Yo no existo.
Soy tan solo un poema.
Un verso enamorado.
Una palabra que se cierra
a la visión ordinaria de la vida
para empezar su creación
desde una sola letra
y compartir su luz
contigo si lo deseas.
Todo lo hasta aquí escrito
no tiene sentimientos.
Son apenas sus cimientos.
Todo lo hasta aquí amado
tuvo poco fundamento.
Se lo ha llevado el viento.
Se llevó a la mariposa
que se consumió abrasada
en el ara de la luz nocturna.
Sólo ella volaba
sobre la alba presencia
de mi tenue luz,
sobre su llana planicie,
batiendo como loca sus alas,
de modo que semblaban
no uno, sino dos pares.
El viento
le lleva mi verbo
y, al escucharlo,
su boca
como el azafrán despunta
y sus hebras
arracan brillos de marfil
a la tarde.
Decae el sol,
como lagarto
que repta al suelo,
transformando
el azul en añil,
dándole la última dentellada
a la ausente luna.
Mi gemido de amor
ha inundado la tuya.
Pero, yo, no soy nada.
Yo, no existo.
Soy tan solo un poema.
Un verso enamorado.
Una palabra que se cierra
a la visión ordinaria de la vida
para empezar su creación
desde una sola letra
y compartir su luz
contigo si lo deseas.
Todo lo hasta aquí escrito
no tiene sentimientos.
Son apenas sus cimientos.
Todo lo hasta aquí amado
tuvo poco fundamento.
Se lo ha llevado el viento.
Se llevó a la mariposa
que se consumió abrasada
en el ara de la luz nocturna.
Sólo ella volaba
sobre la alba presencia
de mi tenue luz,
sobre su llana planicie,
batiendo como loca sus alas,
de modo que semblaban
no uno, sino dos pares.
El viento
le lleva mi verbo
y, al escucharlo,
su boca
como el azafrán despunta
y sus hebras
arracan brillos de marfil
a la tarde.
Decae el sol,
como lagarto
que repta al suelo,
transformando
el azul en añil,
dándole la última dentellada
a la ausente luna.
Mi gemido de amor
ha inundado la tuya.
Pero, yo, no soy nada.
Yo, no existo.
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