20/07/2013
20 jul 2013
Seguimos en París
05 Iglesia de Saint Sulpice
Esta iglesia, situada junto al bulevar de Saint Germain, se ha convertido en una de las más visitadas de París, pero no por sus dos torres gemelas, su fachada de estilo italiano o la decoración neoclásica influenciada por la Contrarreforma. Ni tan siquiera por los frescos de Delacroix.La razón principal es su aparición en la versión cinematográfica de El Código da Vinci, el best-seller de Dan Drown.
En su interior, el templo está bordeado por 21 capillas laterales. Los frescos de la Chapelle des Sts-Anges, a la derecha de la entrada, que representan a Jacob luchando con el ángel y al arcángel Miguel batallando con Satanás, fueron pintados por Delacrox entre 1855 y 1861.
La monumental galería del órgano, de 20 metros de altura, data de 1781.
Se puede escuhar el órgano los domingos, durante la misa de las 10.30, o durante los ocasionales conciertos de los domingos por la tarde.
La famosa novela de Dan Brown, y la posterior película, dirigida en 2006 por Ron Howard con Tom Hanks y Audrey Tatou como protagonistas, tienen como clave de la trama la obra de Leonardo Da Vinci, aunque todo arranca con el asesinato de un conservador de arte del Museo del Louvre, por lo que los escenarios parisinos son casi como un protagonista más; desde la pirámide del gran museo parisiense a esta iglesia de Saint Sulpice, situada cerca de los jardines de Luxembourg.
En la película, los exteriores del templo son reales mientras que los interiores fueron reconstruidos con suma fidelidad).
06 Buttes-Chaumont
On connaît la chanson es una comedia de enredos muy, muy francesa que Alain Resnais dirigió en escenarios tan parisienses como el parque de Buttes-Chaumont, en el norte de la ciudad. Inaugurado en 1867, al mismo tiempo que la Exposición Universal, es uno de los espacios verdes más grandes de la capital francesa, con laderas ajardinadas que esconden grutas, cascadas, un lago e incluso una isla coronada por un templo dedicado a Sibila.Cantera de yeso y vertedero, el barón Hausmann lo reformó hasta conferirle su actual imagen para la inauguración de la Exposición Universal.
Es uno de los parques favoritos de los parisienses, que acuden a él para practicar taichi, llevar a los niños a un teatro de marionetas o relajarse con una botella de vino o un pic-nic.
Lo atraviesan las vías de un antiguo ferrocarril del siglo XIX, le Petite Ceinture, que en tiempos rodeaba París.
Este escarpado jardín es poco visitado por turistas, por lo que ha logrado mantener un aire muy de barrio. Desde el punto más alto de Buttes-Chaumont hay buenas vistas y su lago y su isla dieron pie a la construcción de distintos puentes.
Destacan el Pont des Suicides, hecho de piedra, y el Pont Suspendu, diseñado por Gustave Eiffel, no apto para quienes sufren de vértigo, pues su entramado de madera se tambalea a cada paso al cruzarlo.
07 El rastro de Zazie
El mercado de Saint Ouen, en el norte de París, es uno de esos rastros que hay en todas las grandes ciudades, de ambiente auténtico y diferente al de las vías más turísticas.Instalado en las afueras de la ciudad desde finales del siglo XIX, es también un clásico de la gran pantalla. Lo retrató magníficamente Woody Allen en Midnight in París (cuando el protagonista conoce a una parisiense que está escuchando música), pero quien mejor lo reflejó en el celuloide fue Louis Malle en Zazie en el metro (de 1959), donde lo convierte en uno de sus escenarios estrella.
Zazie es una niña de provincias que llega a la ciudad para visitar a su tío.
Su gran ilusión es ver el metro, pero no puede hacerlo porque hay huelga y, desilusionada, escapa y se dedica a recorrer un montón de rincones de la ciudad.
Su tío termina encontrándola en el Mercadillo de Saint Ouen, escena en la que Malle muestra las callecitas del mercadillo, los tenderetes, el ambiente, los clásicos puestos de moules et frites (mejillones al vapor y patatas fritas). La película incluye también un exhaustivo paseo en taxi por los lugares más emblemáticos de la ciudad.
08 Amor en el Pont Neuf
En 1991, una película de amor sirvió para que Juliett Binoche y Denis Lavant nos pasearan por las calles de París. En Los amantes del Pont Neuf Michèle es una pintora que está perdiendo la vista; Alex sufre un accidente y es enviado a una residencia.El lugar clave de la historia es el Pont Neuf, en el que se reencuentran los personajes.
Como dos vagabundos, ambos pasan sus días y sus noches en el puente y sus alrededores, donde comienzan una amistad que va convirtiéndose primero en dependencia y más tarde en un intenso amor.
La película, obra magna de Léos Carax, estuvo a punto de no terminarse nunca por un problema de presupuesto: el rodaje requería bloquear el céntrico Pont-Neuf y, como esto no era posible, se decidió hacer una réplica gigantesca del puente y sus aledaños
. El resultado fue el decorado más grande del cine francés, completamente fiel al original, y que entre las muchas películas que han utilizado este puente como escenario, la única que lleva su nombre es también la única en la que el Pont-Neuf no es real.
El puente más antiguo de París conecta el extremo oeste de la Île de la Cité con ambas orillas del río Sena desde 1607, cuando el rey lo inauguró cruzándolo sobre un semental blanco.
La ocasión quedó inmortalizada con un monumento ecuestre, la estatua de Enrique IV, conocido por sus súbditos como Vert Galant (el viejo verde).
Desde la orilla o desde un barco se pueden contemplar los siete arcos del Pont Neuf decorados con figuras grotescas y divertidas de barberos, dentistas, carteristas, vagabundos, etc.
Es uno de los puentes preferidos por los amantes de las performances: el diseñador japonés Kenzo lo cubrió de flores en 1994 y el escultor ambientalista Christo lo envolvió en tela de color beige en 1985.
09 Memoria visual
Un buen cinéfilo no puede perderse el Forum des Imáges, donde las películas rodadas en París conforman el eje temático. Este archivo fílmico de la ciudad, situado en Grande Galerie (Porte St- Eustache, en el Forum des Halles), fue creado en 1988 y cuenta con cinco salas de cine, una biblioteca y un centro de investigación con noticiarios cinematográficos, documentales y publicidad. Su programación es muy amplia, con ciclos temáticos y varios festivales al año.
10 La gran pantalla de París
El símbolo del cine en París es Le Grand Rex, en el bulevar Poissonnière.Con su original estilo art déco, es la sala de cine y eventos más grande de la capital francesa.
Fue un proyecto del empresario Jacques Haik, quien ya había puesto en marcha el Olympia y lanzado a la fama al actor Charles Chaplin en el país galo.
Fue inaugurado en 1932 con la proyección de Los tres mosqueteros y en 1981 fue declarado Monumento Nacional. Además de los pases de películas, organiza circuitos de 50 minutos entre bastidores para ver cómo es un estudio de grabación y comprobar la acústica del lugar mediante una serie de efectos de sonido (gracias a un sensor que colocan a cada visitante) que convierte la visita en una experiencia única y muy divertida, sobre todo para los niños.
Más información en las guías Lonely Planet de París (mayo 2013), París de Cerca, Lo mejor de París y Mi primera Lonely Planet (para viajar en familia).
París de cine en 10 escenarios
Ruta por París con ocho escenarios de película y dos visitas para cinéfilos.
Un recorrido por París sin salir del mundo del celuloide en ocho escenarios reales y dos visitas de cine que no debemos perdernos.
01 Con Amélie Poulain por Montmartre
En 2001, el director Jean Pierre Jeunet triunfaba en las salas de todo el mundo con Amélie, una película francesa por los cuatro costados que cuenta la historia de una imaginativa joven que trabaja en el café Des Deux Moulins, desde el que contempla con curiosidad a la gente que la rodea.No es fácil saber dónde está exactamente la casa de Amélie, pero está claro que vive en la zona de Abbesses, en Montmartre, porque es esta parada de metro la que utiliza la protagonista (en realidad se rodó en la estación de Porte de Lilas, decorada como si fuese Abbeses).
Uno de los personajes de la película es el dueño de la verdulería, Monsieur Collignon, un hombre huraño que será una de las primeras víctimas de la conspiración de Amelie.
La verdadera verdulería de Collignon está en la rue des Trois Frères, justo enfrente del pequeño passage des Abbesses, una callecita con escaleras muy típica del empinado barrio de Montmartre
. En la actualidad, la tienda conserva su fachada de madera de color verde y todavía vende fruta, aunque sobre todo despacha souvenirs de referencia obligada a Amélie: desde postales de la película a gnomos como los del señor Poulain.
Escenario importante en Amélie es el Café des Deux Moulins (15, rue Lepic), con su toldo y su fachada circulares.
Permanece todavía tal y como aparece en la película, aunque sin el pequeño puesto de tabaco. Es un café con mucho encanto, que aprovecha el tirón del film; suele estar lleno de turistas.
La Basílica de Sacre Coeur tiene también mucha presencia en la película, pues acoge algunas escenas muy populares.
Por ejemplo, cuando Amélie quiere devolverle su álbum de fotos a Nino y comienza el juego en el carrusel de la feria del Square Willeten y continúa por los jardines que suben hasta la basílica, para terminar en uno de los miradores del Sagrado Corazón.
02 París frenético
En Frenético (1988), Roman Polanski convertía a Harrison Ford en un médico americano que viaja a París con su mujer para asistir a un congreso. Una serie de casualidades y errores hacen que su mujer desaparezca y el doctor Walker tenga que averiguar por su cuenta qué ha pasado con su esposa.
La película, que se desarrolla por las calles de la capital francesa, cuenta con escenas inolvidables como la de la del tiroteo final, a los pies de la estatua de la Libertad (la parisina), aprovechando los recovecos y penumbras del puente de Bir-hakeim.
El símbolo americano por excelencia es una imagen sorprendente en pleno París. Es mucho más pequeña que su hermana neoyorkina (solo mide 12 metros) y se encuentra en la isla de los Cisnes, en el Sena, cerca de la parada de metro de Grenelle (muy cerca del taller del escultor que diseñó la estatua original de Nueva York, Bartholdi). Fue un regalo de los americanos a Francia para celebrar el centenario de la Revolución Francesa, en 1889. Originalmente miraba hacia el centro de París, pero se cambió su orientación para que saludase directamente hacia su hermana mayor, tal y como quiso siempre su creador.
03 Un paseo por el Canal St-Martin
Para hacerse una idea de cómo era la vida junto al canal de St-Martin antes de que el barrio se pusiera de moda, hay que ver la película Hôtel du Nord (1938), de Marcel Carné. Un drama que arranca con un suicidio frustrado, concluye con un asesinato y cuyos protagonistas son algunos de los clientes del hotel: un obrero del canal, una prostituta, un criminal y una joven enamorada. En la actualidad, un hotel, un restaurante y una cafetería llevan su nombre.El Canal St-Martin se ha convertido en una de las zonas más agradables de París. Este tranquilo canal de 4,5 kilómetros de longitud se inauguró en1825 para proporcionar una vía fluvial entre el Sena y las zonas residenciales del noroeste de París. Emerge por debajo del suelo cerca de la Place République y sus sombreados caminos de sirga pasan por esclusas, puentes metálicos y barrios parisinos normales y corrientes. Es un lugar estupendo para dar un paseo romántico o pedalear.
Hay empresas que ofrecen circuitos en barco por el canal, una alternativa relajada y menos turística que la de los barcos del Sena.
04 Rue Mouffetard
El director Krzysztof Kieslowski ambientó Azul (1993, dentro de su trilogía Tres colores) en uno de los escenarios emblemáticos de París, el barrio Latino: desde el edifico en el que viven los protagonistas, en el cruce entre la rue Mouffetard y la rue l’Arbalète, a tiendas como la brasserie que frecuenta Julie (Juliette Binoche) debajo de su casa o los pequeños comercios de comestibles a los largo de Mouffetard, con el género expuesto en plena calle con aires de mercadillo.La rue Mouffetard, angosta, adoquinada y en pendiente, es una de las más antiguas de la capital francesa: nació como una vía romana que conectaba la ciudad con la capital del Imperio, pasando por Lyon. Desde hace siglos, carniceros, pescaderos y demás comerciantes venden sus productos en la calle, en el Marché Mouffetard. Algunas paradas más que recomendables son la Fromagerie Androuet en el número 134, con un bonito mural en la fachada, el delicattesen italiano Delizius, que vende olivas , pimientos rellenos y berenjenas en adobo, además de comida para llevar y pasta fresca y seca, o Chocolats Mococha, en el número 89, que ofrece, como si fueran joyas, ligeros y deliciosos macarons con sabor a jazmín, frambuesa y grosellas negras, así como y una apetitosa gama de chocolates. La encantadora Épicerie fina, en el número 4, vende fuagrás, dulces, aceites, vinagres, té y champán, además de menaje como botellas, jarrones y velas perfumadas, o complementos como originales llaveros y bolsos.
Otro escenario del barrio fácilmente reconocible en la película es la piscina donde Julie nada sola bajo una intensa iluminación azul. Ubicada en el número 17 de la rue de Pointoise, se trata de una piscina pública cubierta de estilo art déco
. La entrada nocturna de 10,50 euros (a partir de las 20,00 h) incluye acceso al gimnasio y la sauna.
Testimonios de talonario
La Asociación de la Prensa pide a las televisiones que no paguen entrevistas a implicados en procesos judiciales.
El exalcalde de Marbella, Julián Muñoz,
imputado por el caso Malaya y con varias condenas por causas
urbanísticas, recibió un suculento talón por sentarse ante las cámaras
de televisón y desgranar sus actividades financieras y los presuntos
delitos que las acompañaban. Rosalía García, madre de El Cuco, imputado
en el caso de Marta del Castillo, también recibió dinero de una televisión por contar la vida de su familia. Mercadear con este tipo de entrevista puede tener los días contados si prospera una iniciativa para atajar la compra de declaraciones de personas involucradas en procesos judiciales.
Este es el objetivo que se ha marcado la Federación de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE). Este organismo avanzó ayer el lanzamiento de una campaña para que los medios de comunicación, y especialmente la televisión, se comprometan a no pagar por la emisión de entrevistas a implicados en procesos judiciales.
La FAPE considera necesario evitar que personas condenadas o inmersas en pleitos con la justicia acudan a los platós a contar sus delitos y sean retribuidos por ello. “Pagar por conseguir testimonios supone deformar la causa judicial engañando al público”, explicó ayer la presidenta de la federación, Elsa González.
Pagar a los famosos para que cuenten sus andanzas en los programas de cotilleo es una práctica habitual en las cadenas de televisión, especialmente las privadas.
La feroz lucha por la audiencia entre los dos grandes operadores (Telecinco y Antena 3) les ha llevado a competir por atraer hacia sus pantallas no solo a los personajes populares sino también a personas involucradas en casos judiciales de amplio alcance mediático.
Para conseguir una “limpieza informativa”, la FAPE quiere que los medios audiovisuales renuncien a estas prácticas.
Una resolución de la Comisión de Arbitraje, Quejas y Deontología sobre la intervención retribuida de testigos y protagonistas de un proceso judicial asegura que “la comparecencia mediática de testigos y otros protagonistas del proceso mediante retribución genera una situación de riesgo tanto para la recta Administración de Justicia como para el derecho de defensa de los implicados en la causa”.
Esta comisión ha emitido este año 12 resoluciones sobre las prácticas periodísticas, una de las cuales hace referencia a la piratería audiovisual por parte de la televisión autonómica de Murcia, que, según el dictamen de los 12 miembros de la comisión, plagió informaciones para el programa El tiempo vivido.
El presidente de la comisión, Manuel Núñez Encabo, apeló ayer al periodismo ético desde la autorregulación independiente y responsable.
Frente a las multas de los tribunales, este organismo, dijo, “aplica sanciones morales”.
La entidad se presenta como una garantía para la credibilidad del periodismo y una alternativa a la regulación jurídica.
Este es el objetivo que se ha marcado la Federación de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE). Este organismo avanzó ayer el lanzamiento de una campaña para que los medios de comunicación, y especialmente la televisión, se comprometan a no pagar por la emisión de entrevistas a implicados en procesos judiciales.
La FAPE considera necesario evitar que personas condenadas o inmersas en pleitos con la justicia acudan a los platós a contar sus delitos y sean retribuidos por ello. “Pagar por conseguir testimonios supone deformar la causa judicial engañando al público”, explicó ayer la presidenta de la federación, Elsa González.
Pagar a los famosos para que cuenten sus andanzas en los programas de cotilleo es una práctica habitual en las cadenas de televisión, especialmente las privadas.
La feroz lucha por la audiencia entre los dos grandes operadores (Telecinco y Antena 3) les ha llevado a competir por atraer hacia sus pantallas no solo a los personajes populares sino también a personas involucradas en casos judiciales de amplio alcance mediático.
Para conseguir una “limpieza informativa”, la FAPE quiere que los medios audiovisuales renuncien a estas prácticas.
Una resolución de la Comisión de Arbitraje, Quejas y Deontología sobre la intervención retribuida de testigos y protagonistas de un proceso judicial asegura que “la comparecencia mediática de testigos y otros protagonistas del proceso mediante retribución genera una situación de riesgo tanto para la recta Administración de Justicia como para el derecho de defensa de los implicados en la causa”.
Esta comisión ha emitido este año 12 resoluciones sobre las prácticas periodísticas, una de las cuales hace referencia a la piratería audiovisual por parte de la televisión autonómica de Murcia, que, según el dictamen de los 12 miembros de la comisión, plagió informaciones para el programa El tiempo vivido.
El presidente de la comisión, Manuel Núñez Encabo, apeló ayer al periodismo ético desde la autorregulación independiente y responsable.
Frente a las multas de los tribunales, este organismo, dijo, “aplica sanciones morales”.
La entidad se presenta como una garantía para la credibilidad del periodismo y una alternativa a la regulación jurídica.
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