Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

9 jun 2011

Adiós a un testigo de la barbarie - Un intelectual en el Gobierno

El ministro sin pelos en la lengua

El paso del escritor por Cultura estuvo marcado por la libertad de sus juicios y sus enfrentamientos con Cela y el cine

Nombrar ministro a un escritor tiene sus riesgos. La dialéctica de los literatos es ajena a la de los políticos. Chirría. Quizás Felipe González fue consciente de ello cuando propuso el cargo a Jorge Semprún entre 1988 y 1991. Su mandato al frente de Cultura estuvo marcado por logros que han perdurado -como la firma del acuerdo con el barón Thyssen para la creación del museo, o la negociación del legado Dalí-, pero también por enfrentamientos con escritores, cineastas, creadores y miembros del PSOE a quienes no le dolían prendas en criticar.


No rehuyó los debates con Pilar Miró ni con Alfonso Guerra



Su apoyo a la primera guerra del Golfo fue todo un motivo de disputa


Desde Camilo José Cela a Pilar Miró, pasando por Alfonso Guerra, a quién atacó en su libro Federico Sánchez se despide de ustedes, las polémicas fueron intensas. La huelga general de 1988 y la primera guerra del Golfo le abrieron varios frentes.






Polémicas que hoy perduran, como la tradicional con el mundo del cine. Y otras también imposibles de regatear, como los humos de un Camilo José Cela envalentonado con el Nobel y despectivo con otros premios como el Cervantes, que se le resistía.
 En ninguno de los casos Semprún rehuyó los debates.
 Con Cela todo subió de tono cuando el galardón de las letras españolas posterior a su coronación en Suecia fue a parar a Augusto Roa Bastos.





El criterio de Semprún, aparte de no acudir a la entrega en Estocolmo como ministro, fue intentar poner freno a las presiones. Resultó desagradable.
A muchos sectores les parecía intolerable que alguien que hubiese recibido el Nobel no contara con el Cervantes.
Cela azuzaba: "Cabeza de chorlito", "joven sentimental", "ministro de propaganda...". El enfrentamiento obligó a tomar decisiones políticas importantes. Semprún decidió que el ministro no volvería a formar parte del jurado que otorgaba el premio.





Tampoco el cine pasó inadvertido en su etapa. Ni el cine, ni mucho menos los cineastas. Porque lo más duro se lo llevó Pilar Miró y no por ser parte del mundillo, sino como directora de Radiotelevisión Española.
Muy celosa de lo que consideraba independencia se negó a aceptar una invitación para reunirse con él.
 Para el escritor-ministro, RTVE era "un monstruo irracional donde los amigos pueden salir cuando quieren y los enemigos, nunca".
 Y su responsable de entonces, una persona que "jamás ha distinguido lo público de lo privado porque ha entrado a saco en la vida".





Todo tenía una explicación. El director general de Cine, Fernando Méndez Leite, había dimitido de su cargo por enfrentamientos con el ministro, y Miró amparaba sus declaraciones desde el ente. Semprún le acusó de repartir subvenciones por amiguismo, lo que le hizo salir y atacar su gestión. Semprún no se cortó: "Lo explica todo mal y miente. Ha vaciado las arcas del ministerio con el sistema de dar dinero a todo el mundo, sobre todo a los amigos, y ahora, cuando vamos a hacer la reforma, dimite".



Prietas las filas, Semprún se ganó el odio eterno del mundo del cine.
Pero tampoco les hacía mucha gracia a algunos sectores de la intelectualidad y la política. La primera guerra del Golfo fue todo un motivo de disputa. Semprún la defendió -"es una guerra justificada y necesaria", dijo- y cosechó odio eterno por parte de los sectores más pacifistas unidos en plataformas como el Foro de Escritores contra la Guerra. Manuel Vázquez Montalbán, Antonio Elorza, Antonio Muñoz Molina, Torrente Ballester o García Hortelano formaban parte del mismo.






Los manifiestos se multiplicaron. Firmados por cargos como los directores generales de Bellas Artes y del Libro.
Otros dimitían en apoyo a estos.
 La guerra del Golfo produjo también dimisiones en cadena dentro del ministerio.





Los sindicatos tampoco le dejaron indiferente.
Con motivo de la huelga general de 1988 repartió cera a los líderes de UGT y CC OO, Nicolás Redondo y Antonio Gutiérrez.
 "No son más que portavoces de intereses burocráticos, defienden a los instalados en la burocracia obrera, no a toda la clase trabajadora".
El debate no era, según Semprún, entre el PSOE y los sindicatos, sino que debía centrarse en la sociedad buscada: "Con más justicia y menos Marbella. No se puede cambiar la economía de mercado, pero hay que lavarle la cara, limpiarla de parásitos".

Francia rinde homenaje a Jorge Semprún

Sarkozy afirma que el escritor fallecido anoche "eligió el francés como patria" .
Francia ha despertado hoy pendiente del recuerdo de Jorge Semprún, fallecido en su casa de París anoche.
Las radios, las televisiones y las páginas webs de los principales periódicos franceses evocan sin parar la inmensa talla literaria y moral del escritor, su recorrido vital y su figura inacabable como testigo del siglo.







Muere Semprún, memoria del siglo XX


Último encuentro en París


Nunca conoció el rencor


Aquel amigo me abrió los ojos


El archipiélago del horror nazi

Reacciones a la muerte de Semprún: "Un testigo excepcional del siglo XX y un español que conquistó Francia"



Nicolas Sarkozy, en un comunicado emitido por el Elíseo, rinde homenaje "a esta figura tutelar entre los escritores del siglo XX". "A través de su talento multiforme de novelista, memorialista, poeta y guionista ha contribuido, de forma decisiva, a la comprensión de los mecanismos de los totalitarismos".




El presidente francés recuerda la relación estrecha con Francia de este escritor español exiliado en París desde 1939 y que escribió casi toda su obra en francés : "Eligió por patria el francés, como Casanova, Cioran o Beckett.
Era un francés de adopción para el que la plaza del Panteón constituía el centro del universo, una figura familiar en Saint-German-des-Prés, uno de las últimas grandes personalidades de una época trágica pero deslumbrante de la historia literaria de nuestro país".



Por su parte, el ministro de Cultura francés, Frédéric Mitterrand, por medio de otro comunicado, se refiere a Semprún como a un "escritor mayor" y como "uno de los más hermosos ejemplos de pensador comprometido con el ideal europeo".



Pero no solo ha habido reacciones oficiales. Por las radios y las televisiones francesas han desfilado amigos artistas, amigos a secas, escritores famosos o menos famosos que conocieron a Semprún desde hacía muchos años. Bernard Pivot, el presentador de programas literarios más famoso de Francia, recordaba hoy en una emisora de radio que Semprún "como todos los grandes escritores, se ocupó del tema del tiempo, y acomodó su memoria a su literatura y su literatura a su memoria".



Fue en uno de estos programas de Pivot donde Semprún, hace años, recordó por qué, al llegar a Fancia, con 15 años, se había lanzado a aprender francés con tanta devoción : "Porque percibía cierto racismo en Francia hacia esos rojos, combatientes del ejército derrotado".
Y por qué había decidido escribir en francés: "Porque la lengua francesa es admirable. Porque descubrir a Gide o Baudelaire constituyó una auténtica revelación para mí".



En los reportajes y perfiles que se suceden en los medios de comunicación se evoca su lado francés, pero también su indisoluble raigambre española y se recuerda que jamás quiso renunciar a la nacionalidad española, circunstancia que le privó de haber ingresado en la Academia Francesa de la Lengua.



El cineasta franco-griego Costa Gavras, otro exiliado en Francia, amigo de Semprún, con el que colaboró en varios guiones, recordaba hoy su amor doble a Francia y a España, lo que le impidió, a la vez, "ser profundamente francés o español".
Este cineasta, que habló con Semprún muchas veces de su paso por el campo de concentracion de Buchenwald, asegura que la estancia del escritor allí significó "a la vez habitar un infierno y una verdadera escuela de vida".
El mismo Semprún, en una entrevista concedida a este periódico en 2001, recordaba que una vez un amigo francés le había preguntado -como tantas veces tantos otros- qué era en realidad, si español o francés. Él se limitó a responderle : "Soy un deportado de Buchenwald".

SEMPRÚN de Juan Cruz

Conocí a Jorge Semprún muy tarde en la vida, y hablé con él por primera vez un rato largo, me parece, cuando ya era ministro de Cultura del Gobierno de Felipe González. Era un mito, por su clandestinidad como Federico Sánchez, cuyo brillo en España había dejado en sombras su tiempo como resistente contra el nazismo en Francia, así como su época como preso en el campo de concentración de Buchenwald.
 En esa primera ocasión en que hablé con él, Semprún recibía a Juan García Hortelano, su amigo de otros tiempos y también de ahora. Íbamos a ver a Semprún porque Juan le quería proponer que el ministerio ayudara a Gabriel Celaya, que en ese momento estaba pasando por una situación angustiosa.
Hablaron como colegas y como compañeros, de vez en cuando se ponían de pie, reían, Semprún tomaba a Juan del hombro, le refería anécdotas de la clandestinidad, cuando Federico Sánchez vivía frente al ministerio donde trabajaba Juan, en la casa del poeta Ángel González, compañero de oficina del propio García Hortelano.
 Eran dos personas, Juan y Jorge, que en ese momento hablaban como amigos que fueron y que seguían siendo, preocupados ambos en ese momento por otro escritor, de otra generación, que también, como ellos, había vivido las consecuencias del fascismo en Europa.
De pronto, Juan era allí un ciudadano de un país que ya vivía en democracia, ante un ministro que había sido comunista y clandestino en la dictadura, y además un hombre condenado en las mazmorras siniestras de Hitler. Tengo muy nítido en mi memoria ese encuentro; Semprún se acababa de cortar el pelo, llevaba una de esas chaquetas de pata de gallo que entonces seguían siendo tan habituales en los hombres de su edad, y Juan llevaba una casaca marrón, que era también parte de su vestimenta habitual.
Semprún tenía el pelo ya prácticamente blanco, y sobre sus hombros habían caído algunos restos del pelado.
Era una imagen ciertamente poderosa para un joven que nació después de la guerra, vivió también bajo el franquismo, pero no pudo saber, era imposible, la gravedad física, el dolor verdadero, que para esas otras generaciones, la de Celaya, la de Semprún y Hortelano, había supuesto el centro mismo de la maldad del siglo.
Allí estaban, Juan y Jorge, viviendo otro tiempo que en este momento es más pasado a nuestra espalda.

8 jun 2011

POEMA DE LAS POSESIONES

POEMA DE LAS POSESIONES







Tuya es la voz, el gesto, la alegría,



tuya es la sombra, el corazón, el frío,



tuya la tarde, mas la luz es mía,



igual que la locura, el desvarío.







Tuya la nave que en el mar se mece,



la dulce sensación y el poderío,



tuya la fuerza del amor que crece,



tuya la nube pero el cielo es mío.







Tuya la sed que lleva en la cabeza



un sueño añil saliendo entre el gentío,



tuyo es el horizonte, la certeza,



tuyo el poder pero el recuerdo mío.







Tuya es la cicatriz que no se cierra,



la herida que provoca el desafío,



tuya la terquedad que no se arredra,



tuya la vida y el lamento mío.







Tuya es la savia que a la planta excita,



tuya la compasión por lo baldío,



tuya la queja que en el alba grita,



tuyo el placer pero el silencio mío.







Tuya es la tierra, el aire, el agua, el fuego,



tuya la exhalación y tuyo el brío,



tuyas también las reglas de este juego:



el mar es tuyo y el secano es mío.







En ese devenir de posesiones



tuya es la propiedad que tiene el río,



tuyo el cauce que enhebra las canciones,



tuya la trama, el desenlace mío.