El compositor estadounidense no actuará en Sónar ni en Madrid debido a problemas de salud.- Carles Santos le sustituirá en el festival barcelonés de música electrónica .
El compositor estadounidense Steve Reich, que debía actuar en Madrid y Barcelona los próximos 14 y 16 de junio respectivamente, ha anulado ambos conciertos por problemas de salud.
Así ha informado hoy Sónar, el festival de música electrónica cuyo concierto inaugural corría a cargo de Reich apuntando de este modo a la fuerte presencia de artistas norteamericanos con la que cuenta Sónar 2011.
En su lugar, en el festival barcelonés, estará el compositor y pianista Carles Santos. El músico de Vinarós sustituirá a Steve Reich en las partes al piano que debía interpretar el norteamericano.
Santos se une así a la orquesta bcn216 y al conjunto vocal Synergy Vocals, manteniéndose así repertorio intacto previsto para el concierto inaugural de Sónar 2011 en L'Auditori de Barcelona.
Las dos obras programadas, Sextet y Music for 18 Musicians, se interpretarán íntegramente, sin cambios.
El reembolso de las entradas del concierto de Madrid se efectuará a través de los canales usados para su compra, ya sean las taquillas de Auditorio Nacional de Música o la venta telefónica y online de Servicaixa, hasta el 30 de junio. Para la devolución, será necesario presentar la entrada adquirida.
En caso de abono del ciclo SERIES 20/21, se reembolsará la parte correspondiente a este concierto.
Carles Santos, tiempo que no sabía nada de él, es un pianista contracultural, si es que eso existe.
Lo conocí casi a mi llegada a Barcelona, era novia de una muy amiga mia, ibamos a todos sus conciertos, su música de dos notas machacaba el cerebro, pero sus puestas en escena eran de todo menos vulgares, cuando esta amiga me lo presentó, era su aspecto de motero, todo de cuero y casco , viajaba en moto, no era famoso y su imagen no era la de un pianista, pero ahí estábamos todos apoyándo esa manera "Insufrible" de hacer música.
De esas casualidades de la vida se fue a New York, y ahí lo descubrieron, era mágnifico, a quien no le gustase es que no andaba al dia en propuestas culturales novedosas, volvió a Barcelona en olor de multitudes, era el mismo, hacía lo mismo, pero ahora estaba apadrinado por la generalitat. Hace unos años vino a Las Palmas al festival de música, yo fui cuando me enteré que venía, y toco como solo el sabe rompiendo los esquemas del respetable que se fueron marchando de la sala, para volver y echar pestes de él. A mi me daba risa porque con el tiempo, conseguia irritar a la gente, y eso era lo que quería. Si quisiera podría ser un gran pianista clásico, lo domina muy bien.
Pero su afán es otro, y me alegra saber de él, que sigue poniendo de los nervios a los aficionados de pro, por eso por el tiempo que lleva provocando a un público que no se entera antes de lo que va a ver, yo lo alaudo y me gustaría que viniera por aquello de la capital europea. Ayer bajaron de los riscos cantando a la comisión evaluable, no se si seremos la capital pero que se lo pasaron pipa el jurado no me cabe la menor duda, esta mañana andaba por mi casa la Banda de Agaete.
5 jun 2011
ANA MARÍA MATUTE. DISCURSO REAL ACADEMIA DE LA LENGUA
ANA MARÍA MATUTE. DISCURSO REAL ACADEMIA DE LA LENGUA
Con esta imágen de Ana María Matute, nuestro reciente premio Cervantes, quiero abrir esta entrada, en la que podréis disfrutar de su sencillo discurso de la toma de posesión en la Real Academia.
Espero que os guste mucho.
"EN EL BOSQUE"
Defensa de la fantasía
Por Ana María Matute
Discurso de ingreso en la Real Academia Española de la Lengua
Tengo que pronunciar un discurso y yo no sé pronunciar discursos.
Apelo, pues, a vuestra benevolencia y os ruego que aceptéis estas palabras mías como la expresión de lo único que soy capaz de hacer y de la única razón por la que he llegado hasta aquí: yo soy una contadora de historias.
Por ello, desearía aprovechar esta ocasión tan extraordinaria para hacer un elogio, y acaso también una defensa, de la fantasía y la imaginación en la literatura, que son para mí algo tan vital como el comer y el dormir, y que opongo a la aridez de la actitud que tan a menudo nos rodea, que se niega a ver la dimensión espiritual de lo material.
Así, es mi intención invitaros, en este discurso mío tan poco erudito y tan poco formal, a ensayar una incursión en el mundo que ha sido mi gran obsesión literaria, el mundo que me ha fascinado desde lo más temprano de la infancia, que desde niña me ha mantenido atrapada en sus redes: el «bosque» que es para mí el mundo de la imaginación, de la fantasía, del ensueño, pero también de la propia literatura y, a fin de cuentas, de la palabra.
Y desearía hacerlo bajo la invocación de «Alicia en el país de las maravillas», con los siguientes versos: «Recibe, Alicia, el cuento y deposítalo / donde el sueño de la Infancia / abraza a la Memoria en lazo místico, / como ajada guirnalda / que ofrece a su regreso el peregrino / de una tierra lejana».
El momento en que Alicia atraviesa la cristalina barrera del espejo, que de pronto se transforma en una clara bruma plateada que se disuelve invitando al contacto con las manitas de la niña, siempre me ha parecido uno de los más mágicos de la historia de la literatura, quizá el que ofrece un mito más maravilloso y espontáneo: el deseo de conocer otro mundo, de ingresar en el reino de la fantasía a través, precisamente, de nosotros mismos.
Porque no debemos olvidar que lo que el espejo nos ofrece no es otra cosa que la imagen más fiel y al mismo tiempo más extraña de nuestra propia realidad.
Desearía, pues, exhortaros a participar, durante el breve tiempo de este atípico discurso, de la fascinación que sin duda constituye la cifra de mi obra, y acaso también de mi vida: la posibilidad de cruzar el espejo e internarse en el bosque de lo misterioso y de lo fantástico, pero también del pasado, del deseo y del sueño.
No pretendo que abandonemos este mundo, nuestro mundo, sino tan sólo que nos aventuremos por unos instantes en los otros mundos que hay en éste.
Con esta imágen de Ana María Matute, nuestro reciente premio Cervantes, quiero abrir esta entrada, en la que podréis disfrutar de su sencillo discurso de la toma de posesión en la Real Academia.
Espero que os guste mucho.
"EN EL BOSQUE"
Defensa de la fantasía
Por Ana María Matute
Discurso de ingreso en la Real Academia Española de la Lengua
Tengo que pronunciar un discurso y yo no sé pronunciar discursos.
Apelo, pues, a vuestra benevolencia y os ruego que aceptéis estas palabras mías como la expresión de lo único que soy capaz de hacer y de la única razón por la que he llegado hasta aquí: yo soy una contadora de historias.
Por ello, desearía aprovechar esta ocasión tan extraordinaria para hacer un elogio, y acaso también una defensa, de la fantasía y la imaginación en la literatura, que son para mí algo tan vital como el comer y el dormir, y que opongo a la aridez de la actitud que tan a menudo nos rodea, que se niega a ver la dimensión espiritual de lo material.
Así, es mi intención invitaros, en este discurso mío tan poco erudito y tan poco formal, a ensayar una incursión en el mundo que ha sido mi gran obsesión literaria, el mundo que me ha fascinado desde lo más temprano de la infancia, que desde niña me ha mantenido atrapada en sus redes: el «bosque» que es para mí el mundo de la imaginación, de la fantasía, del ensueño, pero también de la propia literatura y, a fin de cuentas, de la palabra.
Y desearía hacerlo bajo la invocación de «Alicia en el país de las maravillas», con los siguientes versos: «Recibe, Alicia, el cuento y deposítalo / donde el sueño de la Infancia / abraza a la Memoria en lazo místico, / como ajada guirnalda / que ofrece a su regreso el peregrino / de una tierra lejana».
El momento en que Alicia atraviesa la cristalina barrera del espejo, que de pronto se transforma en una clara bruma plateada que se disuelve invitando al contacto con las manitas de la niña, siempre me ha parecido uno de los más mágicos de la historia de la literatura, quizá el que ofrece un mito más maravilloso y espontáneo: el deseo de conocer otro mundo, de ingresar en el reino de la fantasía a través, precisamente, de nosotros mismos.
Porque no debemos olvidar que lo que el espejo nos ofrece no es otra cosa que la imagen más fiel y al mismo tiempo más extraña de nuestra propia realidad.
Desearía, pues, exhortaros a participar, durante el breve tiempo de este atípico discurso, de la fascinación que sin duda constituye la cifra de mi obra, y acaso también de mi vida: la posibilidad de cruzar el espejo e internarse en el bosque de lo misterioso y de lo fantástico, pero también del pasado, del deseo y del sueño.
No pretendo que abandonemos este mundo, nuestro mundo, sino tan sólo que nos aventuremos por unos instantes en los otros mundos que hay en éste.
NUNCA LLORO
NUNCA LLORO
El 25 de diciembre de 1.836, aparecía un artículo de Mariano José de Larra, titulado “Horas de invierno”, del que ha quedado para la posteridad, en la memoria de todos, la frase: “escribir en Madrid es llorar”.
Una famosa frase escrita por Larra, hace 200 años, que se refería a lo difícil que es que la prensa, con sus opiniones y denuncias, pueda influir en la realidad.
Aunque mucha gente cita esta frase, en otro sentido, refiriéndose a que también se llora intentando ganarse la vida como escritor.
Quizás la frase tenga aún validez, o esté todavía vigente la idea que pintan sus palabras.
Me interesa la opinión de Larra y pienso que, por desgracia, tenía y tiene toda la razón. Y me interesa más aún, desde que leí dos libros que hablan de este periodista y escritor. Uno es de Azorín y se titula “Lecturas Españolas” y el otro es “Anatomía de un dandy” de Francisco Umbral.
Estos dos escritores pintan con sus palabras un retrato triste y curioso de este personaje.
Escribir, poco a poco, se ha convertido en una de las actividades más importantes de mi vida. Escribir, leer o, para ser un poco más precisos, la literatura. Y así, a lo largo de los años, me he ido situando en un mundo que desconocía, y que ahora, es posible que desconozca aún más.
Porque la visión del mundo de la literatura, su visibilidad, es muy complicada, al igual que pasa con nuestras propias vidas que, según vamos profundizando en ellas, nos vamos dando cuenta de que es imposible despejar una cierta capa de niebla, que nos envuelve a todos. Pero no sólo a nosotros, los de carne y hueso, sino también a los personajes literarios.
Se dice que al ser humano le falta algo, que somos seres de lejanías, que estamos dentro de un cuerpo, que en realidad es algo extraño, o que, como dijo Pessoa, que la vida no basta”. Se dicen muchas cosas.
Pero la literatura, los libros, están ahí, esperándonos, a veces cientos de años, para enseñarnos nuestro propio retrato, nuestra propia identidad, perfectamente reflejada en sus páginas.
Leyendo y escribiendo, no sólo te conoces mejor a ti mismo, sino que además, terminas por conocer a otras personas de tu misma cofradía,Personas que disfrutan de la literatura, como tú mismo, y que se entregan a ella, desinteresadamente y con amor.
Tengo suerte de conocer a personas como Manuel Cortés Blanco.
El último libro que he leído de él: “Mi planeta de chocolate”, confirma lo que se sospecha, conociéndole personalmente. Es alguien excepcional, de los que, habrá muchos, no lo dudo, pero de los que yo conozco a muy pocos.
Su sensibilidad y su vena, absolutamente literaria, se confirman estando cerca de él y leyéndole por igual.
Pero volvamos a Larra, que decía que escribir era llorar.
Terminó quitándose la vida, lo que prueba que no estaba sano, y que no era capaz, por su enfermedad, de apreciar su propia existencia.
El 25 de diciembre de 1.836, aparecía un artículo de Mariano José de Larra, titulado “Horas de invierno”, del que ha quedado para la posteridad, en la memoria de todos, la frase: “escribir en Madrid es llorar”.
Una famosa frase escrita por Larra, hace 200 años, que se refería a lo difícil que es que la prensa, con sus opiniones y denuncias, pueda influir en la realidad.
Aunque mucha gente cita esta frase, en otro sentido, refiriéndose a que también se llora intentando ganarse la vida como escritor.
Quizás la frase tenga aún validez, o esté todavía vigente la idea que pintan sus palabras.
Me interesa la opinión de Larra y pienso que, por desgracia, tenía y tiene toda la razón. Y me interesa más aún, desde que leí dos libros que hablan de este periodista y escritor. Uno es de Azorín y se titula “Lecturas Españolas” y el otro es “Anatomía de un dandy” de Francisco Umbral.
Estos dos escritores pintan con sus palabras un retrato triste y curioso de este personaje.
Escribir, poco a poco, se ha convertido en una de las actividades más importantes de mi vida. Escribir, leer o, para ser un poco más precisos, la literatura. Y así, a lo largo de los años, me he ido situando en un mundo que desconocía, y que ahora, es posible que desconozca aún más.
Porque la visión del mundo de la literatura, su visibilidad, es muy complicada, al igual que pasa con nuestras propias vidas que, según vamos profundizando en ellas, nos vamos dando cuenta de que es imposible despejar una cierta capa de niebla, que nos envuelve a todos. Pero no sólo a nosotros, los de carne y hueso, sino también a los personajes literarios.
Se dice que al ser humano le falta algo, que somos seres de lejanías, que estamos dentro de un cuerpo, que en realidad es algo extraño, o que, como dijo Pessoa, que la vida no basta”. Se dicen muchas cosas.
Pero la literatura, los libros, están ahí, esperándonos, a veces cientos de años, para enseñarnos nuestro propio retrato, nuestra propia identidad, perfectamente reflejada en sus páginas.
Leyendo y escribiendo, no sólo te conoces mejor a ti mismo, sino que además, terminas por conocer a otras personas de tu misma cofradía,Personas que disfrutan de la literatura, como tú mismo, y que se entregan a ella, desinteresadamente y con amor.
Tengo suerte de conocer a personas como Manuel Cortés Blanco.
El último libro que he leído de él: “Mi planeta de chocolate”, confirma lo que se sospecha, conociéndole personalmente. Es alguien excepcional, de los que, habrá muchos, no lo dudo, pero de los que yo conozco a muy pocos.
Su sensibilidad y su vena, absolutamente literaria, se confirman estando cerca de él y leyéndole por igual.
Pero volvamos a Larra, que decía que escribir era llorar.
Terminó quitándose la vida, lo que prueba que no estaba sano, y que no era capaz, por su enfermedad, de apreciar su propia existencia.
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