Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

28 ago 2011

¡tanto duele el desamor!,

Se me duerme el corazón,
¡tanto duele el desamor!,
y el tiempo no me da para más.
Aun así, sigo con este poemario
con el que intento pronunciar
las siete letras completas
de tu verdadero nombre.
Sé que existe, desnudo,
y te lo escribo al margen:

Crece aquí de forma tenue.

Aún lo mantengo oculto.

Ríete, pero toma consistencia.

Largo trecho ya llevamos hecho.

Oye casi completa su armonía.

Tú le quitas al final este ropaje.

Ahora sí que estás completa.

Yo no voy a cantarlo.
Lo convertiré en una canción;
en una ausencia más entre otras
que cubres con forma abreviada
con sólo cinco y escuetas letras
que suenan como una aldaba.
Cinco, sólo cinco, que son llave
para poder un día llamarte.
Una cueva donde esconder
miles de inquietudes invisibles,
y la sinrazón del verbo amado.

Siete letras escondidas
en disfraz de cinco.

Siete de condesa,
que si con Ava iba descalza,
tú con cinco, ¿qué escondes?

¿Un deseo en un diario inútil?

¿Tras la ventana tus ojos azules?

¿El amor, la nostalgia, la sonrisa?

¿Aquel lugar precioso que nos quedó
y que todavía lo llaman París?

Si para algunos bien valía una misa,
contigo me bastaría con una mesa
y con una buena botella de vino
que hiciera caer en el olvido
la falsa faz que te ponen los versos,
y ten ponga cara a un orgasmo,
apoteósico, fuera de los sueños.

Se me duerme el corazón,
la muerte está en mi interior,
pero encontré tu nombre sin más.

 

Soy tan solo un poema.

Yo no existo.
Soy tan solo un poema.
Un verso enamorado.
Una palabra que se cierra
a la visión ordinaria de la vida
para empezar su creación
desde una sola letra
y compartir su luz
contigo si lo deseas.
Todo lo hasta aquí escrito
no tiene sentimientos.
Son apenas sus cimientos.
Todo lo hasta aquí amado
tuvo poco fundamento.
Se lo ha llevado el viento.
Se llevó a la mariposa
que se consumió abrasada
en el ara de la luz nocturna.
Sólo ella volaba
sobre la alba presencia
de mi tenue luz,
sobre su llana planicie,
batiendo como loca sus alas,
de modo que semblaban
no uno, sino dos pares.
El viento
le lleva mi verbo
y, al escucharlo,
su boca
como el azafrán despunta
y sus hebras
arracan brillos de marfil
a la tarde.
Decae el sol,
como lagarto
que repta al suelo,
transformando
el azul en añil,
dándole la última dentellada
a la ausente luna.
Mi gemido de amor
ha inundado la tuya.
Pero, yo, no soy nada.
Yo, no existo.

25 ago 2011





Hay libros que parecen inspirados por las hadas, que cautivan al lector con historias aparentemente sencillas y que sin embargo no lo son. Que la complejidad adopte una apariencia simple, delicada, amena e incluso expectante es un trabajo de altura que ha logrado la escritora francesa Muriel Barbery en esta novela.

La Elegancia del Erizo es la crónica de la vida de dos mujeres, una niña y la portera del edificio donde viven, que optan por camuflar su inteligencia, su cultura e inquietudes. Lo hacen desarrollando el rol que se espera de ellas: el de una niña de 10 años un tanto críptica y el de una portera que se pasa la vida viendo televisión y ejerciendo los tópicos propios de su oficio. El tratamiento que de ellas hace Barbery es el de dos cenicientas cuyo encanto no reside precisamente en su físico, sino en la riqueza de sus personalidades formadas al margen de los convencionalismos y apoyadas en la cultura. De ahí la definición de “La elegancia del Erizo” que hace Paloma referida a la señora Michel, “por fuera está cubierta de púas, una verdadera fortaleza, pero intuyo que, por dentro, tiene el mismo refinamiento sencillo de los erizos, que son animalillos falsamente indolentes, tremendamente solitarios y terriblemente elegantes”.

En este cuento las princesas son felices bajo su apariencia insulsa y vulnerable, y no anhelan más que seguir viviendo tranquilas bajo sus caparazones. Es un punto de partida fantástico, aderezado con reflexiones aparentemente sencillas pero de gran calado intelectual y vital. Esas páginas son las que van enganchando al lector a una filosofía despojada de artificio y apegada a la vida que aparece en el “diario del movimiento del mundo” y en ese compendio de “ideas profundas”, en el caso de Paloma, la niña; y también en las reflexiones de la portera en torno al cine japonés, la pintura clásica o la literatura rusa; o en su sagacidad para determinar el talante intelectual de una persona por cómo coloca una coma. Son regalos al lector por su expresión sencilla y “sedosa”, un epíteto por el que comparto gusto con la señora Michel, portera del edificio de la calle Grenelle.

Hay tramos de la novela que recuerdan fabulas muy al estilo de Amelie,(Discrepo totalmente) la película de Jean-Pierre Jeunet, pero esta no es una comedia romántica, ni una historia preciosista sin más. La novela está llena de matices y no se queda en la superficialidad efectista de cuan listas pueden ser sus protagonistas, sino que sus pensamientos y actos se encuadran en una realidad a la que se analiza y crítica, eso si, lejos de las meditaciones cartesianas y de la fenomenología que tanto desconciertan a la señora Michel. También hay un importante componente de crítica social, de disección de la nueva burguesía europea que ya empieza a utilizar el disfraz de la progresía, aunque sin demasiado éxito en su afán de disimulo.

Lo cierto es que La elegancia del Erizo se ha convertido en todo un fenómeno editorial potenciado por el boca a boca de los que han degustado sus páginas. Cuando se lee, se entiende porqué.

24 ago 2011

Las tres edades del amor

.Con su saga Manuale d'amore, Giovanni Veronesi parece haber encontrado una fórmula para el éxito con poder para sublevar al espectador no italiano -aunque también, por qué no, al italiano- con fobia por la vulgaridad romántica y la pervivencia estética de la fotonovela.
El molde parece una suerte de mutación audiovisual de lo que, en la España de los cincuenta, supuso el notable tebeo Florita: un mosaico de historias románticas, entre el humor y la fantasía sentimental, confeccionadas con un arte que no parece tener el rutinario Veronesi, pero orientadas -como las de Manuale d'amore- a perpetuar una serie de valores que, eufemísticamente, uno podría tildar de discutibles.
 La serie Manuale d'amore es un Florita a la medida del berlusconismo estético que -y he ahí lo singular- parece haber sido concebida como fantasía masculina y no como producto para el consumo femenino.
 En el imaginario de Manuale d'amore, la mujer es siempre voluptuosa, está disponible y suele imponer con agresividad sus apetitos.







"Hablar tanto de mí me aburre mortalmente"


MANUALE D'AMORE 3


Dirección: Giovanni Veronesi.






Intérpretes: Riccardo Scamarcio, Robert de Niro, Monica Bellucci, Michele Placido, Laura Chiatti, Carlo Verdone.







A diferencia de sus predecesoras, Manuale d'amore 3 limita su reiterada estructura de cuatro sketches a tan solo tres historias, correspondientes a las sucesivas edades del amor.
Carlo Verdone, que interpreta su papel de presentador de informativos con un pie en una aureola a Silvio Berlusconi y otro en una gestualidad modelo Valeriano Andrés, proporciona cierta chispa de viejo zorro de la comedia italiana en el segundo capítulo. Se hace más difícil de tragar el crepuscular strip-tease de un desubicado Robert de Niro. Lejos de las gratificaciones epidérmicas que reciba el público italiano frente al espectáculo de su star system de última hora, Manuale d'amore 3 parece aquí un extraño objeto venido de un universo paralelo donde rigen leyes muy tronadas en la ronda del amor.