Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

20 nov 2010

Shakira fuerza Madrid a las agujetas

¿No era el Waka Waka? Son las 10 de la noche y con el Palacio de Deportes lleno suena a toda pastilla el Wiki Wiki, la canción del verano pasado de Buraka Som Sistema. Caras de extrañeza.





De pronto, entre un pasillo humano, Shakira avanza lentamente hasta el escenario vestida con una especie de traje de novia rosa.
Suena Pienso en ti, de sus comienzos, pero siguen las caras raras. Sube al sobrio, diáfano y elegante escenario de gran pantalla gigante, de pronto se arranca el vestido y aparece la Shakira salvaje.
La Shakira loba que ayer dejó con agujetas a 18.000 personas con un concierto a ratos rockero, a ratos electrónico pero sin duda electrizante, efectivo, sudoroso y algo conservador. Porque aunque la colombiana, de 33 años, se deje la piel -y la cadera- en el escenario y deslumbre con su espectáculo, deja muy poco espacio a la improvisación. Un ejemplo: que el repertorio de anoche en Madrid -lleno de grandes éxitos- sea el mismo que el de hace unos días en Florida, en Illionis o en Nueva York hace que su capacidad de sorpresa sea limitada. Los que la conocen hablan de ella como una currante obsesiva y perfeccionista. Tanto que deja poco espacio para el azar. Todo está tan milimétricamente medido que a veces la felicidad y la fiesta parecen algo encorsetada.



Por lo demás, ni una pega. Asumido que estos conciertos tienen más de obra de teatro que de evento musical, Shakira se salió anoche. En directo convence. También, y sobre todo, al incrédulo, porque a sus fans ya los tienen ganados. Ayer lo demostró. Así el novio despistado que acompañó a su chica seguro que se fue con la sonrisa de oreja a oreja.



En la primera parte, la de Barranquilla sonó rockera. Muy rockera. Vestida con un top dorado y unos ajustadísimos pantalones de cuero (no es ningún secreto que a Shakira le gusta jugar con su sensualidad), impregnó de un sonido guitarrero casi todas sus canciones, todo lo contrario que en sus discos, en donde juega más con el pop y la electrónica. Canciones como Te dejo Madrid, Inevitable o Suerte sonaron de un contundente inusitado. También gracias a una banda eminentemente rockera con tres guitarras. "Esta noche estoy aquí para complaceros", dijo: "Esta noche soy toda vuestra".



Y se lo curra para cumplirlo. Shakira salta, mira, araña, seduce, baila, suda, se estira como un pantera, juega con el pie de micrófono (la base es un volante), pone sus mejores cartas sobre el escenario... Eso sí, sin renunciar al algo patético momento jo-tía, cuando invitó a subir al escenario a cuatro chicas del público a mover las caderas. Ellas, claro, lo hicieron con cara de jo-tía-que-no-me-lo-creo.
Tampoco acertó cuando hizo una cursi y de sonidos árabes versión del Nothing Else Matters, de Metallica. Minutos después solucionó el desaguisado con unos bailes flamencos en medio del escenario. Y no lo hizo nada mal, por algo su amigo Antonio Carmona le ha dado unas lecciones rápidas de arte gitano.



Después del taconeo, que hizo descalza, cambió de rumbo del concierto hacia una parte más electrónica: tras La Tortura sonó Gordita, de su nuevo disco Sale el Sol. No estaba allí el cantante de Calle 13, con el que hace el dúo. En su logar un rostro gigante en relieve surgió de la pantalla con la cara de René Residente.
 Para ese momento el Palacio de Deportes había pasado, sin darnos cuenta, de ser un concierto de rock duro a una discoteca gigante donde hasta el atlético Kun Agüero, bailó Las de la intuición, Loca -su nuevo single-, y Loba.



La que será burbuja de cava -hoy mismo graba en Barcelona el anuncio que más veremos esta Navidad- sacó brillo a su cadera con Ojos así, en donde profundiza en el movimiento que la ha hecho famosa y que hace que después de los conciertos le tengan que poner una bolsa de hielo fría para calmar los excesos.
Aunque las pausas entre canción y canción se hacían un poco largas, en la parte final se desató la vena patriótica y la locura con la canción del Mundial, Waka Waka -esta vez sí-. Con todo el pabellón saltando y bailando, el concierto acabó por todo lo alto con lluvia de confeti. De loca nada, esta Shakira. Chica lista y aplicada. Ofrece lo que el público quiere. Sin más. Y no es poco. Ayer fue mucho.

Alfonso Canales, poeta de la soledad y la amistad

Recibió en el año 1965 el Premio Nacional de Literatura
"¡Oh soledad, mi soledad, aroma / de la muerte, naufragio / del contiguo vivir, cuchillo, llama, / que corta, quema el mundo y manos, voces / que el mundo alza como alambres para / tender los paños, las banderas limpias / de la amistad!/ ¡Oh soledad, presagio / de la tierra movida o de la cal y el canto / clausurados!". Los primeros versos del poema El lecho trazan algunos aspectos clave de la literatura de Alfonso Canales. Esa soledad que se imbrica en el juego de la vida y la muerte como los flujos y reflujos de una marea interminable ha abrazado para siempre al poeta malagueño. Canales, uno de los poetas de la Generación de los años 50, murió ayer, 19 de noviembre, a los 87 años.





"La poesía es algo que surge cuando ella quiere y no cuando quieres tú"

Parecía destinado desde niño al quehacer poético. En su infancia vivió en la casa de su abuelo en Málaga, en la céntrica calle Larios. Al otro lado del tabique tenía su residencia Emilio Prados, uno de los poetas del 27. Canales recordaba la costumbre que tenía Prados de cantar. Por cosas como esa en Málaga le tachaban de loco. Y también consideraban unos chalados a otros poetas que se movían por aquella ciudad, como Manuel Altolaguirre y José María Hinojosa. Pero Málaga, la capital que el poeta y Nobel Vicente Aleixandre inmortalizó como "la ciudad del paraíso", era también un objeto de pasión para Canales. "Málaga quizás sea la ciudad más democrática de España. Nadie levanta la cabeza por encima de los demás", dijo Canales en una entrevista a EL PAÍS en 2002. "Yo siempre me he encontrado bien en Málaga. En ningún sitio he estado mejor. He tenido buenas ofertas para trabajar en Madrid, pero siempre he preferido estar aquí", recalcó para dar cuenta de su intenso vínculo con la ciudad.



Canales recibió el Premio Nacional de Literatura por su libro Aminadab en 1965. A otra obra suya, Réquiem andaluz, fue a parar otro prestigioso galardón, el Premio de la Crítica en 1973. Entre su obra poética figuran también Sonetos para pocos (1950), Port Royal (1956), Cuenta y razón (1962) y Tres oraciones fúnebres (1983).



Canales se unió a otro gran poeta, el antequerano José Antonio Muñoz Rojas, para promover en 1950 la revista Papel Azul y la célebre colección de poesía A Quien Conmigo Va, con su inolvidable nombre que evoca el Romance del Infante Arnaldos. "Yo no digo mi canción / sino a quien conmigo va", concluye el romance medieval con una decidida apuesta por una poesía que se siente como parte esencial de la vida. En esto coincidía varios siglos después el propio Canales al no querer mercantilizar su escritura y convertirse en un profesional de las ideas y las imágenes poéticas.



"Muñoz Rojas decía que no era profesional de la literatura. A mí me pasa lo mismo. Él es un agricultor y yo, un abogado. De la abogacía vivo. La poesía es algo que surge cuando ella quiere y no cuando quieres tú. Tiene sus temporadas de silencio, su efervescencia, pero eso no lo manejas tú", afirmaba Canales. El poeta fue asimismo uno de los fundadores de la revista Caracola, que promovió desde Málaga mucha de la mejor poesía de la posguerra.



En los años cincuenta y sesenta, Canales organizó en su casa tertulias literarias en las que, además de Muñoz Rojas, participaron el novelista Camilo José Cela, el antropólogo e historiador Julio Caro Baroja y poetas del 27 como Dámaso Alonso, Gerardo Diego y Aleixandre. Eran reuniones en las que brillaba su culto a la amistad y la literatura. Su biblioteca, que contaba con cerca de 20.000 volúmenes, era famosa por la calidad de sus libros.



El escritor Eduardo Jordá recordaba ayer a Canales como "un buen poeta y, a la vez, un poco excesivamente barroco". "A Canales se le encasilló en la injustamente atribuida segunda división del Grupo Poético de los años 50 junto a otros autores nada desdeñables como Eladio Cabañero, Alfonso Costafreda y los hermanos Carlos y Antonio Murciano", señaló Jordá.



"¿Adónde vamos a parar con tanta / ráfaga que se va por un postigo, / si el cisne se nos muere cuando canta? // ¿Qué puede alimentarnos este trigo / que siempre se nos queda en la garganta? / ¿Adónde vamos a parar, amigo?", decían los últimos versos de su soneto El poeta se lamenta de la fugacidad del querer humano. La respuesta a estas preguntas se hace ineludible en el momento de su muerte.

"La mujer que leía demasiado"Un homenaje a los que luchan por sus ideas

Dedicado a la poétisa persa Tahirih Qurratu'l-Ayn, asesinada durante « El verano de las masacres », en el 1852, "La Mujer que leía demasiado", es un libro irónico y provocador, que nos adentra en el Irán de mediados del siglo XIX a través de este singular personaje.




Escrito de una forma brillante, mezclando Historia, Religión, Arte y la cuestión de la condición de la mujer en estos países, “La mujer que leía demasiado” nos hace reflexionar sobre temas que siguen estando, más de un siglo después, de actualidad.



La joven Tahirih fue autorizada por su padre a estudiar con los chicos de la familia. De una inteligencia excepcionale, muy pronto superó a sus primos y hermanos, provocando la ira de su tío…A partir de se momento, su osadía la llevará a un torbellino del que le será imposible salir.



Gracia a esta novela, Bahiyyih Nakhjavani nos describe desde un punto de vista muy femenino los ambientes y personajes del aquel lujoso Irán. Un mundo fascinante, pero también muy duro, sobre todo para luchadoras como Tahirih Qurratu'l-Ayn.



Y es que, quién mejor que ella, para escribir sobre la condición de la mujer en un país islámico. Nacida en 1948, Bahiyyih Nakhjavani se crió en Ouganda, país del que se fue a Inglaterra y Estados Unidos para estudiar. De nacionalidad británico, se instaló en Francia después de haber vivido en numerosos países.

Yo hubiera querido tener una granja en África.


Sobre todo si es como ésta. No me extraña que Karen Blixen se quedara colgada de África y de sus kikuyus.




Pues si, el lugar para mitómanos (soy uno de ellos) al que me refería en los alrededores de Nairobi es la casa donde vivió la escritora danesa (de sorprendente parecido con Meryl Streep) autora de Memorias de África (Out of África) y donde tuvo su famosa plantación de café. La casa está en lo que hoy es el barrio residencial de Nairobi, una zona de clima bonancible, calles asfaltadas y cuidadas mansiones rodeadas de césped.. y de guardas de seguridad.



Karen vivió en ella con su marido, el barón Bror Blixen-Finecke, y en ella recibía a su amante, el cazador y aventurero inglés Denys Finch Hatton (de sorprendente parecido con Robert Redford, vaya por Dios) hasta que en 1931, tras la muerte de Denys en un accidente de avioneta y la ruina de su cafetal por los bajos precios del mercado, tuvo que venderla y regresar a a Dinamarca. Allí fue donde empezó a escribir su más famosa obra:



"Yo tenía una granja en África, a los pies de las colinas Ngong..."



Las colinas siguen viéndose desde el cuidado jardín que rodea la hacienda, con su perfil alomado como unos nudillos envueltos en niebla azul. Dentro se conservan muchos muebles originales de Karen, fotografías de ella y su familia durante aquellos años felices, recuerdos de cacerías, de reuniones sociales...
Se puede ver el dormitorio original, también algunos de los trajes que Meryl Streep usó en la película y ediciones de Out of África en todas las lenguas.



Hay fotos curiosas, como las que se ve a Blixen con dos sombreros. Era un poco maniática y decía que el sol de África te secaba el cerebro, por eso salía de cacería o de paseo con dos de ellos puestos.



Están también las lámparas de aceite que encendía para comunicarle a Denys Finch Hatton que estaba sola y tenía vía libre para entrar...



En fin, que la casa es una delicia, con toda la calidez y la atmósfera sosegada de una época pasada en la que los blancos que vivían aquí, vivía muy bien. A costa de los de siempre, claro. Lástima que no dejen hacer fotos en el interior, por eso solo os la enseño por fuera.



Si te emocionó Memorias de África tienes que venir por aquí. A Sidney Pollack tenían que hacerle un monumento en Kenia: pocas películas han hecho tanto por la promoción turística de un país como ésta.