Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

16 abr 2011

"Un libro no se cocina como una hamburguesa"

ALMUERZO CON... ANDRÉ SCHIFFRIN .
 Juan Cruz
.André Schiffrin nació en París en 1935, hijo de un editor legendario, y vive en Nueva York. Fue director de Pantheon, una de las grandes editoriales del mundo.
En 1990 creó The New Press, editorial independiente con la que ha resistido haciendo lo que quiere. El mundo editorial, dice cuando se sienta a la mesa, se parece mucho al menú de un almuerzo.
"Y uno sabe que sin cultura abundará la comida rápida".
Hay Librerias que se pondrán muy contentas de que las cierren, o no.
Pero no de ahora, de hace unos años para acá, esas librerias no mueven un dedo para captar clientes, es más les molestabamos, así que tienen lo que tanto buscaron, un cluente no puede ser tratado como un posible ladrón de libros, un trabajador de una librería debe saber con qué material cuenta su librería y un trabajador si alguien se gasta mas de 500 euros en libros está en su derecho de que se lo envuelvan para regalo, si no atraen y encima sales con la intención de no volver pues lleva años haciendo méritos para que se la cierren.
También pasa con los e-bocks, ¿Creian que no iban a ser un rival? pues miren, lo es, y se traducirá en ventas hasta de los supermegasabios que se creen intocables.
No me alegro que ocurra, porque soy lectora y compradora, pero ese mal trato te hacen que te de igual que las cierren a todas, porque encima ni se reciclan.
Lo de Amazón ya se veía venir, estaba cantado, no hace falta entrevistas, me lo preguntan a mi y diría todo eso.
Por eso voy al Corte Inglés, te sirven, son correctos te buscan el libro, sino lo tienen lo piden para el usuario.
Parece que los libreros no se han dado cuenta que como siempre, el cliente tiene la razón.



El editor defiende leyes para garantizar la supervivencia de las librerías

Él está en contra de la comida rápida.
 Y tiene una buena relación con la comida. Su mujer, María Elena de la Iglesia, escritora, es española de origen, hija de un general que mandó en la defensa republicana de Madrid. "Y es muy buena cocinera".
A él le gusta "la variedad regional española"; esa variedad, cree, "se parece mucho a lo que uno tiene que hacer como editor...
Variedad y calidad, buena comida".
Hubo un movimiento, slow food (comida lenta), "que triunfó en Italia y en otros países; y luego surgió el movimiento slow publishing, que apelaba a cierta lentitud en el manejo de los libros".



Se trataba de dar más tiempo para que la gente encontrara los libros en las librerías, "y se trataba también de conseguir que las novedades permanecieran ahí más tiempo.
 Ahora la presión lleva a vender libros de manera casi instantánea.
Comida rápida. Y los libros han de cocinarse con tiempo y con amor. No como una hamburguesa".




Y es que el mundo editorial (y cultural) "se ha decantado por la prisa", con lo que esto puede significar para los estómagos literarios.
No ocurre solo en el universo en el que trabaja; afecta a la prensa, a la música, al cine. Y él ha estudiado el fenómeno en dos libros que ahora junta: El dinero y las palabras / La edición sin editores (Península), para cuya aparición ha hecho este viaje Nueva York-París-Madrid.
"Muchas personas están preocupadas", dice después de haber hecho caso a su editor, Manuel Fernández-Cuesta, que le aconseja que pida un relleno de rape... "Los retos tecnológicos son muy serios.
En Estados Unidos, a pesar de que muchos lectores utilizan e-books u otros aparatos similares, el peligro que acecha es el cierre de muchas librerías...
Los best sellers dominan las listas de los libros, el libro electrónico cuesta lo mismo que un libro de bolsillo, que hasta ahora era el ingreso más importante de una editorial.
Y dentro de unos años, Amazon será la que tenga el monopolio de la venta de libros".






El menú editorial se parece al de una hamburguesería, pero aquí, en el restaurante, disfruta de un mayor optimismo gastronómico.
La sombra persiste: "El cierre de librerías significa que habrá menos lugares en los que los lectores descubran libros.
Siempre he dicho que la librería ideal no es la que tiene el libro que andas buscando, sino la que te vende el libro que no sabía que querías".



Y, en general, dice, "la cosa no está bien". ¿Solución? "Lo cuento en mi libro: se pueden hacer leyes que protejan la librería, se hace en Noruega, se hace en Alemania.
Un día le pregunté a Michael Naumann, librero que fue ministro de Cultura alemán, qué pasaría si acabara la protección legal de las librerías. Y me dijo que cerraría la mitad.
En Alemania sigue habiendo 8.000 librerías".

15 abr 2011


En sus palabras palpita, como el alma


en las graciosas formas de un héroe mitológico,


la tristeza sapiente y luminosa


del que asumió sereno su destino


y anduvo y vió y amó


adquiriendo dulzura y fortaleza.



En aquel bar de ocio fecundo


alumbró el gesto limpio y justo,


ennobleció el sentimiento


de la verdad y la belleza.


Sólo por eso permanecería,


más durable que el mármol,


más gozoso que una deidad


que morir nunca puede,


ni tampoco vivir,


su voz ya unida al recuerdo


que nos traduce el significado


del corazón del hombre


y el principio de una buena amistad.

Tu recado


La soledad,

la despedida,

el adiós,

el recado que me dejaste

de escribir dispuesto.

¿Es eso compañía?

Quizá la solución sea el amor.

¿Y cómo se ama?

¿Lo supe alguna vez y lo olvidé?

¿Me queda aún París?

Quizá nunca lo supe

y ahora me doy cuenta.

Escribí sobre ello malas poesías.

Quise decir palabras bellas

y a la vez verdaderas

que se quedaron en agua de borrajas.

Ahora el tiempo se acorta,

¿irreal fue mi vida,

humo dormido,

niebla?

Amargo es despertar,

malgastado el pasado

si apenas me quedan horas

para estar contigo

y en las que me quedan

sólo veo el vacío.

¿Qué me dicen mis años?:

Araña con tu pluma

lo que te queda de presente

y pon verdad

para que así ilumine

tu pasado el futuro.

¿Dónde tu compañía?:

La soledad,

la despedida,

el adiós,

el recado que me dejaste

de escribir dispuesto.


Homenaje

JUAN JOSÉ MILLÁS
.A los suicidas.
A los niños suicidas, a los adolescentes suicidas, a las amas de casa suicidas, a los contables suicidas, a los ministros del Interior suicidas, a las taquilleras suicidas, a los ancianos suicidas, a los terapeutas suicidas, a los biólogos suicidas, a las monjas suicidas, a los forenses suicidas, a los entomólogos suicidas, a los diáconos suicidas, a los tuertos suicidas, a los insomnes suicidas, a las princesas suicidas, a los cobradores de autobús suicidas, a los enterradores suicidas, a los novelistas suicidas (a los poetas suicidas, no; no haber sido poetas), a los radioyentes suicidas, a los vendedores de flores de plástico suicidas, a los arcángeles suicidas, a los trapecistas suicidas, a las comadronas suicidas, a los agrimensores suicidas, a los correctores de pruebas suicidas...




Pero especialmente a los suicidas rotos.
Al que le falló la pistola en el cuarto de baño, por ejemplo, y regresó al salón y se sentó junto a su esposa como si viniera de lavarse las manos y continuó atento al telediario e hizo los comentarios de siempre y se tomó antes de acostarse la infusión de valeriana de todos los días.
 Al que durante la cena de los sábados, con los amigos del ático, pidió excusas para ir al lavabo y se asomó a la terraza y ya estaba a punto de arrojarse cuando su móvil vibró dentro del bolsillo arrancándole del estado de concentración preciso para largarse de este mundo.
 Al que adquirió en la ferretería una manguera del diámetro del tubo de escape de su coche y se fue al campo y la conectó y la metió por la ventanilla y cerró los ojos dispuesto a expirar, pero se despertó vivo a media tarde porque el coche se había calado antes de emitir las dosis recomendadas de CO2.



A los muertos vivientes, en fin, estas líneas para compensarles del mal trato que reciben en las películas de zombis.