ORIGEN DE LA EXPRESIÓN “ECHAR UN POLVO”
Como casi todo el mundo sabrá, la expresión echar un polvo se utiliza
vulgarmente para referirse al acto sexual o al coito.
El origen del
dicho, con el sentido actual, se remonta a mediados del siglo XVIII,
cuando la excusa de ausencia en una reunión para unos menesteres se
cambió por otros.
Hasta entonces, era común aspirar lo que se conocía como polvo
sevillano o rapé, que era un producto elaborado por la fábrica de tabaco
hispalense. En lugar de fumar el tabaco, como se hace en la actualidad,
se esnifaba
. En las reuniones, los caballeros se retiraban a un
reservado a echar el polvo, que no era más que el consumo de aquel
producto.
A mediados del XVIII se comenzó a usar esta excusa para
ausentarse con fines más carnales, no sólo los caballeros, como es
lógico, sino uno de aquellos acompañado, habitualmente, de una dama.
Como ven, en lugar de esnifar tabaco, la pareja se daba al cariño, lo
que sin duda es mucho más sano, así que bienvenida sea la nueva
acepción de echar un polvo.
16 jul 2013
Los detectives de nuestra vida
Los detectives de nuestra vida
Por: Juan Carlos Galindo
| 16 de
julio de
2013
Ilustración de Fernando Victente para Babelia
Duros y sensibles; hombres y mujeres; amantes de la
violencia, algunos; buscadores, eternos, de la redención, todos; con un
sentido más o menos recto de la justicia; cazadores del bien o,
simplemente, castigadores del mal; guapos y gordos, listas y simplonas,
atletas y diabéticos; chulos despreciables, chulos adorables... todos,
geniales, a todos los amamos, son nuestros detectives.
Elemental participa en Tentaciones de verano
con una serie sobre los detectives de nuestra vida, esos personajes que
han marcado nuestras obras preferidas y, por qué no decirlo, nuestras
existencias.
Varios periodistas de EL PAÍS amantes de la ficción
criminal describirán lo que les apasiona de cada uno de esos
investigadores. Cada martes y jueves hasta finales de agosto.
Por las
razones que sean. Cada uno, las suyas.
Un aviso: no es una lista canónica, está
configurada por los gustos y apetencias de los que la hacemos. Habrá
sobrerepresentaciones y ausencias.
Habrá aciertos, claro.
Una petición: dejen en la sección de comentarios de este post su
detective preferido.
Este humilde bloguero se compromete a rescatar el
que más votos reciba que no haya sido seleccionado por ninguno de los
colaboradores.
“El detective ha de ser todo un hombre. Es el héroe; lo es
todo. Debe ser un hombre completo y un hombre común y al mismo tiempo un
hombre fuera de lo común.
Tiene que ser un hombre de honor, por
instinto, porque no puede evitarlo, sin dudarlo ni un instante y desde
luego sin decirlo. Tiene que ser el mejor hombre de este mundo y
suficientemente bueno para cualquier mundo”.
La descripción que da Raymond Chandler del detective en The Simple Art of Murder ha quedado ciertamente desfasada, aunque es deliciosa y define a la perfección al detective hard boiled, ese personaje surgido de los oscuros años treinta en EE UU y que da vida a un género.
El creador de Philip Marlowe, al que rendiremos homenaje en esta serie, es junto con Dasshiel Hammett y sus criaturas Sam Spade y el Agente de la Continental y Ross MacDonald con
su Lew Archer (uno de mis adorados y elegidos) quienes sentaron las
bases de un estereotipo.
Pero la vida, y la novela negra, han dado
muchas vueltas desde los primeros maestros.
Por un lado están quienes, de una u otra manera, se sienten
herederos.
La lista es amplia.
Citaremos algunos que estarán incluidos
en esta serie: el maravilloso, solitario, duro y bueno de Harry Bosch,
esa creación inigualable del inigualable Michael Connelly (al que ya hemos rendido pleitesía en el blog); el malencarado, tozudo y sentido Bernie Gunther
(misma horma que Marlowe pero llevado a la perfección por Philip Kerr a
la Alemania nazi) y, por último, el que quizás ha reunido mejor algo de
todos ellos: John Rebus, esa brutal creación de Ian Rankin.
Pero, decíamos, el mundo ha cambiado mucho y las fronteras
literarias de lo negro y criminal se han extendido
. En la década de los
sesenta y setenta, un matrimonio sueco, Maj Sjöwall y Per Wahlöö,
cambiaron las normas del género para siempre y sentaron las bases del
boom nórdico.
A su creación, ese gran profesional llamado Martin Beck, y
a algunos de sus hijos literarios, bastardos o no, dedicaremos parte de
este espacio. Sudáfrica (sí, Sudáfrica), Israel o Grecia tendrán
también su lugar. Podríamos haber incluido, por ejemplo, México (mi
querido Edgar El Zurdo Mendieta) o la Sicilia de Montalbano pero ya
avisábamos: no cabe todo, no es una lista canónica.
Las mujeres y otros oficios ajenos al detectivesco tienen
en Temperance Brennan, todo carácter y perspicacia, uno de los mejores
referentes. La forense creada por Kathy Reichs también tendrá su
artículo. Habrá otros que no, insisto. Invito a mis queridos lectores a
proponer en la sección de comentarios de este post.
Dice Ian Rankin en su prefacio a la excelente, aunque ahora un poco desfasada, Rough Guide to Crime Fiction:
“A la gente le gusta la ficción criminal porque está fascinada por las
zonas grises de la realidad; esos lugares donde las reglas de la
sociedad dejan de servir. Se preguntan qué habrían hecho en situaciones
similares.
Aprenden cómo reaccionar ante el miedo a lo desconocido.
Y,
finalmente, tienen la sensación de que de alguna manera se ha visto que
había que hacer justicia”. Eso se consigue gracias a estos personajes
geniales a los que ahora rendimos homenaje.
Lean y disfruten.
Swiming pool
Swiming poolDirector:
François Ozon. Guion: François Ozon y Emmanuéle Bernheim. Intérpretes:
Charlotte Rampling, Ludivine Sagnier y Charles Dance. Francia / Reino
Unido. 2003.
¿Qué tendrá esa chica joven y descarada para obsesionar y hacer tambalear la rectitud y seriedad de una escritora inglesa ya madura y con falta de ideas? Mezcla de ficción y realidad, (eso solo se conoce al final), Swiming pool, que conservó el título en inglés para no entrar en conflicto con La piscina, es la historia de una escritora inglesa de novela policiaca de éxito (Charlotte Rampling,58 años), que viaja a Francia, a Lubéron, a la casa de su editor para buscar inspiración para su escritura.
Una noche, la hija francesa de su editor (Ludivine Sagnier, 24 años) se presenta en la casa y da al traste con la tranquilidad de la novelista.
Rodada en inglés y francés, con este filme, François Ozon (París, 1967), uno de los directores más mimados en Francia, dejó a un lado su cine más más teatral y artificial para adentrarse en una película intimista, donde indagó en cómo llega la inspiración a los creadores.
¿Cómo se encuentra? ¿Cúando llega ese día? ¿Te conmueve? Lo que está claro es que en Swiming pool, la novelista, vacía de ideas, ve renacer su inspiración con la llegada, al principio catastrófica, de esa joven sensual y sexual.
Y de nuevo, aquí, la piscina se convierte en otra de las grandes protagonistas de la película. Es el lugar de encuentro de las dos mujeres
. Es el espacio de libertad y sexualidad, una pantalla donde todo el mundo proyecta sus fantasmas.
Aunque el filme no tiene la frescura de otros títulos de Ozon y, en momentos, puede resultar algo tedioso, la verdad es que también se ve con cierta curiosidad.
Charlotte Rampling consiguió con este papel el premio a la mejor actriz en los Premios de Cine Europeo que concede la Academia de Cine Europeo.
¿Qué tendrá esa chica joven y descarada para obsesionar y hacer tambalear la rectitud y seriedad de una escritora inglesa ya madura y con falta de ideas? Mezcla de ficción y realidad, (eso solo se conoce al final), Swiming pool, que conservó el título en inglés para no entrar en conflicto con La piscina, es la historia de una escritora inglesa de novela policiaca de éxito (Charlotte Rampling,58 años), que viaja a Francia, a Lubéron, a la casa de su editor para buscar inspiración para su escritura.
Una noche, la hija francesa de su editor (Ludivine Sagnier, 24 años) se presenta en la casa y da al traste con la tranquilidad de la novelista.
Rodada en inglés y francés, con este filme, François Ozon (París, 1967), uno de los directores más mimados en Francia, dejó a un lado su cine más más teatral y artificial para adentrarse en una película intimista, donde indagó en cómo llega la inspiración a los creadores.
¿Cómo se encuentra? ¿Cúando llega ese día? ¿Te conmueve? Lo que está claro es que en Swiming pool, la novelista, vacía de ideas, ve renacer su inspiración con la llegada, al principio catastrófica, de esa joven sensual y sexual.
Y de nuevo, aquí, la piscina se convierte en otra de las grandes protagonistas de la película. Es el lugar de encuentro de las dos mujeres
. Es el espacio de libertad y sexualidad, una pantalla donde todo el mundo proyecta sus fantasmas.
Aunque el filme no tiene la frescura de otros títulos de Ozon y, en momentos, puede resultar algo tedioso, la verdad es que también se ve con cierta curiosidad.
Charlotte Rampling consiguió con este papel el premio a la mejor actriz en los Premios de Cine Europeo que concede la Academia de Cine Europeo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)