7 may 2012
!...Y la que baja del norte! Por: José María Izquierdo
Y los escépticos. Cristina Losada. “Esperan de él grandes prodigios, sin ir más lejos, los socialistas españoles, tan reacios a producir ideas que prefieren sumarse a las de otros. Han atribuido al pobre François la invención de la sopa de ajo: el crecimiento (…) El fenómeno Hollande es un soufflé: se desinflará en cuanto salga del horno
. Si el ligero cambio en el discurso europeo se debe a un fenómeno francés, no será por la aparición del nuevo héroe de la izquierda, sino por la inquietud que provoca la fuerza adquirida por los antisistema en el caldo de cultivo de una crisis que sólo tiende a empeorar. Porque la derrota de Sarko significa que la ganadora de facto es Le Pen”. Pues ya ven…
Emilio Campany: “Para saber en qué manos han caído los del otro lado de los Pirineos baste recordar dos promesas concretas de Hollande: el Estado contratará a 60.000 profesores más y se impondrá a las entidades financieras la tasa Tobin. Si es así como piensan llegar a crecer al ritmo de Alemania, van dados”.
Y el redoble final: “Un socialista es un socialista y es incapaz de recortar el gasto porque en su naturaleza está gastar, cuando no despilfarrar, y no cabe esperar que las tareas que no quiso hacer Sarkozy, un liberal reconvertido en conservador, las vaya a hacer un socialista hijo del sesenta y ocho.
Si Hollande cumple la mitad de lo que ha prometido, conducirá a Francia al Sedán económico, dejando a Alemania como dueña y señora de Europa.
Más nos valdría a todos, incluidos los franceses, ir ensayando el paso de la oca por el pasillo”. Pues a alguno ya le gustaría, ya…
José García Domínguez. “En cuanto a ese Hollande, apenas un azar, la imprudencia contumaz del siempre erecto Strauss Khan, ha acabado depositándolo en el Eliseo. Apparatchik por todo oficio y paradigma de la izquierda caviar, Hollande encarna la muy retórica nada que sucedió al programa rupturista del primer Mitterrand.
Desde aquel espejismo, y tras el fracaso clamoroso de la tentación gauchista, el PSF es tan establishment como el más vulgar partido de centro-derecha al uso. Al respecto, lo más revolucionario que ha hecho Hollande en toda su vida ha sido pasear en bici por las Tullerías. Bien poco procede temer, pues, de los fuegos de artificio con que ha iluminado su programa doméstico. Meros placebos electorales que, al final, quedarán en el olvido. Y si no, al tiempo”.
LAS FACHADAS
Menos mal que no tengo que transcribirles la fachada de La Razón, que a ver cómo me las iba a apañar. Ahí la tienen, con esa cosa absurda entre “zy” y “llande”. Y mis amigos se habrán ido a casa tan contentos, después de hacer semejante bodrio… El Mundo hace un editorial con el título: “La victoria de Hollande abre la incertidumbre en Europa”.
Y otro más llevando este tema a solo cuatro columnas, y no a cinco, como sería lo lógico, intentando minimizar la noticia del triunfo de la izquierda. ¿Verdad que está claro? Tanto como en Abc, que vaya usted a saber por qué da esa foto tan absurda con la compañera de Hollande en primer plano.
El título, casi el mismo que El Mundo: “Victoria de Hollande, incertidumbre en Europa”
. Si el ligero cambio en el discurso europeo se debe a un fenómeno francés, no será por la aparición del nuevo héroe de la izquierda, sino por la inquietud que provoca la fuerza adquirida por los antisistema en el caldo de cultivo de una crisis que sólo tiende a empeorar. Porque la derrota de Sarko significa que la ganadora de facto es Le Pen”. Pues ya ven…
Emilio Campany: “Para saber en qué manos han caído los del otro lado de los Pirineos baste recordar dos promesas concretas de Hollande: el Estado contratará a 60.000 profesores más y se impondrá a las entidades financieras la tasa Tobin. Si es así como piensan llegar a crecer al ritmo de Alemania, van dados”.
Y el redoble final: “Un socialista es un socialista y es incapaz de recortar el gasto porque en su naturaleza está gastar, cuando no despilfarrar, y no cabe esperar que las tareas que no quiso hacer Sarkozy, un liberal reconvertido en conservador, las vaya a hacer un socialista hijo del sesenta y ocho.
Si Hollande cumple la mitad de lo que ha prometido, conducirá a Francia al Sedán económico, dejando a Alemania como dueña y señora de Europa.
Más nos valdría a todos, incluidos los franceses, ir ensayando el paso de la oca por el pasillo”. Pues a alguno ya le gustaría, ya…
José García Domínguez. “En cuanto a ese Hollande, apenas un azar, la imprudencia contumaz del siempre erecto Strauss Khan, ha acabado depositándolo en el Eliseo. Apparatchik por todo oficio y paradigma de la izquierda caviar, Hollande encarna la muy retórica nada que sucedió al programa rupturista del primer Mitterrand.
Desde aquel espejismo, y tras el fracaso clamoroso de la tentación gauchista, el PSF es tan establishment como el más vulgar partido de centro-derecha al uso. Al respecto, lo más revolucionario que ha hecho Hollande en toda su vida ha sido pasear en bici por las Tullerías. Bien poco procede temer, pues, de los fuegos de artificio con que ha iluminado su programa doméstico. Meros placebos electorales que, al final, quedarán en el olvido. Y si no, al tiempo”.
LAS FACHADAS
Menos mal que no tengo que transcribirles la fachada de La Razón, que a ver cómo me las iba a apañar. Ahí la tienen, con esa cosa absurda entre “zy” y “llande”. Y mis amigos se habrán ido a casa tan contentos, después de hacer semejante bodrio… El Mundo hace un editorial con el título: “La victoria de Hollande abre la incertidumbre en Europa”.
Y otro más llevando este tema a solo cuatro columnas, y no a cinco, como sería lo lógico, intentando minimizar la noticia del triunfo de la izquierda. ¿Verdad que está claro? Tanto como en Abc, que vaya usted a saber por qué da esa foto tan absurda con la compañera de Hollande en primer plano.
El título, casi el mismo que El Mundo: “Victoria de Hollande, incertidumbre en Europa”
La infeliz vida de John Kennedy
John F. Kennedy Jr, John John, reunía todos los atributos para ocupar el primer puesto en eso que se ha dado en llamar la realeza de EE UU. Hijo menor del presidente y Jacqueline Kennedy, apuesto, carismático, emprendedor de éxito…
Esa era la imagen que mostraban los medios de comunicación y que encandilaba al público. Una imagen muy alejada de la que tenía de él la que fuera su asistente personal durante cinco años, RoseMarie Terenzio, tal y como se puede comprobar en su libro de memorias, Fairy tale interrumpted, publicado en marzo pasado.
En él se narra cómo se fraguó su amistad y su matrimonio con Carolyn Bessette.
Terenzio presenta a un Kennedy Jr protector y paciente pero, en ocasiones, también un poco impulsivo y hasta “bobalicón”, un retrato bastante alejado del icono en el que se ha convertido.
No obstante, las páginas del libro destilan una profunda admiración hacia el personaje y su esfuerzo por fundar la revista George en cuyo desarrollo, cuenta la asistente, ella colaboró estrechamente. Una fascinación que no oculta en las entrevistas.
“Creo que su ingenio y su sentido del humor fue lo que realmente me ganó”, ha reconocido en el programa Good Morning América de la cadena ABC.
Durante el tiempo que trabajó con John John, de 1994 hasta su muerte en un accidente de avioneta en 1999, Terenzio fue testigo de excepción del noviazgo y las tensiones en su matrimonio con Bessette, de quien se convirtió en su particular paño de lágrimas.
“Muchas veces yo era la única persona que ella creía que podía entender cómo se sentía”, cuenta en el libro.
La ayudante del marido pronto se convirtió en la confidente de su esposa. Terenzio revela con jugosos ejemplos cómo la dedicación de Kennedy Jr a su revista —
“La insensibilidad de John era algo que Carolyne le reprochaba a menudo durante sus peleas”—- y el desmesurado interés mediático por la pareja, que Bessette no llevaba bien. “Cuanto más mezquinas eran las historias que difundía la prensa, más se refugiaba en sí misma”, escribe. Y eso fue lo que comenzó a resquebrajar un matrimonio aparentemente idílico.
Terenzio relata cómo tuvo que mediar para convencer a su jefe de que invitara a la que entonces todavía era su novia a la presentación de su revista o cómo consiguió, a petición de John John, que ésta accediera a acudir a la boda de su primo, Rory Kennedy.
Un viaje que resultó fatal, ya que en el vuelo se produjo el accidente en el que ambos perdieron la vida.
La muerte de Kennedy Jr, que nunca creyó en la maldición de su familia, según su asistente, supuso un gran revés personal y emocional para ella. En varias entrevistas ha asegurado se refugió en las palabras que éste solía repetir: “Nada es nunca tan bueno o tan malo como parece cuando sucede”.
Esa era la imagen que mostraban los medios de comunicación y que encandilaba al público. Una imagen muy alejada de la que tenía de él la que fuera su asistente personal durante cinco años, RoseMarie Terenzio, tal y como se puede comprobar en su libro de memorias, Fairy tale interrumpted, publicado en marzo pasado.
En él se narra cómo se fraguó su amistad y su matrimonio con Carolyn Bessette.
Terenzio presenta a un Kennedy Jr protector y paciente pero, en ocasiones, también un poco impulsivo y hasta “bobalicón”, un retrato bastante alejado del icono en el que se ha convertido.
No obstante, las páginas del libro destilan una profunda admiración hacia el personaje y su esfuerzo por fundar la revista George en cuyo desarrollo, cuenta la asistente, ella colaboró estrechamente. Una fascinación que no oculta en las entrevistas.
“Creo que su ingenio y su sentido del humor fue lo que realmente me ganó”, ha reconocido en el programa Good Morning América de la cadena ABC.
Durante el tiempo que trabajó con John John, de 1994 hasta su muerte en un accidente de avioneta en 1999, Terenzio fue testigo de excepción del noviazgo y las tensiones en su matrimonio con Bessette, de quien se convirtió en su particular paño de lágrimas.
“Muchas veces yo era la única persona que ella creía que podía entender cómo se sentía”, cuenta en el libro.
La ayudante del marido pronto se convirtió en la confidente de su esposa. Terenzio revela con jugosos ejemplos cómo la dedicación de Kennedy Jr a su revista —
“La insensibilidad de John era algo que Carolyne le reprochaba a menudo durante sus peleas”—- y el desmesurado interés mediático por la pareja, que Bessette no llevaba bien. “Cuanto más mezquinas eran las historias que difundía la prensa, más se refugiaba en sí misma”, escribe. Y eso fue lo que comenzó a resquebrajar un matrimonio aparentemente idílico.
Terenzio relata cómo tuvo que mediar para convencer a su jefe de que invitara a la que entonces todavía era su novia a la presentación de su revista o cómo consiguió, a petición de John John, que ésta accediera a acudir a la boda de su primo, Rory Kennedy.
Un viaje que resultó fatal, ya que en el vuelo se produjo el accidente en el que ambos perdieron la vida.
La muerte de Kennedy Jr, que nunca creyó en la maldición de su familia, según su asistente, supuso un gran revés personal y emocional para ella. En varias entrevistas ha asegurado se refugió en las palabras que éste solía repetir: “Nada es nunca tan bueno o tan malo como parece cuando sucede”.
El afán de escribir
El afán de escribir
Por: Ángel Gabilondo | 07 de mayo de 2012
Vivimos en la escritura, entre escritura. Algo nos empuja a escribir. Para empezar, que no todo va bien. Ni siquiera casi todo. Sentimos la necesidad de crear y de concretar nuevas formas y posibilidades de vida. Y de decirlo y hacerlo expresamente por escrito. De mil maneras persistimos en ello o huimos de dejar constancia en documento alguno. O firmamos, o ratificamos, o nos adherimos o nos desmarcamos. No hace falta ser escritor ni considerarse tal para proceder una y otra vez a escribir. Podría disiparse la cuestión subrayando que necesitamos expresarnos, dejar dicho lo que pensamos, explicarnos, justificarnos, hacer valer nuestras razones. Precisamos a veces transmitir lo que nos inquieta, incomoda, provoca o alienta, pero aún eso resultaría insuficiente para responder al afán que nos impulsa.
Otras, transcribir lo que pensamos, y no pocas escribirlo para ver si somos capaces de llegar a pensarlo y a sostenerlo, o al menos a entenderlo.
Hay razones de más envergadura que no siempre resultan eficaces, por ejemplo la de quienes consideran que escribimos para espantar la muerte. Tampoco es imprescindible pasar a la historia y, sobre todo, no hay prisa.
La necesidad de producir una huella, una marca, es más que la de dejar testimonio, pero son compatibles. Nuestra propia identidad colectiva se afirma y confirma asimismo por un conjunto de textos. Y la difusión de las leyes comporta su promulgación.
Escribimos, nos escribimos, como modo de cuidarnos y de cultivarnos, de ensayarnos y de ofrecernos. Es lo que Foucault denomina “la escritura de sí”, que viene a ser todo un proceso de constitución de uno mismo. Nos desenvolvemos en entornos de inscripción.
Nos vamos configurando entre notas, consideraciones, reflexiones, comentarios, anotaciones, recados, avisos, ensayos, estudios y tantos otros textos que de una u otra manera han requerido y requieren una acción de escritura.
Y que forman parte de lo que somos y deseamos.
Y en esa vorágine se desenvuelven nuestros afectos, nuestras emociones, nuestros sentimientos, nuestras convicciones y nuestros conceptos.
Proseguimos escribiendo porque ninguna palabra o frase recoge de modo definitivo aquello que no se reduce a lo que ya sabemos ni a nuestro modo de saberlo.
También nuestras dudas y nuestras necesidades nos alientan, nos desafían y nos impulsan como inserciones inscritas. Y como signos de escritura sostienen nuestra decisión de buscar crear una y otra vez condiciones expresas y con incidencia para que la palabra justa tenga materialidad.
Otras, transcribir lo que pensamos, y no pocas escribirlo para ver si somos capaces de llegar a pensarlo y a sostenerlo, o al menos a entenderlo.
Hay razones de más envergadura que no siempre resultan eficaces, por ejemplo la de quienes consideran que escribimos para espantar la muerte. Tampoco es imprescindible pasar a la historia y, sobre todo, no hay prisa.
La necesidad de producir una huella, una marca, es más que la de dejar testimonio, pero son compatibles. Nuestra propia identidad colectiva se afirma y confirma asimismo por un conjunto de textos. Y la difusión de las leyes comporta su promulgación.
Escribimos, nos escribimos, como modo de cuidarnos y de cultivarnos, de ensayarnos y de ofrecernos. Es lo que Foucault denomina “la escritura de sí”, que viene a ser todo un proceso de constitución de uno mismo. Nos desenvolvemos en entornos de inscripción.
Nos vamos configurando entre notas, consideraciones, reflexiones, comentarios, anotaciones, recados, avisos, ensayos, estudios y tantos otros textos que de una u otra manera han requerido y requieren una acción de escritura.
Y que forman parte de lo que somos y deseamos.
Y en esa vorágine se desenvuelven nuestros afectos, nuestras emociones, nuestros sentimientos, nuestras convicciones y nuestros conceptos.
Proseguimos escribiendo porque ninguna palabra o frase recoge de modo definitivo aquello que no se reduce a lo que ya sabemos ni a nuestro modo de saberlo.
También nuestras dudas y nuestras necesidades nos alientan, nos desafían y nos impulsan como inserciones inscritas. Y como signos de escritura sostienen nuestra decisión de buscar crear una y otra vez condiciones expresas y con incidencia para que la palabra justa tenga materialidad.
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