Canción sin emoción
Soy el primero en dejarme llevar en ocasiones por el poder del hype, pero las expectativas que soy consciente que algunas personas tienen con ‘Los miserables’ se sale de toda escala, siendo una decepción todo aquello que no equivalga a un segundo advenimiento de Jesucristo, y ya siento deciros que el nuevo trabajo de Tom Hooper está muy lejos de estar a ese nivel.
De hecho, no tengo reparo alguno en asegurar que la indiferencia fue el sentimiento que más despertó en mi persona, algo difícilmente perdonable en un largometraje en el que las canciones son la gran estrella de la función. Es cierto que la función emocional de la música varía mucho según nuestro estado de ánimo, pero me cuesta creer que ninguna buena canción busque dejar indiferente a su oyente.
Nada más lejos de mi intención está el criticar las canciones originales de la obra teatral, ya que son extremadamente pegadizas y en sus letras hay material suficiente para que
‘Los miserables’ hubiera conseguido su objetivo de tocarnos la fibra sensible, pero no es el caso. ¿Qué es lo que sucede?
Puede sonar contradictorio, pero las canciones son al mismo tiempo omnipresentes y – relativamente- secundarias
. Hooper no parece confiar lo suficiente en el poder de la música y aligera el dramatismo de la mayoría de ellas. Tal vez sea un peaje de rodar las escenas en directo y los protagonistas no quisieron dejarse llevar por el torrente emocional de los temas que interpretaban, pero en muchas ocasiones son simplemente actores que cantan en lugar de recitar sus diálogos.
Hay excepciones, ya sea gracias a la persona que lo interpreta, porque alguna situación sigue funcionando perfectamente así o porque Hooper finalmente se deja llevar por la fuerza de las canciones, pero esos oasis ocasionales sólo sirven para refrendar la extraña indiferencia que despiertan el resto.
Una dirección del montón
Los trabajos previos de Tom Hooper no invitaban a pensar en un trabajo de puesta en escena memorable. Acusado por algunos de telefílmico por su académico trabajo en ‘El discurso del rey‘ (The King´s Speech, 2010) e ignorado por muchos en ‘The Damned United‘ (2009), aún hoy su mejor película – aunque más por el trabajo de los actores y la fuerza de la historia-, no tengo el placer de haber visto su ópera prima, pero todo indica que está totalmente alejado de la grandilocuencia característica de los musicales.
¿Cuál fue entonces el motivo de su contratación más allá del sorprendente Oscar que se había llevado para casa? Aún tengo mis dudas, pero lo que queda claro tras ver ‘Los miserables’ es que los productores se equivocaron al elegirlo.
No todo son pegas en el trabajo de Hooper, ya que sí demuestra su capacidad en instantes ocasionales, en especial cuando apuesta por la intimidad en ciertas canciones a través de los primeros planos sostenidos – una forma previsible pero efectiva para resaltar su componente emocional- o algunos momentos para resaltar la superioridad de Javert sobre Valjean, pero ahí acaban sus logros.
La tónica dominante del resto se balancea entre pasar completamente desapercibido y los movimientos de cámara alocados que restan empaque a lo que vemos en lugar de insuflar esa energía que la película suplica cada dos por tres, por no mencionar los instantes en los que está a punto de provocar innecesarios mareos en el espectador.
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