Que pena que los años hayan hecho blando a Arturo, en cuestiones de Amor. Yo me enamoré de él desde las guerras que cubría y tu Juan lo trajiste para Presentar, creo que El Club Dumas, todo repeinado y sus zapatos embetunados, tanto que parecían de charol.
Seguí todas sus Novelas, todas , quizás no me gustó tanto La Carta Esférica", pero hasta estos reyes me regalaron la última de sus Tercios,
Siempre fue arrugante y chulesco, creo que interpretaba a algún personaje, luego la RAE, el lenguaje de los Bellacos o algo así fue su discurso, no sé que cara pondría el SR. Caja, pero Reverte estaba ahí, muy misógeno, en sus columnas escribe que "No hay mujeres como las de antes" con tacones y medias con Costura, creo que se refería a Ava Gadner porque como mujer no era ese el prototipo de Mujer en su época. Luego esa amistad con el baboso de Javier Marias, y sus Tés en el Palace.....!!ESTE NO ES MI REVERTE11 y lo fui dejando de lado, y sinceramente pasé de querer comer una langosta con él a que la langosta se lo comiera, pero me da que así y todo me leeré esa Historia de Amor de Arturo, porque nunca supe cuantas mujeres bebian los vientos por él, el muy desgraciado. Que pena, los años no pasan en balde y han pasado más de 30 que soñaba con él....pero me defraudó. En fin La Vida, Juan,
6 feb 2012
¿Dónde están los escritores (y los artistas) de ahora?Juan Cruz
Es evidente que los escritores y los artistas estarán, en España y en cualquier parte, ocupados escribiendo, esculpiendo, filmando, pintando, componiendo, etcétera.
Y la mayoría estará, sobre todo, sobreviviendo, o sobreactuando, que de eso también abunda.
Pero, en lo público, en lo que suele preocupar en esa esfera intelectual de la ciudadanía, ¿dónde están? ¿Qué les preocupa últimamente, a dónde van, de qué se ocupan cuando no esculpen, pintan, filman, escriben, etcétera?
Me he preguntado eso últimamente, desde las últimas elecciones, que parecían tan decisivas al menos para los intelectuales que viven de sus derechos de autor.
¿Qué dijeron, en la calle, en sus foros habituales, escritos o hablados, de lo que iba a pasar con ese aspecto tan importante de su relación con el trabajo? ¿Y de lo que les esperaba como ciudadanos, aparte de lo que los ocupa como artistas? ¿Qué dijeron, qué están diciendo?
En los últimos años se puede constatar una desafección general del ciudadano hacia la política, por culpa de la política, sin duda, pero también por culpa del ciudadano, pues sin el compromiso de éste aquella se resiente. La política es un ejercicio de civil de responsabilidad compartida. Nada es ajeno a la política y por tanto nadie está fuera de la esfera de lo público, sea de izquierdas, de derechas, o de centro. Esa desafección es ahora habitual entre los artistas. ¿Por qué? ¿Hasta cuándo?
Es curioso. El PSOE tuvo que suspender, en campaña electoral, la campaña electoral más peligrosa y abismal de su historia, un encuentro con artistas e intelectuales, porque sólo un artista confirmó su presencia en el acontecimiento que pretendía juntar a ese sector junto al candidato Rubalcaba.
El Partido Popular no suele proponer esos acontecimientos, seguramente porque los artistas o intelectuales que apoyan a esa formación no son personas que vayan a mítines o a conciliábulos partidistas y ejerzan sus posiciones desde otros lugares de la sociedad...
En UPyD hay ahora una presencia contundente y habitual, la de Álvaro Pombo; pero ni Fernando Savater ni otros artistas o comunicadores que antes eran fijos en los encuentros de Rosa Díez asoman ahora con tanta frecuencia al menos en los actos públicos
. En Izquierda Unida hay, de siempre, mayor compromiso de los intelectuales (de algunos intelectuales) que apoyan a la formación de izquierdas, pero en los últimos años he encontrado ahí también un mayor desvalimiento.
¿Qué ha pasado? ¿Fatiga de materiales? ¿Falta de atractivo por parte de los políticos? Desgana, y se acabó?
No sucede tan solo en el ámbito de las convocatorias políticas.
Estuve en la toma de posesión de Víctor García de la Concha como director del Instituto Cervantes. Tampoco vi allí a muchos creadores literarios; de hecho, no recuerdo haber visto ninguno; como dice un amigo mío, y ninguno es ninguno. ¿Por qué?
Los escritores, que acuden habitualmente a las citas internacionales del Cervantes, deben tener la idea de que esta institución es un organismo burocrático que les resuelve ese aspecto de agencia de viajes de su función, y no se sienten concernidos cuando los convocan para celebrar que un director nuevo (y qué director nuevo) viene a dirigir los destinos de la difusión de la creación literaria en español...
Me pregunté: ¿dónde estarán? Me lo llevo preguntando, qué hacen en el tiempo libre, por qué han dejado de preocuparse de lo que pasará y están tan despreocupados, en general, de lo que pasa...
Y lo que pasa (lo estás viendo) es más grave que nunca, o por lo menos eso dicen, cuando hablan, ellos mismos...
Y la mayoría estará, sobre todo, sobreviviendo, o sobreactuando, que de eso también abunda.
Pero, en lo público, en lo que suele preocupar en esa esfera intelectual de la ciudadanía, ¿dónde están? ¿Qué les preocupa últimamente, a dónde van, de qué se ocupan cuando no esculpen, pintan, filman, escriben, etcétera?
Me he preguntado eso últimamente, desde las últimas elecciones, que parecían tan decisivas al menos para los intelectuales que viven de sus derechos de autor.
¿Qué dijeron, en la calle, en sus foros habituales, escritos o hablados, de lo que iba a pasar con ese aspecto tan importante de su relación con el trabajo? ¿Y de lo que les esperaba como ciudadanos, aparte de lo que los ocupa como artistas? ¿Qué dijeron, qué están diciendo?
En los últimos años se puede constatar una desafección general del ciudadano hacia la política, por culpa de la política, sin duda, pero también por culpa del ciudadano, pues sin el compromiso de éste aquella se resiente. La política es un ejercicio de civil de responsabilidad compartida. Nada es ajeno a la política y por tanto nadie está fuera de la esfera de lo público, sea de izquierdas, de derechas, o de centro. Esa desafección es ahora habitual entre los artistas. ¿Por qué? ¿Hasta cuándo?
Es curioso. El PSOE tuvo que suspender, en campaña electoral, la campaña electoral más peligrosa y abismal de su historia, un encuentro con artistas e intelectuales, porque sólo un artista confirmó su presencia en el acontecimiento que pretendía juntar a ese sector junto al candidato Rubalcaba.
El Partido Popular no suele proponer esos acontecimientos, seguramente porque los artistas o intelectuales que apoyan a esa formación no son personas que vayan a mítines o a conciliábulos partidistas y ejerzan sus posiciones desde otros lugares de la sociedad...
En UPyD hay ahora una presencia contundente y habitual, la de Álvaro Pombo; pero ni Fernando Savater ni otros artistas o comunicadores que antes eran fijos en los encuentros de Rosa Díez asoman ahora con tanta frecuencia al menos en los actos públicos
. En Izquierda Unida hay, de siempre, mayor compromiso de los intelectuales (de algunos intelectuales) que apoyan a la formación de izquierdas, pero en los últimos años he encontrado ahí también un mayor desvalimiento.
¿Qué ha pasado? ¿Fatiga de materiales? ¿Falta de atractivo por parte de los políticos? Desgana, y se acabó?
No sucede tan solo en el ámbito de las convocatorias políticas.
Estuve en la toma de posesión de Víctor García de la Concha como director del Instituto Cervantes. Tampoco vi allí a muchos creadores literarios; de hecho, no recuerdo haber visto ninguno; como dice un amigo mío, y ninguno es ninguno. ¿Por qué?
Los escritores, que acuden habitualmente a las citas internacionales del Cervantes, deben tener la idea de que esta institución es un organismo burocrático que les resuelve ese aspecto de agencia de viajes de su función, y no se sienten concernidos cuando los convocan para celebrar que un director nuevo (y qué director nuevo) viene a dirigir los destinos de la difusión de la creación literaria en español...
Me pregunté: ¿dónde estarán? Me lo llevo preguntando, qué hacen en el tiempo libre, por qué han dejado de preocuparse de lo que pasará y están tan despreocupados, en general, de lo que pasa...
Y lo que pasa (lo estás viendo) es más grave que nunca, o por lo menos eso dicen, cuando hablan, ellos mismos...
Arturo Pérez-Reverte celebra la madurez con una novela de amor Juan Cruz
Arturo Pérez-Reverte cumplió en noviembre sesenta años y ayer dijo en la Fundación Juan March que está escribiendo una novela de amor
. Está, pues, en la madurez; es académico, ha estado en mil batallas, es un autor de mucho éxito, y ahora, en el remanso de la vida, cuando ya es, como los suyos, un héroe cansado, se ha zambullido en un amor contado desde la experiencia de tres edades: los veinte, los cuarenta, los sesenta, en distintas geografías y en distintas épocas del siglo XX.
No tiene título, o por lo menos él nunca da el título. Pero el nombre, una mujer, en torno a la que gira la trama que elabora en casa o viajando, recopilando información incluso comiendo, sí se conoce, lo dijo allí, ante el nutrido auditorio: se llama Mecha. Dará que hablar.
En todo caso, tuvieron mucho de que hablar, ante aquel auditorio, el autor de El pintor de batallas, y Sergio Vila-Sanjuan, periodista, autor de un libro capital en el universo del análisis de los best sellers. Porque se trataba, pese a la reticencia del novelista, de hablar de él como autor de libros muy vendidos. En 1998, cuando a José Saramago lo estaban premiando en Estocolmo, su amigo Pérez-Reverte estaba hablando precisamente de eso, de los best sellers, con Ken Follett, en la Feria de Francfort. Hubo un momento de silencio, circuló la noticia, él expresó su alegría, y siguieron hablando.
De lo que se trataba entonces, cuando ya Reverte había publicado El club Dumas y La piel del tambor y había iniciado su triunfal serie Alatriste, era de discutir con su colega inglés, el autor de Los pilares de la tierra, acerca del fenómeno del best seller en la cultura europea, tan distinto al best seller de sello norteamericano.
Y Vila-Sanjuan le sacó a Pérez-Reverte, en la conversación que tuvieron en la March, ese recuerdo, y por ahí entró, por el best seller literario de estilo europeo, el novelista a contar el momento en que se acabó su timidez como escritor de los libros que quieren ser reflejo de su gusto y de sus lecturas.
Eso ocurrió cuando leyó El nombre de la rosa, de Umberto Eco.
Eso era precisamente lo que estaba queriendo hacer el lector de Dumas: contar historias, expresar por escrito lo que había visto y vivido en su aventurera vida de reportero en guerras cruentas y en otras batallas civiles; y, sobre todo, lo que quería era demostrarse a sí mismo que la pasión por escribir no debía tener otro límite que la decisión de no aburrir.
Entonces él tenía 30 años. Escribió después, bajo la influencia de esa decisión de no dejarse tentar por el aburrimiento del sacrificio del escritor, La tabla de Flandes, que fue un éxito que nació en secreto: ni dios le dio pábulo en la crítica o en la información literaria de entonces, pero el libro se abrió paso mientras él andaba por los territorios terribles de las guerras del mundo.
Cuando escribió y publicó El club Dumas ya estaba mejor equipado el mundo editorial para recibirle y para lanzarle, y ese fue, dijo él, un lanzamiento espectacular que preparó al auditorio de la época para los éxitos masivos que constituyeron las ya citadas La piel del tambor y El capitán Alatriste y la secuela ya tan conocida.
Así se fue haciendo Pérez-Reverte best seller, pero él no tuvo la culpa.
Quiso decir que detrás de lo que escribía había puramente el deseo de escribir, que mantiene intacto; él no sufre escribiendo, no siente que sea un sacrificio ver delante la página en blanco, que eso no le hace llorar, y si así fuera seguramente no dispararía un chícharo.
Tampoco se propone, ni siente, que esté escribiendo un libro que "va a venderse como rosquillas"; siente, tan solo, la intuición "de que esto va a funcionar, pero porque me funciona a mi, escucho lo que voy escribiendo y noto que la respuesta interior se parece, probablemente, a la que va a tener el lector".
Sergio Vila-Sanjuan le preguntó a Pérez-Reverte si él le aconsejaría a un joven cómo tendría que hacerlo. El escritor había ido con corbata (venía de la Academia); aunque va rapado, esa vestimenta le daba la señal de un académico presto a decirle a los jóvenes cómo tendrían que hacerlo, pero se paró un rato, "no estoy seguro de que deba dar un consejo".
Pero al final (Sergio es muy persuasivo) se dio por vencido y desgranó algunas pautas: "lee sin prisa, déjate llevar por el instinto, manten la sangre fría, no te dejes llevar por los juicios admirativos de tus amigos (suelen ser mentira), trabaja..." Trabaja: toma notas, haz esquemas, lee todo lo que puedas sobre el asunto acerca del que quieras novelar... "Yo no soy un artista, soy un artesano, por eso trabajo tanto hasta que logro un producto que refleje lo que tengo en la cabeza".
Hablaron, cómo no, de héroes y heroínas. Para el creador de Alatriste, "el héroe de verdad es un solitario, un soldado en territorio enemigo, alguien que si flaquea sabe que será devorado... Mi héroe es individual: yo no creo en la humanidad, y mis héroes tampoco".
Y también hablaron de mujeres, de arquetipos... Fue al final cuando se lanzó Sergio a hacerle hablar de lo que ahora escribe.
Es raro en Pérez-Reverte, pero fue más allá de lo que suele.
La novela discurre en función de varias intrigas; Mecha es ahí la persona importante. Y esas tramas transcurren en Argentina, en la Costa Azul, en Sorrento (Italia)..., y por esos lugares (por sus mesones y por sus calles) ha discurrido últimamente la vida de Reverte, como si fuera un enviado especial que ahora sólo disfruta imaginando y no poniendo la mirada sobre realidades que le llenaron los ojos de sangre...
. Está, pues, en la madurez; es académico, ha estado en mil batallas, es un autor de mucho éxito, y ahora, en el remanso de la vida, cuando ya es, como los suyos, un héroe cansado, se ha zambullido en un amor contado desde la experiencia de tres edades: los veinte, los cuarenta, los sesenta, en distintas geografías y en distintas épocas del siglo XX.
No tiene título, o por lo menos él nunca da el título. Pero el nombre, una mujer, en torno a la que gira la trama que elabora en casa o viajando, recopilando información incluso comiendo, sí se conoce, lo dijo allí, ante el nutrido auditorio: se llama Mecha. Dará que hablar.
En todo caso, tuvieron mucho de que hablar, ante aquel auditorio, el autor de El pintor de batallas, y Sergio Vila-Sanjuan, periodista, autor de un libro capital en el universo del análisis de los best sellers. Porque se trataba, pese a la reticencia del novelista, de hablar de él como autor de libros muy vendidos. En 1998, cuando a José Saramago lo estaban premiando en Estocolmo, su amigo Pérez-Reverte estaba hablando precisamente de eso, de los best sellers, con Ken Follett, en la Feria de Francfort. Hubo un momento de silencio, circuló la noticia, él expresó su alegría, y siguieron hablando.
De lo que se trataba entonces, cuando ya Reverte había publicado El club Dumas y La piel del tambor y había iniciado su triunfal serie Alatriste, era de discutir con su colega inglés, el autor de Los pilares de la tierra, acerca del fenómeno del best seller en la cultura europea, tan distinto al best seller de sello norteamericano.
Y Vila-Sanjuan le sacó a Pérez-Reverte, en la conversación que tuvieron en la March, ese recuerdo, y por ahí entró, por el best seller literario de estilo europeo, el novelista a contar el momento en que se acabó su timidez como escritor de los libros que quieren ser reflejo de su gusto y de sus lecturas.
Eso ocurrió cuando leyó El nombre de la rosa, de Umberto Eco.
Eso era precisamente lo que estaba queriendo hacer el lector de Dumas: contar historias, expresar por escrito lo que había visto y vivido en su aventurera vida de reportero en guerras cruentas y en otras batallas civiles; y, sobre todo, lo que quería era demostrarse a sí mismo que la pasión por escribir no debía tener otro límite que la decisión de no aburrir.
Entonces él tenía 30 años. Escribió después, bajo la influencia de esa decisión de no dejarse tentar por el aburrimiento del sacrificio del escritor, La tabla de Flandes, que fue un éxito que nació en secreto: ni dios le dio pábulo en la crítica o en la información literaria de entonces, pero el libro se abrió paso mientras él andaba por los territorios terribles de las guerras del mundo.
Cuando escribió y publicó El club Dumas ya estaba mejor equipado el mundo editorial para recibirle y para lanzarle, y ese fue, dijo él, un lanzamiento espectacular que preparó al auditorio de la época para los éxitos masivos que constituyeron las ya citadas La piel del tambor y El capitán Alatriste y la secuela ya tan conocida.
Así se fue haciendo Pérez-Reverte best seller, pero él no tuvo la culpa.
Quiso decir que detrás de lo que escribía había puramente el deseo de escribir, que mantiene intacto; él no sufre escribiendo, no siente que sea un sacrificio ver delante la página en blanco, que eso no le hace llorar, y si así fuera seguramente no dispararía un chícharo.
Tampoco se propone, ni siente, que esté escribiendo un libro que "va a venderse como rosquillas"; siente, tan solo, la intuición "de que esto va a funcionar, pero porque me funciona a mi, escucho lo que voy escribiendo y noto que la respuesta interior se parece, probablemente, a la que va a tener el lector".
Sergio Vila-Sanjuan le preguntó a Pérez-Reverte si él le aconsejaría a un joven cómo tendría que hacerlo. El escritor había ido con corbata (venía de la Academia); aunque va rapado, esa vestimenta le daba la señal de un académico presto a decirle a los jóvenes cómo tendrían que hacerlo, pero se paró un rato, "no estoy seguro de que deba dar un consejo".
Pero al final (Sergio es muy persuasivo) se dio por vencido y desgranó algunas pautas: "lee sin prisa, déjate llevar por el instinto, manten la sangre fría, no te dejes llevar por los juicios admirativos de tus amigos (suelen ser mentira), trabaja..." Trabaja: toma notas, haz esquemas, lee todo lo que puedas sobre el asunto acerca del que quieras novelar... "Yo no soy un artista, soy un artesano, por eso trabajo tanto hasta que logro un producto que refleje lo que tengo en la cabeza".
Hablaron, cómo no, de héroes y heroínas. Para el creador de Alatriste, "el héroe de verdad es un solitario, un soldado en territorio enemigo, alguien que si flaquea sabe que será devorado... Mi héroe es individual: yo no creo en la humanidad, y mis héroes tampoco".
Y también hablaron de mujeres, de arquetipos... Fue al final cuando se lanzó Sergio a hacerle hablar de lo que ahora escribe.
Es raro en Pérez-Reverte, pero fue más allá de lo que suele.
La novela discurre en función de varias intrigas; Mecha es ahí la persona importante. Y esas tramas transcurren en Argentina, en la Costa Azul, en Sorrento (Italia)..., y por esos lugares (por sus mesones y por sus calles) ha discurrido últimamente la vida de Reverte, como si fuera un enviado especial que ahora sólo disfruta imaginando y no poniendo la mirada sobre realidades que le llenaron los ojos de sangre...
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