Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

5 jun 2011

NUNCA LLORO

NUNCA LLORO






El 25 de diciembre de 1.836, aparecía un artículo de Mariano José de Larra, titulado “Horas de invierno”, del que ha quedado para la posteridad, en la memoria de todos, la frase: “escribir en Madrid es llorar”.
Una famosa frase escrita por Larra, hace 200 años, que se refería a lo difícil que es que la prensa, con sus opiniones y denuncias, pueda influir en la realidad.
 Aunque mucha gente cita esta frase, en otro sentido, refiriéndose a que también se llora intentando ganarse la vida como escritor.

Quizás la frase tenga aún validez, o esté todavía vigente la idea que pintan sus palabras. 

Me interesa la opinión de Larra y pienso que, por desgracia, tenía y tiene toda la razón. Y me interesa más aún, desde que leí dos libros que hablan de este periodista y escritor. Uno es de Azorín y se titula “Lecturas Españolas” y el otro es “Anatomía de un dandy” de Francisco Umbral.
 Estos dos escritores pintan con sus palabras un retrato triste y curioso de este personaje.
Escribir, poco a poco, se ha convertido en una de las actividades más importantes de mi vida. Escribir, leer o, para ser un poco más precisos, la literatura. Y así, a lo largo de los años, me he ido situando en un mundo que desconocía, y que ahora, es posible que desconozca aún más.
Porque la visión del mundo de la literatura, su visibilidad, es muy complicada, al igual que pasa con nuestras propias vidas que, según vamos profundizando en ellas, nos vamos dando cuenta de que es imposible despejar una cierta capa de niebla, que nos envuelve a todos. Pero no sólo a nosotros, los de carne y hueso, sino también a los personajes literarios.

Se dice que al ser humano le falta algo, que somos seres de lejanías, que estamos dentro de un cuerpo, que en realidad es algo extraño, o que, como dijo Pessoa, que la vida no basta”. Se dicen muchas cosas.
Pero la literatura, los libros, están ahí, esperándonos, a veces cientos de años, para enseñarnos nuestro propio retrato, nuestra propia identidad, perfectamente reflejada en sus páginas.



Leyendo y escribiendo, no sólo te conoces mejor a ti mismo, sino que además, terminas por conocer a otras personas de tu misma cofradía,Personas que disfrutan de la literatura, como tú mismo, y que se entregan a ella, desinteresadamente y con amor.



Tengo suerte de conocer a personas como Manuel Cortés Blanco.
 El último libro que he leído de él: “Mi planeta de chocolate”, confirma lo que se sospecha, conociéndole personalmente. Es alguien excepcional, de los que, habrá muchos, no lo dudo, pero de los que yo conozco a muy pocos.
Su sensibilidad y su vena, absolutamente literaria, se confirman estando cerca de él y leyéndole por igual.

Pero volvamos a Larra, que decía que escribir era llorar.
 Terminó quitándose la vida, lo que prueba que no estaba sano, y que no era capaz, por su enfermedad, de apreciar su propia existencia.

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