En el escenario de El café hay siete personajes y ocho
tragaperras, baile maldito entre pobres diablos y las máquinas que
devoran sus desesperadas vidas y bolsillos.
El dinero, cómo no, planea
sobre esta obra que Rainer Werner Fassbinder adaptó en 1969 a partir de la comedia de Carlo Goldoni y que el brillante y autodestructivo autor de Las amargas lágrimas de Petra von Kant estreno a los 24 años, en plena efervescencia de su precoz talento.
Más de 40 años después, la purria de El café agita nuevamente un confortable patio de butacas, esta vez el del Teatro de La Abadía
de Madrid, donde se estrena bajo la dirección del británico Dan Jemmett
y en circunstancias excepcionales: ante los recortes, amenazado el
montaje, los actores que interpretan El café decidieron el
pasado mes de noviembre seguir adelante renunciando a su salario
variable (solo cobran un mínimo) y dependiendo de la taquilla.
Una
iniciativa de urgencia, insólita en un teatro público, que, según un
comunicado del elenco, les arroja “a la realidad del mercado”.
“Arriesgamos nuestro sueldo y apostamos por proyectos como este,
esperando a un público que nos escuche”, dice el grupo en un comunicado
que añade: “Un modelo de producción que deseamos que no se extienda”.
Es decir, el salario de José Luis Alcobendas, Jesús Barranco, Miguel
Cubero, Lino Ferreira, Daniel Moreno, Lidia Otón, María Pastor y Lucía
Quintana depende de un público dispuesto a conocer una obra incómoda y
agria sobre una sociedad obsesionada por el dinero y las apariencias,
codiciosa y corrupta, fea y desesperada. Un público dispuesto a recibir
golpes en lugar de caricias, dispuesto a que no se lo pongan fácil.
Un
público que, según el director de La Abadía, José Luis Gómez, es cada
vez más endeble como consecuencia de la carcoma que está dejando vacío
el tejido cultural de un país en fatal descomposición.
Según explicaron ayer, en junio de 2012 los actores de El café
firmaron el contrato con La Abadía para subir a escena la obra.
“A
finales de noviembre, la fundación Teatro de La Abadía recibía la
notificación de la cancelación de la subvención acordada que, sumada a
los sucesivos recortes a las instituciones que forman su patronato,
imposibilitaba la producción de este espectáculo. El 14 de diciembre nos
comunicaron que se cancelaba el proyecto. Es entonces cuando los
actores planteamos al teatro una propuesta de viabilidad que consiste en
arriesgar nuestro sueldo”.
Nada de esto es motivo de alegría, coincidían ayer José Luis Gómez y
el director del Círculo de Bellas Artes, Juan Barja, institución que en
paralelo al montaje celebrará un ciclo dedicado al cine de Fassbinder.
“En realidad, lo que plantea esta obra es una nueva oportunidad para
cabrearse y no una nueva manera de subvencionar a artistas vagos”,
señala el actor Daniel Moreno. “Frente al bombardeo del ‘no hay dinero’,
del ‘no se puede hacer esto ni lo otro’, nosotros dijimos ‘sí, sí se
puede’. Hay otras maneras. Dejar en el cajón este proyecto hubiera sido
contribuir a ese gran fracaso, a esa indefensión a la que nos inducen
día tras día”.
Dan Jemmett, que bajó sus honorarios, habla de un intenso “trabajo de
investigación” junto a sus actores para lograr una relectura precisa
del texto del alemán. El café, que jamás se había puesto en
escena en castellano, traducida ahora por Miguel Sáenz, nos devuelve el
nervio de Fassbinder, ese hombre tosco y suicida, romántico que recelaba
de cualquier sentimiento, que creía en un cine de “semen, sudor y
lágrimas” y que en los años sesenta forjó en un sótano de Múnich las
bases de su feroz Antiteatro.
No hay humor, dice Jemmett, en este café lleno de adictos al
juego y a la cafeína, “oportunistas, embusteros, adúlteros, mafiosos y
criados adinerados”. “La obra de Goldoni es graciosa, divertida, pero
Fassbinder básicamente se dedicada a aniquilar todo eso. Más bien hace
un retrato de algo muy parecido al infierno. Quizá hay restos de humor
pero lo que Fassbinder quería era destruir la risa fácil del teatro
burgués”.
Una obra ácida, nada complaciente con su público, pero más que nunca
necesitada de él. “No creo en la calidad literaria de esta obra, que no
funciona, si no en lo que fluye bajo su texto, un trabajo que requiere
actores radicales y apasionados”, explica Jemmett.
“Creo que esta obra
es hoy mucho más pertinente de lo que fue hace 40 años en Alemania, y
representarla aquí, pese a las disficultades, es valiente y esencial.
Aunque en los años sesenta Fassbinder deconstruyó la obra de Goldoni lo
cierto es que aquel café, su ética, todavía significaba algo para él.
Sin embargo, hoy ya no queda absolutamente nada de eso”
. Jemmett apunta
entonces a un recorte de prensa reciente como simple ejemplo de toda
esta desolación: “Hace unos días leí en un periódico inglés que un café
había puesto el anuncio de tres puestos de trabajo de camarero a siete
libras la hora.
Se presentaron 1900 personas”. No hace falta más: miles
de vidas alienadas por una desesperación que ya no distinguen entre café
o casino, entre vida o tragaperras.
27 feb 2013
El chocolate resucita a Audrey Hepburn
La informática es capaz de todo
. Incluso, de resucitar a grandes iconos del cine de todos los tiempos para promocionar, por ejemplo, barras de chocolate
. Es lo que la firma británica Galaxy ha hecho con Audrey Hepburn.
La marca de dulces ha contratado a la actriz, después de muerta, a través de sus hijos, quienes han heredado los derechos de imagen de su famosísima madre.
A través de imágenes modificadas digitalmente, la musa de la moda y el cine de los cincuenta ha dejado atrás la tumba para subirse a un coche descapotable y protagonizar un anuncio ambientado en la costa italiana de aquella década.
Los hijos de la diva, Sean Ferrer y Luca Dotti, aseguraron a través de una nota de prensa que su madre estaría “orgullosa” de la publicidad que acaba de lanzar la firma británica.
Según ellos, Audrey Hepburn “hablaba muy a menudo de su amor por el chocolate y cómo este le levantaba el ánimo”.
Las obras de Sorolla también recalan en Alicante, Elche y Xàbia
Este miércoles 27 de febrero se cumplen 150 años del nacimiento de Joaquín Sorolla.
La obra de este pintor valenciano de fama internacional saldrá de Valencia para exponerse en Alicante, Elche y Xàbia, entre otras localidades. La consejera de Cultura, María José Català, pretende dar protagonismo y vida a la marca Sorolla y "reinventar la política cultural" a través del intercambio de exposiciones entre las diferentes administraciones porque "compartir cultura siempre enriquece".
La consejera ha inaugurado esta mañana en el Museo de Bellas Artes de Gravina (MUBAG) de Alicante la exposición Clotilde de Sorolla, un homenaje a la esposa del pintor Clotilde García del Castilllo a través de 147 obras, entre lienzos, dibujos, fotografías y objetos personales.
La exposición cuyas obras son de "alta calidad y una poderosa intimidad", en palabras de la directora del Museo Sorolla, Consuelo Luca de Tena, se podrá visitar en Alicante hasta el 14 de abril.
La muestra recoge cronológicamente aspectos como el noviazgo de la pareja, sus primeros años de matrimonio, el nacimiento de sus hijos, el reconocimiento internacional de Sorolla, los cuidados de Clotilde a su esposo enfermo, la repercusión de la muerte del pintor o la vida de su mujer como viuda, que legó al Estado la casa y las colecciones del artista para hacer un museo en su memoria.
La exposición se completa asimismo con una serie de objetos personales de la familia, cartas, cuadernos y documentos e incluye la edición de un catálogo que recoge diversas obras del maestro, así como artículos que ahondan en la faceta personal de Clotilde García del Castillo, en la relación con su esposo Joaquín Sorolla y en su papel como fundadora del actual museo.
La obra de este pintor valenciano de fama internacional saldrá de Valencia para exponerse en Alicante, Elche y Xàbia, entre otras localidades. La consejera de Cultura, María José Català, pretende dar protagonismo y vida a la marca Sorolla y "reinventar la política cultural" a través del intercambio de exposiciones entre las diferentes administraciones porque "compartir cultura siempre enriquece".
La consejera ha inaugurado esta mañana en el Museo de Bellas Artes de Gravina (MUBAG) de Alicante la exposición Clotilde de Sorolla, un homenaje a la esposa del pintor Clotilde García del Castilllo a través de 147 obras, entre lienzos, dibujos, fotografías y objetos personales.
La exposición cuyas obras son de "alta calidad y una poderosa intimidad", en palabras de la directora del Museo Sorolla, Consuelo Luca de Tena, se podrá visitar en Alicante hasta el 14 de abril.
La muestra recoge cronológicamente aspectos como el noviazgo de la pareja, sus primeros años de matrimonio, el nacimiento de sus hijos, el reconocimiento internacional de Sorolla, los cuidados de Clotilde a su esposo enfermo, la repercusión de la muerte del pintor o la vida de su mujer como viuda, que legó al Estado la casa y las colecciones del artista para hacer un museo en su memoria.
La exposición se completa asimismo con una serie de objetos personales de la familia, cartas, cuadernos y documentos e incluye la edición de un catálogo que recoge diversas obras del maestro, así como artículos que ahondan en la faceta personal de Clotilde García del Castillo, en la relación con su esposo Joaquín Sorolla y en su papel como fundadora del actual museo.
Maria Asquerino, la mujer y artista más amada por sus amigos, ha muerto
Fallece a los 85 años la actriz María Asquerino.
Fue una de las más sobresalientes en el teatro y cine español de la posguerra.
María Serrano Muro, conocida como María Asquerino,
aunque al principio de su carrera se hizo llamar durante años Maruja
Asquerino, falleció anoche en la Fundación Jiménez Díaz, de Madrid, por
una complicación respiratoria.
Nacida en Madrid el 25 de noviembre de 1925, era hija de los actores Mariano Asquerino y Eloisa Muro (cuyos padres también eran cómicos).
Debutó en teatro con tan sólo trece años junto a sus padres en San Sebastián, pasando poco después a la compañía del teatro de la Comedia de Madrid
. Siempre compaginó su carrera cinematográfica, que comenzó en Porque te vi llorar (1941) de Juan de Orduña, con sus muchas apariciones en teatro y televisión.
Trabajó bajo las órdenes de los más destacados directores del cine español en distintas épocas, como Luis Buñuel, Rafael Gil, José Antonio Nieves Conde, José Mª Forqué, Fernando Fernán Gómez, José Luis Garci, Álex de la Iglesia o Agustín Díaz Yanes
. En teatro triunfó con papeles en obras de Antonio Gala, Benet i Jornet, Bernard Maria Koltés, Antonio Buero Vallejo, Ionesco y bajo la dirección de profesionales como José Luis Alonso, Jaime Azpilicueta, Josefina Molina, Lluis Pascual y Carles Alfaro.
Con este último hizo su último trabajo escénico en Tío Vania, de Chéjov.
Su actividad profesional, hasta hace cuatro años, cuando decidió retirarse porque “ya está bien de hacer el tonto”, la convirtió en una de las profesionales más admiradas del cine español.
Una de sus grandes contribuciones al cine español fue el desgarrado personaje de Pili interpretado en Surcos (1951) de José Antonio Nieves Conde, con el que demostró ser equiparable a las grandes actrices del neorrealismo italiano, tanto en belleza como en intensidad dramática, y por cuyo trabajo obtuvo la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid y la estatuilla de la prestigiosa revista de cine Triunfo.
María Asquerino intervino en más de 80 películas.
Destacan, además de Surcos, Goya, historia de una soledad (1971) de Nino Quevedo, con la que ganó el Premio del Círculo de Escritores Cinematográficos,
El oscuro objeto del deseo de Luis Buñuel, El juego de la verdad, de José María Forqué, Tarde de toros de Ladislao Wajda, Mambrú se fue a la guerra de Fernando Fernán-Gómez, cuya interpretación le valió el Premio a la Mejor Actriz en el Festival Internacional de Cartagena de Indias (Colombia), El Mar y el tiempo, también de Fernán-Gómez por la que obtiene el Goya a la Mejor Actriz de Reparto y Fuera de Juego, del mismo director
. En sus memorias escritas en los años ochenta confesó que estuvo profundamente enamorada de Fernán-Gómez y que siempre se arrepintió de no haber tenido un hijo con él.
En ese mismo libro, Memorias, publicado en 1987, y que en los últimos años acarició la idea de ampliar y reeditar, Asquerino deja claro que era símbolo de una mujer libre que vivió intensamente, aunque ella afirmó: “Lo cierto es que he sido bastante moderada en todo, la única barbaridad que hice fue casarme..
. Lo que pasa es que me han tocado papeles de mujer fuerte, malvada, generalmente con un cigarrillo en la boca”.
Pero lo cierto es que ella siempre fue considerada libre, moderna y todo un símbolo de la noche madrileña, sobre todo por su afición a las tertulias que mantuvo con numerosos compañeros y compañeras primero en el café Gijón, luego en el Oliver y finalmente en el Bocaccio, donde llegó a tener una mesa que siempre se reservaba para ella y que compartía con amigos como José Luis Balbín, José Luis Coll, Juan Diego y otros muchos.
En los últimos años se quejaba mucho de que no hubiera un sitio en Madrid donde los cómicos se reunieran a la salida de los teatros a hablar
. Ella se conformaba con ir al bar del Teatro Español donde decía que la trataban muy bien y siempre tenía compañeros de oficio con los que charlar. A fin de cuentas ella siempre dijo que la calle le gustaba mucho y tenía la tradición de no comer a mediodía y salir a cenar.
Llegó a comentar en alguna ocasión que si al morir la llevaban a algún teatro quería que fuera a ese teatro, donde se subió una de las últimas veces a un escenario para participar en la lectura de Don Juan dirigida por Mario Gas.
Asquerino intervino en pequeños papeles en los grandes éxitos de Agustina de Aragón y Pequeñeces, y demostró sus grandes dotes para el cante interpretando el bolero Obsesión en La vida en un bloc
. En la última década trabajó con Agustín Díaz Yanes en Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, con Álex de la Iglesia en Muertos de risa y La Comunidad y con José Luis Garci en Tío Vivo c.1950.
En televisión se puso en muchas ocasiones a las órdenes de Pilar Miró en espacios teatrales, con obras como Una mujer cualquiera de Miguel Mihura, La enemiga de Niccodemi, Diálogo de Carmelitas, Sur, Mesas separadas, El Marqués de Sotoancho
. Fue destacada su participación en series como Sonatas de Valle Inclán, Anillos de Oro de Ana Diosdado, Página de Sucesos de Antonio Giménez-Rico, Cómicos realizada por Francisco Abad y La habitación del niño dirigida por Alex de la Iglesia.
Entre sus éxitos teatrales destacan Una muchachita de Valladolid de Joaquín Calvo Sotelo, con Alberto Closas; El comprador de horas de Jacques Deval, con Adolfo Marsillach; y Trampa para un hombre solo de Robert Thomas en el Teatro de la Zarzuela de Madrid. Posteriormente interviene en el Festival de las Naciones de París, que se celebra en el Teatro Sarah Bernhardt de aquella ciudad con La bella malmaridada de Lope de Vega, bajo la dirección de José Luis Alonso.
En 1963 viaja a Buenos Aires para representar La feria de Cuernicabra de Alfredo Mañas, en el Teatro Odeón, y el musical El otro yo de Marcela con Alfredo Alaria, en el Teatro Nacional. Graba doce obras de teatro para la televisión argentina.
A su regreso a España interpreta en el Teatro Español de Madrid El zapato de raso de Paul Claudel, dirigida por José Luis Alonso y Sola en la oscuridad dirigida por Jaime Azpilicueta. Participa en la I Campaña Nacional de Teatro con Los chismes del pueblo de Goldoni, Un marido de ida y vuelta de Enrique Jardiel Poncela y La verdad sospechosa de Ruiz de Alarcón.
En 1970 estrena en Madrid El sueño de la razón de Buero Vallejo, con José Bódalo; O.K. de Isaac Chocrón; La cornada de Alfonso Sastre y La piedad de noviembre (sobre el presunto asesino de John F. Kennedy) ambas dirigidas por Adolfo Marsillach. Se traslada a Barcelona en cuyo Teatro Nacional permanece la temporada 1971-72 con El caballero de Olmedo de Lope de Vega, dirigida por Ricard Salvat; Exiliados de Joyce, dirigida por Antoni Chic; y Espejo para dos mujeres de Jaime Salom, dirigida por José Mª Loperena.
De nuevo en Madrid interpreta El matrimonio del señor Missisipi de Durrenmatt, con Jesús Puente.
En 1973 estrena en el Teatro Eslava Anillos para una dama de Antonio Gala, la obra que le dio popularidad y fama con su papel de doña Jimena, viuda del Cid. María Asquerino, vestida con un llamativo traje de Elio Berhanyer, se paseaba por el escenario con una cinta de raso que cubría discretamente su pecho.
Una vez muerto Franco, se eliminó dicha cinta dejando al descubierto su busto... José Luis Alonso dirigió a María con la seguridad de que el personaje y la actriz se entremezclaban sin límites
. En uno de los muchos homenajes que recibió, Antonio Gala escribió un soneto, en el que decía en algunos versos: "Altanera la frente, triunfadora / La mano acaricia o despedaza, / Dos lumbres en los ojos de amenaza, / Que sólo ante el amor se rinde y llora. / Tan hecha estás de vida y de agonía, / Tan en su casa se halla en ti Jimena, / Que ya eres más Jimena que María"
Participa en el Motín de Brujas, de Benet y Jornet, dirigida por Josefina Molina, en el Centro Dramático Nacional; Filomena Maturano de Eduardo de Filippo, La gaviota de Chejov, en el Bellas Artes, dirigida por Manuel Collado; La reina castiza de Valle Inclán; y en Tirante el blanco con versión de Francisco Nieva.
En 1988 estrena Las damas del jueves de Loléh Bellon, producida y adaptada por Luis de Castro, con dirección de Manuel Collado.
Continúa trabajando en Triple retrato dirigida por Jaroslaw Bielski; Hipólito de Eurípides, dirigida por Emilio Hernández; y Balada de los tres inocentes de Pedro Mario Herrero, dirigida por José Luis Sáiz. En 2001 estrena Las señoritas de Avignon de Jaime Salom, dirigida por Ángel Fernández Montesinos.
Sus últimas apariciones han sido en el Teatro María Guerrero del Centro Dramático Nacional: Roberto Zucco de Koltés, bajo la dirección de Lluis Pascual; Flor de otoño de Rodríguez Méndez con dirección de Ignacio García; y Tío Vania de Chejov en una personal versión de Carles Alfaro.
Entre su filmografía hay casi ochenta películas, desde la primera en 1941 (Porque te vi llorar de Juan de Orduña) hasta la última en 2009 (Pagafantas de Borja Cobeaga), pasando por algunas míticas como Don Juan, de José Luis Sáenz de Heredia, Pequeñeces, Agustina de Aragón, de Juan de Orduña, Séptima página, de Ladislao Vajda, y sobre todo Surcos, de José Antonio Nieves Conde.
A lo largo de su trayectoria recibió numerosos galardones.
Uno de los que le hizo más ilusión fue el Premio de la Unión de Actores a toda una vida, porque afirmaba que tenía especial importancia al habérselo concedido sus compañeros.
Nacida en Madrid el 25 de noviembre de 1925, era hija de los actores Mariano Asquerino y Eloisa Muro (cuyos padres también eran cómicos).
Debutó en teatro con tan sólo trece años junto a sus padres en San Sebastián, pasando poco después a la compañía del teatro de la Comedia de Madrid
. Siempre compaginó su carrera cinematográfica, que comenzó en Porque te vi llorar (1941) de Juan de Orduña, con sus muchas apariciones en teatro y televisión.
Trabajó bajo las órdenes de los más destacados directores del cine español en distintas épocas, como Luis Buñuel, Rafael Gil, José Antonio Nieves Conde, José Mª Forqué, Fernando Fernán Gómez, José Luis Garci, Álex de la Iglesia o Agustín Díaz Yanes
. En teatro triunfó con papeles en obras de Antonio Gala, Benet i Jornet, Bernard Maria Koltés, Antonio Buero Vallejo, Ionesco y bajo la dirección de profesionales como José Luis Alonso, Jaime Azpilicueta, Josefina Molina, Lluis Pascual y Carles Alfaro.
Con este último hizo su último trabajo escénico en Tío Vania, de Chéjov.
Su actividad profesional, hasta hace cuatro años, cuando decidió retirarse porque “ya está bien de hacer el tonto”, la convirtió en una de las profesionales más admiradas del cine español.
Una de sus grandes contribuciones al cine español fue el desgarrado personaje de Pili interpretado en Surcos (1951) de José Antonio Nieves Conde, con el que demostró ser equiparable a las grandes actrices del neorrealismo italiano, tanto en belleza como en intensidad dramática, y por cuyo trabajo obtuvo la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid y la estatuilla de la prestigiosa revista de cine Triunfo.
María Asquerino intervino en más de 80 películas.
Destacan, además de Surcos, Goya, historia de una soledad (1971) de Nino Quevedo, con la que ganó el Premio del Círculo de Escritores Cinematográficos,
El oscuro objeto del deseo de Luis Buñuel, El juego de la verdad, de José María Forqué, Tarde de toros de Ladislao Wajda, Mambrú se fue a la guerra de Fernando Fernán-Gómez, cuya interpretación le valió el Premio a la Mejor Actriz en el Festival Internacional de Cartagena de Indias (Colombia), El Mar y el tiempo, también de Fernán-Gómez por la que obtiene el Goya a la Mejor Actriz de Reparto y Fuera de Juego, del mismo director
. En sus memorias escritas en los años ochenta confesó que estuvo profundamente enamorada de Fernán-Gómez y que siempre se arrepintió de no haber tenido un hijo con él.
En ese mismo libro, Memorias, publicado en 1987, y que en los últimos años acarició la idea de ampliar y reeditar, Asquerino deja claro que era símbolo de una mujer libre que vivió intensamente, aunque ella afirmó: “Lo cierto es que he sido bastante moderada en todo, la única barbaridad que hice fue casarme..
. Lo que pasa es que me han tocado papeles de mujer fuerte, malvada, generalmente con un cigarrillo en la boca”.
Pero lo cierto es que ella siempre fue considerada libre, moderna y todo un símbolo de la noche madrileña, sobre todo por su afición a las tertulias que mantuvo con numerosos compañeros y compañeras primero en el café Gijón, luego en el Oliver y finalmente en el Bocaccio, donde llegó a tener una mesa que siempre se reservaba para ella y que compartía con amigos como José Luis Balbín, José Luis Coll, Juan Diego y otros muchos.
En los últimos años se quejaba mucho de que no hubiera un sitio en Madrid donde los cómicos se reunieran a la salida de los teatros a hablar
. Ella se conformaba con ir al bar del Teatro Español donde decía que la trataban muy bien y siempre tenía compañeros de oficio con los que charlar. A fin de cuentas ella siempre dijo que la calle le gustaba mucho y tenía la tradición de no comer a mediodía y salir a cenar.
Llegó a comentar en alguna ocasión que si al morir la llevaban a algún teatro quería que fuera a ese teatro, donde se subió una de las últimas veces a un escenario para participar en la lectura de Don Juan dirigida por Mario Gas.
Asquerino intervino en pequeños papeles en los grandes éxitos de Agustina de Aragón y Pequeñeces, y demostró sus grandes dotes para el cante interpretando el bolero Obsesión en La vida en un bloc
. En la última década trabajó con Agustín Díaz Yanes en Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, con Álex de la Iglesia en Muertos de risa y La Comunidad y con José Luis Garci en Tío Vivo c.1950.
En televisión se puso en muchas ocasiones a las órdenes de Pilar Miró en espacios teatrales, con obras como Una mujer cualquiera de Miguel Mihura, La enemiga de Niccodemi, Diálogo de Carmelitas, Sur, Mesas separadas, El Marqués de Sotoancho
. Fue destacada su participación en series como Sonatas de Valle Inclán, Anillos de Oro de Ana Diosdado, Página de Sucesos de Antonio Giménez-Rico, Cómicos realizada por Francisco Abad y La habitación del niño dirigida por Alex de la Iglesia.
Entre sus éxitos teatrales destacan Una muchachita de Valladolid de Joaquín Calvo Sotelo, con Alberto Closas; El comprador de horas de Jacques Deval, con Adolfo Marsillach; y Trampa para un hombre solo de Robert Thomas en el Teatro de la Zarzuela de Madrid. Posteriormente interviene en el Festival de las Naciones de París, que se celebra en el Teatro Sarah Bernhardt de aquella ciudad con La bella malmaridada de Lope de Vega, bajo la dirección de José Luis Alonso.
En 1963 viaja a Buenos Aires para representar La feria de Cuernicabra de Alfredo Mañas, en el Teatro Odeón, y el musical El otro yo de Marcela con Alfredo Alaria, en el Teatro Nacional. Graba doce obras de teatro para la televisión argentina.
A su regreso a España interpreta en el Teatro Español de Madrid El zapato de raso de Paul Claudel, dirigida por José Luis Alonso y Sola en la oscuridad dirigida por Jaime Azpilicueta. Participa en la I Campaña Nacional de Teatro con Los chismes del pueblo de Goldoni, Un marido de ida y vuelta de Enrique Jardiel Poncela y La verdad sospechosa de Ruiz de Alarcón.
En 1970 estrena en Madrid El sueño de la razón de Buero Vallejo, con José Bódalo; O.K. de Isaac Chocrón; La cornada de Alfonso Sastre y La piedad de noviembre (sobre el presunto asesino de John F. Kennedy) ambas dirigidas por Adolfo Marsillach. Se traslada a Barcelona en cuyo Teatro Nacional permanece la temporada 1971-72 con El caballero de Olmedo de Lope de Vega, dirigida por Ricard Salvat; Exiliados de Joyce, dirigida por Antoni Chic; y Espejo para dos mujeres de Jaime Salom, dirigida por José Mª Loperena.
De nuevo en Madrid interpreta El matrimonio del señor Missisipi de Durrenmatt, con Jesús Puente.
En 1973 estrena en el Teatro Eslava Anillos para una dama de Antonio Gala, la obra que le dio popularidad y fama con su papel de doña Jimena, viuda del Cid. María Asquerino, vestida con un llamativo traje de Elio Berhanyer, se paseaba por el escenario con una cinta de raso que cubría discretamente su pecho.
Una vez muerto Franco, se eliminó dicha cinta dejando al descubierto su busto... José Luis Alonso dirigió a María con la seguridad de que el personaje y la actriz se entremezclaban sin límites
. En uno de los muchos homenajes que recibió, Antonio Gala escribió un soneto, en el que decía en algunos versos: "Altanera la frente, triunfadora / La mano acaricia o despedaza, / Dos lumbres en los ojos de amenaza, / Que sólo ante el amor se rinde y llora. / Tan hecha estás de vida y de agonía, / Tan en su casa se halla en ti Jimena, / Que ya eres más Jimena que María"
Participa en el Motín de Brujas, de Benet y Jornet, dirigida por Josefina Molina, en el Centro Dramático Nacional; Filomena Maturano de Eduardo de Filippo, La gaviota de Chejov, en el Bellas Artes, dirigida por Manuel Collado; La reina castiza de Valle Inclán; y en Tirante el blanco con versión de Francisco Nieva.
En 1988 estrena Las damas del jueves de Loléh Bellon, producida y adaptada por Luis de Castro, con dirección de Manuel Collado.
Continúa trabajando en Triple retrato dirigida por Jaroslaw Bielski; Hipólito de Eurípides, dirigida por Emilio Hernández; y Balada de los tres inocentes de Pedro Mario Herrero, dirigida por José Luis Sáiz. En 2001 estrena Las señoritas de Avignon de Jaime Salom, dirigida por Ángel Fernández Montesinos.
Sus últimas apariciones han sido en el Teatro María Guerrero del Centro Dramático Nacional: Roberto Zucco de Koltés, bajo la dirección de Lluis Pascual; Flor de otoño de Rodríguez Méndez con dirección de Ignacio García; y Tío Vania de Chejov en una personal versión de Carles Alfaro.
Entre su filmografía hay casi ochenta películas, desde la primera en 1941 (Porque te vi llorar de Juan de Orduña) hasta la última en 2009 (Pagafantas de Borja Cobeaga), pasando por algunas míticas como Don Juan, de José Luis Sáenz de Heredia, Pequeñeces, Agustina de Aragón, de Juan de Orduña, Séptima página, de Ladislao Vajda, y sobre todo Surcos, de José Antonio Nieves Conde.
A lo largo de su trayectoria recibió numerosos galardones.
Uno de los que le hizo más ilusión fue el Premio de la Unión de Actores a toda una vida, porque afirmaba que tenía especial importancia al habérselo concedido sus compañeros.
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