¿Quién soy yo al final?
¿Quién fui?
¿Fui algo, no fui nada, o lo fui todo?
Ahora puedee que sea un rey destronado
que siente la tristeza de estar vencido.
Sí, eso soy soy: un rey apresado
al que no le mereció la pena
de reinar como reinó,
ni de dar lo que dió,
ni de recibir tanto,
porque poco disfrutó
lo que nunca compartió.
¿Muero aquí?
Sí, desde luego.
Es el final.
Escucho el trotar
de los caballos desbocados
que se suben por las paredes
inmaculadas del hospital.
Están ahí, cercándome,
llenándome la garganta
del amargo sabor del aceite
y secándome la lengua
con el miedo.
Es el sabor a mi carne.
Todo acaba, sí.
Sus jinetes clavan
en las profundidades frías
donde duerme mi alma,
silencios de vida.
Ellos sonríen
y yo me muero
mientras los amarillos
visten mi rostro
como si besaran
atardeceres.
¿Muero?
Sí, y no gustoso.