NON PLUS ULTRA
Un poquito de Gibraltar, que Alfonso Merlos, en La Razón, dice que por fin se ha mostrado una diplomacia “rocosa” – ¿captan el chiste de Merlos?- con la visita del ministro de Exteriores español a Londres, del bracete del brillante embajador Federico Trillo. Dejemos que le conteste El Mundo: "Margallo reconoció tras el encuentro que solo consensuaron una resolución por la que ‘los gobiernos de Reino Unido y España animan a las partes -Ejecutivo gibraltareño y pescadores de La Línea y Algeciras- a encontrar un acuerdo satisfactorio que permita a nuestros barcos faenar donde lo han hecho toda la vida’.
Para este viaje no hacían falta estas alforjas, o lo que es lo mismo, no tiene sentido que nuestro ministro se desplazara a Londres si William Hague no tenía voluntad de hablar en serio del conflicto”. Ellos mismos.
¿Y ya nos hemos cansado del IBI y la Iglesia? Pues no. (Bueno. Más exactamente, yo sí. Pero ellos, no) Algunas muestras. Pablo Molina, Libertad Digital:
“A los socialistas no les basta con haber arruinado a varias generaciones de españoles, condenando al hambre a muchos de miles de ellos. No es suficiente.
Quieren también machacar a los que les dan de comer, en un gesto de crueldad excesivo incluso para el partido socialista, que no se ha caracterizado precisamente en ningún momento de su historia por la compasión hacia los más pobres.
Su exigencia de que la Iglesia pague los impuestos que se perdonan a las organizaciones ‘de mucho progreso’ es puro ensañamiento, un agravante tipificado como tal en cualquier legislación”.
Y luego dice eso de que “las sedes de los partidos políticos no pagan el IBI”. Da igual los recibos que se les muestren. Con no mirarlos…
Y en La Gaceta algo escribe el inefable Josep Maria Francàs: “A estas alturas del debate miserable, en el profundo sentido de mezquino, propuesto por algunos miembros -destacados, sin duda-, del PSOE acerca del pago del IBI por parte de la Iglesia Católica (esa entidad que mantiene Cáritas, Manos Unidas, Hospitales, Ambulatorios, Centros de reeducación y orfanatos, ahorrando al Estado unos 30.000 millones de euros anualmente), no hace falta abundar en muchos datos para entender lo demagógico y ruin de la propuesta”. Pues eso. En Abc Antonio Burgos nos deja el chascarrillo: “Mucho meterse con la Iglesia, pero no hay co… ranes para cobrar el IBI a las mezquitas”.
Y solo por animar nuestra galería de frikis, repetimos con Javier Montilla, de La Gaceta, que nos informa de la falta de libertad en la prensa catalana, tal que si allí estuvieran prohibidos Abc, La Razón, El Mundo o, mismamente, La Gaceta. En fin…
“La función del periodismo en Cataluña no se limita a controlar al poder, sino todo lo contrario. Se somete a él y se convierte en un juguete roto del nacionalismo.
Eso sí, un juguete costosísimo para el bolsillo de los contribuyentes.
Porque la Generalitat de Cataluña subvenciona con cuantiosos millones de euros a nuestros medios para que editorialice, satirice, desautorice y ponga en la picota a todo aquel que sea molesto para la oligarquía nacionalista.
Es el silencio infecto de unos medios que respaldan por acción u omisión a una casta política que se vanagloria de ser insumisa con las leyes y trazar líneas rojas, comprando el silencio chequera en mano (…) En definitiva, es la penosa realidad de una Cataluña en la que el clientelismo ha enterrado a la libertad y al sentido común para beneficiar a las oligarquías mientras se pisotean los derechos individuales de los ciudadanos”.
30 may 2012
Esa vergonzosa mordaza
Esa vergonzosa mordaza
Por: José María Izquierdo
No se entiende muy bien, que diría un contertulio engolado, el porqué del cerrojazo del PP a la comisión de investigación de Bankia y el portazo para evitar que comparezca Miguel Ángel Fernández Ordóñez.
Pero este catavenenos, miren por dónde, ni es contertulio, ni es engolado ni, aún menos, políticamente correcto. Así que dice que se entiende perfectamente. Con una claridad meridiana.
Porque el PP –Esperanza Aguirre mediante, pero no solo- ha hecho con la Caja de Madrid mangas y capirotes. Ha puesto, ha quitado, ha gastado, ha nombrado decenas de paniaguados, y grandes prohombres del partido, con el nimbado Rodrigo Rato a la cabeza, han llevado a la ruina a la entidad.
Un desastre, una calamidad, una vergüenza. Desde el PP insultan a Mafo pero no le dejan que hable.
Otra vergüenza. La policía que no detectó a una pandilla de asesinos es culpable de no haberlos detectado.
Pero los asesinos son los culpables de la muerte de la víctima.
Y si hay que sentar en el banquillo a alguien, dicho sea en sentido figurado –por el momento- es, lógicamente a quien hincó la navaja para llevarse el bolso y las joyas y el dinero que contenía. Lo hemos dicho muchas veces: ¿Y tiene que comparecer Mafo? Pues naturalmente, faltaría más.
Pero a la policía se la llama por otras acusaciones. Y los cómplices necesarios, sean políticos, jurisconsultos, sindicalistas o palafreneros, que también pasen a declarar. Por supuesto. Pero una vez más: después y para responder por encubrimiento; que el de la navaja debe hacerlo por asesinato.
Ya saben que Javier Krahe anda por los juzgados por un vídeo –de ¡1978!- que se titula “Cómo cocinar un cristo”. Propongo actualización: “Cómo cocinar a un ejecutivo de Bankia que se lleva 14 millones de euros”.
Dificultad de la receta: Escasa, una vez atada la pieza a asar. Rico, rico.
Ya saben ustedes que La Razón tiene una visión muy curiosa de la realidad.Pero este catavenenos, miren por dónde, ni es contertulio, ni es engolado ni, aún menos, políticamente correcto. Así que dice que se entiende perfectamente. Con una claridad meridiana.
Porque el PP –Esperanza Aguirre mediante, pero no solo- ha hecho con la Caja de Madrid mangas y capirotes. Ha puesto, ha quitado, ha gastado, ha nombrado decenas de paniaguados, y grandes prohombres del partido, con el nimbado Rodrigo Rato a la cabeza, han llevado a la ruina a la entidad.
Un desastre, una calamidad, una vergüenza. Desde el PP insultan a Mafo pero no le dejan que hable.
Otra vergüenza. La policía que no detectó a una pandilla de asesinos es culpable de no haberlos detectado.
Pero los asesinos son los culpables de la muerte de la víctima.
Y si hay que sentar en el banquillo a alguien, dicho sea en sentido figurado –por el momento- es, lógicamente a quien hincó la navaja para llevarse el bolso y las joyas y el dinero que contenía. Lo hemos dicho muchas veces: ¿Y tiene que comparecer Mafo? Pues naturalmente, faltaría más.
Pero a la policía se la llama por otras acusaciones. Y los cómplices necesarios, sean políticos, jurisconsultos, sindicalistas o palafreneros, que también pasen a declarar. Por supuesto. Pero una vez más: después y para responder por encubrimiento; que el de la navaja debe hacerlo por asesinato.
Ya saben que Javier Krahe anda por los juzgados por un vídeo –de ¡1978!- que se titula “Cómo cocinar un cristo”. Propongo actualización: “Cómo cocinar a un ejecutivo de Bankia que se lleva 14 millones de euros”.
Dificultad de la receta: Escasa, una vez atada la pieza a asar. Rico, rico.
Es fantástica, como Alicia, pero en chocarrero. Por eso pueden titular en primera página, como ven en las fachadas, “Mafo, KO”, “El Gobierno saca a Ordóñez…” para luego decir esto en un editorial: “Miguel Ángel Fernández Ordóñez adelantará un mes su cese como gobernador del Banco de España, decisión a la que no es ajena la opinión del Gobierno. Aunque funcionalmente carezca de relevancia…”. Bueno.
Y luego vienen los pecados: “El gobernador, nombrado por el PSOE sin el consenso necesario, no atajó los riesgos de la burbuja inmobiliaria, fue incapaz de embridar el sistema bancario y no supo pilotar la transformación de las cajas de ahorro. Las consecuencias, a la vista están, empezando por Bankia”.
Libros peligrosos
Observando la comitiva de royalsy autoridades en la inauguración de la Feria del Libro pensé en las épocas en que los poderes establecidos no sOlo no hacían nada para estimular los hábitos de lectura de la población sino que los desalentaban o reprimían; todo lo contrario de lo que sucede hoy, cuando la lectura se ha convertido en poco menos que deber cívico promovido incansablemente desde Estado, Escuela y medios de comunicación.
Resulta paradójico: nunca como ahora se ha hablado tanto de “la muerte del libro”, aunque a menudo el aserto venga matizado por la apostilla "tal como lo conocemos".
Y, a la vez, nunca han existido tantas posibilidades de lectura al alcance de la inmensa mayoría: hoy parece claro que, desde la popularización de Internet (hace menos de dos décadas), la lectura ha recibido un vigoroso impulso universal. Ahora hasta los apocalípticos reconocen —con tal de que se eleven un instante sobre sus propios intereses o preferencias— que el libro no muere, sino que se reinventa, trascendiendo, como ha hecho siempre, sus sucesivas materializaciones.
Cambia el libro, cambian sus soportes: el rollo, el códice, el volumen, la tableta electrónica, son los últimos avatares de un proceso que se inició en el Neolítico.
Pero cambian, también, los modos de enfrentarse a lo escrito. Nada tiene que ver la lectura intensiva practicada cuando el libro era escaso y caro —antes de que Gutenberg iniciara el camino de su conversión en mercancía de masas— y la gente leía una y otra vez las mismas obras, con la lectura extensiva y sincopada que hoy se practica, y en la que la avalancha de novedades y la multiplicidad de los estímulos no invitan precisamente a la relectura.
Nada tiene que ver, tampoco, la lectura en voz alta, practicada durante la edad media en los refectorios monásticos (y prolongada hasta el siglo XX por ciertas asociaciones obreras en los lugares de trabajo), con la lectura privada e individualista que tantas veces se refleja en la pintura de la Ilustración, o con la de la joven viajera de metro absorta en la luminosa página incorpórea de su tableta electrónica.
El libro, decía al principio, también ha sido visto como peligro.
La caída en desuso, en la pintura religiosa de principios del siglo XVI, del tradicional motivo de la Virgen María leyendo, anunciaba un periodo en que la lectura, sobre todo la de la mujer, llegó a suponerse instrumento del diablo.
Especialmente la frecuentación de las novelas —hoy convertidas en el género rey en las preferencias de los lectores— fue considerada vicio o pérdida de tiempo: reblandecían el cerebro, como le sucedió al Hidalgo (no así a Teresa de Jesús, que confesó su afición juvenil a las de caballerías), o distraía del trabajo productivo, como le ocurría a Julián Sorel, al que su cazurro padre propinaba buenos mandobles cuando le encontraba enfrascado en sus “malditos libros” (Rojo y negro, I, IV).
La Feria del Retiro tiene mucho de fiesta y celebración del libro "tal como lo conocemos".
Autores, editores, libreros y público se encuentran en un escenario en el que reina la letra, al menos la impresa sobre papel.
Pero ostenta para mí, a la vez, un aire vagamente anacrónico, algo que en los últimos años se ha visto reforzado por el empeño de sus responsables en dar ostensiblemente la espalda al último avatar del libro
. No pretendo —sería absurdo— que en las casetas vendan e-books, pero me resulta sospechoso el mutismo casi sideral en torno a ellos. Por no haber, ni siquiera se ha conseguido habilitar una zona wifi en la que la gente pueda navegar, inquirir y, eventualmente, hasta leer “otros” libros.
Esa actitud de hacer caso omiso a lo que ha llegado —y cómo— para quedarse, me recuerda la de aquel testarudo labriego que, cabalgando su mula entre las vías mientras se acercaba el tren pidiendo paso, replicaba ufano: “Chifla, chifla, que como no te apartes tú...”
Resulta paradójico: nunca como ahora se ha hablado tanto de “la muerte del libro”, aunque a menudo el aserto venga matizado por la apostilla "tal como lo conocemos".
Y, a la vez, nunca han existido tantas posibilidades de lectura al alcance de la inmensa mayoría: hoy parece claro que, desde la popularización de Internet (hace menos de dos décadas), la lectura ha recibido un vigoroso impulso universal. Ahora hasta los apocalípticos reconocen —con tal de que se eleven un instante sobre sus propios intereses o preferencias— que el libro no muere, sino que se reinventa, trascendiendo, como ha hecho siempre, sus sucesivas materializaciones.
Cambia el libro, cambian sus soportes: el rollo, el códice, el volumen, la tableta electrónica, son los últimos avatares de un proceso que se inició en el Neolítico.
Pero cambian, también, los modos de enfrentarse a lo escrito. Nada tiene que ver la lectura intensiva practicada cuando el libro era escaso y caro —antes de que Gutenberg iniciara el camino de su conversión en mercancía de masas— y la gente leía una y otra vez las mismas obras, con la lectura extensiva y sincopada que hoy se practica, y en la que la avalancha de novedades y la multiplicidad de los estímulos no invitan precisamente a la relectura.
Nada tiene que ver, tampoco, la lectura en voz alta, practicada durante la edad media en los refectorios monásticos (y prolongada hasta el siglo XX por ciertas asociaciones obreras en los lugares de trabajo), con la lectura privada e individualista que tantas veces se refleja en la pintura de la Ilustración, o con la de la joven viajera de metro absorta en la luminosa página incorpórea de su tableta electrónica.
El libro, decía al principio, también ha sido visto como peligro.
La caída en desuso, en la pintura religiosa de principios del siglo XVI, del tradicional motivo de la Virgen María leyendo, anunciaba un periodo en que la lectura, sobre todo la de la mujer, llegó a suponerse instrumento del diablo.
Especialmente la frecuentación de las novelas —hoy convertidas en el género rey en las preferencias de los lectores— fue considerada vicio o pérdida de tiempo: reblandecían el cerebro, como le sucedió al Hidalgo (no así a Teresa de Jesús, que confesó su afición juvenil a las de caballerías), o distraía del trabajo productivo, como le ocurría a Julián Sorel, al que su cazurro padre propinaba buenos mandobles cuando le encontraba enfrascado en sus “malditos libros” (Rojo y negro, I, IV).
La Feria del Retiro tiene mucho de fiesta y celebración del libro "tal como lo conocemos".
Autores, editores, libreros y público se encuentran en un escenario en el que reina la letra, al menos la impresa sobre papel.
Pero ostenta para mí, a la vez, un aire vagamente anacrónico, algo que en los últimos años se ha visto reforzado por el empeño de sus responsables en dar ostensiblemente la espalda al último avatar del libro
. No pretendo —sería absurdo— que en las casetas vendan e-books, pero me resulta sospechoso el mutismo casi sideral en torno a ellos. Por no haber, ni siquiera se ha conseguido habilitar una zona wifi en la que la gente pueda navegar, inquirir y, eventualmente, hasta leer “otros” libros.
Esa actitud de hacer caso omiso a lo que ha llegado —y cómo— para quedarse, me recuerda la de aquel testarudo labriego que, cabalgando su mula entre las vías mientras se acercaba el tren pidiendo paso, replicaba ufano: “Chifla, chifla, que como no te apartes tú...”
¿En qué libro te gustaría vivir?
¿En qué libro te gustaría vivir?
Por: Winston Manrique Sabogal30/05/2012
Fotograma de la versión de El gran Gatsby, de Baz Luhrmann, con Leonardo Di Caprio, que se estrenará en otoño. Puedes ver aquí el trailer.Cuando leemos cada novela, cuento u obra de teatro creamos automáticamente su mundo y entramos en él mientras leemos, y más allá en algunos casos. Mundos que se quedan con nosotros y que incluso fantaseamos con haber vivido, o al menos soñamos con haber sido testigos de algunos episodios. Los motivos son múltiples y, a veces, incompresibles para los demás que se pueden llevar las manos a la cabeza ante nuestra fantasía, por lo dramática, peligrosa o triste que pueda ser la historia, pero que nosotros entendemos perfectamente. Y no es tan fácil la elección, porque no necesariamente es el libro que más nos gusta.
Sobre esa idea he creado este año la sección de vídeos con los escritores, titulada La fantasía de vivir en un libro dentro de la cobertura especial de la 71ª Feria del Libro de Madrid que hemos preparado en este blog, de Babelia, y la sección de Cultura de EL PAÍS. Desde el sábado pasado, cada día, un autor ha contestado, y así será hasta el 10 de junio, último día de la feria. Las siguientes han sido las primeras respuestas en vídeo de los escritores:
4- Andrés Barba acompañaría a Henry James en su relato de El rincón feliz.
3- A Jesús Ferrero le encantaría ser un invitado de el Satiricón, de Petronio
2- A Marta Sanz le gustaría experimentar el misterio de Otra vuelta de tuerca, de Henry James.
1- Caballero Bonald viviría en El lobo de mar, de Jack London.
Pero hoy, Miércoles de Libros en la sección de Cultura online, he preferido hacer un paréntesis y darle la palabra a ustedes, a los lectores. Aunque unos cuantos ya han comenzado a compartir su fantasía en los vídeos de los autores que ya han aparecido. Para empezar, le he hecho la pregunta a mi amigo Guillermo y me ha dicho: "La verdad es que nunca me lo he preguntado", pero a los tres segundos ha contestado, convecido y sonriente: "En Los tres mosqueteros", de Dumas.
¿Y a ti, en que libro te gustaría vivir? Antes, recupero algunos de los comentarios dejados por varios de ustedes en los cuatro días anteriores:
Belén: Me gustaría ir de visita a la Galicia de Los Gozos y Las Sombras
María: En el hospital de tubercolosos de La Montaña Mágica, de Thomas Mann
Inés: Me gustaría estar en Ana Karenina o en Guerra y Paz.
Pacoher: Me gustaría compartir los lugares que visita y las amistades que frecuenta el narrador de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust.
Karen: Sin dudas viviría en Lothlorien de El Señor de los Anillos.
Snopes: Las once mil vergas, de Apollinaire, para cuando vuelva del viaje por el fondo del mar.
Pepa: En perpetuo movimiento, a la búsqueda de Cesárea Tinajeros en Los detectives salvajes, de Bolaño
Ana: En Inés y la alegría, en cuanto a libros, me gustaría ser tan valiente como aquella Inés.
Dalida: En la Inglaterra de Robin Hood.
Er Shavi: Me encantaría estar en la Barranquilla de El amor en los tiempos del cólera.
Snopes: Veinte mil leguas de viaje submarino
Elena: En cualquiera de Jane Austen
Miguel: En Sinuhé, el egipcio, a finales de la XVIII dinastía.
Amalia: Definitivamente y desde los doce años: en Los tres mosqueteros!!
César Prado: En Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño.
Audrey: On the Road, de Jack Kerouak mi favorita sin duda.
Ana: En Os Maias, de Eça de Queirós
Pat: De joven, me hubiera fascinado meterme en el mundo de Horacio Oliveira y la maga de Rayuela.
Mañana volveremos con los vídeos de los escritores como Eduardo Mendoza, Lucía Etxebarría, Leonardo Padura, Gustavo Martín Garzo, Fernando Iwasaki y Manuel Rivas.
Ahora sí, es tu turno de compartir con nosotros tu fantasía: ¿En qué libro de ficción de gustaría vivir o haber estado?
Fotograma de Orgullo y prejuicio, de Jane Austen.
Me gustaria vivir en "Memorias de Africa" de Isak Dinesen,
María: En el hospital de tubercolosos de La Montaña Mágica, de Thomas Mann
Inés: Me gustaría estar en Ana Karenina o en Guerra y Paz.
Pacoher: Me gustaría compartir los lugares que visita y las amistades que frecuenta el narrador de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust.
Karen: Sin dudas viviría en Lothlorien de El Señor de los Anillos.
Snopes: Las once mil vergas, de Apollinaire, para cuando vuelva del viaje por el fondo del mar.
Pepa: En perpetuo movimiento, a la búsqueda de Cesárea Tinajeros en Los detectives salvajes, de Bolaño
Ana: En Inés y la alegría, en cuanto a libros, me gustaría ser tan valiente como aquella Inés.
Dalida: En la Inglaterra de Robin Hood.
Er Shavi: Me encantaría estar en la Barranquilla de El amor en los tiempos del cólera.
Snopes: Veinte mil leguas de viaje submarino
Elena: En cualquiera de Jane Austen
Miguel: En Sinuhé, el egipcio, a finales de la XVIII dinastía.
Amalia: Definitivamente y desde los doce años: en Los tres mosqueteros!!
César Prado: En Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño.
Audrey: On the Road, de Jack Kerouak mi favorita sin duda.
Ana: En Os Maias, de Eça de Queirós
Pat: De joven, me hubiera fascinado meterme en el mundo de Horacio Oliveira y la maga de Rayuela.
Mañana volveremos con los vídeos de los escritores como Eduardo Mendoza, Lucía Etxebarría, Leonardo Padura, Gustavo Martín Garzo, Fernando Iwasaki y Manuel Rivas.
Ahora sí, es tu turno de compartir con nosotros tu fantasía: ¿En qué libro de ficción de gustaría vivir o haber estado?
Fotograma de Orgullo y prejuicio, de Jane Austen.
Me gustaria vivir en "Memorias de Africa" de Isak Dinesen,
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