Ryan O'Neal, exmarido de la actriz, litiga por el cuadro con la Universidad de Texas
Cuando Andy Warhol retrató a Farrah Fawcett, su deseo fue inmortalizar uno de los símbolos vivos más conocidos de la cultura popular del siglo XX. A la muerte de ambos, este retrato supuestamente perdido y hallado en la casa de Ryan O'Neal es el centro de un cruce de demandas millonarias. Los litigantes son el actor, y pareja durante años de la actriz, y la Universidad de Texas, supuesta heredera de los cuadros de la más conocida de Los Angeles de Charlie. Warhol realizó dos retratos idénticos. Uno de ellos forma parte de la colección de arte que la actriz donó a la Universidad de Texas, su alma mater, a su muerte en 2009 tras una larga batalla con el cáncer. El segundo retrato, según informaciones filtradas a la prensa, se encontraba en paradero desconocido hasta que fue visto en la casa de Ryan O'Neal durante la grabación de un programa de televisión en el la vivienda de Malibú (California) del intérprete de Love Story.
Andy Warhol
A FONDO
Nacimiento: 1928Lugar:PittsburgLa noticia en otros webs
•webs en español
•en otros idiomas
La Universidad presentó esta semana en el tribunal del distrito de Los Ángeles una demanda contra el actor por valor de más de 30 millones de dólares para que entregara el retrato de Farrah Fawcett. La respuesta de O'Neal no se hizo esperar. Según la página web TMZ el intérprete de Barry Lyndon ha demandado a Craig Nevius por más de un millón de dólares describiendo a esta persona como un "fan demente y obsesionado" con la actriz en el centro de lo que considera una confusión.
O'Neal asegura que el cuadro es suyo, regalo del pintor, y una de sus posesiones más preciadas reflejo de "uno de los momentos más preciosos de su vida con Farrah". Reconocido durante años como una de los galanes más codiciados de la pantalla, la popularidad de O'Neal y la de Farrah Fawcett quedó unida en una tumultuosa relación que se extendió desde 1980 a 1997 y tuvo como fruto el nacimiento de Redmond O'Neal. Aunque ambos pusieron fin a esta historia de amor cuando los escándalos superaron su fama y la calidad de sus trabajos. Su relación volvió a aflorar en 2001 cuando O'Neal comenzó su batalla contra la leucemia. Sin embargo, fue Fawcett quien sucumbió finalmente al cáncer, en su caso de colon, y murió el 25 de junio de 2009 sin llegar a contraer matrimonio.
O'Neal asegura que su amistad con Warhol se remonta a 10 años antes de que el autor retratara a su entonces pareja e insiste que por eso el pintor le regaló el cuadro en disputa. También asegura que había informado a la Universidad de Texas de su paradero y procedencia y mediante su portavoz, Arnold Robinson, aseguró que la demanda presentada contra él es completamente ridícula. Sobre su demanda por difamación, O'Neal acusa a Nevius de filtrar información "falsa, difamatoria y maliciosa" a los medios sobre este caso y culpa a este seguidor de Farrah Fawcett de causarle "humillación, angustia mental y estrés emocional". Una persona a quien describe como alguien que vendió a la prensa del corazón información médica de la actriz durante su lucha contra el cáncer.
Mientras estas acusaciones cruzadas se aclaran en los tribunales el cuadro permanece en el luminoso salón de este actor que asegura nunca venderá la obra de su amigo y el retrato de su amor, un recordatorio que a su muerte piensa ceder al hijo de ambos.
15 jul 2011
Cosas que ocurren en verano
.En esa compleja y penetrante reflexión sobre el cine titulada Cautivos del mal el temible ser humano y magistral productor que encarna Kirk Douglas se atreve a dirigir una película cuando el director primitivo ha desertado harto de sus imposiciones y después de recordarle al hombre que le había contratado que una película debe aspirar a ser un collar de perlas, pero que lo fundamental es lograr que esas perlas estén perfectamente engarzadas.
Cuando ve el producto final, acompañado del jefe de prensa del estudio y de sus socios, de gente lógicamente dispuesta a regalarle los oídos, pide que feliciten de su parte a los actores y actrices, al guionista, al montador, al músico, a todo el equipo por el modélico trabajo que han realizado y a continuación su escalofriante lucidez afirma que la película es mala, no funciona, no tiene alma, ritmo, atmósfera, credibilidad.
Su orgullo también decide que esa película no va a verla nadie, no consentirá que se estrene aunque ello suponga su ruina.
Y te preguntas por la dificultad del cine para coordinar todos los mecanismos que hacen que la película respire, que el espectador se crea y viva lo que le están contando, que perciba el calor o el frío que sienten los personajes, que el ambiente le empape. Me planteo esas cosas tan peregrinas buscando la sombra cuando recorro agobiado las calles o el insano y permanente refugio del aire acondicionado en el horno que supone mi casa en el interminable verano de Madrid.
Y pienso en historias del cine que forzosamente tenían que desarrollarse en esa estación que los niños anhelan y los viejos temen.
Es probable que la tórrida y maquiavélica Kathleen Turner hubiese liado en cualquier época a William Hurt para devorarse mutuamente y de paso asesinar a su marido, pero entiendes que el fuego en el cuerpo y en la mente que les inunda está en armonía con el calor ambiental que chorrea ese pueblo de Florida. Kasdan no solo escribió un guion extraordinario y consiguió una impresionante temperatura sexual de sus intérpretes, sino que transmitía con veracidad absoluta un bochornoso verano y sus efectos en la gente. El subvalorado aunque frecuentamente admirable Robert Mulligan retrató unas sensaciones de la adolescencia que marcarán el resto de la vida en la auténticamente lírica Verano del 42, el amor absoluto y a ratos posible de un fascinado chaval hacia una preciosa mujer cuyo marido está en la guerra.
Hace calor en la mayoría de las intensas tragedias de Tennesse Williams, en el sexo reprimido o desbocado en lugares donde hay un tranvía llado deseo, en volcanes sicoanalíticos que estallaron de repente en el último verano, en las noches de la iguana que la maravillosa Ava Gardner soporta con ayuda del whisky y de dos sementales indígenas y complacientes.
Ava también pasa mogollón de calor en Mogambo persiguiendo el amor del despistado Clark Gable, tontito él por la insustancial Grace Kelly.
Marilyn Monroe, la sensual vecina e inatrapable chica de la luna para un Rodríguez neoyorquino, decide que un respiradero del metro puede aliviar el calor de su entrepierna en La tentación vive arriba.
El accidentado e impúdico James Stewart de La ventana indiscreta pasa los días y las noches observando la intimidad de sus vecinos con unos prismáticos, porque además de aburrirse hace un calor notable que disminuyen las ventanas abiertas. El macizo y supuesto triunfador Burt Lancaster recorre en bañador las piscinas de sus vecinos topándose con una desolación progresiva en El nadador.
Quiero pensar que la luz de gran parte de las películas de Woody Allen ambientadas en Manhattan responde al color del verano.
En Europa, Rohmer explicó muy bien algunos de sus cuentos morales a través del verano en Le signe du lion, La coleccionista y La rodilla de Claire.
Solo existía el blanco y negro cuando Jean Renoir describe en la lírica y magistral Une partie de campagne, un amor que durará un día pero que permanecerá para siempre en el recuerdo. Y está claro que lo arropaba el verano. Una de las cosas más tiernas y graciosas que le han ocurrido en mucho tiempo al desvaído cine aleman se titula Verano en Berlín.
Y el mejor neorrealismo regresó al cine italiano contando las venturas y desventuras de un señor romano, solterón y alcohólico, que cuida a su madre y a otras ancianas que le han encasquetado provisionalmente en Vacaciones de Ferragosto.
En el cine español, asocio Madrid en verano a las conmovedoras
Los pajaros de Baden-Baden y Barrio.
Sé que las deseadas aunque improbables aventuras sexuales de las realistas caricaturas que encarnaban Pajares, Esteso, Landa y Lopez-Vázquez estaban mayoritariamente ambientadas en verano, pero me resulta imposible recordar sus argumento. ¿O era siempre el mismo?
Cuando ve el producto final, acompañado del jefe de prensa del estudio y de sus socios, de gente lógicamente dispuesta a regalarle los oídos, pide que feliciten de su parte a los actores y actrices, al guionista, al montador, al músico, a todo el equipo por el modélico trabajo que han realizado y a continuación su escalofriante lucidez afirma que la película es mala, no funciona, no tiene alma, ritmo, atmósfera, credibilidad.
Su orgullo también decide que esa película no va a verla nadie, no consentirá que se estrene aunque ello suponga su ruina.
Y te preguntas por la dificultad del cine para coordinar todos los mecanismos que hacen que la película respire, que el espectador se crea y viva lo que le están contando, que perciba el calor o el frío que sienten los personajes, que el ambiente le empape. Me planteo esas cosas tan peregrinas buscando la sombra cuando recorro agobiado las calles o el insano y permanente refugio del aire acondicionado en el horno que supone mi casa en el interminable verano de Madrid.
Y pienso en historias del cine que forzosamente tenían que desarrollarse en esa estación que los niños anhelan y los viejos temen.
Es probable que la tórrida y maquiavélica Kathleen Turner hubiese liado en cualquier época a William Hurt para devorarse mutuamente y de paso asesinar a su marido, pero entiendes que el fuego en el cuerpo y en la mente que les inunda está en armonía con el calor ambiental que chorrea ese pueblo de Florida. Kasdan no solo escribió un guion extraordinario y consiguió una impresionante temperatura sexual de sus intérpretes, sino que transmitía con veracidad absoluta un bochornoso verano y sus efectos en la gente. El subvalorado aunque frecuentamente admirable Robert Mulligan retrató unas sensaciones de la adolescencia que marcarán el resto de la vida en la auténticamente lírica Verano del 42, el amor absoluto y a ratos posible de un fascinado chaval hacia una preciosa mujer cuyo marido está en la guerra.
Hace calor en la mayoría de las intensas tragedias de Tennesse Williams, en el sexo reprimido o desbocado en lugares donde hay un tranvía llado deseo, en volcanes sicoanalíticos que estallaron de repente en el último verano, en las noches de la iguana que la maravillosa Ava Gardner soporta con ayuda del whisky y de dos sementales indígenas y complacientes.
Ava también pasa mogollón de calor en Mogambo persiguiendo el amor del despistado Clark Gable, tontito él por la insustancial Grace Kelly.
Marilyn Monroe, la sensual vecina e inatrapable chica de la luna para un Rodríguez neoyorquino, decide que un respiradero del metro puede aliviar el calor de su entrepierna en La tentación vive arriba.
El accidentado e impúdico James Stewart de La ventana indiscreta pasa los días y las noches observando la intimidad de sus vecinos con unos prismáticos, porque además de aburrirse hace un calor notable que disminuyen las ventanas abiertas. El macizo y supuesto triunfador Burt Lancaster recorre en bañador las piscinas de sus vecinos topándose con una desolación progresiva en El nadador.
Quiero pensar que la luz de gran parte de las películas de Woody Allen ambientadas en Manhattan responde al color del verano.
En Europa, Rohmer explicó muy bien algunos de sus cuentos morales a través del verano en Le signe du lion, La coleccionista y La rodilla de Claire.
Solo existía el blanco y negro cuando Jean Renoir describe en la lírica y magistral Une partie de campagne, un amor que durará un día pero que permanecerá para siempre en el recuerdo. Y está claro que lo arropaba el verano. Una de las cosas más tiernas y graciosas que le han ocurrido en mucho tiempo al desvaído cine aleman se titula Verano en Berlín.
Y el mejor neorrealismo regresó al cine italiano contando las venturas y desventuras de un señor romano, solterón y alcohólico, que cuida a su madre y a otras ancianas que le han encasquetado provisionalmente en Vacaciones de Ferragosto.
En el cine español, asocio Madrid en verano a las conmovedoras
Los pajaros de Baden-Baden y Barrio.
Sé que las deseadas aunque improbables aventuras sexuales de las realistas caricaturas que encarnaban Pajares, Esteso, Landa y Lopez-Vázquez estaban mayoritariamente ambientadas en verano, pero me resulta imposible recordar sus argumento. ¿O era siempre el mismo?
14 jul 2011
soñando el color de tus ojos,
Nunca remojé mis deseos
en el frescor de tus aguas,
pero sí levanté castillos
en las arenas de tu playa
soñando el color de tus ojos,
pasando incrédulamente
del verde metálico
al cian intenso,
pasando por los celestes,
y por encontrar en su seno
algún vestigio palpable
de la oscura existencia
de la azul Atlántida,
Ante ti, solo,
en el vacío de mi caída
a las frías entrañas
de tu mar bravía.
Así que eres eso: un sueño;
un tránsito de caricia
entre vacías caricias;
la respiración
de una cálida atmósfera;
y algo más que un recuerdo
de nuestro escaso pasado,
devorado por el sol
como visillos de olvido
cerrados detrás de nosotros.
Eres tierra para mi codicia
en un rincón remoto de una isla.
No, no eres mal destino,
y a cambio sólo vi acantilados,
agudos e hirientes arrecifes,
tortura de soledad y chaparrones;
temporales que arreciaban
y anegaban sin remedio
la acuarela de grises de mi vida.
Así que te seguiré soñando
como un espejismo de verano;
beldad con estampa de gacela;
cubierta por un jantzen verde
a juego con tus ojos esmeraldas;
piel color miel de romero;
perfume esencial a higuera;
haz de luz, melena trigueña;
sonrisa cálida, como ocaso
que riela sobre mar llana;
y voz que me ruboriza
llamándome por mi nombre.
en el frescor de tus aguas,
pero sí levanté castillos
en las arenas de tu playa
soñando el color de tus ojos,
pasando incrédulamente
del verde metálico
al cian intenso,
pasando por los celestes,
y por encontrar en su seno
algún vestigio palpable
de la oscura existencia
de la azul Atlántida,
Ante ti, solo,
en el vacío de mi caída
a las frías entrañas
de tu mar bravía.
Así que eres eso: un sueño;
un tránsito de caricia
entre vacías caricias;
la respiración
de una cálida atmósfera;
y algo más que un recuerdo
de nuestro escaso pasado,
devorado por el sol
como visillos de olvido
cerrados detrás de nosotros.
Eres tierra para mi codicia
en un rincón remoto de una isla.
No, no eres mal destino,
y a cambio sólo vi acantilados,
agudos e hirientes arrecifes,
tortura de soledad y chaparrones;
temporales que arreciaban
y anegaban sin remedio
la acuarela de grises de mi vida.
Así que te seguiré soñando
como un espejismo de verano;
beldad con estampa de gacela;
cubierta por un jantzen verde
a juego con tus ojos esmeraldas;
piel color miel de romero;
perfume esencial a higuera;
haz de luz, melena trigueña;
sonrisa cálida, como ocaso
que riela sobre mar llana;
y voz que me ruboriza
llamándome por mi nombre.
Dar, soñar, acariciar, amar.
La primera conjugación
me basta para naufragar
en tu paisaje marino
de abrupta insularidad:
Dar, soñar, acariciar, amar.
Verbos que se yerguen
despiadadamente ventosos
en el horizonte de los dos.
Nunca fui capaz de obtener
de la boca de tu tierra
ni un carnoso rojo tomate.
Así que si ascendemos
a lo más alto de los verbos
tendremos segura reflexión,
y garantizado silencio,
para la posibilidad de pensar
en la inacesibilidad,
e inconveniencias,
de ganar el paraíso.
Aguza el oído.
El viento no sopla en balde.
En su vientre reposa
mi voz y mis súplicas
mecidas a perpetuidad.
Sudan desenfrenados
implacables desiertos.
Qué le vamos a hacer.
La primera conjugación
me basta para naufragar.
Por ejemplo: Divagar.
me basta para naufragar
en tu paisaje marino
de abrupta insularidad:
Dar, soñar, acariciar, amar.
Verbos que se yerguen
despiadadamente ventosos
en el horizonte de los dos.
Nunca fui capaz de obtener
de la boca de tu tierra
ni un carnoso rojo tomate.
Así que si ascendemos
a lo más alto de los verbos
tendremos segura reflexión,
y garantizado silencio,
para la posibilidad de pensar
en la inacesibilidad,
e inconveniencias,
de ganar el paraíso.
Aguza el oído.
El viento no sopla en balde.
En su vientre reposa
mi voz y mis súplicas
mecidas a perpetuidad.
Sudan desenfrenados
implacables desiertos.
Qué le vamos a hacer.
La primera conjugación
me basta para naufragar.
Por ejemplo: Divagar.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)