Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

8 jun 2013

Michael Douglas solo quiere una vida normal

Por sus genes corren las adicciones que él superó pero que llevaron a su hijo a la cárcel

Su mujer, Catherine Zeta-Jones, padece un trastorno bipolar. Y él venció a un cáncer de garganta que atribuyó, con el consiguiente revuelo mediático, al sexo oral.

El actor Michael Douglas durante una rueda de prensa en la pasada edición del Festival de Cannes. / Dave J
La vida es eso que pasa mientras llegan las segundas oportunidades.
 De eso va esta historia. Michael Douglas (Nueva Jersey, 1944) se ha hecho un experto en la última década en segundas —y terceras— oportunidades.
 Sobre todo en los últimos tres años, tras superar un muy avanzado cáncer de garganta, apoyar a su mujer, Catherine Zeta-Jones, diagnosticada bipolar, y sobrellevar el encarcelamiento de su hijo mayor, Cameron.
 Y entre todas esas desgracias: paseos en familia por el neoyorquino Central Park, algún rodaje y vacaciones en Mallorca (cada vez más esporádicas), donde el actor se divide las estancias en su finca S’Estaca con su exmujer, Diandra Luker.
Es decir, Douglas realiza denodados esfuerzos por normalizar lo innormalizable desde que nació: su vida.
Tengo la sensación de haberme convertido en un hombre anuncio del cáncer de boca", dijo
Hace unos días soltaba, con toda normalidad, en una entrevista con The Guardian, que su enfermedad se había producido debido al sexo oral. “Este tipo de cáncer está causado por el HPV, que en realidad se produce a partir del cunnilingus”. Y se permitía añadir: “El cunninlingus es también la mejor cura”. Aparte de la evidente controversia, generó todo un debate médico respecto a si es o no factible esa transmisión venérea.
No es que a él le haya pasado, tuvo que matizar
. Hasta su exmujer se vio obligada a negar que ella tuviera el virus
. Él solo lo señalaba como una de las posibles razones y no lamenta haberlo hecho si así se previene, dijo, precisamente, en una gala que la American Cancer Society celebró este lunes en Nueva York. “Tengo la sensación de haberme convertido en las últimas 24 horas en un hombre anuncio del cáncer de boca. No tengo ni idea de qué causó el mío, si lo supiera, me darían un Nobel”, bromeó con los asistentes.
Días antes había recogido en el Festival de Cannes los elogios por encarnar al pianista gay Liberace en Behind the Candelabra. Probablemente, el ambicioso y viril Douglas de los años ochenta,
 el que desde Wall Street jaleaba aquello de “la codicia es buena” y saltaba de mujer en mujer en su trilogía del sexo (Atracción fatal, Instinto básico y Acoso), jamás se imaginaría que su “rejuvenecimiento” artístico llegaría rodeado de adonis rubios y lentejuelas.
Tampoco se imaginaría aquel Douglas que casi lloraría ante la prensa en la presentación de la cinta de Steven Soderbergh en Cannes.
“Para mí…”, se le quebraba la voz al hijo de Espartaco Kirk. Aguantó la respiración, golpeó la mesa y volvió a empezar. “Fue justo después de mi cáncer, este papel es un regalo.
Y estoy eternamente agradecido a todo el equipo por esperarme”.
La prensa respondió con un aplauso. ¿Un actor a punto de llorar? Normal. Quizá para otros
. Pero estamos ante el actor que en septiembre de 2010 confirmó que tenía cáncer de garganta en cuarto grado, terminal, sonriendo, entre bromas, en uno de los programas más vistos de EE UU, el show de David Letterman.
Días después de la revelación apareció en el estreno de Wall Street 2, igual de sonriente, con Catherine Zeta-Jones. El 25 de septiembre de aquel 2010, como cada año desde que se casaron en 2000, la pareja celebró su cumpleaños (los dos nacieron el mismo día, con 25 años de diferencia) en un hotel con ilustres amigos (el alcalde Bloomberg, Barbara Walters, Danny DeVito…).
Fue justo después de mi cáncer, este papel es un regalo. Y estoy eternamente agradecido a todo el equipo por esperarme
Dos meses después, en noviembre, tras ocho semanas de quimio y radioterapia, apareció con Zeta-Jones y sus hijos, Dylan (13 años) y Carys (10), en Disneyworld.
 Estaba bronceado, sonriente y, como dice Soderbergh, “ni siquiera había perdido su pelo”. En enero de 2011 volvió a la tele con razones para reír: estaba curado.
 Y aún lo está. Su mujer, en cambio, el mismo día en que Douglas casi lloraba en Cannes, salía de su segundo ingreso voluntario para tratar su bipolaridad.
 “Ella está bien”, dijo el actor, con normalidad.
“¡Me parezco a mi padre!”, grita horrorizado su Liberace en Behind the Candelabra.
 Por suerte o por desgracia para Michael, él tiene más que asumido que de su padre, de origen judío-bielorruso (Danielovitch era su apellido original), lo ha heredado todo. Por un lado está lo bueno: ese pelazo, la longevidad, la valentía. Kirk Douglas sobrevivió a un accidente de helicóptero, a un ataque al corazón y ahí está, con casi 97 años, y aún se escapa a alguna gala.
Los genes malos, en cambio, son los que transmiten esa (maldita) adicción. Michael lo cree así: él estuvo ingresado por alcoholismo en 1992, lo mismo que intenta superar su hermano, Joel; su medio hermano, Eric, murió de sobredosis en 2004, y su hijo mayor, Cameron, cumple ocho años de cárcel, desde abril de 2010, por consumo y tráfico de drogas.
“Ha sido castigado por su apellido”, recordaba en Cannes.
 “Recibió la sentencia más larga en la historia penal americana por un delito así”.
Fui un mal padre. Cometí errores, mi carrera estaba antes que mi familia
La genética puede tener la culpa, el apellido quizá no ayude, pero, al final, un Douglas tiene que apechugar. “Fui un mal padre. Cometí errores, mi carrera estaba antes que mi familia en aquella época”
. Michael repitió así lo que su padre había hecho con él. Sus ausencias durante la adolescencia de Cameron provocaron que su hijo “no haya estado sobrio desde los 13 años”. Ahora tiene 35.
Por eso cuando la vida le concedió “una segunda oportunidad de ser padre” no la desaprovechó.
“Si pudiera, les amamantaría”, llegó a decir Zeta-Jones de la relación de Michael con sus niños
. Les hace el desayuno, los lleva al cole, los recoge… Rutinas que no abandonó ni durante la enfermedad. Aunque el acoso que sufrían de los paparazi, apostados en la puerta de su casa en Central Park West, les obligó a mudarse a Westchester, a 40 minutos de Manhattan, donde han recuperado algo de la tranquilidad que tuvieron durante casi ocho años viviendo en Bermudas.
Una forzada normalidad, su vida, eso que pasa mientras acude a galas benéficas, eventos deportivos (como su campeonato anual de golf, Michael Douglas & Friends), películas
. Y de repente, un día sin programarlo, casi llora.
 Quizá eso sí que era normal.

 

Carla Bruni: Mi marido no volverá a la Política...


Fobia en el país de la fraternidad

La ley de bodas homosexuales cataliza los odios de la ultraderecha francesa.

Qué le pasa a Francia? Ella que fue Liberté Fraternité Igualité, ella que puso el Gobierno en una Comuna, y naturalmente la que hizo la Revolución Francesa, cantó la Marsellesa y quitó a La Monarquía, porque solo servía para Gastar, y no para reinar y gobernar.

Ella que hizo hasta la revolución de las semanas los meses Ella que iba quitando de enmedio desde Saint Just hasta Danton, pasando por Robespierre, no sale a luchar contra la crisis sino que le ha dado la mania de ir contra las bodas de Homexuales.

Y si hay un pais con mas esquinas y avenidas o Parques Gays es La France.

Los Franceses no dicen "me gusta" sino "amo2 yo amo el chocolate, son muy muy mariquitas para su cocina francesa o sus pasos por el Sena, hasta los clochard , no es igual un sin techo que un clochard.

La bebida ese vino francés y sus qusos  son tb muy mariquitas, de lujo en lujo. Claro que los ricos son tipo glamour y muy de Chanel, el que lo lleva ahora es tan delicado en sus colores gays que no parece la reivindicativa Coco. 

Pues nada que se casen los que quieran peras y manzanas aquí en España somos más bastos, como lo es La Botella y sus símiles.

No hay cosas para preocuparse, y entonces nos metemos con los gays que han dicho "Oui", mon amour.

Ah1 y cuanto más de derechas más hay no deben aparentar .

Aparentar que no lo son, que tortura Monsieur Le Guillotin!!!

7 jun 2013

142 inocentes pasaron por el corredor de la muerte Por: Mónica Ceberio | 07 de junio de 2013


IBAR
España no tiene ninguna asociación dedicada a defender a presos inocentes.
 Cada uno de los reclusos que pide la revisión de su pena lo hace por su cuenta y con su propio abogado. De tanto en tanto, casos como los de Rafael Ricardi -preso durante 13 años por una violación que jamás cometió- o Ahmed Tommouhi -interno durante 15 años tras una investigación plagada de irregularidades- muestran que no todos los condenados por graves delitos eran culpables.
 Pero no hay ninguna ONG dedicada a prestar asistencia jurídica a reclusos que cumplen pena en España ante casos de este tipo.
En EE UU sí existe una organización de estas características.
 Se llama Innocence Project, y sus estadísticas son espeluznantes: 307 personas han salido hasta el momento de prisión gracias a ellos y a pruebas de ADN que acreditaban sin ningún género de duda que los jueces, los fiscales y/o la policía, se equivocaron al detenerlos y condenarlos.
Pero todos ellos pasaron tiempo privados de libertad y casi perdieron la esperanza de que se hiciera justicia. Algunos llevaban 10 o 20 años en prisión.
 Otros esperaban su ejecución en el corredor de la muerte.
 El Death Penalty Information Center acredita, por otro lado, que 142 personas han sido liberadas desde 1973 después de ser condenadas a la pena capital.
Innocence Project, que funciona desde 1992, solo acepta casos en los que pueda haber restos de ADN para analizar.
Aparte de tratar cada caso concreto para ver los fallos y tratar de probar la inocencia del preso, estudian sus propias estadísticas para sacar conclusiones.
 ¿Qué lleva a condenar a un inocente? ¿Qué fallo provoca que un sistema haya encarcelado a 307 personas inocentes
? Una de las respuestas más relevantes es que más del 80% de estas condenas injustas tienen como base reconocimientos erróneos de los sospechosos por parte de víctimas y testigos del delito.
No es que estos últimos mientan; más bien, se equivocan sin querer.
 Pero lo verdaderamente peligroso es que muchas veces lo hacen por malas técnicas de los investigadores como preparar reconocimientos en rueda con cebos que apenas se parecen al sospechoso o "sugerir" quién es el culpable en un álbum policial. Una vez que al testigo se le ha metido esa cara en la cabeza y se ha convencido de que es el culpable, no hay nada que hacer, según los psicólogos del testimonio: será ese rostro el que recuerde de la noche del crimen aunque este lo haya cometido otra persona. 
La organización ha propuesto que se establezcan legislativamente reglas en la investigación que impedirían, o al menos minimizarían, prácticas que llevan inexorablemente a la condena de inocentes.
Pero solo algunos Estados de EE UU las han adoptado.
 Mientras tanto, y aparte de muchos otros argumentos en contra de la pena de muerte, uno de los que utilizan los reclusos del corredor de la muerte es la imposibilidad de que la justicia corrija este tipo de errores.
 Ningún consuelo se puede dar ya al que ha sido ejecutado.
La próxima semana, precisamente, se celebra en Madrid el V Congreso mundial contra la pena de muerte.  "¿Por qué debe lucharse contra esta condena en un país en el que no existe?", se preguntaba ayer en un acto en el Consejo General de la Abogacía Española Joaquín José Martínez, español condenado a muerte en Florida (EE UU) que abandonó el corredor de la muerte el 6 de junio de 2001.
 Lo hizo tras tres años de angustia y gracias a que logró que se celebrara un nuevo juicio en el que resultó absuelto del doble asesinato por el que había sido antes condenado.
 "Debemos pelear por lo que dijo mi padre en 1997: Yo hoy tengo a un hijo condenado.
 Mañana puede ser el vuestro.
 Mientras se imponga en cualquier país del mundo, nadie está exento de sufrirla, ni siquiera un inocente".
Cuando él salió del corredor, hace 12 años, había cinco españoles condenados a muerte en todo el mundo. Ya solo queda uno, Pablo Ibar, en EE UU. Lleva 13 años en el corredor y seis más encarcelado por un triple asesinato. Su padre, Cándido, acompañaba ayer a Joaquín José Martínez.
 El suyo es otro caso lleno de irregularidades en el que el acusado reivindica un nuevo juicio.
El abogado que defendió a Ibar en el primer proceso admitió poco después que su defensa había sido pésima y la única prueba en su contra fue un video borroso.
 Su supuesto compinche en el crimen, Seth Peñalver, ha quedado en libertad después de que se repitiera su juicio: se trata, precisamente, del liberado número 142.
 Ha sido el último en salir, según los datos del Death penalty Information Center.
 "Lo de mi hijo han sido muchos años de lucha, mucha tristeza", relataba ayer Cándido Ibar. "Lo único que pedimos es que tenga un juicio justo, como al final lo ha tenido Peñalver".

Foto: Pablo Ibar en el corredor de la muerte de una cárcel de Florida (EE UU)