Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

4 may 2011

DE HILOS Y LABERINTOS Pepe Junco

DE HILOS Y LABERINTOS







De un hilo que colgaba de una manga



de una vieja camisa algo raída,



fui tirando y tirando hasta saciarme.







Mi primera impresión no fue muy buena:



menguar es un asunto que deviene,



y el esmerarse en descubrir secretos



nos lleva a lamentables conclusiones.



Vas a tomar café como dormido,



te ajustas la mirada en los espejos,



te asomas para ver si pasan nubes



y sin querer te encuentras en el brete



de no saber qué hacer con la memoria.







A punto estuve de dejarlo todo



y ponerme a leer algún poema



del maestro Vallejo, tan versado



en la estulticia de los corazones.







El tedio y no tener a mano nada



en lo que sepultar mis muchas dudas



hizo que dando cuerda a los relojes



desde una posición cansina y loca



me ensimismara con la manga aquella



a punto de pasar a mejor vida.







Pensé, por no quedarme en purgatorios



tan dados a inquietudes y suspenses,



que acaso aquella joven del ovillo



prendada del eclipse de mis ojos



y poco adicta a juegos malabares,



mandaba una señal premonitoria



desde su mundo de salidas falsas.







Nada más encontrar a aquel engendro,



mitad yo pero más estrafalario,



supe que mi existencia desgraciada



y mis lamentaciones y mis cuitas



iban a hallar por fin su merecido.







Una brisa de mar besó mi frente



y refrescado vi cómo menguaban



el cuello y el ojal de la camisa.







Sin consultarlo y ya desesperado



me fui al rastro del barrio en el que vivo



buscando un trueque y una bienvenida.



Pero el maldito toro se empeñaba



en seguirme los pasos y enseñarme



su limpio y lastimado corazón.



Volví a Vallejo pero estaba herido.

LAS REGLAS DEL JUEGO PEPE JUNCO

Para seguir y no quedarse tonto,



para alzar la cabeza y mirar lejos,



para besar y no quedar prendidos,



para vivir con cierta expectativa.







Para luchar y no ceder el pulso,



para mirar el sol cuando se pone



despacito debajo de una loma,



cariñoso y cordial como un abrazo.







Para tener moral y alucinarse



viendo cómo los cuerpos elaboran



sabias y simuladas estrategias



cuando el reloj se apaga despistado.







Para te quiero mucho y para siempre,



para nunca jamás, inolvidable,



eternamente junto a tus pupilas,



indefinidamente en tu ribera.







Hace falta saber y hacer las paces



con cierta forma de mentir sin daño,



con la complicidad de los silencios,



con el hecho puntual de que vivimos.







Hace falta también un ritmo cierto,



una resignación agazapada,



un no dejarse ver por los rincones,



una apariencia de pisar muy firme.







Después morir, ajeno y por la espalda.