Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

8 ene 2013

Seguidores del 15-M y la cultura libre en Internet ponen en marcha el Partido X


Partido X, partido del futuro. / EL PAÍS

Wikigobierno, Iniciativas Legislativas Populares, participación directa de los ciudadanos en la elaboración de las leyes, transparencia...
 E Internet como herramienta de trabajo.
Con estos mimbres ve hoy la luz el Partido X-Partido del Futuro, una nueva formación política alumbrada por seguidores del 15-M y de los movimientos que preconizan la cultura y el software libres. Su programa lo sintetizan en una frase: Democracia y punto
. La formación fue inscrita en el registro de partidos políticos del Ministerio del Interior el pasado 17 de diciembre
. Hoy será presentada en el espacio en el que se ha gestado: la red.
El Partido X nace con la vocación de trasladar a España experiencias de intervención ciudadana en la gestión política como los gabinetes digitales de Rio Grande do Sul, en Brasil, y de la capital islandesa, Reykjavik (Better Reykjavik). “Las migajas de la democracia no son suficientes”, dice por teléfono una integrante de esta plataforma, que no quiere ser identificada como portavoz.
Los que impulsan este partido abogan por el anonimato.
 Esconden sus identidades hasta que llegue el momento de presentarse a unas elecciones.
 “No queremos caer en la lógica personalista de los partidos”, proclaman.
Defienden que lo importante son las propuestas y el trabajo.
 Pretenden catalizar iniciativas y propuestas de la sociedad civil (incorporan en su programa aportaciones de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca en materia de Vivienda o la propuesta alternativa a la privatización del Comité Profesional Sanitario de Madrid en materia de Sanidad). Quieren construir su programa de forma colaborativa.
Entre las 90 personas que llevan más de un año en el proyecto hay gente muy activa de los movimientos ciudadanos.
 “Somos hijos de un momento histórico en el que hay dos grandes revoluciones: el 15-M, y la red como espacio para organizarse”, dice la no portavoz.
Dejan claro que no son el partido del 15-M. “El 15-M no quiere ser un partido”, afirman en el vídeo que hoy presentan. “Ni quiere, ni puede ser representado”.
Ni diputados, ni señorías. Empleados públicos al servicio del bien común”
Más que ideología, propugnan un método: “Una forma de hacer abierta, horizontal, transparente, cooperativa y respetuosa”, dicen en su web (http://partidodelfuturo.net), que se activará a las diez de la mañana de hoy.
 Abogan por las demandas sociales que recorren las mareas de protesta en España, pero también recogen “demandas liberales de sistemas más eficientes”.
“Para que nos hicieran caso los políticos teníamos que ser una competencia real para ellos”.
No es seguro que vayan a presentarse a las próximas elecciones, depende de los apoyos que recaben. ¿Puede acabar todo en un mero fuego artificial de Internet?:
“Es un riesgo que asumimos”, responde la no portavoz.
 En el vídeo de presentación definen cómo deberían ser los políticos: “Ni diputados, ni señorías. Empleados públicos al servicio del bien común”

7 ene 2013

Chanel Nº 5 y Brad Pit


Brad Pitt, en la campaña publicitaria del mítico perfume femenino Chanel Nº 5 / CORDON PRESS

Promocionar una fragancia es una tarea complicada. ¿Cómo explicar mediante un formato visual las virtudes de un olor? El recurso más simple y efectivo es asociar el perfume a un famoso y venderlo incluso antes de que entre en juego el olfato.
 Durante la temporada navideña no solo se sufren indigestiones alimenticias, cada año nos trae un empacho de celebridades poniendo cara a diferentes perfumes.
 Estas fiestas hemos visto a Gwyneth Paltrow en Hugo Boss, Charlize Theron y Natalie Portman en Dior, Kristen Stewart en Balenciaga, Julia Roberts en Lancôme y Brad Pitt en Chanel Nº 5, este último con un spot que ha sido uno de los más ridiculizados de 2012.
 A esta tendencia publicitaria se une el boom de las fragancias diseñadas (o algo parecido) por alguna cara conocida. Justin Bieber, Lady Gaga, Madonna, Jennifer Lopez o David Bustamante son algunos de los que últimamente han lanzado sus propios aromas.
El fenómeno se puso en marcha en 1991, con White Diamonds de Elizabeth Taylor, un clásico todavía hoy récord de ventas.
 En algo más de veinte años se ha transformado un negocio lucrativo que tienta a todo tipo de figuras.
 Desde la estrella de telerrealidad Kim Kardashian con el simple y floral Glam a Jane Birkin, que colaboró con la casa británica Miller Harris en la creación de L’Air de Rien, para reproducir olores tan poco comunes en la industria como el de las bibliotecas polvorientas, el pelo de su hermano, la pipa de su padre y las casas antiguas
. Según la base de datos Fragrances of the World durante el año que acaba de finalizar se han puesto a la venta 73 perfumes creados o respaldados por un famoso.
 Hace una década el panorama era muy diferente, con una media de nueve perfumes en el mercado por año.
Es inevitable que muchos de estos perfumes acaben languideciendo en los saldos de los grandes almacenes, pero un pequeño grupo consigue mantenerse como constantes súper ventas
. Dos ejemplos son Lovely de Sarah Jessica Parker y la línea de Jennifer Lopez producida por Coty, que con ganancias de unos 60 millones de euros en los últimos diez años le ha proporcionado más beneficios que los conseguidos a través de su larga trayectoria como actriz y cantante.
La oferta hoy es tan amplia y competitiva que no basta con sonreír, hacerse una foto bonita y sentarse a hacer caja.
 Hay quien en un mercado más asequible que el de las firmas de lujo prefiere posicionarse en la franja más alta del mercado.
 Este el caso de la diseñadora y mujer de Mick Jagger L’Wren Scott, que comercializa su fragancia a unos 150 euros. Otros han descubierto el tirón dentro del público masculino: David Beckham y Justin Bieber y el 007 de Daniel Craig venden sus olores favoritos y el atleta paralímpico Oscar Pistorious es la imagen de A*Men Pure Shot de Thierry Mugler.
Por otra parte, las maniobras publicitarias se vuelven aún más elaboradas
. Lady Gaga se tatuó la parte de atrás de la cabeza durante el lanzamiento de Fame en el museo Guggenheim de Nueva York frente a cientos de invitados y la rapera Nicki Minaj no quiso lanzar su fragancia hasta que sus fans no convirtiesen su nombre en trending topic de Twitter.
Logró su objetivo en 10 minutos.
 Unas argucias que no serán las últimas sorpresas en este campo. Para este año que acaba de empezar están programados los perfumes de los ídolos adolescentes One Direction y la estilista y ex directora del Vogue Paris Carine Roitfeld.

"los Miserables" entre romper el ritmo bruscamente y la sensación triste de un proyecto convertido en fracaso

Canción sin emoción

Anne Hathaway en 'Los Miserables'
Soy el primero en dejarme llevar en ocasiones por el poder del hype, pero las expectativas que soy consciente que algunas personas tienen con ‘Los miserables’ se sale de toda escala, siendo una decepción todo aquello que no equivalga a un segundo advenimiento de Jesucristo, y ya siento deciros que el nuevo trabajo de Tom Hooper está muy lejos de estar a ese nivel.
 De hecho, no tengo reparo alguno en asegurar que la indiferencia fue el sentimiento que más despertó en mi persona, algo difícilmente perdonable en un largometraje en el que las canciones son la gran estrella de la función. Es cierto que la función emocional de la música varía mucho según nuestro estado de ánimo, pero me cuesta creer que ninguna buena canción busque dejar indiferente a su oyente.
Nada más lejos de mi intención está el criticar las canciones originales de la obra teatral, ya que son extremadamente pegadizas y en sus letras hay material suficiente para que
‘Los miserables’ hubiera conseguido su objetivo de tocarnos la fibra sensible, pero no es el caso. ¿Qué es lo que sucede?
 Puede sonar contradictorio, pero las canciones son al mismo tiempo omnipresentes y – relativamente- secundarias
. Hooper no parece confiar lo suficiente en el poder de la música y aligera el dramatismo de la mayoría de ellas. Tal vez sea un peaje de rodar las escenas en directo y los protagonistas no quisieron dejarse llevar por el torrente emocional de los temas que interpretaban, pero en muchas ocasiones son simplemente actores que cantan en lugar de recitar sus diálogos.
 Hay excepciones, ya sea gracias a la persona que lo interpreta, porque alguna situación sigue funcionando perfectamente así o porque Hooper finalmente se deja llevar por la fuerza de las canciones, pero esos oasis ocasionales sólo sirven para refrendar la extraña indiferencia que despiertan el resto.

Una dirección del montón

Russell Crowe en 'Los Miserables'
Los trabajos previos de Tom Hooper no invitaban a pensar en un trabajo de puesta en escena memorable. Acusado por algunos de telefílmico por su académico trabajo en ‘El discurso del rey‘ (The King´s Speech, 2010) e ignorado por muchos en ‘The Damned United‘ (2009), aún hoy su mejor película – aunque más por el trabajo de los actores y la fuerza de la historia-, no tengo el placer de haber visto su ópera prima, pero todo indica que está totalmente alejado de la grandilocuencia característica de los musicales.
 ¿Cuál fue entonces el motivo de su contratación más allá del sorprendente Oscar que se había llevado para casa? Aún tengo mis dudas, pero lo que queda claro tras ver ‘Los miserables’ es que los productores se equivocaron al elegirlo.
No todo son pegas en el trabajo de Hooper, ya que sí demuestra su capacidad en instantes ocasionales, en especial cuando apuesta por la intimidad en ciertas canciones a través de los primeros planos sostenidos – una forma previsible pero efectiva para resaltar su componente emocional- o algunos momentos para resaltar la superioridad de Javert sobre Valjean, pero ahí acaban sus logros.
 La tónica dominante del resto se balancea entre pasar completamente desapercibido y los movimientos de cámara alocados que restan empaque a lo que vemos en lugar de insuflar esa energía que la película suplica cada dos por tres, por no mencionar los instantes en los que está a punto de provocar innecesarios mareos en el espectador.

Los Miserables

Un esforzado reparto

Hugh Jackman en 'Los Miserables'
El a priori impecable reparto de ‘Los miserables’ no tiene demasiada culpa de que la película haya acabado siendo un espectáculo muy por debajo de sus posibilidades, pero sí es cierto que su tendencia a actuar en lugar de dejarse llevar por las canciones – hay que recordar que las canciones se grabaron en el momento y no a posteriori- resta mucha fuerza al conjunto.
 Mucho se habló de la presencia de Anne Hathaway cuando se lanzó el primer tráiler, ya que su desgarrada voz era muy llamativa, pero luego sólo esa canción suya realmente consigue llegar al corazón del público.
 Sin embargo, la cosa es mucho peor en el caso de los personajes interpretados por Amanda Seyfried y Eddie Redmayne, ya que la trama amorosa que comparten ya es de por sí uno de los puntos más débiles del guión de William Nicholson – se ven una vez a lo lejos y ya están perdidamente enamorados-, y eso destruye cualquier implicación personal por mi parte.
Por su parte, Hugh Jackman y Russell Crowe cumplen a la perfección en el apartado vocal y mostrando las algo esquemáticas motivaciones de sus personajes, pero este punto, escasamente trabajado por Nicholson – al igual que el sentimiento revolucionario del pueblo francés previo a su alzamiento-, también afecta a su trabajo, ya que rara vez consiguen trascender esas limitaciones, aunque no es porque no den lo mejor de sí para lograrlo.
 Las grandes excepciones son una Samantha Barks que consigue que ignoremos el excesivo pagafantismo de Eponine, papel que ya interpretó en el teatro, y un Sacha Baron Cohen, correctamente secundado por Helena Bonham Carter como su esposa, a caballo entre lo simpático y lo gracioso como el mordaz delincuente al que interpreta.
Samantha Barks en 'Los Miserables'
En definitiva, ‘Los miserables’ es un musical que sólo en raras ocasiones – la interpretación de ‘On my own’ por parte de Samantha Barks- consigue transmitir al espectador las emociones latentes en sus muy pegadizas canciones.
 Nada malo puede decirse de unos actores que intentan dar lo mejor de sí para convertir a la película en un musical legendario, pero el errático trabajo de Tom Hooper tras las cámaras y la incapacidad para enganchar a un espectador primerizo – sospecho que los habrá ya vendidos de antemano ante lo que verán en pantalla- por parte de un guión que nunca crea el caldo de cultivo necesario para revolvernos por dentro acaba convirtiendo las excesivas dos horas y media de metraje en una experiencia mucho más vulgar de lo que aparenta.