Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

9 sept 2012

Me gustan los japoneses solitarios......

Me gustan los japoneses solitarios.
 El otro día había uno en el aeropuerto de Los Rodeos, con un collar de cuentas de coral y plata labrada, un tanto mishimesco, sonriéndose con la frente limpia, el equipo profesional de fotógrafo al hombro, sin equipaje apenas, flaco, enjuto.
Esa suerte de tartarismo, precisamente en uno de un pueblo tan multitudinario. Esa liviandad sonriente y pendiente de nada.
Ahora escribo sobre la arena, la mar echada, la medialuna todavía encaramada a uno de los riscos del lugar, uno de los que atrae nubes fugitivas, nubes que surgen, se alzan, se esfuman de pronto.
Cuando me he acercado a las rocas del extremo de la playa —unas rocas de origen, casi recién salidas del volcán, rodadas y boquiabiertas frente al mar final, e infinito, de esta isla—, he visto que en las rocas, todavía rodeadas de pequeños charcos, se movían los cangrejos, negros, de afiladas patas, como arañas enormes. Y yo, que pasaba mañanas enteras observando los cangrejos de arena al oriente de Martinica, he notado un estremecimiento, un espanto irrefrenable, y he corrido de cabeza al mar, en cuyas trasparencias sin duda se esconden todos esos bichos que estaban pescando, con boyas luminosas, la otra noche; me he prometido bajar a las rocas de la pesca nocturna, para reconocer, y aprender también, el nombre de los pescados...
Y en el agua estaba en todo momento haciendo pie, con un espanto asimismo subido, desde que al ahogamiento en el Roque de las Bodegas (Taganana) se le sumó, hace cosa de un año o un poco más, otra suerte parecida, cerca de unos arrecifes en playa Blanca (Fuerteventura)...
Así he regresado a poner sobre caliente el corazón, sobre la toalla, todas las cumbres poco menos que encima de mi cabeza, los cernícalos, las piedras que se sueltan y ruedan sobre el camino.

© José Carlos Cataño

Amor bajo el Espino Blanco Amor de Juventud

'Amor bajo el espino blanco'
En otro tiempo, nos habría escandalizado que las películas de Zhang Yimou se fuesen acumulando y que, no solo tuviésemos que esperar dos años para ver una de ellas, como ocurre con ‘Amor bajo el espino blanco’ (‘Shan zha shu zhi lian’, 2010), sino que fuésemos conscientes de que aún hay otra que está tardando en llegar: ‘The Flowers of War’ (‘Jin líng shí san chai’, 2011), con Christian Bale.
 Por España pasó, sí, pero en una proyección solo para elegidos, en el festival de Valladolid.
 Ahora, en los cines, ya está al alcance de cualquier público, aunque parece que el que lo elige –al menos así ocurría en la bastante repleta sala donde lo vi– es todo de la tercera edad.

La ambientación en los últimos años de la Revolución Maoísta, cuando el dictador decidió que el campo podría devolver a sus camaradas la inocencia perdida por el consumismo de las ciudades, haría pensar en un film político o politizado conde el régimen fuese el impedimento que estos dos jóvenes encuentran para su romance adolescente, separados cuales Romeo y Julieta, por dos posicionamientos opuestos. !Que guapo es el Chino!
Sin embargo, como se nos va dejando entrever, hay algo más y la dificultad pronto se traslada a otro lado para dejar el asunto político como mero marco histórico.
'Amor bajo el espino blanco'
Existe una secuencia, quizá la más conmovedora, en la que la madre de la chica les pide que esperen, añadiendo, en otras palabras, que disponen de todo el tiempo del mundo
. Gracias a lo que no se nos ha dicho aún, pero ya hemos ido adivinando, y con solo una mirada del joven, el subtexto carga la escena de emotividad.
 Si funciona tan bien es precisamente porque nada se dice explícitamente, nada se remarca, no se dramatiza.
 Por desgracia, en otras ocasiones, no se deja tanto a la imaginación, como en la escena de despedida, que podría haber quedado en off, al igual que todas las cuestiones que Yimou elude a modo de elipsis entre fundidos a negro y nos resume en intertítulos, recurso que me parece de los mayores aciertos de la cinta.
Yimou, gracias a su capacidad para la poesía, la delicadeza y la hermosura transforma la novela de Ai Mi, cuyas intenciones al adaptar una historia verídica probablemente se quedaban en la provocación de la lágrima, en una sencilla narración que nos invita a aprovechar la vida junto a nuestros seres queridos.
 La depuración que ha llevado a cabo el director se imagina en lo que claramente llega desde el libro, como las frases finales, rayanas en la cursilería de tarjeta romántica, que se refieren a esperar toda la vida.
Por cierto, existe un fallo bastante imperdonable en la copia que ha repartido la distribuidora para los cines de v.o. –me diréis cómo lo han hecho en las copias dobladas–, pues los carteles finales en los que se cuenta lo que ha sucedido a Jing más adelante no se han traducido y en lugar de eso los subtítulos se limitan a descifrarnos la letra de la canción de cierre.
Se pierde la conclusión que, por otra parte, ya resultaba escasa incluso con esos datos.
'Amor bajo el espino blanco'
Los colores no son tan intensos en la fotografía como lo eran en otros de los films de Yimou, pero tienen la misma importancia.
 Las bayas de ese peculiar espino, que nacen de color rojo, símbolo de la suerte para los chinos, representan todos los elementos del film: la pasión, la sangre como sinónimo de muerte y la revolución comunista.
‘Amor bajo el espino blanco’ supone un regreso a ‘El camino a casa’, tras el escarceo con el que quizá solo Yimou se divirtió, de ‘Una mujer, una pistola y una tienda de fideos chinos’.
La inocencia, el despertar al amor y el encanto que encontramos aquí ya estaban en la de 1999.
 Y son claramente los mayores alicientes de la que nos ocupa.
 La debutante Zhou Dongyu, con su sonrisa sincera y espontánea y su desconocimiento de los actos adultos, así como el respeto que él (interpretado por Shawn Dou, quien también tiene aquí su primer papel) le profesa nos convencen de la sinceridad de sus enamoramientos y ponen en marcha todos los sentimientos que la narración de episodios quizá demasiado cotidianos es capaz de provocarnos.

!Oh! La clave es Letizia

La princesa cumple 40 años el sábado y se dispone a celebrarlo en privado y en público

En estos días difíciles, la Casa del Rey apuesta por ella para reforzar la imagen de la sucesión.

El pasado mes de mayo, los Reyes de España cumplieron 50 años de casados, una fecha que muchas parejas tienen por costumbre festejar en privado y, si se trata de monarcas, también es habitual hacerlo en público. Pero don Juan Carlos y doña Sofía no lo celebraron de ninguna manera. Ni tan siquiera se facilitó para recordar la ocasión una foto actual de la pareja. No corrían buenos tiempos en el palacio de la Zarzuela, con un Rey convaleciente y una Reina que marcaba su territorio mientras se aireaban las amistades de su marido. El vendaval hoy se ha calmado, pero todavía hay mucho trabajo por delante. En la Casa del Rey se trabaja ahora con ahínco en recuperar el terreno que ha perdido la familia real en las cuotas de popularidad y, de manera especial, se trabaja en preservar a los Príncipes de Asturias, que son ahora la marca blanca de la Casa, quienes representan el futuro de la Monarquía en España. Por eso no es de extrañar que el 40º cumpleaños de Letizia vaya a ser festejado como tal: en público y en privado.
La Princesa entra el próximo sábado en una nueva década, y habrá celebración. Una en privado, con los suyos, y otra en público, discreta. Doña Letizia ha posado para una sesión fotográfica junto a su esposo y sus dos hijas. Las fotos ya están hechas hace días y las distribuirá el palacio de la Zarzuela horas antes del festejo. Todos en palacio son conscientes de que esa fecha es una buena ocasión para promocionar la marca Borbón-Ortiz.
En este último año de grandes turbulencias por las “conductas inapropiadas” de Iñaki Urdangarin y su imputación en el caso Nóos, y con el polémico viaje del Rey y sus operaciones, el trabajo de los asesores de La Zarzuela ha ido enfocado a mantener al margen de toda esta espiral a don Felipe y doña Letizia. No hay fotos de la familia real al completo, ni oficiales ni privadas. Menos aún estampas veraniegas. De hecho, sus miembros apenas coinciden en público y en la intimidad. Se relacionan entre sí a su manera, pero no de una forma conjunta.
Los Reyes cumplen con sus obligaciones marcadas en la agenda de la Casa –cada vez hay menos que los requieran juntos– y tampoco se dejan ver en tiempo de descanso. Cada uno lo hace por su lado.
Los Príncipes, en cambio, han incrementado este año sus tareas de representación. Así estaba previsto, y las operaciones del Rey también han obligado a ello.

Un aspecto renovado

Letizia Ortiz siempre está a la búsqueda de la perfección de su imagen. Este curso ha reaparecido con nuevo corte de pelo, una melena más corta y capeada. Su extrema delgadez y la palidez de su piel se mantienen intactas, a pesar de las vacaciones veraniegas. Dispuesta a demostrar que no gusta de excesos, cada vez luce más ropa adquirida en tiendas de bajo coste y repite modelo en las grandes citas. Lo que más ha cambiado es su rostro, que ha ido dulcificando con ayuda de tratamientos y cirugías.
 Se quiere dejar claro que en ellos se sustenta la Corona, que el resto de los miembros de la familia no son más que eso: la familia del Rey.
Apartado Urdangarin de La Zarzuela por su imputación, y habiendo unido la infanta Cristina su destino al de su marido, las relaciones privadas y públicas de los duques de Palma con los Reyes y los Príncipes también han quedado fragmentadas. 
Quien intenta acercar posiciones, como siempre, es doña Sofía, que tiene una tarea ímproba.
 Una parte de sus hijos y cónyuges están distantes, y en algunos de los casos no se dirigen la palabra.
Todo ello era bien distinto hace un año
. Entonces la atención estaba puesta en si doña Letizia se hablaba con sus cuñadas.
 Ese desencuentro es ahora una pequeña anécdota en el conflicto. Es más, en este tiempo de turbulencias, Letizia es la que ha salido ganando.
Cuando en mayo de 2004 la presentadora del Telediario se convertía en princesa, miles de ojos estaban pendientes de ella, dispuestos a examinar hasta el más pequeño de sus gestos. Letizia se sabía observada
. A esa frase del día de su compromiso –“Déjame hablar ahora a mí”– siguió un largo silencio. La periodista se olvidó de que era ya princesa y se dejó llevar con naturalidad.
 Pero en las cortes europeas la naturalidad todavía no está de moda. Así que Letizia dio un paso atrás. Es más, al perder su carácter espontáneo, su rigidez aumentó.
 Tensa, contenida, comedida, estirada, distante son algunos de los calificativos que se escuchan al analizar su presencia en público.
La Zarzuela difundirá una sesión fotográfica en la que ha posado junto a su marido y sus hijas
Pero frente a esa falta de relajación, la cara exterior de la figura de Letizia ha ganado aplomo dentro de la institución.Dicen que es caprichosa, mandona, y no permite de ninguna visitante femenina que esté más guapa quue ella. Y saca toda su batería estetíca para que se hable más de ella que de quien hace la visita, menos Carla Bruni que la ganó por goleada.

 No ha cometido ningún fallo grave, ha humanizado más la figura de don Felipe, al que ahora se le ve como amante marido y padre de las infantas Leonor y Sofía y no como a un hombre frío y distante.
 Ambos están implicados de lleno en preservar su vida privada, una tarea que se antoja imposible, ya que cuando se trata de figuras institucionales, las barreras son difíciles de marcar
. El último ejemplo es reciente.
Los Príncipes han disfrutado de unas vacaciones secretas pese a que, tras el incidente de Botsuana, se aseguró que los grandes movimientos de la familia real iban a hacerse públicos de alguna manera.
 Pero La Zarzuela no ha querido desvelar el destino, aunque sí se ha visto obligada a emitir un desmentido. “No han estado en las isla Fiyi, ni en un sitio parecido”.
Todo ello a cuenta de la información facilitada por el político vasco Iñaki Anasagasti, que aseguraba tener datos de un viaje de lujo como ese.
La réplica de la Casa del Rey no tardó. No hay nada más preocupante en estos momentos que la marca blanca se ensucie.
 El futuro de la Monarquía está en juego, y una de las claves es Letizia, la recién llegada, quien ha protagonizado el cambio.
 Por eso todo está preparado para celebrar sus 40 años, ocho de ellos ­como princesa.

 

Robert Redford se pierde por Carlos Boyero


Robert Redford, retratado ayer en Venecia. / daniel dal zennaro (EFE)
Robert Redford, además de ser un espléndido actor que llenaba la pantalla y de poseer el encanto y los atributos de las verdaderas estrellas, no se resignó a disfrutar de los privilegios que le otorgaba esa condición sino que aspiró a ampliar su universo convirtiéndose en el mecenas del cine independiente estadounidense y dirigiendo sus propias películas.
 Lo ha hecho frecuentemente desde que en 1980 realizara Gente corriente, que triunfó comercialmente y logró un montón de oscars. Pero así como el Redford actor siempre estuvo inspirado, el Redford que cuenta historias con la cámara y que pretenden ser complejas, profundas, críticas o líricas nunca ha conseguido a mi juicio una película redonda.
 Los planteamientos de estas acostumbran a estar por encima de su desarrollo, es un eterno quiero y no puedo.
 En The company you keep no solo ha buscado un reparto de lujo, integrado por excelentes actores y actrices a punto de entrar en la tercera edad, como Julie Christie, Susan Sarandon, Nick Nolte, Richard Jenkins, Brendan Gleeson, Stanley Tucci y Chris Cooper, sino que confiando en su ancestral imán para la taquilla, o porque estaba convencido de que era el actor más adecuado para dar vida a ese personaje, la protagoniza él.
 Y es un error importante.
 Redford, que tiene 76 años y debe llevarse muy mal con su vejez, ya que su rostro denota las barbaridades que ha cometido en él la cirugía estética que ha privado de expresividad a un actor que la poseía a raudales, interpreta a un viudo que tiene una hija de 10 años, hace footing con actitud pretendidamente juvenil, perteneció en su juventud a un grupo de activistas radicales que trataron de dinamitar el sistema recurriendo a los atracos a bancos, matando a un policía, amenazando seriamente al Estado.
 Nos cuentan que eso ocurrió 30 años antes.
Pero si hago inevitables cuentas resulta que el subversivo juvenil del que me hablan y al que encarna Redford tenía entonces 46 años.
 Qué peligro la actitud de querer engañar al tiempo, de intentar parecer el antiguo Redford cuando ya eres un anciano, de desafiar a la lógica con el peligro de hacer el ridículo, de que el espectador de entrada no se crea a la persona que pretendes encarnar por mucha energía física y vitalismo mental que quieras imprimirle.
The company you keep describe el acoso del FBI hacia aquellas personas que cometieron delitos treinta años atrás, la identificación y persecución de los integrantes de aquel grupo, gente que se dispersó y ha vivido camuflada en nuevas personalidades desde entonces, que se ha integrado como ha podido en la sociedad que alguna vez pretendieron cambiar o destruir.
 El tema es muy interesante, pero la realización es plana, la monotonía narrativa arruina el misterio
. Y es un placer ver y escuchar a tantos actores y actrices gloriosos, pero la dirección de Redford no consigue implicarte emocionalmente en una trama que daba para mucho, entre gente amenazada por su pasado, que ve cómo se derrumba el mundo que ha construido laboriosamente y debe pagar por lo que cometieron en su antigua identidad.
En su nuevo filme, ‘The company you keep’, se rodea de grandes actores
Recuerdo el esfuerzo visual que tenía que hacer para distinguir las imágenes en las primeras y para mí irritantes películas del director filipino Brillante Mendoza.
La luz sombría lo inundaba todo aunque fuera de día y no veías nada cuando era de noche. Afortunadamente su última entrega, titulada Sinapupunan, está llena de luz, muy bien utilizada reflejando la vida en un pueblo de pescadores
. Los protagonistas son un matrimonio que lleva su dura supervivencia con amor y alegría, pero que tienen la desgracia de no poder concebir un hijo por la infertilidad de ella. Ayudados por sus compresivos y generosos vecinos deciden comprar una nueva esposa que haga posible su mutuo deseo sin que ellos tengan que separarse
. La historia está bien contada, personajes, rituales, situaciones denotan autenticidad, pero tengo que apartar los ojos de la pantalla en varias ocasiones debido al excesivo amor al naturalismo del director, como en una larga secuencia en la que vemos un parto en primer plano o en el explícito degollamiento de un toro. No me resulta apasionante esta película pero sí curiosa.
 Algo que en mi caso es sorprendente debido a la razonada fobia que me ha despertado siempre la obra de Brillante Mendoza.
El tema interesa, pero la relación es plana, se arruina el misterio
La película belga La cinquième saison, hablada en flamenco, comienza con un plano fijo e interminable de un señor hablando con un gallo.
Cualquier espectador experimentado en cine festivalero sabe que es el momento de irse, que lo que te espera va a ser terrorífico
. Pero cometo el error de quedarme y asistir a las cuatro estaciones del año en un pueblo flamenco que está estancado en otra época.
 No ocurre nada que te merezca la atención, aunque los habitantes de este lugar tengan la certeza de que va a llegar el apocalipsis y que los culpables son algunos de sus vecinos.
 Es una película infame en la que no puedes entender las razones de su selección. Como tantas otras. Como la mayoría. Y si las entiendes, el cabreo aumenta.