Yes, I'm a witch
I'm a bitch
I dont care what you sayMy voice is realMy voice speaks truthI dont fit in your waysYoko Ono (I'm a witch)
I dont care what you sayMy voice is realMy voice speaks truthI dont fit in your waysYoko Ono (I'm a witch)
(Sí, soy una brujaSoy una zorra,No me importa lo que digas Mi voz es realMi voz habla verdadesNo encajo en tus esquemas)
Yoko Ono recibe el premio Oskar Kokoschka 2012 en Viena.
Circula por Youtube la primera entrevista que John Lennon y Yoko Ono concedieron a Dick Cavett en su show en la ABC estadounidense, allá por septiembre de 1971, durante la promoción del disco Imagine.
Resulta conmovedor ver a un Lennon brillante, agrio, histriónico y
mordaz, pero también nervioso, inseguro, tímido
. Algo impropio de quien
ha sido, y quizás seguía siendo por aquel entonces, la mayor estrella
musical del firmamento (con permiso de Paul).
Lennon y Cavett llevan el peso de la entrevista con un
genial duelo de agudezas.
Sin embargo, no están solos.
Allí, discreta en
un segundo plano, con intervenciones esporádicas, se sienta una
japonesa de pequeño tamaño
. Resaltan los ojos enamorados con que mira a su
John durante toda la entrevista, la forma en que lo apoya en su
hemorrágico discurso, ese paso atrás con el que humilde le dice sin
hablar ‘ok, eres la estrella, eres el p... John Lennon: adelante’, como
una Letizia Ortiz mordiéndose la lengua para no interrumpir a su real
marido.
Hasta que llega el minuto 25. Es entonces cuando emerge la gran
Yoko Ono.
Dick Cavett, un hombre extremadamente amable, risueño y
educado, se ofrece a ayudarla a encender su cigarrillo
. Ella le corta
con un suave pero cortante “no gracias”.
Frente a una audiencia de
millones. El anfitrión, sorprendido, le concede la palabra para que
aclare su postura
. “Como mujer”, le explica, “me parece una tontería
tener que esperar a alguien [que lo haga por mí, dice con gestos]...”.
Palabra de Yoko.
Quizás no lo parezca por aquella velada entrañable que Dick
Cavett les ofreció aquel septiembre de 1971. Pero no se engañen por la
suavidad del momento: el mundo no debió de ser un lugar especialmente
fácil de habitar para Yoko Ono entre 1969 y 1973
. Resultaba
relativamente sencillo sentir rechazo por ella
. No es especialmente
agraciada (al menos desde los cánones occidentales); su voz es
estridente y, quizás por no ser su lengua nativa, no terminaba de
hacerse entender cuando hablaba inglés (peor era cuando hablaba japonés,
claro está).
Además, su arte resultaba difícil de comprender (sigue
siéndolo) para el público en general: a diferencia de artistas
convencionales como, por ejemplo, la banda que fundó su tercer marido,
Ono no se basaba en la habilidad para componer o interpretar.
Para ella,
lo importante era el concepto, la idea.
Su chirriante música, rayana en
el expresionismo, era además lo más opuesto que se pudiese imaginar a
los melódicos Beatles.
Por si esto no fuese poco, Ono nunca rehuyó los focos y
disfrutó del altavoz público y la fama que le brindó Lennon. Nunca dudó
en opinar en asuntos de la banda, o a la hora de tomar el micrófono y
ponerse a cantar en los ensayos del disco Abbey Road
.
Puestos a elegir el público prefería la discreción y suavidad de Linda
Eastman (posteriormente Linda McCartney), o la belleza sin paliativos de
Patty Boyd.
Yoko Ono irrumpió en la vida de Lennon en un momento en que el grupo más
famoso del planeta se rompía con estrépito, delante de la mirada de
todo el mundo.
Y lo hizo dando un paso al frente.
Nadie en su sano juicio podría pensar que una sola persona
podía acabar con un monstruo de la talla de los Beatles. Pero así fue:
todos lo pensaron. Nacía Yoko Ono, la bruja.
Paul, Linda, John y Yoko, en un descanso de la última sesión fotográfica de los Beatles en Tittenhurst, agosto 1969.
A finales de 1968 y durante 1969, la época en la que se
hizo público el compromiso entre ambos, los Beatles seguían siendo un
torrente de creatividad, pero la dinámica interna se había roto. Paul
McCartney y su incansable profesionalidad se había hecho con las riendas
del grupo, no sin el disgusto de los otros
miembros.
Lennon en cambio, tenía escarceos más serios con las drogas,
además de su proverbial tendencia al gandulismo
. Aún así, no podía
permitir que a su grupo lo gobernase otro
. O él o nadie.
La solución,
romperlo.
Su amor por Yoko Ono se convirtió en la gran excusa, la
agarradera a la que se aferró.
Él la impuso en el día a día de la banda,
quizás inconscientemente, a modo de golpe en la mesa para demostrar
quién era el jefe: ya que no podía vencer por canciones, marcaría
territorio rompiendo las viejas reglas que habían regido.
Cada acto de
la pareja parecía pensado para fracturar más al grupo
. Como aquella
contraportada del disco Two virgins,
en el que posan desnudos
. Luego vendría lo de instalar una cama en el
estudio 1 y usarlo para recibir visitas
. Ono fue el camino que Lennon
escogió para escapar de los Beatles.
Probablemente, de no haber existido
ella habría escogido otra vía
. Pero el resultado habría sido el mismo. Y
ella se dejó llevar, participó activamente en esta táctica.
Y disfrutó
con ello.
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