Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

4 nov 2010












El indicador decía Con niebla, no se detenga,

pero la niebla llegó a ser tan espesa

que detuvo cuidadosamente su coche.

Salió, dió unos pasos,

pero un miedo ancestral le hizo retroceder.

No había ruido ni eco

como si todo lo existente se desvaneciera.

Puso la radio y sólo escuchó una música árabe,

qué coño, tan al Norte.

Fue entonces cuando vio aquellas siluetas en el parabrisas.

Eran vacas,

enormes cabezas con ojos de aguanieve.



Manuel Rivas

20/05/2005 23:05 #. Poemas de otros No hay comentarios. Comentar.

UNA CESTA DE ERIZOS

El último poema, el que aquí no figura, trata de las cosas que las mujeres llevan en la cabeza. Ese poema es una prolongación en marcha. Como las cosas que las mujeres llevan encima de la cabeza son también una prolongación. De niño, la mayoría de las mujeres del mundo en que me movía iban casi siempre con algo encima de la cabeza. Un peso. cestos y banastas con fruta, patatas o pescados. Lotes de ropa. Haces de hierba, o cereales, o helechos. Herradas de agua y calderos de zinc. Jarras de leche. Sacos de grano o harina. Leños atados. A veces, el asombro de ver una mujer con una máquina de coser. Una mujer con una barra de hielo. Una mujer con un lechón en un cesto. Una mujer con un pan de maíz del tamaño de una rueda de carro. Una mujer con quesos envueltos en berzas de col. Una mujer con una cesta de erizos de mar, puñetazos encarnados, denegridos de un sueño astrográfico... El de la memoria rebelde del mar. Lo que veo ahora, esos recuerdos ensartados, son signos que emergen con una fuerza expresiva que me hace ir hechizado detrás de ellas, detrás de esas mujeres-poema que caminan hacia delante, el cuerpo erguido, la mirada al frente, anticipando su andar la grafía de los pies que avanza por el trazo que dejó la mirada.



Así veo hoy la poesía. Es la escritura que lleva cosas en la cabeza. La caravana de las palabras que llevan un peso sobre la corona de paño, sobre las vértebras. La memoria. La prolongación. El peso del dolor, pero también la alegre excitación de quien lleva algo, algo más una re-existencia, encima de la cabeza.



Manuel Rivas

15/05/2005 22:34 #. Poemas de otros No hay comentarios. Comentar.

La lechera

Hace siglos, madre, en Delft, ¿recuerdas?,

tú vertías la jarra en casa de Johannes

Vermeer, el pintor, el marido de Catharina Bolnes,

hija de la señora María Thies, aquella estirada,

que tenía otro hijo medio loco,

Willem, si mal no recuerdo,

el que deshonró a la pobre Mary Gerrits,

la criada que abre ahora la puerta

para que entres tú, madre,

y te acerques a la mesa del rincón

y con la jarrra derrames mariposas de luz

que el ganado de los tuyos apacentó

en los verdes y sombríos tapices de Delft.

La misma que yo soñé en el Rojksmuseum,

Johannes Vermeer encalará con leche

esas paredes, el latón, el cesto, el pan,

tus brazos,

aunque en la ficción en el cuadro

la fuente luminosa es la ventana.



Manuel Rivas

LOS LLAMADOS VERSOS AUXILIARES EN MI DICCIONARIO

Rara vez un gramático es consciente del delicado monstruo con quien trata; nos dirá, por ejemplo, que "ser" y "estar", son verbos auxiliares...¿Auxiliares, de quién? La esencia y la materia por ellos se proclaman y lo demás existe porque en ellos vivimos. Ser es el todo, el alma del que habla; del que ama, el deseo; del que interroga, el ansia; del que ansía, la duda; es alma, inteligencia, lo que queda del sueño cuando el sueño se acaba.




Estar es la materia, el volumen, su peso, la ecuación matemática donde cuadra el deseo, el peso de las alas del pájaro del sueño, hacia el alba o la noche donde se aquiete, al fin...

La Lengua de las Mariposas

"La lengua de las mariposas", cuento que forma parte del libro "¿Que me quieres, amor?", fue llevado al cine en la película del mismo nombre.








Manuel Rivas dice en un reportaje: ".... El cine ejerce un gran hechizo sobre mi, en parte creo que mis sentidos -y de la gente de mi generación- quiero decir la sensibilidad, la percepción e incluso la manera de escribir, todo esto no es nada ajeno a ese mundo. Es como ver lo que intenté con la literatura en el cine. Yo ya había hecho estas películas en mi mente y al ver el resultado filmado fue muy emocionante. Del cine admiro el valor de hacer una película, porque es una maquinaria muy compleja. De pequeño soñé con ser director de cine o hacer películas. Después ví que es más fácil ser escritor. El cine es dificilísimo, también por cuestiones económicas. En una historia escrita puedo hacer aparecer diez caballos, en una película esto ya se convierte en un asunto bastante costoso. En fin, creo que "La lengua de las mariposas" es un filme muy logrado. Conseguí verlo como un espectador más y me encantó"
"Tenemos un nuevo compañero. Es una alegría para todos y vamos a recibirlo con un aplauso". Pensé que me iba a mear de nuevo por los pantalones, pero sólo noté una humedad en los ojos. "Bien, y ahora, vamos a comenzar con un poema. ¿A quien le toca? ¿Romualdo? Ven, Romualdo, acércate. Ya sabes, despacito y en voz bien alta".


A Romualdo los pantalones cortos le quedaban ridículos. Tenía las piernas muy largas y oscuras, con las rodillas llenas de heridas.



Una tarde parda y fría...



"Un momento, Romualdo, ¿qué es lo que vas a leer?"

"Una poesía, señor".

"¿Y como se titula?"

"Recuerdo infantil. Su autor es don Antonio Machado".

"Muy bien, Romualdo, adelante. Despacito y en voz alta. Repara en la puntuación.".

El llamado Romualdo, a quien yo conocía de acarrear sacos de piñas como niño que era de Altamira, carraspeó como un viejo fumador de picadura y leyó con una voz increíble, espléndida, que parecía salida de la radio de Manolo Suárez, el indiano de Montevideo.



Una tarde parda y fría

de invierno. Los colegiales

estudian. Monotonía

de lluvia tras los cristales.

Es la clase. En un cartel

se representa a Caín

fugitivo, y muerto Abel,

junto a una marcha carmín...



"Muy bien. ¿Qué significa monotonía de lluvia, Romualdo?", preguntó el maestro.

"Que llueve después de llover, don Gregorio".



"¿Rezaste?", preguntó mamá, mientras pasaba la plancha por la ropa que papá cosiera durante el día. En la cocina, la olla de la cena despedía un aroma amargo de nabiza.

"Pues si", dije yo no muy seguro. "Una cosa que hablaba de Caín y Abel".

"Eso está bien", dijo mamá. "Non se por que dicen que ese nuevo maestro es un ateo".

"¿Qué es un ateo?"

"Alguien que dice que Dios no existe". Mamá hizo un gesto de desagrado y pasó la plancha con energía por las arrugas de un pantalón.

"¿Papá es un ateo?"

Mamá posó la plancha y me miró fijo.

"¿Cómo va a ser papá un ateo? ¿Cómo se te ocurre preguntar esa pavada?"



Yo había escuchado muchas veces a mi padre blasfemar contra Dios. Lo hacían todos los hombres. Cuando algo iba mal, escupían en el suelo y decían esa cosa tremenda contra Dios.

Decían dos cosas: Cajo en Dios, cajo en el Demonio. Me parecía que sólo las mujeres creían de verdad en Dios.

"¿Y el Demonio? ¿Existe el Demonio?"

"¡Por supuesto!"

El hervor hacía bailar la tapa de la olla. De aquella boca mutante salían vaharadas de vapor e gargajos de espuma y berza. Una abeja revoloteaba en el techo alrededor de la lámpara eléctrica que colgaba de un cable trenzado. Mamá estaba enfurruñada como cada vez que tenía que planchar. Su cara se tensaba cuando marcaba la raya de las perneras. Pero ahora hablaba en un tono suave y algo triste, como si se refiriera a un desvalido.

"El Demonio era un ángel, pero se hizo malo".

La abeja batió contra la lámpara, que osciló ligeramente y desordenó las sombras.

"El maestro dijo hoy que las mariposas también tienen lengua, una lengua finita y muy larga, que llevan enrollada como el resorte de un reloj. Nos la va a enseñar con un aparato que le tienen que mandar de Madrid. ¿A que parece mentira eso de que las mariposas tengan lengua?"

"Si él lo dice, es cierto. Hay muchas cosas que parecen mentira y son verdad. ¿Te gusta la escuela?"

"Mucho. Y no pega. El maestro no pega".



No, el maestro don Gregorio no pegaba. Por lo contrario, casi siempre sonreía con su cara de sapo. Cuando dos peleaban en el recreo, los llamaba, " parecen carneros", y hacía que se dieran la mano.

¿Qué me quieres amor? Manuel Rivas

¿Qué me quieres, amor? de Manuel Rivas:


«Sueño con la primera cereza del verano» En el relato que da título a este libro, un joven cuenta su historia de amor después de fallecer en un atraco frustrado. Era capaz de todo pero no tenia valor a decir «Te quiero.» La incomunicación personal en un mundo saturado de información y hechizado por la nueva cacharrería, el gran misterio de las relaciones humanas, es el hilo conductor de ¿Qué me quieres, amor?, con el que Manuel Rivas ha obtenido el Premio de Narrativa Torrente Ballester. Son relatos duros, algunos de una dureza extrema, encaramados al dolor y a la soledad, pero donde emergen la ternura y el humor como los mejore s amuletos y reductos de humanidad. Un viajante, vendedor de lencería espera ansioso al volante la reaparición del hijo huido y recibe la milagrosa ayuda de un héroe del rock.
 El misterio de la luz de un cuadro, Las lechera de Vermeer, devuelve a un escritor al regazo de la madre. Otro de los relatos, La lengua de las mariposas, trata de la amistad fraternal entre un escolar y un maestro anarquista, que nace de la mutua curiosidad por la vida de los animales, y que es destrozada por la brutalidad de 1936. Según Carlos Casares, este cuento podría figurar en una antología de los mejores relatos de la literatura universal.
Después de Un millón de vacas, Los comedores de patatas y En salvaje compañía, con ¿Qué me quieres, amor? Manuel Rivas nos trae historias sustraídas a la apariencia cotidiana de la vida y escritas con la sensación de quien roza con los dedos las vísceras y la piel del mundo.