Berenice traducirá al castellano 'Sadístico, esperpéntico e incluso metafísico', que el escritor publicó en 1976 pero que la censura había tumbado en 1967 .
Joan Manuel Forcadella, romántico joven de buena familia catalana, intenta huir de una sociedad que al parecer no comprende muy bien, entre otras cosas, su sexualidad, la de un chico cada vez más alejado de la realidad, en concomitancia con su emergente y cada vez más compulsivo onanismo.
El viaje estará salpicado de una iconografía cinéfila y teatral notable y de una dura carga contra los anquilosados valores de la burguesía barcelonesa de los años 60 del siglo pasado.
Esa es, a grandes rasgos, la loca trama de Sadístico, esperpéntico e incluso metafísico, rocambolesco título de una novela que Terenci Moix (1942-2003) publicó en catalán en 1976 y hoy difícil de encontrar, inédita hasta la fecha en castellano y que este otoño la editorial cordobesa Berenice verterá a esta lengua.
El escritor Juan Bonilla, que trabaja también en una biografía del escritor barcelonés, es el encargado de la traslación de una obra bastante prototípica del autor de No digas que fue un sueño.
Moix creó Sadístico... en realidad, en 1967, pero la censura la vetó, por lo que la reescribió por completo en 1975.
Al año siguiente ganaba con ella el premio Joan Estelrich.
Ese lapso temporal en su realización permite que esta novela de apenas 200 páginas y publicada por Dopesa en 1976 contenga todas las obsesiones y recursos del futuro popular escritor que acabaría siendo Ramón Moix Messeguer.
Así, el protagonista parece un personaje más evolucionado del protagonista de Onades sobre una roca deserta (1969, premio Josep Pla), que junto a La torre dels vicis capitals (1968) y El dia que va morir Marilyn (1969) formaron el polémico tríptico creativo con el que Moix explotó en las letras catalanas.
Sadístico... se gestó en ese contexto, y compartía con él la voluntad polémica y un cierto regusto temático, como el del joven que huye de una sociedad que le acogota en lo personal (especialmente, en todo lo relacionado con el sexo y la homosexualidad) y en lo sociocultural y lo religioso, por más que nunca acabe saliendo muy airoso de esa escapada. Era un poco un retrato psicológico de él mismo.
El caldo de cultivo estilístico también es parejo: son obras con cierta estética y valores pop y clara tendencia a lo recargado, barroquismo y afectaciones que en algunos casos son extremos.
Y la crítica del momento se lo hizo notar, al destacar estilísticamente más los relatos que publicó ese mismo año bajo el título La caiguda de l'imperi sodomita i altres històries herètiques que la novela.
La carga cáustica contra la clase media-alta de la gris Barcelona de los 50 y 60, otra línea latente de Sadístico..., acabaría siendo un leit-motiv de la producción literaria de Moix, que culminaría en El sexe dels àngels (1992), otra novela anterior en el tiempo que reelaboró (premios Ramon Llull y Lletra d'Or) y que sería su enésima ácida sátira de la intelectualidad y las clases bienpensantes catalanas de los 60.
Provocación inteligente. O sea, Terenci en estado puro.
8 ago 2011
Debatido en la alegoría de los labios que tan ingenuamente besamos
Debatido en la alegoría de los labios que tan ingenuamente besamos
o en la usurpación de astros que decaen asfixia en un rumor de entrañas
cuando la húmeda, enloquecida sensación es la avispa posada
en el pétalo encarnado de la coyuntura flor
edénicas piromanías en que se resuelven los densos salivazos
biliosas golosinas fluyen surtidor de amargos corales al gimoteo mortecino,
tus pechos entregados como arcos melancólicos
venenosa anatomía de verbal diferimiento, en la gruta aérea el esperpento
que no existe es la locura, como refinada matriz que el fango de la vida pervierte
son tus dedos, pardos felinos que la noche amanta
de toda realidad proscritos y a una fantasía esclavizados
al trémulo peaje de las caricias que resultan flechas en el arma de un París oscurecido
el coito decapitado, las nupcias enfermas, las opacas marismas excitadas,
la espiral venérea y toda constelación enajenada paisaje que yace mintiendo
las propiedades luminosas de aquella dulce, terrible verdad de tu cuerpo
harto ya de su interminable excitación en lo irreal.
j.m.lecumberri
Marilyn escandaliza a Chicago
Una escultura gigante de la actriz con la imagen que la convirtió en icono, sujetando la falda de su vestido, atrae a turistas y provoca el rechazo de residentes y críticos de arte .
La tentación no vive arriba, sino en Chicago.
Los turistas que visitan estos días la ciudad situada en la orilla del lago Michigan se han encontrado con una estatua de ocho metros de altura que refleja a Marilyn Monroe en la imagen que la convirtió en icono cinematográfico: sujetando la falda de su vestido blanco, mientras esta vuela libre al viento que emana una rejilla del metro.
Mientras los turistas se han apresurado a añadir el monumento a la lista de lugares imprescindibles que visitar en Chicago, las palabras más benévolas que le han dedicado los residentes y críticos de arte locales son que se trata de una horterada y que es machista.
La escultura se exhibe desde el mes pasado en una plaza al aire libre, pero dentro de una propiedad privada de la inmobiliaria Zeller, en la avenida de Michigan. En principio permanecerá allí hasta la próxima primavera. La Marilyn gigante se ha convertido ya en una atracción en sí misma, muy a pesar de los entendidos en arte locales. El principal argumento en su contra es que no tiene nada que ver con Chicago, ya que la película original, de Billy Wilder y rodada en 1954, está ambientada en Nueva York. Otros, y no son pocos, defienden, además, que la propia ciudad nada tiene que ver con Las Vegas.
Cercana a la obra del artista Jeff Koons, pero sin su ironía, la escultura de Marilyn, del artista Seward Johnson, se incluye en la vertiente del pop art norteamericano que gusta de erigir en escala monumental escenas de la vida y el arte.
Para muchos, esa estatua de Marilyn es al film original lo que la pirámide del casino Luxor de Las Vegas es al edificio primigenio en Egipto: una copia de mal gusto. "Mal gusto, sí.
Y a escala gigante", escribió la columnista Mary Schmich en el diario The Chicago Tribune. "Tan hortera como un espectáculo pornográfico".
Johnson, el escultor, es responsable de sembrar Estados Unidos de obras similares. En San Diego, por ejemplo, hay una estatua suya de ocho metros que retrata la clásica fotografía de Victor Jorgensen en la que un marinero celebra con un beso a su novia la victoria de EE UU sobre Japón, en 1945.
Ya en 1980, dos esculturas suyas en Connecticut le granjearon acusaciones de racista y machista.
Una era una imagen de bronce de unos niños ojeando una revista erótica.
La otra representaba a un joven negro con un gran radiocasete pegado a su oído, una pose que las agrupaciones afroamericanas calificaron de estereotípica e insultante.
"Esa cosa es horripilante", ha escrito sobre la escultura de Marilyn el columnista Richard Roeper en el diario The Chicago Sun-Times. "Aun peor que la escultura en sí misma es el tipo de comportamiento fotográfico que está inspirando. Hombres (y mujeres) le lamen la pierna a Marilyn, se quedan embobados bajo su falda, apuntan a sus bragas gigantes mientras las miran lascivamente y se ríen.
No es que la escultura en sí misma sea escandalosa o sexista u obscena, pero provoca en nosotros comportamientos juveniles".
La escultura pesa 17 toneladas, se forjó en acero inoxidable y aluminio en un periodo de dos años, consta de tres partes diferentes y se instaló en tres días.
Al estar en propiedad privada, el gobierno local no evaluó su conveniencia artística o su efecto sobre el turismo.
Se limitó a conceder el permiso de colocación.
La tentación no vive arriba, sino en Chicago.
Los turistas que visitan estos días la ciudad situada en la orilla del lago Michigan se han encontrado con una estatua de ocho metros de altura que refleja a Marilyn Monroe en la imagen que la convirtió en icono cinematográfico: sujetando la falda de su vestido blanco, mientras esta vuela libre al viento que emana una rejilla del metro.
Mientras los turistas se han apresurado a añadir el monumento a la lista de lugares imprescindibles que visitar en Chicago, las palabras más benévolas que le han dedicado los residentes y críticos de arte locales son que se trata de una horterada y que es machista.
La escultura se exhibe desde el mes pasado en una plaza al aire libre, pero dentro de una propiedad privada de la inmobiliaria Zeller, en la avenida de Michigan. En principio permanecerá allí hasta la próxima primavera. La Marilyn gigante se ha convertido ya en una atracción en sí misma, muy a pesar de los entendidos en arte locales. El principal argumento en su contra es que no tiene nada que ver con Chicago, ya que la película original, de Billy Wilder y rodada en 1954, está ambientada en Nueva York. Otros, y no son pocos, defienden, además, que la propia ciudad nada tiene que ver con Las Vegas.
Cercana a la obra del artista Jeff Koons, pero sin su ironía, la escultura de Marilyn, del artista Seward Johnson, se incluye en la vertiente del pop art norteamericano que gusta de erigir en escala monumental escenas de la vida y el arte.
Para muchos, esa estatua de Marilyn es al film original lo que la pirámide del casino Luxor de Las Vegas es al edificio primigenio en Egipto: una copia de mal gusto. "Mal gusto, sí.
Y a escala gigante", escribió la columnista Mary Schmich en el diario The Chicago Tribune. "Tan hortera como un espectáculo pornográfico".
Johnson, el escultor, es responsable de sembrar Estados Unidos de obras similares. En San Diego, por ejemplo, hay una estatua suya de ocho metros que retrata la clásica fotografía de Victor Jorgensen en la que un marinero celebra con un beso a su novia la victoria de EE UU sobre Japón, en 1945.
Ya en 1980, dos esculturas suyas en Connecticut le granjearon acusaciones de racista y machista.
Una era una imagen de bronce de unos niños ojeando una revista erótica.
La otra representaba a un joven negro con un gran radiocasete pegado a su oído, una pose que las agrupaciones afroamericanas calificaron de estereotípica e insultante.
"Esa cosa es horripilante", ha escrito sobre la escultura de Marilyn el columnista Richard Roeper en el diario The Chicago Sun-Times. "Aun peor que la escultura en sí misma es el tipo de comportamiento fotográfico que está inspirando. Hombres (y mujeres) le lamen la pierna a Marilyn, se quedan embobados bajo su falda, apuntan a sus bragas gigantes mientras las miran lascivamente y se ríen.
No es que la escultura en sí misma sea escandalosa o sexista u obscena, pero provoca en nosotros comportamientos juveniles".
La escultura pesa 17 toneladas, se forjó en acero inoxidable y aluminio en un periodo de dos años, consta de tres partes diferentes y se instaló en tres días.
Al estar en propiedad privada, el gobierno local no evaluó su conveniencia artística o su efecto sobre el turismo.
Se limitó a conceder el permiso de colocación.
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