Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

2 dic 2011

El teatro refuerza su presencia en la RAE con la entrada del fundador de La Abadía

El actor José Luis Gómez, nuevo académico de la lengua

La profunda y embaucadora voz de un actor volverá a escucharse a través de las centenarias paredes de la Real Academia. José Luis Gómez, actor, director y, sobre todo, hombre curtido en eso que llaman las tablas, ha sido elegido esta tarde como nuevo miembro de la RAE ocupando la silla Z, vacante después de la muerte (en noviembre de 2009) del escritor Francisco Ayala. Gómez (Huelva, 1940) sigue así la estela de cómicos académicos que inauguró Fernando Fernán Gómez y que quedó sin representación tras la muerte del director de El viaje a ninguna parte.
Sin embargo, y la diferencia es importante, ahora se trata de un actor sin obra literaria el que accede a la Academia. Un actor (y director) cuyo principal patrimonio es el oficio de interpreta
Gómez es uno de los grandes del teatro y el cine español.
Posee una larga carrera en la que ha cosechado importantes premios y éxitos. Fundador del teatro de La Abadía en 1995 y director del Teatro Español entre 1981 y 1984, logró en 1976 el premio al mejor actor en el festival de Cannes gracias a su interpretación de Pascual Duarte en la adaptación al cine de Ricardo Franco de la obra de Cela.
No ha sido su única incursión en el cine: ha trabajado con Pedro Almodóvar (Los abrazos rotos), Manuel Gutiérrez Aragón (Sonámbulos), Gonzalo Suárez (Remando al viento), Pilar Miró (Beltenebros) o Carlos Saura (El séptimo día). Además, en el teatro, destacan montajes en los que ha participado como director, como el de Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte, de Valle-Inclán; Baraja del rey don Pedro, de Agustín García Calvo; Mesías, de Steven Berkoff; El Rey se muere, de Eugène Ionesco, y La paz perpetua, de Juan Mayorga, o como actor, Final de partida, de Samuel Beckett; La resistible ascensión de Arturo Ui, de Bertolt Brecht; La vida es sueño, de Calderón; Las sillas, de Ionesco, o cualquiera de sus afamados monólogos entre los que destacan Azaña, una pasión española, con textos del político republicano, o Informe para una academia, de Kafka, que abordó en 1976, al volver a España tras recibir formación en Francia, Alemania y Polonia y que remontó en 2010.
Ayer era la segunda vez que la RAE convocaba la vacante de Ayala.
Desde su muerte, la silla Z se ha resistido a tener nuevo ocupante. Ni el filólogo Andrés Amorós, ni el abogado Santiago Muñoz Machado, ni el economista José B. Terceiro lograron suficientes votos cuando fueron sus nombres fueron presentados la pasada primavera.
Ahora, bajo el aval del dramaturgo Francisco Nieva, el filósofo Emilio Lledó y el periodista Juan Luis Cebrián, será Gómez quien ocupe la Z. La RAE cuenta con un total de 46 sillas académicas y, actualmente, están vacantes, la e y la n, que ocupaban Miguel Delibes y Valentín García Yebra, respectivamente.

 

 

Lugares y nombres propios de Juan Cruz

Fue ayer el día de los nombres propios.
Antes de ir a la presentación de Lugares que no quiero compartir con nadie, de Elvira Lindo, Seix Barral, la actualidad subrayó dos nombres propios. Nicanor Parra, José Luis Gómez.
Ganó el Cervantes el poeta chileno Nicanor Parra, cuyo nombre deambuló por las alfombras de ese galardón durante una década al menos. Un hombre que tacha y construye, un poeta que es además una playa y una colina; un Quevedo de la cordillera y del mar, y también un Góngora. Su risa es la risa de una literatura que no se casa con nadie. Reconforta oírle, tan telúrico y marino
. En un tiempo de tanto nombre que pasa y deja una brisa de ceniza da gusto escuchar este nombre que es al tiempo uva y dulce espolvoreado. Por cierto, mi amigo Patxo Unzueta cumplió años y trajo al periódico Nicanores, que durante años fueron mis dulces favoritos. Me comí uno, y esta mañana he visto que subí de peso.
Almorcé con David Trueba, entre otros. Inteligente amigo, de los más. Siempre me recuerda a Azcona, y juntos recordamos a Azcona. Por la tarde vi en elpais.com que iba, con su película Madrid 1987 (qué verano, lo del verano lo añado yo), al festival Sundance. ¿Por qué no me lo dijo? Porque habla poco de sí mismo David Trueba, como aquel maestro que acabo de citar. Cuando llegué a la presentación del libro de Elvira me encontré con un actor al que aprecio mucho, Miguel Rellán, de quien vi hace poco, en un hotel de Marsella, El Crack, la gran película de Garci que él engrandece. Pues me llamó aparte y me dijo algo que en seguida anoto. Me dijo: "Siempre dices que el Goya que le dieron a Rafael Azcona se lo entregó José Luis García Sánchez. Y me duele. Porque quien lo recogió fui yo. Lo entregaron José Cuerda y Luis G. Berlanga. Y para mi aquello fue muy emocionante, que Rafael me lo encargara". Ahí queda la rectificación, no se me olvidará si lo he de decir otra vez.
Lo diré otra vez, pues ahora estoy terminando unas nuevas memorias, El diario de un día, continuación de Egos revueltos. Me preguntó mi amigo Manuel Rodríguez Rivero qué estaba haciendo, al llegar a la presentación de Elvira. Y le dije que eso, que estaba escribiendo ese libro. Y prometí enviárselo, porque tengo muy en cuenta lo que piensa de los libros de memorias, en los que se fija con su bien contrastada inteligencia lectora. Me dijo que estaba leyendo Escaramuzas, de Antonio Martínez Sarrión, y aguardo con mucho interés su juicio.
Y la presentación. Presentó Elvira con Tony Garrido, que dirige el programa Asuntos propios, de Radio Nacional de España, donde Elvira habla los martes (a las cuatro, convocó Garrido). El libro ya lo conocen: Lugares que no quiero compartir con nadie. Es la excursión sentimental, interior, secreta porque es propia, de Nueva York, donde Elvira vive, yendo y viniendo, desde hace muchos años. Es un libro que es la vez una casa, un café, un museo, una cueva y un puente, además de una iglesia, un parque, una fruta, un chocolate, y, en total, miles de historias que ella cuenta, y contó con Tony, como si estuviera escribiendo otro libro mientras hablaba.
Fue en la librería La buena vida, la buena librería de un hermano de David Trueba.
Me fui antes de tiempo, me esperaban en una radio para hablar de fútbol.
En la puerta de la librería me encontré con Antonio Muñoz Molina, el marido de Elvira; venía, seguramente, de votar en la Academia, donde (y he aquí otro de los nombres propios de ayer) donde eligieron, como sucesor de Francisco Ayala en la letra Z, al actor José Luis Gómez.
Me llamó Gómez por la tarde, con el temblor de la noticia posible y por tanto inédita. Me alegra mucho; es un gran actor, un artista, un ser humano que une a la duda de Marsillach el humor creativo, es decir, decisivo, indesmayable, de gente como Fernando Fernán Gómez o el propio Marsillach, y es bueno que esté ahí, ensayando sus informes para la Academia, en estos tiempos tan kafkianos (como siempre fueron los tiempos).
Volví a casa, con cierta melancolía. ¿Por qué? Quizá lo cuente en El diario de un día. Ahpra me acabo de tomar un descafeinado, llueve y la melancolía es como la ropa que uno se va poniendo mientras el cielo gris cae como una mano que viene de la playa. Y punto final.

De Pepe Junco

EXTRAVÍO

Me he encontrado unos brazos flotando en la memoria
y, casi por instinto, me he tocado los míos,
y he calmado la angustia al saber que aquí siguen,
desgastados, escuálidos, buscando los bolsillos
del pantalón vaquero que visto de uniforme;
pegados a los hombros como niños sin rumbo
que, por miedo a extraviarse, se agarran a una mano.

Sin embargo, los brazos que habitan mi memoria
no me dejan tranquilo, e irrumpen en mis sueños
moviéndose y clamando en todas direcciones,
igual que ramas de árboles arrancadas de cuajo
y huérfanas pululan los confines del mundo.

(Es curioso lo del andar errante de las ramas partidas:
al principio parece que, superado el miedo,
intentan torpemente llevar su vida propia
hasta que penan solas sintiendo que la savia
no atraviesa sus venas y quedan desangradas
y muertas para siempre detrás de unos suspiros)

He intentado, sin suerte, saber su procedencia
y el sentido que tiene su presencia en mi mente
sabiendo como saben que yo tengo mis brazos
y que no necesito de trasplantes ni injertos

Los he visto subiendo por lugares inhóspitos
tratando de quedarse en mis hombros desnudos
suplicando cobijo y amparo entre los vivos,
esbozando sonrisas fraternales y tiernas.

Son pequeños, y buscan en los parques del alma
un columpio de flores que los lleve muy lejos,
que potencie y dé savia a su venas resecas
y transporte sus sueños más allá de la muerte.

A veces me da miedo pensar que se han caído
del cuerpo de algún niño machacado en combate
y no han podido luego retornar a su cuerpo
y vagan solitarios buscando explicaciones.

No he tenido coraje, ni corazón, ni ganas
para hacer que abandonen mi memoria cansina,
y he dejado que sigan torpemente mis pasos
y a todas partes vienen como si fueran míos.

1 dic 2011

Dignidad David Trueba

Ahora llaman periodignos a los periodistas que denuncian la degradación de su profesión. Los perros amarillos, como se conoce a los profesionales del todo vale, pretenden liberarse así de la mirada rigurosa del compañero.
Pero en el desempeño de una profesión son los profesionales quienes han de marcar la raya.
La moralina casa mal con el periodismo, profesión donde la delicadeza y los miramientos no son virtudes abundantes. Pero el juicio sobre espionaje y escuchas que sacude al grupo Murdoch en Reino Unido nos enseña varias lecciones importantes.
El desprestigio de un oficio es consecuencia de las malas prácticas y el mejor fiscal de una profesión son sus propios profesionales. La tarea de The Guardian para desnudar el delito de los perros amarillos de Murdoch dignifica a la profesión.
Timothy Garton Ash, atinado columnista de la actualidad europea desde su cátedra en Oxford, publicó un estupendo artículo donde hablaba de la tiranía de los tabloides británicos aceptada por los políticos, porque la prensa sensacionalista es la aliada perfecta de la política sensacionalista.
En su artículo, escribe: "Necesitamos que nuestros políticos sean más valientes a la hora de enfrentarse a los amos de los medios que nadie ha elegido y que haya más regulación tanto de la propiedad como de la política de competencia".
Es decir, que se fomente la pluralidad y la libre competencia, mucho más que la tutela moral.
Pese a ello, de todo proceso sale siempre indemne el lector, el espectador, nuestro hermano y semejante. Pero en una sociedad de consumo, la acción y decisión del consumidor diseña el mundo en el que vive, la sociedad sobre la que el político no puede ser el eterno vigilante.
Todas las tutelas contendrán un grado de injusticia.
La confianza en la autorregulación de los medios está quebrada cuando uno estudia con detenimiento las ambiciones de sus propietarios. Así que al comienzo de la cadena siempre nos vamos a topar con la calidad de la educación.
Todos los debates regresan siempre al mismo punto de inicio.
Recorten ahí, degraden la formación universal, y no habrá ley ni regulación que frene la rentable transgresión de la dignidad ajena y propia.
Como preguntaba Dylan en su canción, a veces también nos preguntamos cuánto cuesta encontrar la dignidad.