Debó empezar a escribir sobre la tristeza,
sobre la nostalgia o sobre la melancolía,
pero dudo mil veces sobre un cuaderno negro
sintiendo como no me ha quedado ni un ángel
ni una musa dorada para la sonrisa.
Mis labios se mueren. Ya no miran para adelante
ni para atrás. Ni los sueños y sus rosas
florecen entre tus voces.
Así que recogeré mis papeles,
o los tiraré por la ventana para verlos ir.
Que no vuelvan, para qué,
quizás lo mejor, y lo más razonable,
es que yo me marchase con ellos
tras las musas y los ángeles.
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