El lenguaje es muy escurridizo
Vaya por delante que no estoy en absoluto de acuerdo con la sentencia que dice que llamar zorra a la esposa en medio de amenazas no es un insulto. Pero en el lenguaje vale tanto el texto como el contexto, o tal vez este más. Después de que un taxi le hiciera una maniobra peligrosa, un motorista le gritó: "¡Taxista!", a lo que el condutor del taxi respondió: "Sí, pero de padre reconocido". Es decir, el taxista entendió que la palabra que comunmente lo denomina y que es completamente inocua, en aquella ocasión significaba otra cosa. Y es por eso, por el contexto, por lo que no estoy de acuerdo con la sentencia exculpatoria que se ha dictado.
El lenguaje es dinámico y polivalente. Tan es así, que un director teatral me dijo que se podían hacer dos obras distintas sin cambiar una coma de un mismo texto: "Si juegas con la entonación, con los silencios y con todo el aparataje humano y material de un escenario, puedes salvar a Don Juan Tenorio o mandarlo al infierno siguiendo en ambos casos al pie de la letra el texto de Zorrilla". Y es así, las palabras son escurridizas, y cuando se escribe una novela hay que tener en cuenta todo eso para que no haya lugar a una lectura distinta de la que pretende el autor, porque no hay contexto, es solo el texto. Y aun así, cada lector le da un enfoque personal, de manera que, a veces, dos lectores de la misma novela parece que han leído novelas distintas.
Antaño, al discapacitado psíquico se le llamaba bobo o tonto, y cada pueblo tenía su tonto particular. Tonto se convirtió en insulto, y en los años sesenta se creó la palabra subnormal para designar a estas personas. Era una variante técnica que describía al sujero, con facultades por debajo de lo normal.
Pronto subnormal fue un insulto, y se creó la palabra disminuido, y cuando esta empezó a usarse de forma ofensiva nació lo de discapacitado psíquico que es la que ahora está en vigor. Pero ya evolucionará, y habrá que buscar otra denominación, y otra, y otra... Eso ha pasado también con el lenguaje machista, que entiende que un zorro es un hombre astuto (El Zorro de Tyrone Power y Antonio Banderas, Rommel, el Zorro del desierto) y una zorra es poco menos que una prostituta, lo mismo que suena enaltecedor "hombre público" y degradante "mujer pública".
Pues todo esto debieran tenerlo en cuenta los jueces, porque en determinados contextos, hasta la palabra más bella puede resultar insultante. Y al revés.
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