Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

9 oct 2013

No me caerá a mi esa Breva.................El juez descubre un traspaso de 150.000 euros de Aizóon a una cuenta de la Infanta


La infanta Cristina y su secretario, Carlos García Revenga, tras visitar al Rey en su reciente operación. / CRISTÓBAL MANUEL

El instructor del caso Noos, José Castro, acaba de incorporar al sumario de esta investigación nuevos datos sobre la actividad económica de la hija del Rey, la infanta Cristina, relacionada con la empresa familiar Aizóon, que se nutría de partidas de los millonarios negocios privados de su esposo Iñaki Urdangarin, a través del instituto Nóos.
 Una operación de 150.000 euros, fraccionada en dos transferencias de 125.000 y 25.000 euros, culminó finalmente en una cuenta personal de la infanta Cristina.
 Esta información y otras sobre los registros de gastos de sus tarjetas bancarias consta en un tomo del sumario trasladado a las partes personadas.
El primer movimiento que motivó la curiosidad del instructor corresponde al 27 de diciembre de 2006, época de mayor actividad de Nóos con las instituciones de Baleares y Valencia, gobernadas por el PP.
 Tras reiteradas peticiones a la entidad financiera implicada, finalmente quedó reseñado el número del beneficiario final.
Y resultó que esa cuenta ya constaba reseñada en el sumario como propia de la esposa de Iñaki Urdangarin.
Los informes bancarios requeridos y los análisis de Agencia Tributaria han determinado que el traspaso desde Aizóon llegó primero a una cuenta conjunta de los duques de Palma y, finalmente, se derivó a una de la que es titular Cristina de Borbón y Grecia.
El juez Castro decidirá en las próximas semanas si toma declaración a la hija del Rey.
 Antes de tomar ninguna decisión al respecto el juez está a la espera de recibir una serie de informes que ha reclamado: tres de la Agencia Tributaria y otro de la Policía.

8 oct 2013

250 voces para llorar a Kennedy

Más de 800.000 estadounidenses escribieron cartas de condolencia tras el asesinato del presidente, con una selección de ellas se acaba de estrenar un documental en el que han participado desde Anne Hathaway a Michelle Williams.

John F. Kennedy junto a su hermano Robert en la Casa Blanca en 1963. / Reuters / Cordon Press

Todas las muertes son dolorosas pero algunas son capaces de conmocionar a un país, o incluso a todo el planeta.
 El próximo 22 de noviembre no faltarán las lágrimas cuando Estados Unidos conmemore el 50 aniversario de la muerte del presidente John Fitzgerald Kennedy, asesinado a tiros en Dallas frente a los ojos de su esposa Jackie Kennedy
. Tampoco faltarán los libros, los debates, las películas, las fotografías, los actos solemnes, los homenajes y las teorías de la conspiración (que siempre han acechado junto a las siglas JFK)
. Y por supuesto muchas celebridades querrán estar ahí, para que su nombre se repita junto al de uno de los políticos esenciales del siglo XX
. No obstante, algunas no han querido esperar y han prestado su voz en uno de los documentales más conmovedores que llegan con este aniversario: Letters to Jackie: Remembering President Kennedy’ (Cartas a Jackie: recordando al presidente Kennedy), dirigido por Bill Couturié
Más de 800.000 estadounidenses le escribieron cartas de condolencia a Jackie Kennedy en las siete semanas posteriores al asesinato de su marido.
 Con una selección de aquellas cartas se escribió un libro que reunía 250 de aquellas misivas.
 Escritas por gente de todas las clases sociales, razas, sexo y edad, las cartas eran un increíble mosaico que retrataba con bastante acierto a la sociedad estadounidense de principios de los años sesenta.
 Apoyándose en aquel libro ha nacido este documental que el viernes se estrenaba en Estados Unidos y que pronto llegará a Europa y que ha contado con un reparto estelar: Anne Hathaway, Michelle Williams, Berenice Bejó, Kirsten Dunst, Chris Cooper, Zooey Deschanel, Jessica Chastain, Melissa Leo, Laura Linney, Mark Ruffalo y hasta Betty White, (una de las protagonistas de Las Chicas de Oro).
Ellos le han dado voz a los autores de las cartas seleccionadas, en las que se mezclan las palabras sabias, sencillas, rabiosas o estremecidas de una sociedad que aspiraba no sólo consolar a la primera dama si no a homenajear a través de sus recuerdos a un hombre que admiraban.
 Esas palabras se mezclan con una cuidada selección de imágenes de archivo que recorren toda la presidencia de JFK sin saltarse ni siquiera los capítulos espinosos, como la crisis de Bahía Cochinos. Además el director de la cinta también se apoya en metraje en super- 8 sacado de los archivos familiares de los Kennedy, donde Jackie es la estrella.
Así se construye el retrato evocador de un hombre que en apenas tres años dejó una huella indeleble en su país y en el mundo y que de no haber muerto probablemente habría cambiado el curso de la historia.
Obviamente será Estados Unidos donde el aniversario se vivirá con mayor intensidad pero no sólo allí se han organizado acontecimientos especiales
. En Reino Unido será uno de sus buques insignia, la BBC, quien se ocupe de recordar aquella tragedia apoyándose en su herramienta más poderosa, la radio.
Tras embarcarse el pasado año en la emisión de un programa en el que se narraba ‘en directo’ el hundimiento del Titanic coincidiendo con el centenario de aquella tragedia, la BBC ha decidido hacer lo mismo con el asesinato de Kennedy.
El momento exacto en el que Kennedy fue tiroteado no fue captado por las cámaras de televisión, que pensaron que aquella parte del recorrido por las calles de Dallas no tenía importancia informativa y habían dejado de grabar
. Sin embargo las radios sí que estaban contando en directo el desfile presidencial y fueron las primeras en decir que algo no iba bien.
 El canal 2 de la BBC, con un público potencial de siete millones de oyentes, está preparando un programa que arrancará con la llegada de Kennedy a Dallas, contará en directo el asesinato como si estuviera ocurriendo en tiempo real y finalizará tres horas después con el juramento como presidente de Lyndon B Johnson en el avión presidencial.
 Se dramatizarán las palabras de testigos presenciales, se hablará con analistas y habrá música en directo interpretada por varias estrellas cuyos nombres aún se mantienen en secreto.

 

Diez años sin Manolo

Escritor inolvidable, Manuel vázquez Montalbán nos dejó hace un decenio

El legado de su obra permanece vivo en veneradas reediciones. Este es el retrato de su ausencia por Barcelona.

Retrato de Manuel Vázquez Montalbán, hace 18 años. / JORDI SOCÍAS

Manolo nació el año que acabó la guerra.
 El barrio del Raval de Barcelona era territorio de perdedores que trataban de sobrevivir a la miseria y a la crueldad del nuevo régimen.
 Las Ramblas dividen la Barcelona antigua: a la derecha, el Raval, popular y un punto canaille, como bien describió Jean Genet.
 A la izquierda, el Barrio Gótico, la ciudad monumental y oficial. El Raval, ajeno a las miradas de la Barcelona de orden, fue siempre un lugar de tránsito: su proximidad al puerto le daba un trasiego de marineros y viajeros que alimentaba la prostitución y la fama de barrio de mala vida, como se decía entonces, pero era también un barrio de acceso a la ciudad, destino de ingreso de muchos inmigrantes que venían a la búsqueda de mejor suerte, antes desde el resto de España, ahora desde el extranjero
. Manolo tenía cinco años el día que al bajar corriendo –los niños casi siempre tienen prisa– la escalera de su casa se cruzó con “un hombre feo y canijo con una maleta en la mano”, en su propia descripción.
 No le hizo caso, siguió hasta la calle, la plaza del Pedró, a jugar con los amigos del barrio
. Cuando regresó a casa, resultó que aquel hombre era su padre. Venía de la cárcel a la que la represión le había llevado el mismo año del nacimiento de Manolo.
 Y, probablemente, le quitó del lugar de privilegio que había ocupado al lado de su madre durante su ausencia
. Dicen que la única y verdadera patria es la infancia.
 Nuestras biografías vienen marcadas por hechos seminales como este.
 Todo podía haber sido de otra manera.
 Pero fue así. Probablemente este momento tiene algo de fundacional para un escritor que siempre llevó incorporada la sombra de este barrio y de estos momentos.
 A mí esta anécdota me ha servido siempre para reconocer y hacerme entendible todo lo que he conocido de Manolo.
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Imagen actual de la mesa de trabajo de Manuel Vázquez Montalbán en su casa de Vallvidrera (Barcelona). / JORDI SOCÍAS
Muchos años más tarde, una mañana de enero, fría y luminosa a la vez, con esta luz azul claro que solo tiene París, en un larga caminata por los Campos Elíseos, hablando de su obstinada fidelidad al comunismo, del que ya solo quedaban las ruinas, Manolo cerró el debate con esta frase: “Déjame que sea el que apague la luz”. Me pareció irrebatible.
 Lo inefable no se discute: cada cual es dueño de sus parcelas en el territorio de lo que no es falsable. Confirmaba así que su compromiso político era también profundamente sentimental
. En el fondo, su relación con el comunismo fue un modo de sellar la fidelidad a los orígenes de un intelectual prestigioso que surgió de las clases más castigadas por el franquismo y que, labrado por las contradicciones como todos, siempre tuvo el pasado en el rabillo del ojo. Más allá de la razón y la crítica había la pasión de un hombre que vivió muy deprisa, casi tan deprisa como escribía.
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El recuerdo del Raval siempre le pudo a Manolo
. Cuando se emprendió la gran transformación del barrio, a finales de los ochenta y principios de los noventa, a caballo de Barcelona 92, pero más allá de los Juegos, Manolo ejerció, a veces con indisimulada melancolía, de vigilante crítico de un cambio en el que la mejora de las condiciones de vida amenazaba la expulsión del barrio de la población más débil.
 Fiel a su tradición de puerta de entrada de la ciudad, el barrio hoy se parece poco al que conoció Manolo. La transformación urbanística ha ido acompañada de una transformación demográfica, de modo que hoy probablemente sea, por la diversidad de origen y condición de sus habitantes, el barrio más cosmopolita de Barcelona.
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“Este mundo no es como lo esperábamos”, “Hemos venido a este mundo a sufrir”, el pesimismo de la inteligencia podía en Manolo más que el optimismo de la voluntad. El happy end no existe.
 Eran estos los eslóganes que presidían la redacción de la revista Por Favor en la España del tardofranquismo y los inicios de la Transición en los que el humor era la escapatoria posible, no exenta de riesgos y penalidades como lo demuestran los cierres y desventuras judiciales que sufrió.
 La revista nació en un día señalado del calendario de la crueldad fascista: la tarde en la que el Consejo de Ministros dio el enterado para la ejecución de Puig Antic.
 Una coincidencia expresión de las contradicciones del momento en el que el régimen agotaba su enseñamiento represivo al tiempo que empezaban a emerger voces y presencias del futuro.
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En estos tiempos nuestros en los que el mito de la productividad es el horizonte ideológico dominante, los predicadores del dogma alucinarían con Manolo. Media revista la hacía él, generosamente nos dejaba el resto a los demás. Una retahíla de seudónimos suyos se expandía por las páginas. No creo que se conozca escritor con mayor productividad literaria por hora. Una idea y una canción: Manolo decía que los artículos los escribía sobre el patrón de una tonadilla.
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Y, sin embargo, había tiempo para todo.
 Hay que recuperar la literatura del tedio. Recuerdo con enorme nostalgia las tardes de los fines de semana en su casa de Cruilles
. Este placer, actualmente casi prohibido, del dolce far niente,de la conversación sin prisa ni objetivo preciso, del dejar fluir las horas, entre palabras.
 Los almuerzos se prolongaban en largas tardes de sofá, entre la modorra y algún chispazo de Manolo, abundantemente regadas, solo interrumpidas por la invitación a la merienda, plenamente integrable en el pecado capital de la gula, hasta llegar, sin solución de continuidad, a la cena, evidentemente preparada por Manolo
. Nos acostábamos de madrugada y a la mañana siguiente, cuando conseguías bajar a la cocina, con toda la carga de la resaca, Manolo ya había escrito dos artículos, ya había hecho la compra y ya había desplegado el desayuno sobre la mesa. Siempre he sentido una sana envida por los que duermen poco y están despiertos como si durmieran mucho.
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Manolo tenía fama de tímido
. Es verdad que ponía una cierta coraza entre él y el mundo
. Una coraza que de vez en cuando rompía con un latigazo de su desmesurada imaginación literaria.
 Yo, que defendí la primera guerra de Irak (que no la segunda), todavía siento una cierta humedad en mis labios cuando recuerdo la flecha que nos mandó a los proaliados en un debate televisivo: “Boquitas pintadas de sangre”.
 Los debates ideológicos y políticos crean fronteras y rompen complicidades. Y la apuesta de Manolo por la figura del intelectual a la sartriana –el del compromiso político– le llevó más de una vez a cruzar la que para mí es la línea roja: ocultar la verdad para no desmoralizar a los nuestros.
 Pero detrás de su coraza se escondía una dimensión entrañable que permitía recuperar la empatía siempre que supieras vencer el primer muro de resistencia. Manolo Vázquez Montalbán formaba parte de la media docena de intelectuales europeos –comunistas irredentos, podría decirse– que acudían a la llamada de cualquier signo de emergencia de algún movimiento radical que, en algún lugar del mundo, apareciera como portador de una nueva esperanza.
 La causa zapatista, el pacifismo antiamericano y los movimientos antiglobalización habían sido sus últimas apuestas. En cualquier caso, en tiempos de ­autocomplacencia neocapitalista, la tenacidad de Manolo ha servido para que las noticias del caos y de la injusticia en el mundo tiñeran de negra realidad cualquier retrato en rosa de un mundo sometido a la pax americana.
 Pero más allá de la suerte de estas causas, el tiempo le ha dado la razón en muchas cosas: desde los años ochenta es la revolución conservadora, destinada a destruir los equilibrios labrados en los cincuenta y los sesenta, la que está arrasando a unas sociedades a las que ha impuesto la cultura de la indiferencia, y la que está devorando a la democracia con un crecimiento de las desigualdades sin parangón, que destruyen el tejido social y político.
 Hoy no le faltarían a Manolo causas que apoyar, en un momento en el que los movimientos sociales están dando réplica a la política institucional, construyendo nuevas formas de politización.
La mesa vacía que Manuel Vázquez Montalbán ocupaba con sus amigos en el restaurante Casa Leopoldo. / JORDI SOCÍAS
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Unas gotas de surrealismo.
 El día de la muerte de Franco nos dio por jugar al pimpón. Supongo que era una forma contenida de expresar una alegría que no amagaba una derrota: Franco murió en la cama.
La redacción del Por Favor estaba cerca de mi casa. Fuimos a ella para ver la declaración de Arias Navarro.
 Yo tenía una mesa de pimpón en la terraza y entre lágrima y lágrima del presidente del Gobierno le dábamos a la pala. Extraño desahogo de un día en el que todo era raro: nos sentíamos liberados, pero el régimen estaba ahí. Con todo, la más surrealista de las experiencias que viví con Manolo fue en TVE. Nos invitaron al programa de Carmen Maura, la chica que valía mucho.
 La grabación era a las seis de la tarde, pero nos citaron a la hora de la comida. Comimos juntos Bibi Andersen, Alaska la de los Pegamoides, Manolo Vázquez y un servidor. “Ya has descubierto el secreto de Bibi Andersen”, me decía Manolo en voz baja. Por aquellos tiempos imperaba la idea de que la comida y la bebida llevaban a los invitados más relajados al estudio y mejor preparados para la grabación.
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La publicación de ‘Crónica sentimental de España’ en Triunfo marca un momento crucial en la renovación del periodismo español
. Los jóvenes que empezábamos entonces, en unas redacciones franquistas que se iban poblando paulatinamente de rojos, queríamos escribir como Manolo.
 La literatura como vía para ejercer la crítica prohibida.
 A través del repertorio musical y cinematográfico de la incipiente cultura de masas, Manolo devolvió la dignidad simbólica a amplios sectores de las clases populares y llevó a cabo un proceso de codificación de la cultura popular que la hacía visible para amplios sectores de la sociedad y la incorporaba al arsenal cultural de la resistencia antifranquista. “Afortunadamente, las señoras tienen espalda”, escribía en una Capilla Sixtina de Triunfo, a propósito del film de Jaime Camino Mi profesora particular.Y concluía: “¿La esperanza? La espalda de Analía Gadé recordándonos la proclamación de Hölderlin: los dioses se han marchado, nos queda el pan y el vino”.
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“No quiero que me den la mano / empapada con nuestra sangre”.
 Estos dos versos de Pablo Neruda, del Canto general, “parecen dar la clave de la rápida muerte” del poeta, después del golpe de Estado de Pinochet, escribía Manolo en Triunfo.
 Me he acercado estos días de aniversario de aquella felonía a sus artículos en torno a la caída de la Unidad Popular Chilena que para una generación fue el fin de la última ilusión que quedaba o, si se prefiere, la pérdida de la inocencia. “Cuando la paciencia de la víctima no tiene límite, la paciencia del verdugo se acaba”, escribía Manolo. “Allende era irritante. Nacido para ser Frei, había querido ser Allende. Masón de convicción, presidía los actos religiosos.
 Socialista obsesivo y ultimista, creía en el respeto a la norma democrática, incluso como instrumento de construcción del socialismo. Así se explica la urgencia, la furia, la rabia de las balas. Mataban la excepción. Confirmaban la regla”.
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Pocos días antes de su muerte en los pasillos del aeropuerto de Bangkok, un lugar propio de un espía más que de un escritor, cerca de los mares del Sur que le fascinaban, Manolo escribió en su columna de EL PAÍS con el título Vacíos:“No hemos valorado suficientemente la sensación de vacío que nos espera cuando del friso político desaparezcan Pujol, Aznar y, probablemente, Arzalluz”, cerrando un ciclo del que la primera señal había sido la salida de Felipe González.
 “Esta no es España, que me la han cambiado”. Si ahora regresara, constataría cómo han sido premonitorias aquellas palabras suyas. Efectivamente, el régimen de la Transición y el orden de la España autonómica que estos ciudadanos representaban han quedado irreconocibles sin ellos.
Volvemos a estar en tiempo de mudanza, que eran los que gustaban a Manolo.
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Pero la singularidad de Manuel Vázquez Montalbán es que cualquier batalla política, aun la que pareciera más absurda o disparatada, era inseparable de sus pathos de escritor insaciable
. Escribir era, en el fondo, su manera de estar en el mundo
. Y, en este sentido, probablemente nada explica mejor la complejidad política, psicológica y literaria de Manolo que la relación con dos mitos –en el sentido de que sus narrativas pesaron sobre casi todos los periodos de su vida–, Fidel Castro y Franco, la cara y la cruz.
 A ambos dedicó miles de páginas. Se metió dentro de Franco para escribir la autobiografía en una especie de viaje a lo siniestro. Y se embebió de Fidel Castro, que le generó siempre tanta admiración como incomodidad
. Manolo sabía perfectamente qué es y qué no es una dictadura.
 Pero desde algún rincón de su conciencia seguían llegando órdenes que le venían de aquella su lejana patria, la infancia en el barrio del Raval, y marcaban sus palabras, sus fidelidades y sus silencios. E incluso sus excesos.

 

Yoko Ono, la bruja expiatoria...........................del Blog Mujeres

Yes, I'm a witch 1330713418_390462_1330713655_noticia_normalI'm a bitch
I dont care what you sayMy voice is realMy voice speaks truthI dont fit in your waysYoko Ono (I'm a witch
(Sí, soy una brujaSoy una zorra,No me importa lo que digas Mi voz es realMi voz habla verdadesNo encajo en tus esquemas
Yoko Ono recibe el premio Oskar Kokoschka 2012 en Viena.
Circula por Youtube la primera entrevista que John Lennon y Yoko Ono concedieron a Dick Cavett en su show en la ABC estadounidense, allá por septiembre de 1971, durante la promoción del disco Imagine. Resulta conmovedor ver a un Lennon brillante, agrio, histriónico y mordaz, pero también nervioso, inseguro, tímido
. Algo impropio de quien ha sido, y quizás seguía siendo por aquel entonces, la mayor estrella musical del firmamento (con permiso de Paul).
Lennon y Cavett llevan el peso de la entrevista con un genial duelo de agudezas.
 Sin embargo, no están solos.
 Allí, discreta en un segundo plano, con intervenciones esporádicas, se sienta una japonesa de pequeño tamaño
. Resaltan los ojos enamorados con que mira a su John durante toda la entrevista, la forma en que lo apoya en su hemorrágico discurso, ese paso atrás con el que humilde le dice sin hablar ‘ok, eres la estrella, eres el p... John Lennon: adelante’, como una Letizia Ortiz mordiéndose la lengua para no interrumpir a su real marido.
 Hasta que llega el minuto 25. Es entonces cuando emerge la gran Yoko Ono. 
Dick Cavett, un hombre extremadamente amable, risueño y educado, se ofrece a ayudarla a encender su cigarrillo
. Ella le corta con un suave pero cortante  “no gracias”.
 Frente a una audiencia de millones. El anfitrión, sorprendido, le concede la palabra para que aclare su postura
. “Como mujer”, le explica, “me parece una tontería tener que esperar a alguien [que lo haga por mí, dice con gestos]...”. Palabra de Yoko.
Quizás no lo parezca por aquella velada entrañable que Dick Cavett les ofreció aquel septiembre de 1971. Pero no se engañen por la suavidad del momento: el mundo no debió de ser un lugar especialmente fácil de habitar para Yoko Ono entre 1969 y 1973
. Resultaba relativamente sencillo sentir rechazo por ella
. No es especialmente agraciada (al menos desde los cánones occidentales); su voz es estridente y, quizás por no ser su lengua nativa, no terminaba de hacerse entender cuando hablaba inglés (peor era cuando hablaba japonés, claro está).
Además, su arte resultaba difícil de comprender (sigue siéndolo) para el público en general: a diferencia de artistas convencionales como, por ejemplo, la banda que fundó su tercer marido, Ono no se basaba en la habilidad para componer o interpretar.
 Para ella, lo importante era el concepto, la idea.
 Su chirriante música, rayana en el expresionismo, era además lo más opuesto que se pudiese imaginar a los melódicos Beatles.
Por si esto no fuese poco, Ono nunca rehuyó los focos y disfrutó del altavoz público y la fama que le brindó Lennon. Nunca dudó en opinar en asuntos de la banda, o a la hora de tomar el micrófono y ponerse a cantar en los ensayos del disco Abbey Road
. Puestos a elegir el público prefería la discreción y suavidad de Linda Eastman (posteriormente Linda McCartney), o la belleza sin paliativos de Patty Boyd. 
 Yoko Ono irrumpió en la vida de Lennon en un momento en que el grupo más famoso del planeta se rompía con estrépito, delante de la mirada de todo el mundo. 
Y lo hizo dando un paso al frente.
Nadie en su sano juicio podría pensar que una sola persona podía acabar con un monstruo de la talla de los Beatles. Pero así fue: todos lo pensaron. Nacía Yoko Ono, la bruja.
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Paul, Linda, John y Yoko, en un descanso de la última sesión fotográfica de los Beatles en Tittenhurst, agosto 1969. 
A finales de 1968 y durante 1969, la época en la que se hizo público el compromiso entre ambos, los Beatles seguían siendo un torrente de creatividad, pero la dinámica interna se había roto. Paul McCartney y su incansable profesionalidad se había hecho con las riendas del grupo, no sin el disgusto de los otros miembros.
 Lennon en cambio, tenía escarceos más serios con las drogas, además de su proverbial tendencia al gandulismo
. Aún así, no podía permitir que a su grupo lo gobernase otro
. O él o nadie.
 La solución, romperlo.
Su amor por Yoko Ono se convirtió en la gran excusa, la agarradera a la que se aferró.
 Él la impuso en el día a día de la banda, quizás inconscientemente, a modo de golpe en la mesa para demostrar quién era el jefe: ya que no podía vencer por canciones, marcaría territorio rompiendo las viejas reglas que habían regido.
 Cada acto de la pareja parecía pensado para fracturar más al grupo
. Como aquella contraportada del disco Two virgins, en el que posan desnudos
. Luego vendría lo de instalar una cama en el estudio 1 y usarlo para recibir visitas
. Ono fue el camino que Lennon escogió para escapar de los Beatles. 
Probablemente, de no haber existido ella habría escogido otra vía
. Pero el resultado habría sido el mismo. Y ella se dejó llevar, participó activamente en esta táctica. 
Y disfrutó con ello.