Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

4 abr 2012

“Pepe Hierro era mucho Pepe y mucho abuelo” por Juan Cruz

Tacha Romero, nieta del escritor Pepe Hierro. / CARLOS ROSILLO
Pepe Hierro es el abuelo de Tacha. Era un hombre apasionado por la vida que escondía una enorme pasión jamás resuelta con el pasado, pues sufrió como muchos la guerra y la prisión, y sin embargo pocas veces dijo nada de aquellos martirios. “Él era así. Generoso, dadivoso y alegre. La procesión iba por dentro”.
Tacha habla ante un desayuno que ella ha querido suculento, como le hubiera gustado a su abuelo, que este 3 de abril hubiera cumplido 90 años. Murió en el año 2002 en Madrid, tras una enfermedad respiratoria que lo tuvo atado a todo tipo de aparatos, “pero jamás perdió la voluntad de luchar”.
Ahora Tacha Romero, su nieta, al frente de la Fundación Cultural José Hierro, prepara un extenso homenaje a la figura del abuelo, que se inaugurará el 16 de abril en la calle de Fuenterrabía, en Madrid, donde vivió más de 40 años el poeta santanderino, y acabará el 14 de diciembre, siete días antes de que se cumplan los 10 años de su muerte.
Pepe Hierro era “mucho Pepe” y mucho Hierro. “Y mucho abuelo”.
Entraban los nietos en la casa (tuvo cuatro, Tacha es la más chica, Paula la más grande) y él gritaba. “Huele a monoooo...”. “Era”, dice Tacha, que ahora tiene 31 años y dos hijos, Gael y Naya, “un ser excepcional, y es un privilegio ser su descendiente”.
 Fue poeta y agricultor, vinatero también. “Y un gran gastrónomo. Allá donde fuese, mi abuelo intentaba no irse sin conocer su cocina y sus mercados, sin hacerse con lo más típico para poder compartirlo luego con la familia y los amigos a su llegada”.
Era un ser familiar; tanto que cuando ganó los últimos grandes premios de su vida (el Cervantes, el Reina Sofía) “se lo gastó todo llevándonos a conocer las islas Canarias”.
 Pero donde ellas, las nietas, los parientes y los amigos, que fueron muchísimos, conocieron de veras la vitalidad de Hierro “fue en Titulcia, cerca de Chinchón, donde tenía una casa que hizo con sus manos y que rodeó de árboles, de viñas...”.
 Allí cocinó para medio mundo: cordero, paellas... “Iba con su azada y volvía rojo como un tomate, con su cabeza calva que se acariciaba”.
Traía viandas que ellas probaban, dice Tacha, “como un manjar...”. De hecho, en este desayuno ella pide pan con tomate, como si estuviera rememorando los desayunos y las comidas del abuelo poeta. “A él le gustaba el jamón ibérico, esas eran palabras mayores para él. Y la merluza de la abuela Angelines, las paellas. Y el aceite, nunca te olvides del aceite si dices que le gustaba el pan”.
Tenía las manos grandes y encallecidas.
 Era tímido hasta la exageración, “y generoso, sin que los demás lo supieran”. Bromeaba con su propia poesía (“aquí, en este papel, traigo un soneto improvisado”). En la mesa “era la persona menos solemne; se fijaba si los que estábamos alrededor estábamos contentos, y con eso ya se sentía feliz”.
A ella le dedicó poemas, como a Paula, y un cariño infinito que ahora le devuelve toda la familia, “pues mi abuelo era un padre para todos, incluido mi padre, Manolo Romero, que fue su amigo...
Yo heredé, entre otras alegrías, su gusto por la cocina, su capacidad para buscar entre los cazos, platos y sartenes la alegría y la belleza... Ah, y la comida picante, cómo le gustaba”.

Garzón: "El escolta va en transporte público desde que me quitaron el coche"

El exjuez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón, en una imagen de archivo. / ÁLVARO GARCIA
Cuando, ya suspendido, el exjuez Baltasar Garzón se desplazó a Colombia para desempeñar su trabajo como asesor del Gobierno de ese país en la misión que allí desarrolla la Organización de Estados Americanos (OEA), lo primero que hicieron las autoridades colombianas fue garantizar su seguridad. Un coronel y un teniente coronel del Ejército de ese país, se reunieron con él para coordinar la protección de quien durante años, ha dirigido investigaciones peligrosas sobre ETA y su entorno, el crimen organizado y el narcotráfico internacional.
Garzón se encontraba en Colombia cuando se conoció la sentencia del Tribunal Supremo sobre las escuchas de la Gürtel que lo apartó de la carrera judicial, el momento a partir del cual el Ministerio del Interior decidió reducir su escolta en España, según cuenta él mismo a este diario. Cuando aterrizó en Madrid, fueron sus propios guardaespaldas los que se lo comunicaron.
“Nadie de Interior se ha puesto en contacto conmigo para informarme de la reducción de mi seguridad personal”, explica el magistrado expulsado.
En principio la reducción consistió en privarle de uno de los dos policías que lo acompañaban habitualmente, pero una semana después, a esa medida se sumó la privación de su coche blindado.
 Ahora, una de las personas más amenazadas de España cuenta con un solo agente que se mueve en transporte público.
 La situación llega a ser, en algunos momentos, grotesca. Garzón se mueve por España en su vehículo particular mientras quien tiene que protegerlo de cualquier hipotético ataque coge el metro, el autobús o el tren.
 Pero lo más preocupante es que nadie se encarga de él durante sus desplazamientos.
“El otro día tenía que hacer un viaje fuera de Madrid y me encontré con el escolta en una parada de autobús con su equipaje. ¿Qué tipo de seguridad te puede dar alguien que va arrastrando una maleta?”, cuenta el exmagistrado
. Fuentes de Interior aseguran que en el departamento no se realizan declaraciones sobre la protección de personas concretas.
El exjuez de la Audiencia Nacional, que hasta hace poco más de un año llevaba investigaciones tan delicadas como las relacionadas con ETA y su entorno recuerda que fue el anterior Gobierno del PP, el que presidió José María Aznar el que diseñó su célula de seguridad.
“Siempre con total discreción se hizo un estudio de los riesgos a los que estaba sometido y en función de este se me asignaron las medidas que se estimaron convenientes”.
“Ahora, nadie me ha informado de que esos riesgos hayan disminuido”.
“Llevo 32 años de servicio público y 23 como juez de la Audiencia Nacional. Después de tantos años estoy harto de llevar escolta, pero si es necesario reducirla me gustaría que alguien me explicara por qué para poder estar tranquilo”, concluye el exjuez.

3 abr 2012

Un coqueto submarino Boris Izaguirre

"Asistimos a los premios de la revista 'Shangay'. Y como es tradición en las buenas fiestas gais, ¡la mayoría es heterosexual! Ya ocurría en Studio 54, pionera en vincu­lar recesión con mariconeo".

Paloma San Basilio, actuando el martes pasado en los premios de la revista ‘Shangay’, en Madrid / RENATO SAAVEDRA
Es tan inquietante como habitual que el glamour no consiga superar la testosterona.
 Pero en cualquier photocall son siempre las mujeres las que saben y deben explotar todas la aristas de este universo.
 Las poses, el despliegue de vestuario, la exposición de sus dentaduras y escotes.
 Pese a que, en Madrid, Mario Vaquerizo hace lo indecible por transformar esta situación, siempre observamos primero a su esposa, Alaska. 
Una aparición femenina siempre seduce más al público, mientras el varón normalmente se difumina en el plano.
En cambio, cuando los líderes sindicales, Cándido e Ignacio, se dejan fotografiar, no se difuminan, se solidifican.
 Nos asombran sus similitudes, como si estuvieran decididos a instaurar un uniforme corporativo, que consiste en idéntica camisa pálida completamente abotonada, reloj submarinista, gafas y mismo gesto al tomar la taza del café, sin posibilidad alguna de meñique levantado.
 La otra mano, la derecha, cómodamente cerca de la entrepierna. 
Es la imagen de la masculinidad sin esfuerzo pero esforzada. Rocosa
. La de nuestros padres atrapados en sus compromisos adultos.
Unos días antes, Mariano Rajoy aterrizaba en Seúl, descendiendo del avión presidencial con una gabardina larga y oscura que lo convertía más en un exmiembro del FBI devenido en fiscal especializado en todo tipo de recortes que en un mudo primer ministro en apuros.
 Pase lo que pase con el euro, con el mundo laboral o con las armas atómicas, un hombre serio no debe preocuparse por el atuendo, ni por las poses; eso será siempre territorio de las mujeres, que, por cierto, siguen sin aparecer en ninguna de estas fotos de cumbres sobre control o descontrol de armamento.
 Ellas disponen de su propio arsenal.
Cameron baja a la fosa de las Marianas y Rajoy nos guía a la nuestra. Si el futuro nos espera ahí abajo, que sea con una fiesta, gay, a bordo como la de ‘Shangay’
Aunque glamour y photocall parecen armas afines a otra época, en Madrid, la que fuera la capital de las alfombras rojas, se entregaron los undécimos premios de la revista Shangay, que recompensan todo aquello que de alguna manera reivindique la opinión gay en nuestro país.
 La fiesta siempre ha tenido puntito alternativo, pero este martes tuvo también brillo comprometido, en parte porque lo presentaba como nunca La Terremoto de Alcorcón (sublime su reinterpretación de la Madonna del Super Bowl) y en parte porque no hay mejor entrega de premios que una entre amigos, nuevos enemigos y curiosos atractivos esforzándose por decir algo trascendental. Mezcla total.
 Desde la visión científica del doctor Clotet instando a no bajar la guardia en la búsqueda de la vacuna contra el sida hasta la emotividad de Miguel Bosé, anhelando un futuro sin prohibiciones para sus hijos; hasta el beso viril entre dos sex symbols, Aitor Luna y Asier Etxeandia, que se unieron en ese arrebato asalvajado que se insiste en asociar con la homosexualidad.
 Como es tradición en las buenas fiestas gais, ¡la mayoría es heterosexual!
 Lo gay se ha convertido poco a poco en una causa bien vista. 
Esto pasaba ya en la época de Studio 54, los primeros en vincu­lar recesión con mariconeo.
 A todos los presentes en los premios se nos olvidó mencionar a Daniel Zamudio, el estudiante asesinado recientemente por neonazis homófobos en Santiago de Chile.
 El olvido subraya las diferencias que aún persisten sobre este tema entre España y Latinoamérica.
 La fiesta en Madrid era desenfadada, muy lejos de aquel terrible escenario.
 En ella se celebraba la libertad, el humor y el respeto a la diferencia, opción que en otros países en nuestra misma lengua sigue siendo un riesgo.
El clásico atasco en el photocall fue señalado como responsable de que los invitados no pudieran sentarse a tiempo
. La feliz despreocupación de la fiesta permitió momentazos como el de Marisa Paredes, Luz Casal y Miguel Bosé, de improviso subidos al escenario para interpretar Un año de amor, la canción de Tacones lejanos que reúne a los tres en la película. 
Por todo eso, la fiesta de Shangay debería hacerse espectáculo didáctico en gira por otras ciudades del país y por Latinoamérica.
 Que todos puedan ver volar por los aires a La Terremoto.
 Alucinar con que una estrella de ¡Hola!, Adriana Abascal, descienda por una escalera a premiar a Paloma San Basilio, la diva que regresa con un disco poselectrónico fino, destinado a ser fuente de himnos para el verano. 
Durante la velada se la comparaba incesantemente con Cher.
 Pero San Basilio hoy parece seguir más la estela de Madonna, en la lucha por demostrar que la estrella madura dura más.
 Que algunas saben prolongar sus carreras más allá de la fecha impuesta por otros.
 Que atreverse ayuda contra la recesión.
En la víspera de la huelga general, los restaurantes de moda en la capital estaban a rebosar; la mañana siguiente, la ciudad se despertó entre sirenas y helicópteros.
 Quizá reflexionando sobre la reinvención, quizá asumiendo que somos un país a rescatar.
 Que bajar tres puntos de déficit al final sea una misión imposible. Mientras, James Cameron, el director supertaquillero, descendía hacia el abismo de la fosa de las islas Marianas, para documentar la investigación de un territorio más desconocido que la Luna.
 Lo hizo a bordo de un coqueto submarino rodeado de especies raras y fluorescentes que de seguro estarían divinas en los próximos Shangay. Una coincidencia esa visita a la fosa de las Marianas en los días en que Mariano nos conduce en silencio a ver la nuestra. Si el futuro nos espera al fondo del mar, que sea con una fiesta, gay, a bordo.

 

¿A quién teme Natascha Kampusch?

Resucitan las sospechas de que el raptor no actuó solo, y las dudas sobre su suicidio

El parlamento de Viena se dispone a reclamar que se reabra el caso

Se desatan toda clase de hipótesis sobre el largo cautiverio de la niña austriaca.

 

Todas las sospechas se dirigen ahora hacia Ernst Holzapfel, amigo íntimo de Priklopil, y el que le vio por última vez, en el aparcamiento de un centro comercial de Viena, la tarde del 23 de agosto de 2006, poco antes de que optara, supuestamente, por suicidarse. Holzapfel conocía a Natascha Kampusch de los años de encierro, y sorprendentemente fue una de las pocas personas que la joven quiso visitar poco después de abandonar su cautiverio y regresar a la vida normal. ¿Qué sabía exactamente Holzapfel sobre la presencia de Natascha en la casa de Priklopil? ¿Cuál fue su papel en este sórdido suceso?
Mientras otras víctimas prefieren quedar en el anonimato, ella ha optado por convertirse en celebridad
“La hipótesis más fiable es que se dedicaran a la pornografía infantil. Priklopil tenía contactos raros en su teléfono, y al menos uno de ellos era el de una persona investigada por pedofilia”, dice Rzezut.
El magistrado no teme ser señalado como un defensor de teorías conspiratorias. Considera que su tesis tiene base y fundamento y merece ser analizada hasta el final. También lo cree así el diputado Amon, que ultima el informe que le será entregado en breve a la ministra de Justicia, Beatrix Karl, y en el que, a tenor de sus propias declaraciones, se reclamará la reapertura del caso.
De repente, el secuestro de Natascha Kampusch vuelve a ser rabiosa actualidad, lo que ha desatado una nueva oleada de rumores. Para el diario suizo en Internet 20 Minutos, la nota de despedida de Priklopil la habría escrito, en realidad, su amigo Holzapfel, según un no identificado examen grafológico. Otros apuntan a que Kampusch tuvo un hijo con Holzapfel en los años de su cautiverio, basándose en el hallazgo de un mechón de pelo rubio y un libro sobre cuidados infantiles en la casa de Strasshof, donde estuvo encerrada. Un inspector de la policía de Viena fue suspendido hace poco por haber intentado realizar por cuenta propia una prueba de ADN a una niña de la familia de Holzapfel.
Horrorizada por la situación, Kampusch concedió una entrevista hace tres semanas a la televisión estatal austriaca para desmentir todos estos rumores, que considera enloquecidos. Son noticias que la hieren y la perturban, en un momento especial para ella, cuando está a punto de concluir el rodaje de una película basada en su relato del cautiverio en la mazmorra de Priklopil.
Aunque ya está acostumbrada a las críticas. Hace tiempo que Kampusch perdió el favor de una parte de la opinión pública austriaca. Ella lo sabe, y en su libro 3096 días ajusta cuentas con quienes no comprenden que una víctima puede sentir alguna clase de afecto hacia su verdugo, o catalogan de mero síndrome de Estocolmo estos sentimientos. Lo cierto es que la naturaleza de las relaciones de Kampusch y Priklopil es uno de los grandes misterios de esta historia, que la víctima se niega a revelar
. “Tengo derecho a mantener ocultos ciertos aspectos de mi intimidad”, ha declarado más de una vez. Pero las preguntas siguen en el aire. ¿Quién era Priklopil, el monstruo que la golpeaba, que la mataba de hambre, y la mantenía encerrada, o el hombre que la llevaba de compras, y festejaba con ella cumpleaños y fiestas? El que la llevó a esquiar y le permitió alguna vez nadar en la piscina de los vecinos, y el que la maltrataba sin compasión. “Los dos”, ha respondido ella en su libro.
 Una persona clave en su vida. Por eso, al recuperar la libertad, compró la casa donde vivió secuestrada, y el BMW rojo de su verdugo, y lloró por él.
Pero mientras otras víctimas buscan la paz del anonimato, Kampusch se ha convertido en una celebridad que cobra por las entrevistas, y ha visto aumentar sin pausa su cuenta bancaria.
 “Bueno, ella es una víctima, de eso no hay duda. Otra cosa es que su libro contenga muchas contradicciones y no todo lo que se dice en él sea cierto. Pero no tenemos derecho a responsabilizarla”, alega Rzezut. Y en cuanto a su vida, “creo que el interés por el dinero está más bien en la gente que la rodea; psicólogos, abogados, asistentes, familia”.