La soledad,
la despedida,
el adiós,
el recado que me dejaste
de escribir dispuesto.
¿Es eso compañía?
Quizá la solución sea el amor.
¿Y cómo se ama?
¿Lo supe alguna vez y lo olvidé?
¿Me queda aún París?
Quizá nunca lo supe
y ahora me doy cuenta.
Escribí sobre ello malas poesías.
Quise decir palabras bellas
y a la vez verdaderas
que se quedaron en agua de borrajas.
Ahora el tiempo se acorta,
¿irreal fue mi vida,
humo dormido,
niebla?
Amargo es despertar,
malgastado el pasado
si apenas me quedan horas
para estar contigo
y en las que me quedan
sólo veo el vacío.
¿Qué me dicen mis años?:
Araña con tu pluma
lo que te queda de presente
y pon verdad
para que así ilumine
tu pasado el futuro.
¿Dónde tu compañía?:
La soledad,
la despedida,
el adiós,
el recado que me dejaste
de escribir dispuesto.
2 comentarios:
Quien soy para enjaularte
con tantas palabras.
Vuela alto, vuela,
pon tu faz a barlovento
para que huelas los aromas
que, desde el desierto,
traen los vientos.
Quien soy yo para estancarte
en los sueños, mi amada.
Corre, fluye, torrentera
como un río de besos
que se aleja de mis sombras
para buscar al sediento
de tu amor sereno.
Quien soy yo para robarte
tu derecho a ser amada.
Quiero que te quieran
y no que te escondas en mi pecho,
lejos de aquella boca
que, llena de deseo,
puede cubrirte de arabescos.
Quien soy yo para amarte
si sólo pude acariciar tus alas.
Se me olvidó lo que era:
silencio totalmente ajeno
a los minutos de tus horas,
y del vacío heredero
lejano en el tiempo.
Si te quise, debes perdonarme.
¡ Échale la culpa a mi alma!
Mañana tras mañana tuvo pena
de ser enviada al destierro,
desde este jardín lleno de rosas,
del indeciso sentimiento
de caerme por tus huecos.
Otra luz, otros recuerdos, otras sombras;
otras palabras cuajadas de querido pasado,
otros cipreses, otros mármoles pulcros
para el nicho en que descansa lo no vivido.
Una vuelta a donde el sueño más soñaba
y en el que nos desgarrábamos en deseos.
En ellas el amor soñante aún se adormece
y tú lo traes entre algodones contigo.
Atrás quedaron los silencios y la despedida
que nunca te dijeron sonoros mis labios,
y que cogiéndote por el talle te condujeron
sabe Dios a qué paseo por el desaliento.
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