Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

25 ago 2011





Hay libros que parecen inspirados por las hadas, que cautivan al lector con historias aparentemente sencillas y que sin embargo no lo son. Que la complejidad adopte una apariencia simple, delicada, amena e incluso expectante es un trabajo de altura que ha logrado la escritora francesa Muriel Barbery en esta novela.

La Elegancia del Erizo es la crónica de la vida de dos mujeres, una niña y la portera del edificio donde viven, que optan por camuflar su inteligencia, su cultura e inquietudes. Lo hacen desarrollando el rol que se espera de ellas: el de una niña de 10 años un tanto críptica y el de una portera que se pasa la vida viendo televisión y ejerciendo los tópicos propios de su oficio. El tratamiento que de ellas hace Barbery es el de dos cenicientas cuyo encanto no reside precisamente en su físico, sino en la riqueza de sus personalidades formadas al margen de los convencionalismos y apoyadas en la cultura. De ahí la definición de “La elegancia del Erizo” que hace Paloma referida a la señora Michel, “por fuera está cubierta de púas, una verdadera fortaleza, pero intuyo que, por dentro, tiene el mismo refinamiento sencillo de los erizos, que son animalillos falsamente indolentes, tremendamente solitarios y terriblemente elegantes”.

En este cuento las princesas son felices bajo su apariencia insulsa y vulnerable, y no anhelan más que seguir viviendo tranquilas bajo sus caparazones. Es un punto de partida fantástico, aderezado con reflexiones aparentemente sencillas pero de gran calado intelectual y vital. Esas páginas son las que van enganchando al lector a una filosofía despojada de artificio y apegada a la vida que aparece en el “diario del movimiento del mundo” y en ese compendio de “ideas profundas”, en el caso de Paloma, la niña; y también en las reflexiones de la portera en torno al cine japonés, la pintura clásica o la literatura rusa; o en su sagacidad para determinar el talante intelectual de una persona por cómo coloca una coma. Son regalos al lector por su expresión sencilla y “sedosa”, un epíteto por el que comparto gusto con la señora Michel, portera del edificio de la calle Grenelle.

Hay tramos de la novela que recuerdan fabulas muy al estilo de Amelie,(Discrepo totalmente) la película de Jean-Pierre Jeunet, pero esta no es una comedia romántica, ni una historia preciosista sin más. La novela está llena de matices y no se queda en la superficialidad efectista de cuan listas pueden ser sus protagonistas, sino que sus pensamientos y actos se encuadran en una realidad a la que se analiza y crítica, eso si, lejos de las meditaciones cartesianas y de la fenomenología que tanto desconciertan a la señora Michel. También hay un importante componente de crítica social, de disección de la nueva burguesía europea que ya empieza a utilizar el disfraz de la progresía, aunque sin demasiado éxito en su afán de disimulo.

Lo cierto es que La elegancia del Erizo se ha convertido en todo un fenómeno editorial potenciado por el boca a boca de los que han degustado sus páginas. Cuando se lee, se entiende porqué.

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