Se me duerme el corazón,
¡tanto duele el desamor!,
y el tiempo no me da para más.
Aun así, sigo con este poemario
con el que intento pronunciar
las siete letras completas
de tu verdadero nombre.
Sé que existe, desnudo,
y te lo escribo al margen:
Crece aquí de forma tenue.
Aún lo mantengo oculto.
Ríete, pero toma consistencia.
Largo trecho ya llevamos hecho.
Oye casi completa su armonía.
Tú le quitas al final este ropaje.
Ahora sí que estás completa.
Yo no voy a cantarlo.
Lo convertiré en una canción;
en una ausencia más entre otras
que cubres con forma abreviada
con sólo cinco y escuetas letras
que suenan como una aldaba.
Cinco, sólo cinco, que son llave
para poder un día llamarte.
Una cueva donde esconder
miles de inquietudes invisibles,
y la sinrazón del verbo amado.
Siete letras escondidas
en disfraz de cinco.
Siete de condesa,
que si con Ava iba descalza,
tú con cinco, ¿qué escondes?
¿Un deseo en un diario inútil?
¿Tras la ventana tus ojos azules?
¿El amor, la nostalgia, la sonrisa?
¿Aquel lugar precioso que nos quedó
y que todavía lo llaman París?
Si para algunos bien valía una misa,
contigo me bastaría con una mesa
y con una buena botella de vino
que hiciera caer en el olvido
la falsa faz que te ponen los versos,
y ten ponga cara a un orgasmo,
apoteósico, fuera de los sueños.
Se me duerme el corazón,
la muerte está en mi interior,
pero encontré tu nombre sin más.
¡tanto duele el desamor!,
y el tiempo no me da para más.
Aun así, sigo con este poemario
con el que intento pronunciar
las siete letras completas
de tu verdadero nombre.
Sé que existe, desnudo,
y te lo escribo al margen:
Crece aquí de forma tenue.
Aún lo mantengo oculto.
Ríete, pero toma consistencia.
Largo trecho ya llevamos hecho.
Oye casi completa su armonía.
Tú le quitas al final este ropaje.
Ahora sí que estás completa.
Yo no voy a cantarlo.
Lo convertiré en una canción;
en una ausencia más entre otras
que cubres con forma abreviada
con sólo cinco y escuetas letras
que suenan como una aldaba.
Cinco, sólo cinco, que son llave
para poder un día llamarte.
Una cueva donde esconder
miles de inquietudes invisibles,
y la sinrazón del verbo amado.
Siete letras escondidas
en disfraz de cinco.
Siete de condesa,
que si con Ava iba descalza,
tú con cinco, ¿qué escondes?
¿Un deseo en un diario inútil?
¿Tras la ventana tus ojos azules?
¿El amor, la nostalgia, la sonrisa?
¿Aquel lugar precioso que nos quedó
y que todavía lo llaman París?
Si para algunos bien valía una misa,
contigo me bastaría con una mesa
y con una buena botella de vino
que hiciera caer en el olvido
la falsa faz que te ponen los versos,
y ten ponga cara a un orgasmo,
apoteósico, fuera de los sueños.
Se me duerme el corazón,
la muerte está en mi interior,
pero encontré tu nombre sin más.