Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

24 may 2012

El testamento del perfeccionista Leonardo

La Virgen, el niño Jesús y Santa Ana, de Leonardo da Vinci.
En el reparto de papeles de la Santísima Trinidad del Renacimiento italiano, Rafael era el maestro despreocupado de vida y labores ligeras; Miguel Ángel, el hombre de la feroz determinación superado por el mal genio; y Leonardo, el esclavo de la perfección paralizado por la enormidad de sus empresas artísticas y científicas.
 Esto último, dato bien conocido, volvió a quedar demostrado anoche con la brillante conferencia sobre la restauración de la Santa Ana que el conservador de pintura italiana del museo del Louvre, un jovencísimo Vincent Delieuvin, impartió en el Prado.
El rescate al que fue sometida durante 18 meses la tabla, propiedad del Louvre, así como el proceso de investigación necesario para montar la muestra de 135 piezas (entre ellas, la Gioconda del Prado) que le dedica el museo parisiense hasta el finales de junio, han desvelado secretos que Delieuvin desgranó con contagioso entusiasmo y un español envidiable.
En el proceso resultó crucial el descubrimiento en 2005 en la universidad de Heidelberg de una edición de Cicerón, impresa en 1477, que contiene una anotación datada en octubre de 1503 del funcionario de la cancillería florentina y colaborador de Maquiavelo Agostino Vespucci en el que compara a Leonardo da Vinci con Apeles, gran pintor de la Grecia Antigua.
 También se hace referencia a la Santa Ana trinitaria y a la famosa Lisa Gherardini, en un apunte que sirvió para disipar todas las dudas sobre la identidad del personaje retratado en La Gioconda.
Esto viene a confirmar que Leonardo le dio vueltas al cuadro desde 1500 hasta su muerte en 1519.
 También que, en contra de lo que se creyó siempre, Da Vinci se atascó en el proceso de acabado de la tabla y no tanto en su concepción.
 Delieuvin se apoyó en imágenes y en el resultado de las reflectografías infrarrojas efectuadas durante la restauración para surcar las procelosas aguas del proceso de creación leonardiano (se llegaron a hacer tres cartones aunque solo se conserve el de Londres, propiedad de la National Gallery y presente en la exposición) y una docena de dibujos.
 De hecho, recordó el conservador, “se trata de la única obra del pintor de la que ha sobrevivido tanto material preparatorio”.
La exposición rastrea la influencia de la pieza, que cuenta la terrible historia de una madre que acepta la muerte de su hijo, en el arte occidental: de Miguel Ángel o Rafael (que no la vio terminada) al surrealista Max Ernst. En su preparación se fijaron las tres teorías sobre quién  encargó la pieza.
 Pudo ser un capricho de Luis XII y de su mujer Ana durante la invasión francesa de Venecia, o quizá la iniciativa partió del propio Leonardo, porque buscaba desafiar con esta tabla a Miguel Ángel y Botticelli e imponerse como el gran pintor de su época, cimentando así el éxito obtenido en la magistral Última cena.
 Aunque a lo mejor simplemente respondió a un interés de la diócesis florentina y su recobrado por Santa Ana, símbolo republicano en la ciudad, tras la expulsión en 1499 de los Médicis.
También quedó justificado en la charla de Delieuvin el remoloneo de Da Vinci en sus propias circunstancias vitales.
No es ya que la realización de la inconmensurable obra La batalla de Anghiari se pusiera por medio, es que durante la concepción de la Santa Ana vivió, además de en Florencia, en Milán (1506-1508), en Roma (1513-1513) y, hasta su muerte, en Francia, donde se quedó la pieza para siempre, entre las brumas en sfumato propias de la técnica del no finito y su naturaleza de obra inacabada.
“Fue sin duda su testamento artístico”, explicó el conservador, que desveló que en el reverso de la tabla se hallaron tres dibujos.
Delieuvin hizo referencia a La Gioconda del Prado, que fue redescubierta durante el proceso de preparación de la exposición.
El Louvre la solicitó para ser mostrada junto a la Santa Ana y eso propició la restauración efectuada por Ana González Mozo y Almudena Sánchez, que ayer atendieron a la charla junto a Miguel Falomir, conservador de pintura italiana del Prado.
 Gracias a ella, la tabla pasó de copia del montón, perteneciente a las colecciones reales desde el siglo XVII, a réplica hecha simultáneamente y de vital importancia para avanzar en el conocimiento sobre el original.
La Gioconda del Louvre, explicó, no podía ser movida para complementar la muestra:
 “Unas 20.000 personas la visitan cada día y las estancias en las que se encuentra la exposición no están preparadas para tal afluencia de gente”.
También tocó Delieuvin la polémica por la restauración de la Santa Ana, proceso durante el cual dos de los integrantes del equipo técnico denunciaron que el proceso estaba siendo agresivo y dimitieron.
 “La restauración se debió a meras razones de conservación.
 Se quitaron barnices y reentelados, pero se dejaron dos o tres capas para evitar entrar en contacto con la pintura de Leonardo”.

Entre el hastío y la indignación


De izquierda a derecha, el actor Matthew McConaughey, el director Lee Daniels y los actores Nicole Kidman, Zac Efron y John Cusack en la rueda de prensa de presentación de 'The paperboy' / Virginia Mayo 
Empiezan a acabarse las películas de la sección Oficial de Cannes y aún no aparece un candidato rotundo que una los gustos del público. Haneke, Mungiu, Resnais… Nombres que suenan para que el jurado que preside Nanni Moretti (a priori un presidente con mucho mando en plaza) decida quién se lleva la Palma de Oro.
El último entrar en liza ha sido Lee Daniels (Precious) con The paperboy, la adaptación del libro de Peter Dexter que durante un tiempo fue el proyecto estadounidense de Pedro Almodóvar.
Vista la película, uno entiende que allí había un material cercano a los gustos del cineasta español, que probablemente le hubiera sacado mejor partido que el que logra Daniels.
 Este thriller ambientado en el sudoroso y racista Sur de Estados Unidos de los años sesenta habla de discriminación por los gustos sexuales y por el color de la piel, de la necesidad de sentirse querido hasta grados estrambóticos (el personaje de Nicole Kidman es el mejor ejemplo) y de la iniciación a la vida, uno de los temas recurrentes en este Cannes.
A su presentación han acudido Daniels, Kidman, Macy Gray, John Cusack, Matthew McConaughey y Zac Efron. La trama gira alrededor de Efron, que se pasa la mitad del metraje solo en calzoncillos.
 El niño bonito persigue personajes más arriesgados —“este filme es un sueño, espero seguir rodando cosas así”, ha dicho el actor— aunque en cámara siga buscando su perfil bueno.
 O como gritaba Daniels: “Si es que la cámara le quiere, ¡le adora! Y sé lo que digo, que soy gay”.
Pero la primera pregunta en la rueda de prensa de esta mañana no iba destinada a la belleza, sino a la procedencia del proyecto, al paso de Almodóvar por este guion. Daniels por supuesto conocía el dato, aunque dio evasivas: “No sé qué pasó. Muchas películas cambian de directores y de actores
. A mí me gustó mucho el libro, y cuando me ofrecieron la oportunidad, la cogí”. No desveló si había leído o no el libreto del cineasta español.
Pasada la única pregunta inoportuna, llegaron las alabanzas de todo el reparto, el consabido y laudatorio “este equipo está repleto de estrella internacionales pero que son además actores, una combinación muy extraña” (cortesía de Daniels), y las reflexiones sobre el racismo y la homofobia que sufre el personaje de McConaughey, un investigador gay que vuelve a su pueblo natal –su hermano pequeño es el papel de Efron- acompañando a un periodista. Ambos quieren descubrir quién de verdad mató a un sheriff, un asesinato por el que cumple condena Cusack. “
Hablé con mi familia”, confesó Daniels, “y ellos me dieron multitud de historias, de datos que me ayudaron para la ambientación. ¿Referencias a Tennessee Williams? Bueno, cuando ruedo una película no solo trabajo con la historia, sino que todo mi pasado y mi conocimiento se vuelca en ella. Cada personaje lo conozco, está en mi interior, y es cierto que todos tienen momentos de humor.
Debemos encontrar el humor incluso en las historias más oscuras como está. Así es como vamos sobreviviendo”.
A Kidman, alocada mujer que mantiene una relación postal con el preso, y de la que se enamora Efron, le preguntaron por qué hace tan poco cine en Hollywood: “Es cierto que los papeles femeninos fuertes actualmente solo se dan en el cine independiente, aunque se me hace complicado definir qué es indie. Daniels me hizo encontrar el papel en cómo se movía.
Cuando empecé con las pruebas, me puse toda la parafernalia (joyas, maquillaje, vestido llamativo) y me hice en mi baño fotos provocadoras para que Lee las viera”.
Sobre la tórrida secuencia de sexo a distancia –separados por un par de metros- que mantiene con Cusack, y por otra en la que ya se tocan, Kidman comentó: “Lee me ayudó a construir esta relación con el personaje de John… No he visto la película, y lo mismo me siento incómoda (lo que no ocurrió en el rodaje) viéndola esta noche [risas]”.
Para Zac Efron tuvo palabras de admiración por cómo había construido un personaje “caliente y peligroso, y a la vez algo despistado porque está descubriendo cómo funciona el mundo”, a lo que Efron respondió: “Yo estoy enamorado de Nicole desde Moulin Rouge!”.
  El tono de la película lo definió acertadamente Macy Gray, la narradora de la historia:
“Es una película loca. Tiene sexo, Zac se pasa medio metraje en calzoncillos —lo que me distraía mucho en mis tomas—, habla del racismo y es de esas pelis que cada vez que ves descubres nuevas cosas en su interior”.
La otra película a concurso era Post Tenebras Lux, el último trabajo del mexicano Carlos Reygadas, el director de Batalla en el cielo, Japón y de la soberbia Luz silenciosa.
En este caso ha ido al extremo de la experimentación al contar las desventuras de una familia bien, con dos hijos pequeños, en el México profundo, una anécdota que le sirve para hilvanar momentos vibrantes con surrealistas incursiones en esa experimentación.
 Anoche recibió abucheos y un crítico español gritó al finalizar la proyección: “¡Viva Buñuel!”
. Esta mañana Reygadas ha asegurado: “Me siento muy halagado de recibir abucheos. Rara vez leo la crítica cinematográfica pero a veces sí y creo que es un halago. Para mí es un síntoma de que estoy haciendo cosas que valen la pena (...) Si no me abuchearan, estaría un poco preocupado”.
 Es la tercera vez que Reygadas compite en Cannes, y con Luz silenciosa obtuvo el premio del Jurado.

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