9 sept 2012
Amor bajo el Espino Blanco Amor de Juventud
En otro tiempo, nos habría escandalizado que las películas de Zhang Yimou se fuesen acumulando y que, no solo tuviésemos que esperar dos años para ver una de ellas, como ocurre con ‘Amor bajo el espino blanco’ (‘Shan zha shu zhi lian’, 2010), sino que fuésemos conscientes de que aún hay otra que está tardando en llegar: ‘The Flowers of War’ (‘Jin líng shí san chai’, 2011), con Christian Bale.
Por España pasó, sí, pero en una proyección solo para elegidos, en el festival de Valladolid.
Ahora, en los cines, ya está al alcance de cualquier público, aunque parece que el que lo elige –al menos así ocurría en la bastante repleta sala donde lo vi– es todo de la tercera edad.
La ambientación en los últimos años de la Revolución Maoísta, cuando el dictador decidió que el campo podría devolver a sus camaradas la inocencia perdida por el consumismo de las ciudades, haría pensar en un film político o politizado conde el régimen fuese el impedimento que estos dos jóvenes encuentran para su romance adolescente, separados cuales Romeo y Julieta, por dos posicionamientos opuestos. !Que guapo es el Chino!
Sin embargo, como se nos va dejando entrever, hay algo más y la dificultad pronto se traslada a otro lado para dejar el asunto político como mero marco histórico.
Existe una secuencia, quizá la más conmovedora, en la que la madre de la chica les pide que esperen, añadiendo, en otras palabras, que disponen de todo el tiempo del mundo
. Gracias a lo que no se nos ha dicho aún, pero ya hemos ido adivinando, y con solo una mirada del joven, el subtexto carga la escena de emotividad.
Si funciona tan bien es precisamente porque nada se dice explícitamente, nada se remarca, no se dramatiza.
Por desgracia, en otras ocasiones, no se deja tanto a la imaginación, como en la escena de despedida, que podría haber quedado en off, al igual que todas las cuestiones que Yimou elude a modo de elipsis entre fundidos a negro y nos resume en intertítulos, recurso que me parece de los mayores aciertos de la cinta.
Yimou, gracias a su capacidad para la poesía, la delicadeza y la hermosura transforma la novela de Ai Mi, cuyas intenciones al adaptar una historia verídica probablemente se quedaban en la provocación de la lágrima, en una sencilla narración que nos invita a aprovechar la vida junto a nuestros seres queridos.
La depuración que ha llevado a cabo el director se imagina en lo que claramente llega desde el libro, como las frases finales, rayanas en la cursilería de tarjeta romántica, que se refieren a esperar toda la vida.
Por cierto, existe un fallo bastante imperdonable en la copia que ha repartido la distribuidora para los cines de v.o. –me diréis cómo lo han hecho en las copias dobladas–, pues los carteles finales en los que se cuenta lo que ha sucedido a Jing más adelante no se han traducido y en lugar de eso los subtítulos se limitan a descifrarnos la letra de la canción de cierre.
Se pierde la conclusión que, por otra parte, ya resultaba escasa incluso con esos datos.
Los colores no son tan intensos en la fotografía como lo eran en otros de los films de Yimou, pero tienen la misma importancia.
Las bayas de ese peculiar espino, que nacen de color rojo, símbolo de la suerte para los chinos, representan todos los elementos del film: la pasión, la sangre como sinónimo de muerte y la revolución comunista.
‘Amor bajo el espino blanco’ supone un regreso a ‘El camino a casa’, tras el escarceo con el que quizá solo Yimou se divirtió, de ‘Una mujer, una pistola y una tienda de fideos chinos’.
La inocencia, el despertar al amor y el encanto que encontramos aquí ya estaban en la de 1999.
Y son claramente los mayores alicientes de la que nos ocupa.
La debutante Zhou Dongyu, con su sonrisa sincera y espontánea y su desconocimiento de los actos adultos, así como el respeto que él (interpretado por Shawn Dou, quien también tiene aquí su primer papel) le profesa nos convencen de la sinceridad de sus enamoramientos y ponen en marcha todos los sentimientos que la narración de episodios quizá demasiado cotidianos es capaz de provocarnos.
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