Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

7 oct 2011

¿Dónde está el problema? Santiago Carrillo

Hace días, en una de las Cuarta Página de EL PAÍS se publicaba un interesante artículo -El G-20 debe ponerse serio- firmado por Gordon Brown, Felipe González y Ernesto Zedillo.
Era un texto cauteloso, prudente, como escrito para iniciados, para colegas, con un fondo muy crítico para la gestión de la crisis del G-20.





El Gobierno español ha importado los decretos de Bruselas como si fueran ciencia económica infalible



Se aplican recetas ideológicas nocivas para el crecimiento y el empleo

Para un lector corriente, ajeno a ese ámbito, su lectura resultaba desconsoladora. ¿En qué manos está la suerte del mundo? Las reuniones del G-20, en torno a las cuales el ruido mediático era descomunal, habían sido inútiles, pues no habían alcanzado la cooperación de unos y otros.



Y a partir de un momento, el de la reunión de Pittsburgh, dice textualmente el artículo, "comenzó el descenso del G-20 hacia la irrelevancia más absoluta".



En todo este proceso los articulistas subrayan la responsabilidad de las "grandes economías", citándose expresamente a Estados Unidos, China y Alemania.



Para muchos de los que lo hayan leído no será una sorpresa, pues la idea de que la crisis estaba mal gobernada está tan extendida que en los países en que ha habido elecciones, los partidos en el Gobierno, tanto los de izquierda como de derecha, han sido derrotados. Y a los españoles les servirá para hacer un juicio sobre la actitud de nuestros ministros al trasladarnos los mandatos de Bruselas como si estuvieran respaldados por la ciencia económica más infalible.



El artículo que comento concluye reclamando prácticamente un Fondo Monetario Internacional nuevo; independiente de los intereses de las potencias que hasta ahora lo han controlado y utilizado con arreglo a sus particulares intereses y, por ello, muy contestado en medio mundo, por no decir más.



La idea de ese cambio del FMI está relacionada con una exigencia que se repite cuatro veces: la necesidad de un crecimiento mundial equilibrado sustancial y sostenido.



Dudo de que sea fácil lograr ese cambio del FMI. Dudo de que ciertas grandes economías renuncien a disponer de un instrumento así. El FMI lleva ya muchos años funcionando; tiene sus propias rutinas, una idiosincrasia. Darle la vuelta a ese trasto no será nunca fácil. Además en un mundo tan diverso, del que no ha desaparecido la sombra de los bloques, de los que el mismo FMI era hechura, no sé si sería capaz de cambiar tanto.



Pero en relación con la necesidad de impulsar el crecimiento económico expresada en ese artículo, desde la timidez que me invade al pensar que tantos maestros de la economía han podido equivocarse durante tanto tiempo, y siendo yo un simple



aficionado, me atrevo a plantear: la causa de este impasse ¿acaso no está en un mal planteamiento del problema, forzado por el enorme poder de los mercados?



¿Acaso no ha llegado el momento de reconocer que priorizar lo que se ha llamado la capitalización de los bancos sobre el crecimiento, sobre el fortalecimiento de la demanda, sobre la solución de la crisis económica general, con medidas de corte keynesiano, no es lo que nos ha conducido al borde de una crisis crónica que ha puesto en peligro el equilibrio social y el prestigio de las instituciones democráticas?



Con esa prioridad hemos puesto en peligro la unidad de Europa y la moneda única; hemos dividido Europa en países ricos y pobres.



¿No nos estamos moviendo en un círculo vicioso? Llevamos tres años intentando recapitalizar a los bancos y para ello estamos estrangulando a la economía productiva, empobreciendo a la población y a los Estados, destruyendo el crecimiento.



Da grima ver el estado a que ha quedado reducida Grecia. Algunos han perdido la noción de lo que representa ese país en la historia de la cultura humana y le han tratado como un Estado apestado.
 Como si el hecho de no ser una gran economía, de haber accedido tarde al desarrollo y no haber disfrutado del pastel colonial, de haber estado geográficamente en un espacio históricamente conflictivo, le privara del derecho a una vida digna y libre en esta Europa que dice querer unirse.
 Si Europa no se prepara a superar las consecuencias del desarrollo desigual de sus pueblos, difícilmente llegará nunca a estar realmente unida.



Además, el trato a Grecia ha arrastrado ya a Portugal e Irlanda. Y está a punto de arrastrar a Italia y España. Y si una serie de países europeos se empobrecen arrastrarán con ellos a la Europa rica. Ya podemos presenciar cómo a la economía más grande de la Tierra, Estados Unidos, le afectan seriamente los efectos de la crisis. Ningún Estado está libre de las consecuencias de la política dominante.



Pero además resulta que tres años priorizando la solución a los problemas de la banca tampoco han servido para resolverlos y para tranquilizar a los mercados.



En este orden de cosas también vamos a peor y la degradación de la situación ha puesto en movimiento fuerzas que colocan en riesgo todos los avances logrados por la humanidad en el terreno de la democracia y la paz.



En esta situación han encontrado ambiente propicio para su desarrollo, tanto en Estados Unidos como en Europa, fuerzas que defienden como solución definitiva la ideología del capitalismo salvaje de la escuela de Chicago, la revolución conservadora que pretende privatizarlo todo, convertir en puro negocio hasta el disfrute del aire que respiramos y desde luego las funciones del Estado, comprendidas las de la defensa y la seguridad. Hay quien empieza a pensar que el Tea Party y otros grupos semejantes son la semilla del fascismo de hoy.



Quizás el problema está en que hay que poner freno a esta ideología del capitalismo salvaje. Que el sistema en que vivimos esté reclamando de momento una reforma urgente que limite sus efectos negativos. Y esa reforma probablemente es una reivindicación que la izquierda europea defendió en otros tiempos, cuando poseía una existencia real en la vida política, la transformación del sistema financiero es un servicio público gestionado por los Estados y coordinado mundialmente.



Esto no es ya una reivindicación ideológica, puesto que en el sector de la economía productiva, del comercio y los servicios seguiría existiendo la propiedad privada y las plusvalías, el mercado libre. Sería poner fin a una situación en la que el sistema financiero con sus juegos de casino, se ha convertido en un fin en sí mismo, en el que manejando papel se hacen en horas tremendas fortunas y en el que el poder del dinero se ha convertido en el gran poder fáctico que ha convertido en poderes subordinados a los poderes políticos, multiplicando el caos y la autarquía del capitalismo.



Antes el sistema financiero era el lubricante de la economía productiva. En el curso de esta crisis comprobamos que se ha convertido en un obstáculo para aquella, al sacrificar el crecimiento y el desarrollo a los intereses de la banca.



Una reforma así debería ser reclamada por la izquierda, pero también por cualquier fuerza política moderada y responsable que se dé cuenta de que este capitalismo salvaje solo puede provocar catástrofes para todos.



Claro que hoy esa medida tendría que ser tomada a nivel global -o de otra forma sería ineficaz e imposible- y por un consenso amplísimo entre Estados y clases sociales diferentes.
 En definitiva, sería la única manera de poner de pie lo que está cabeza abajo y de que la política mande sobre la economía.



Santiago Carrillo fue secretario general del PCE y es comentarista político.

El lenguaje es muy escurridizo

El lenguaje es muy escurridizo




Vaya por delante que no estoy en absoluto de acuerdo con la sentencia que dice que llamar zorra a la esposa en medio de amenazas no es un insulto. Pero en el lenguaje vale tanto el texto como el contexto, o tal vez este más. Después de que un taxi le hiciera una maniobra peligrosa, un motorista le gritó: "¡Taxista!", a lo que el condutor del taxi respondió: "Sí, pero de padre reconocido". Es decir, el taxista entendió que la palabra que comunmente lo denomina y que es completamente inocua, en aquella ocasión significaba otra cosa. Y es por eso, por el contexto, por lo que no estoy de acuerdo con la sentencia exculpatoria que se ha dictado.



El lenguaje es dinámico y polivalente. Tan es así, que un director teatral me dijo que se podían hacer dos obras distintas sin cambiar una coma de un mismo texto: "Si juegas con la entonación, con los silencios y con todo el aparataje humano y material de un escenario, puedes salvar a Don Juan Tenorio o mandarlo al infierno siguiendo en ambos casos al pie de la letra el texto de Zorrilla". Y es así, las palabras son escurridizas, y cuando se escribe una novela hay que tener en cuenta todo eso para que no haya lugar a una lectura distinta de la que pretende el autor, porque no hay contexto, es solo el texto. Y aun así, cada lector le da un enfoque personal, de manera que, a veces, dos lectores de la misma novela parece que han leído novelas distintas.



Antaño, al discapacitado psíquico se le llamaba bobo o tonto, y cada pueblo tenía su tonto particular. Tonto se convirtió en insulto, y en los años sesenta se creó la palabra subnormal para designar a estas personas. Era una variante técnica que describía al sujero, con facultades por debajo de lo normal.
 Pronto subnormal fue un insulto, y se creó la palabra disminuido, y cuando esta empezó a usarse de forma ofensiva nació lo de discapacitado psíquico que es la que ahora está en vigor. Pero ya evolucionará, y habrá que buscar otra denominación, y otra, y otra... Eso ha pasado también con el lenguaje machista, que entiende que un zorro es un hombre astuto (El Zorro de Tyrone Power y Antonio Banderas, Rommel, el Zorro del desierto) y una zorra es poco menos que una prostituta, lo mismo que suena enaltecedor "hombre público" y degradante "mujer pública".
Pues todo esto debieran tenerlo en cuenta los jueces, porque en determinados contextos, hasta la palabra más bella puede resultar insultante. Y al revés.

Los patinazos médicos más sonoros de los Nobel de Ciencia

No hay mayor reconocimiento social y científico en el mundo para un investigador que el hecho de recibir el Premio Nobel.
 Conseguirlo no sólo aporta el prestigio máximo del mundo de la ciencia sino que, en muchos casos, la persona pasa de ser casi un completo desconocido a una autoridad pública encumbrada por los medios de comunicación.




Que los Nobel elevan a sus premiados al Olimpo de la Ciencia no es, en cierto modo, una exageración: Sus discursos y afirmaciones pasan al plano público con una autoridad casi divina.
Sin embargo, a menudo se nos olvida que, pese a ser personas sobresalientes en campos concretos de la ciencia, siguen siendo tan humanos como nosotros, lo que incluye la humana propiedad de equivocarse, incluso estrepitosamente.






La ciencia en sí misma reniega del argumento de autoridad, pues son los hechos, las pruebas y los experimentos los que dan el peso de una afirmación.
Si hoy en día un pobre becario científico aportase las pruebas suficientes para reformar la teoría de la relatividad, ni mil Einsteins podrían rebatirle.
Y eso es lo bonito de la ciencia, que en buscar la verdad todos valemos lo mismo. Por eso resulta especialmente paradójico que los medios de comunicación y la sociedad en general otorguen una autoridad intocable a los Nobel de Ciencia (aun cuando hablan sobre temas que no son de su especialidad), algo que dista mucho del “espíritu” científico.
Como veremos a continuación, ser Nobel no te hace inmune a caer en los más sonoros patinazos.

Una aristócrata "con voz de pito y nombre interminable"

Reino Unido sucumbe al hechizo de la duquesa.- La mayoría de los medios, desde la BBC hasta 'The Guardian' pasando por 'The Sun' y los diarios gratuitos dedican espacio al enlace .
Reino Unido sucumbió ayer al hechizo mediático de la duquesa de Alba. Pocos británicos conocían hasta entonces a esta "octogenaria vestida de colores con pelo blanco y crespo que tiene incluso más títulos que nuestra reina", según la describía el gratuito Metro. Pero con tal carta de presentación y su arranque por sevillanas delante de las cámaras de televisión la duquesa se metió a los periódicos británicos en el bolsillo. Pocos dejaron de hacer un hueco a la boda entre sus páginas.
Medios tan distantes como el sensacionalista The Sun y la prestigiosa BBC consideraron ayer que merecía la pena que sus audiencias conocieran la historia de amor de la duquesa española.




Salve rociera, melancolía en palacio

Con tiritas y ¡olé!

Y la duquesa de Alba se puso a bailar



Todos destacan su larguísimo nombre: María del Rosario Cayetana Victoria Alfonsa Fitz-James Stuart y de Silva. The Guardian, que desplazó a su corresponsal hasta Sevilla, la describe como "una aristócrata con voz de pito y un nombre increíblemente largo". También viajaron hasta el Palacio de Dueñas corresponsales de EE.UU, Israel y China.



Cada uno con su estilo, se hicieron eco de la "fiebre de boda que recorrió España", según describe Metro. Mientras The Sun titulaba "La excéntrica Duquesa de Alba, 85, se casa con su joven amante de 60", la BBC destacaba: "La Duquesa de Alba, una de las mujeres más ricas y extravagantes de España, se volvió a casar con un funcionario 24 años menor que ella". The Guardian publicó un artículo y una fotogalería y The Times no sólo se hizo ayer eco de la boda sino que hoy continuaba con el seguimiento de la noticia destacando: "La mujer más rica de España desafía a su familia casándose a los 85". Además, este fin de semana el Sunday Telegraph se explayaba una previa del evento titulada "La duquesa reparte 3.000 millones por amor".



Pero no toda la atención fue para la duquesa. Los españoles y su gran interés en este casamiento también fueron noticia. The Guardian destacó algunas de las impresiones de los curiosos que se acercaron al palacio de Dueñas: "'He escrito un pasodoble y quiero cantárselo, dijo el compositor Vicente Tarrancón, que viajó desde Alicante 300 millas con un piano eléctrico y un violinista'. Pocos espectadores se sentían molestos por la riqueza heredada de la Duquesa, estimada en 3.500 millones de euros, incluso cuando uno de cada cinco españoles está desempleado".



Otros periódicos coinciden en calificar a Alfonso Díez como el toy boy de la duquesa, una expresión en inglés que se utiliza para referirse al hombre cuando hay una gran diferencia de edad entre una mujer y su amante.
El gratuito Metro incluye entre sus imágenes un detalle de los pies de Doña Cayetana mientras se descalzaba antes de bailar.



Ningúno menciona, sin embargo que esta pintoresca duquesa española cuyo desparpajo sorprendió ayer a los británicos fue durante su infancia conciudadana de Londres.
Al estallar la Guerra Civil los Alba se exiliaron a la capital británica donde su padre sería nombrado Embajador de España.