Mariposa de ensueño,
que no he podido ver todavía,
te revivo, en respetuoso silencio,
cada noche por mi subjetividad,
indudablemente deformada.
Te traigo a la aventura de mi vida,
y al lado de mis cálidos abrazos,
sintiendo que eres ser real
y, por gozada, mítico a la vez.
Con mirada arropada de azules
entre la profundidad de la sabiduría
y la sorpresa ingenua de niña.
Con intensidad, fuera de lo común,
fiélmente, en ellos, amada;
incluso en los tiempos aquellos
que fueron años de escasos sueños,
y en los que nunca estuvo más lejano
lo apasionado del querer de ayer
y lo apasionante del hoy mismo.
Sueños que son los espejos
donde, tu imagen de fábula,
despierta y toma conciencia
de sus propio y humano reflejo.
Mariposa de ensueño,
de mis querencias amada,
y por mi deseo nunca poseída,
navegué, para alcanzar la tierra
sobre la que regenerabas tus alas,
sobre una balsa de tablones flojos,
y naufragué en inmutable silencio
por los forcejeos de mis dudas.
Te traigo a mis sueños,
a ese mundo sin verdades
en el que necesitamos crearlas
por no arriesgarnos a perseguirlas.
Te traigo cada noche
porque me sirve, al reiterarte,
para tener la certeza
que el sol tantas veces
se pone por ese lado,
que al final conozco que habitas
-más allá de los océanos-
en las tierras que emergen
por el imposible poniente.
que no he podido ver todavía,
te revivo, en respetuoso silencio,
cada noche por mi subjetividad,
indudablemente deformada.
Te traigo a la aventura de mi vida,
y al lado de mis cálidos abrazos,
sintiendo que eres ser real
y, por gozada, mítico a la vez.
Con mirada arropada de azules
entre la profundidad de la sabiduría
y la sorpresa ingenua de niña.
Con intensidad, fuera de lo común,
fiélmente, en ellos, amada;
incluso en los tiempos aquellos
que fueron años de escasos sueños,
y en los que nunca estuvo más lejano
lo apasionado del querer de ayer
y lo apasionante del hoy mismo.
Sueños que son los espejos
donde, tu imagen de fábula,
despierta y toma conciencia
de sus propio y humano reflejo.
Mariposa de ensueño,
de mis querencias amada,
y por mi deseo nunca poseída,
navegué, para alcanzar la tierra
sobre la que regenerabas tus alas,
sobre una balsa de tablones flojos,
y naufragué en inmutable silencio
por los forcejeos de mis dudas.
Te traigo a mis sueños,
a ese mundo sin verdades
en el que necesitamos crearlas
por no arriesgarnos a perseguirlas.
Te traigo cada noche
porque me sirve, al reiterarte,
para tener la certeza
que el sol tantas veces
se pone por ese lado,
que al final conozco que habitas
-más allá de los océanos-
en las tierras que emergen
por el imposible poniente.