en elogios hacia el belga.
 "Ha sido una de las grandes figuras de la ópera a nivel internacional y del que debemos enorgullecernos de haber disfrutado". Matabosch ha considerado la pérdida de Mortier como un hecho "tremendamente lamentable" y ha ensalzado la labor del músico belga, a quien ha ensalzado como "una de las personalidades que ha contribuido de manera fundamental a la renovación de la ópera en las últimas décadas".
El Teatro Real dedicará a Gerad Mortier la función de Alceste, de Gluck, esta tarde, en la que se guardará un minuto de silencio en su memoria, y las banderas de la fachada de la Plaza de Oriente ondearan a media asta en señal de luto.
 Asimismo se ha comenzado a preparar un Acto de Homenaje en el que los jóvenes tendrán una presencia destacada, recogiendo su herencia como gran impulsor de la ópera como arte abierto a nuestro tiempo y a los nuevos públicos.

 

8 mar 2014

DÍA DE LA MUJER ..................Mucho camino por recorrer.........................Por: Silvia Bravo


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Hombres y mujeres reconocen que la situación vital de estas últimas sigue siendo en la actualidad, y en líneas generales, más dura y difícil que la de ellos y que en nuestra sociedad siguen existiendo comportamientos discriminatorios en función del sexo de las personas. 
Tres de cada cuatro españoles (72 %) piensan que en España hoy, las mujeres tienen una vida más dura y difícil que los hombres.
 Así opina un masivo 82 % de mujeres, pero también un mayoritario 62 % de los hombres admite que esa es la realidad. El transcurso de la vida no parece suavizar esta mayor dureza percibida en las condiciones vitales de las mujeres: las respuestas no varían significativamente en función de la edad.
Lo peor es que, además, la crisis económica parece haber avivado esta desigualdad: en 2011, el porcentaje de quienes pensaban así era el 67 %
. Las cifras oficiales ponen de manifiesto el paulatino incremento de la incorporación de la mujer al mundo laboral en los últimos años: ha pasado del 48,8 %, en 2007, al 52,9 %, en 2011.
 Si bien las condiciones salariales son peores que las de sus compañeros varones, el último informe europeo sobre diferencias salariales entre hombres y mujeres, publicado en febrero de 2014, muestra que en el conjunto de los 28 países que forman parte de la UE las mujeres cobran de media un 16,4 % menos que los hombres y que en España esta diferencia llega al 17,8 %.
En nuestra sociedad aumenta la sensación de que siguen siendo relativamente frecuentes las situaciones de discriminación hacia las mujeres: siete de cada diez españoles (68 %) creen que en la actual sociedad española siguen siendo frecuentes las situaciones en que se discrimina a las mujeres para favorecer a los hombres (59 % en 2011).
 Lo piensan sobre todo las mujeres (72 %), pero coincide también con esta apreciación la mayoría de los hombres (63 %).
DÍA DE LA MUJER