Puso su firma a grandes clásicos del cine italiano como 'La Strada' o 'Arroz amargo' .
Agostino deLaurentiis (1919, Campania, Italia) no era un hombre fácil. Curtido en las tripas del cine italiano gracias a sus colaboraciones con Carlo Ponti en los años cincuenta de Laurentiis aprendió pronto que el productor, el buen productor, debía ser poco paloma y mucho halcón y a lo largo de su vida llevó ese precepto hasta sus últimas consecuencias: de las catacumbas del neorrealismo a las colinas de Hollywood, con eso estaría todo dicho.
En los últimos rodajes se le veía cansado, puro en boca y muy pendiente de las instrucciones de su esposa, Martha de Laurentiis, un Dino in pectore que hacía de intermediario entre el viejo productor y el director de turno. Su silla -la de Dino- estaba siempre pegada a la del realizador y éste no podía evitar mirar de reojo a derecha e izquierda después de cada toma, buscando la aprobación del tipo del bigote blanco y de su rubísima señora.
Dino de Laurentis se enamoró de Silvaba Nabfabom y sus celos eran conocidos por todos, solo la dejaba rodar con algunos directores como Visconti, que decía si tuviera una mujer así de bella tampoco la dejaría rodar.
Pero un dia él se enamoró de otra, ella se vino a España a vivir con una hija y en el más absoluto silencio supimos que había muerto de cáncer, aquel marido que la adoraba ni vino a su entierro.
No sé si sabe que la que fue su esposa valía más que él, en todo caso donde se encuentren, imagino que arreglaran sus cuentas, junto a Visconti, Dick Bogart Fellini y Mhaler con su sinfonia Muerte en Venecia.
De Laurentiis atesoraba en sus alforjas memorables pájaras con señores de la talla de David Lynch, Ridley Scott o David Cronenberg. Esto se debía a la alergia del veterano productor a las "ingerencias creativas", que él consideraba contrarias al alma del negocio y a su afición a las buenas peleas, verbales o de las otras.
El ejemplo más famoso de esta curiosa filosofía donde el dinero era la primera y más importante consideración (el arte venía después, un par de escalones más abajo) se produjo con Dune, película que a día de hoy sigue siendo tan maldita como en el momento de su concepción. Cuando se le preguntaba al mencionado Lynch, director de la película, por el asunto en cuestión éste no dudaba en contestar: "esa película no es mía". En cambio cuando se cuestionaba a de Laurentiis por el asunto se limitaba a torcer el gesto, dar una calada al puro e invocar a una memoria fugaz para dar carpetazo al tema. Otras veces se reía, como si al final todo aquello le pareciera una broma sin importancia.
Aún así, a pesar de sus últimos proyectos, rodados en sitios tan alejados de Los Ángeles (donde el cineasta echó raíces después de la descomunal bancarrota de sus estudios en Roma) como Bratislava y Budapest y que en algunos casos fueron a parar directamente al oscuro mundo del formato doméstico, no hay que olvidar que este señor bajito, discreto y de pasos cortos con afición al buen vino y a las mujeres guapas produjo en su momento filmes del tamaño de La Strada (Federico Fellini,1954) , Guerra y Paz (King Vidor, 1956), Serpico (Sidney Lumet, 1973), Ragtime (Milos Forman, 1981) junto a películas de culto tan memorables como Conan El Bárbaro (John Millius, 1982), Manhattan Sur (Michael Cimino, 1985) El ejército de las tinieblas (Sam Raimi, 1992). En su curriculum también sacaban la cabeza títulos como Los tres días del Cóndor (1975), Flash Gordon (1980), La zona muerta (1983) o la mencionada Dune (1984).
A sus 91 años deja a sus espaldas una tropa de enemigos irreconciliables, una maraña de contactos que se fueron esfumando a medida que envejecía y una carrera de más de 160 películas. Dos matrimonios, el primero con la legendaria actriz Silvana Mangano y el segundo con la mencionada Martha, y varios descendientes, entre ellos su hija Raffaella que produce sus propios proyectos en la meca del cine desde 1987.
La estirpe de los productores, ahora sustituida por tipos encorbatados cuya única preocupación son los estudios de marketing y que rara vez asoman la nariz en un rodaje, pierde así a uno de sus representantes más peculiares, un hombre sin ningún afán por resultar simpático que era mitad banquero, mitad cinéfilo y cuyo inglés italianizado fue más que suficiente para plantar ambos pies en Hollywood.
No está mal para un tipo que empezó en el mundo del cine haciendo chapucillas cuando apenas contaba con 17 años.
11 nov 2010
10 nov 2010
MARRUECOS Y EL SAHARA OCCIDENTAL
Por mucho que el jefe de Estado y el presidente de Gobierno españoles se empeñen, Mohamed VI es un dictador. Los hechos han demostrado hasta la saciedad que la presunta actitud dialogante y modernizadora con la que accedió al trono era una impostura. La hipocresía fue uno de los rasgos que caracterizaron a Hassan II y el hijo ha heredado esa virtud política, la cultiva con rigor y la aplica con creciente asiduidad.
El hermano político de Juan Carlos I ha traicionado todo cuanto dijo al coronarse rey. Por ello, y suponiendo que los ideales democráticos sirvan para algo, es de todo punto injustificable que los gobiernos de Francia, en primer lugar, y España a su vera -con el silencio cómplice de la mayoría de los Estados miembros de la Unión Europea- sigan empeñados en hacer la vista gorda o mirar hacia otro lado cuando la basura de su aliado les salpica.
Marruecos no sólo mantiene ocupado un territorio sobre el que carece de soberanía, según ha reconocido la propia ONU, sino que además incurre en cuatro barbaridades que vistas desde Europa son singularmente graves porque las perpetra un vecino que, para colmo, goza de trato privilegiado por parte de la UE:
1. Marruecos es sólo formalmente un régimen parlamentario, puesto que incumple prácticamente todos los preceptos esenciales que informan un Estado democrático de Derecho, empezando por la Justicia (es más, ni siquiera hay seguridad jurídica para las empresas que allí invierten).
2. La Administración alauí, con la complicidad de casi todos los medios de comunicación del país, engaña y manipula a los ciudadanos y, para redondear aberraciones, fomenta el odio popular a los españoles y a todos los extranjeros que osen criticar, denunciar o simplemente informar de las iniquidades que viven los marroquíes y demás súbditos. Ya vemos lo que ocurre también cuando les molesta la visita de periodistas de fuera o incluso parlamentarios que desean recoger información de primera mano sobre lo que ocurre con los saharauis.
3. Nadie sabe a ciencia cierta qué uso hace la corrupta clase dirigente marroquí de las generosas contribuciones económicas con las que la Administración comunitaria y varios países europeos colaboran a la modernización de las infraestructuras y del tejido productivo del país magrebí.
4. A Mohamed VI ya no le basta con ocupar manu militari el Sahara Occidental, ahora ha reanudado su ofensiva bélica contra la población saharaui en general, no respeta nada -ni a los menores de edad- y emplea la violencia para propiciar la rendición incondicional o el éxodo de los habitantes originarios de la ex provincia española, que sólo teóricamente está bajo la protección de Naciones Unidas.
Ese y no otro es ahora el objetivo último de Mohamed VI: expulsar a todos los saharauis que se opongan, siquiera democráticamente, a la dictadura alauí y a la marroquinización del Sahara Occidental. Quienes hayan hecho de la retórica y la palabrería el fundamento de su actitud ética y política pondrán el grito en el cielo, pero la realidad es tozuda:
Mohamed VI practica la violencia para generar violencia porque, sabedor de que en Europa abunda la cobardía política y manda mucho el dinero, tiene muchas posibilidades de empujar al Polisario a que haga lo que persigue: que los saharauis vuelvan a tomar las armas y así, acusando a los demás de lo que él fomenta, justificará la ocupación a sangre y fuego del Sahara Occidental. Y entonces Occidente se lavará las manos recurriendo a la palabra mágica: ¡el terrorismo!... Palabra que los biempensantes jamás aplican al terrorismo de Estado, que también existe... Todo está inventado, ya sabemos lo que ocurre con Israel y los palestinos.
Hay ocasiones en que la cobardía política de la civilizada Europa es inconmensurable (no digamos ya la española, que además tiene una responsabilidad añadida), resulta ahora no sólo está permitiendo tener un tirano a las puertas de casa, sino que además consiente que sus ciudadanos sean insultados y agredidos cuando deciden expresarle sus protestas, por otro lado perfectamente legítimas. Y en cuanto a la destrucción del campamento en las afueras de El Aaiún, que raro que haya sido llevada a cabo precisamente el mismo día en que comenzaban los contactos negociadores entre el Polisario y Marruecos en Manhasset (USA) sobre el futuro del Sahara Occidental. ¿Alguien pueden pensar que es una coincidencia?
El hermano político de Juan Carlos I ha traicionado todo cuanto dijo al coronarse rey. Por ello, y suponiendo que los ideales democráticos sirvan para algo, es de todo punto injustificable que los gobiernos de Francia, en primer lugar, y España a su vera -con el silencio cómplice de la mayoría de los Estados miembros de la Unión Europea- sigan empeñados en hacer la vista gorda o mirar hacia otro lado cuando la basura de su aliado les salpica.
Marruecos no sólo mantiene ocupado un territorio sobre el que carece de soberanía, según ha reconocido la propia ONU, sino que además incurre en cuatro barbaridades que vistas desde Europa son singularmente graves porque las perpetra un vecino que, para colmo, goza de trato privilegiado por parte de la UE:
1. Marruecos es sólo formalmente un régimen parlamentario, puesto que incumple prácticamente todos los preceptos esenciales que informan un Estado democrático de Derecho, empezando por la Justicia (es más, ni siquiera hay seguridad jurídica para las empresas que allí invierten).
2. La Administración alauí, con la complicidad de casi todos los medios de comunicación del país, engaña y manipula a los ciudadanos y, para redondear aberraciones, fomenta el odio popular a los españoles y a todos los extranjeros que osen criticar, denunciar o simplemente informar de las iniquidades que viven los marroquíes y demás súbditos. Ya vemos lo que ocurre también cuando les molesta la visita de periodistas de fuera o incluso parlamentarios que desean recoger información de primera mano sobre lo que ocurre con los saharauis.
3. Nadie sabe a ciencia cierta qué uso hace la corrupta clase dirigente marroquí de las generosas contribuciones económicas con las que la Administración comunitaria y varios países europeos colaboran a la modernización de las infraestructuras y del tejido productivo del país magrebí.
4. A Mohamed VI ya no le basta con ocupar manu militari el Sahara Occidental, ahora ha reanudado su ofensiva bélica contra la población saharaui en general, no respeta nada -ni a los menores de edad- y emplea la violencia para propiciar la rendición incondicional o el éxodo de los habitantes originarios de la ex provincia española, que sólo teóricamente está bajo la protección de Naciones Unidas.
Ese y no otro es ahora el objetivo último de Mohamed VI: expulsar a todos los saharauis que se opongan, siquiera democráticamente, a la dictadura alauí y a la marroquinización del Sahara Occidental. Quienes hayan hecho de la retórica y la palabrería el fundamento de su actitud ética y política pondrán el grito en el cielo, pero la realidad es tozuda:
Mohamed VI practica la violencia para generar violencia porque, sabedor de que en Europa abunda la cobardía política y manda mucho el dinero, tiene muchas posibilidades de empujar al Polisario a que haga lo que persigue: que los saharauis vuelvan a tomar las armas y así, acusando a los demás de lo que él fomenta, justificará la ocupación a sangre y fuego del Sahara Occidental. Y entonces Occidente se lavará las manos recurriendo a la palabra mágica: ¡el terrorismo!... Palabra que los biempensantes jamás aplican al terrorismo de Estado, que también existe... Todo está inventado, ya sabemos lo que ocurre con Israel y los palestinos.
Hay ocasiones en que la cobardía política de la civilizada Europa es inconmensurable (no digamos ya la española, que además tiene una responsabilidad añadida), resulta ahora no sólo está permitiendo tener un tirano a las puertas de casa, sino que además consiente que sus ciudadanos sean insultados y agredidos cuando deciden expresarle sus protestas, por otro lado perfectamente legítimas. Y en cuanto a la destrucción del campamento en las afueras de El Aaiún, que raro que haya sido llevada a cabo precisamente el mismo día en que comenzaban los contactos negociadores entre el Polisario y Marruecos en Manhasset (USA) sobre el futuro del Sahara Occidental. ¿Alguien pueden pensar que es una coincidencia?
Saharauis: cómo mantener la dignidad en el infierno
Hace unos años tuve la oportunidad de visitar los campos de refugiados saharauis en Tinduf. Acompañaba a una ONG asturiana formada por profesores para escribir un reportaje sobre las actividades que estaban llevando a cabo en varias escuelas de los campamentos. Era una de esas mini-ONG, con más voluntad que medios, cuya totalidad de afiliados cabía en un taxi. Habían conseguido que un ayuntamiento de una de las principales ciudades asturianas les donara un autobús urbano, viejo y descatalogado, y con él, viajando por carretera, pretendíamos llegar hasta Tinduf para entregarlo a las autoridades saharauis.
Pero el autobús era tan, tan viejo, que gastaba más aceite que gasoil y se rompía cada 100 kilómetros (me pregunté muchas veces por la hipocresía de las administraciones públicas que donan chatarra o humo, inservible luego para el fin buscado, pero que contribuye a engordar listados de ayuda solidaria en los informes anuales y a lavar así sus conciencias; pero esa es otra historia).
El caso el que el vehículo murió definitivamente en un punto intermedio del desierto argelino y nosotros tuvimos que refugiarnos dos días con una guarnición del ejército de ese país hasta que un par de Land-Rover del Polisario vinieron a buscarnos y con ellos, pero sin la ayuda solidaria, llegamos a Tinduf, donde los miembros de la ONG iban a desarrollar un programa de cooperación en escuelas durante un mes.
El primer sentimiento que te asalta al llegar a los campamentos es el horror. El horror de pensar que hay seres humanos obligados a vivir desde hace 35 años en un pedregal calcinado y desértico. La hamada, la zona más dura, inhóspita y estéril del desierto del Sahara. Un infierno donde nadie querría pasar más de 24 horas.
Luego otra palabra te sustituye a la anterior: dignidad. La dignidad de un pueblo para organizarse en semejantes circunstancias.
Aunque no es una Arcadia feliz y existen desigualdades sociales y problemas internos, los saharauis han logrado instalar granjas de pollos, servicios médicos, un sistema de distribución de los alimentos de la ayuda internacional, hospitales, escuelas, oftalmólogos, pequeños negocios de comestibles y tabaco y transporte público en un paisaje lunar donde nada levanta más de un palmo de la calcinada tierra. Un ejemplo de supervivencia en la nada más absoluta.
Marruecos es un gran país. Pero lamentablemente está en manos de una monarquía absolutista y medieval. Ya se que por desgracia la realpolitik juega a su favor. Pero ¿qué cantidad de veneno estamos obligados a tragar con tal de no irritar a una dictadura, por muy vecina y estratégica para nuestros intereses que sea?
Estas fotos pertenecen a aquel reportaje.
Pero el autobús era tan, tan viejo, que gastaba más aceite que gasoil y se rompía cada 100 kilómetros (me pregunté muchas veces por la hipocresía de las administraciones públicas que donan chatarra o humo, inservible luego para el fin buscado, pero que contribuye a engordar listados de ayuda solidaria en los informes anuales y a lavar así sus conciencias; pero esa es otra historia).
El caso el que el vehículo murió definitivamente en un punto intermedio del desierto argelino y nosotros tuvimos que refugiarnos dos días con una guarnición del ejército de ese país hasta que un par de Land-Rover del Polisario vinieron a buscarnos y con ellos, pero sin la ayuda solidaria, llegamos a Tinduf, donde los miembros de la ONG iban a desarrollar un programa de cooperación en escuelas durante un mes.
El primer sentimiento que te asalta al llegar a los campamentos es el horror. El horror de pensar que hay seres humanos obligados a vivir desde hace 35 años en un pedregal calcinado y desértico. La hamada, la zona más dura, inhóspita y estéril del desierto del Sahara. Un infierno donde nadie querría pasar más de 24 horas.
Luego otra palabra te sustituye a la anterior: dignidad. La dignidad de un pueblo para organizarse en semejantes circunstancias.
Aunque no es una Arcadia feliz y existen desigualdades sociales y problemas internos, los saharauis han logrado instalar granjas de pollos, servicios médicos, un sistema de distribución de los alimentos de la ayuda internacional, hospitales, escuelas, oftalmólogos, pequeños negocios de comestibles y tabaco y transporte público en un paisaje lunar donde nada levanta más de un palmo de la calcinada tierra. Un ejemplo de supervivencia en la nada más absoluta.
Marruecos es un gran país. Pero lamentablemente está en manos de una monarquía absolutista y medieval. Ya se que por desgracia la realpolitik juega a su favor. Pero ¿qué cantidad de veneno estamos obligados a tragar con tal de no irritar a una dictadura, por muy vecina y estratégica para nuestros intereses que sea?
Estas fotos pertenecen a aquel reportaje.
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