En sus palabras palpita, como el alma
en las graciosas formas de un héroe mitológico,
la tristeza sapiente y luminosa
del que asumió sereno su destino
y anduvo y vió y amó
adquiriendo dulzura y fortaleza.
En aquel bar de ocio fecundo
alumbró el gesto limpio y justo,
ennobleció el sentimiento
de la verdad y la belleza.
Sólo por eso permanecería,
más durable que el mármol,
más gozoso que una deidad
que morir nunca puede,
ni tampoco vivir,
su voz ya unida al recuerdo
que nos traduce el significado
del corazón del hombre
y el principio de una buena amistad.
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