27 may 2010
No me quites tu risa
Quítame el pan si quieres
quítame el aire, pero
no me quites tu risa.
No me quites la rosa,
la lanza que desgranas,
el agua que de pronto
estalla en tu alegría,
la repentina ola
de planta que te nace.
Mi lucha es dura y vuelo
con los ojos cansados
a veces de haber visto
la tierra que no cambia,
pero al entrar tu risa
sube al cielo buscándome
y abre para mí todas
las puertas de la vida.
Amor mío, en la hora
más oscura desgrana
tu risa, y si de pronto
ves que mi sangre mancha
las piedras de la calle
ríe, porque tu risa
será para mis manos
como una espada fresca.
Junto al mar en otoño,
tu risa debe alzar
su cascada de espuma,
y en primavera, amor,
quiero tu risa como
la flor que yo esperaba,
la flor azul, la rosa
de mi patria sonora.
Ríe de la noche
del día, de la luna,
ríete de las calles
torcidas de la isla,
ríete del torpe
muchacho que te quiere,
pero cuando yo abro
los ojos y los cierro,
cuando mis pasos van,
cuando vuelven mis pasos,
niégame el pan, el aire,
la luz, la primavera,
pero tu risa nunca
porque me moriría.
La Quiebra - Juan Cruz
Tengo una amiga, Carmen Ros, que suele decir, cuando alguien le decepciona, o cuando se decepciona, que se le retira el deseo de seguir. Siento muchas veces esa pulsión, dejar, dejarlo todo, seguir la línea recta (o mareada) de la melancolía, y marcharme, buscar en la playa el rumor que no hallo entre el cemento, ni lo hallaré. Y ahora es uno de esos momentos: la crisis, las discusiones sobre la crisis, la envolvente y asquerosa abundancia del insulto en el ámbito político y en el ámbito social, hacen descender el nivel de exigencia a niveles ínfimos, y estamos nadando ya en aguas que parecen definitivamente turbulentas, aguas mareadas, sucias o rotas, aguas empozadas y envenenadas sobre las que alguien, algunos, ciertas corporaciones, muchos políticos, algunos periodistas también, lanzan su veneno lento, bien dosificado, para que ya sea imposible beber agua fresca.
Ahora hay un debate importantísimo en el Congreso.
Hubo ayer una importante decisión judicial sobre un caso gravísimo de corrupción habido en Valencia (y en otros lugares de España).
Hay, sin duda, una enorme crisis financiera, económica, social y política en este país y en el mundo.
Estamos, quizá, en el peor momento de las generaciones que ahora tenemos entre ochenta y veinte años; la memoria no alcanza otro momento tan infeliz como el que se padece (en los términos económicos y sociales, al menos), aunque es cierto que hay elementos (vivimos en democracia, las prestaciones sociales logradas a lo largo de los años permiten un bienestar que existe aunque esté amenazado) que permiten una esperanza aún latente de que esta crisis sea un túnel desde el que se vislumbra alguna luz de vez en cuando.
Así que vivimos al borde de una quiebra, o vivimos en una quiebra, en un momento que alguna vez será el origen de una pregunta como aquella que se hacía Mario Vargas Llosa en Conversación en la Catedral. ¿Cuándo se jodió todo esto? ¿Y qué podemos hacer para que no se siga jodiendo? Acaso el pesimismo no conduce por buen camino, pero ahora está ganando la partida el pesimismo.
Nos queda la palabra ojalá, que es la otra parte de la frase Con la que está cayendo. Ojalá que no siga cayendo.
Ahora hay un debate importantísimo en el Congreso.
Hubo ayer una importante decisión judicial sobre un caso gravísimo de corrupción habido en Valencia (y en otros lugares de España).
Hay, sin duda, una enorme crisis financiera, económica, social y política en este país y en el mundo.
Estamos, quizá, en el peor momento de las generaciones que ahora tenemos entre ochenta y veinte años; la memoria no alcanza otro momento tan infeliz como el que se padece (en los términos económicos y sociales, al menos), aunque es cierto que hay elementos (vivimos en democracia, las prestaciones sociales logradas a lo largo de los años permiten un bienestar que existe aunque esté amenazado) que permiten una esperanza aún latente de que esta crisis sea un túnel desde el que se vislumbra alguna luz de vez en cuando.
Así que vivimos al borde de una quiebra, o vivimos en una quiebra, en un momento que alguna vez será el origen de una pregunta como aquella que se hacía Mario Vargas Llosa en Conversación en la Catedral. ¿Cuándo se jodió todo esto? ¿Y qué podemos hacer para que no se siga jodiendo? Acaso el pesimismo no conduce por buen camino, pero ahora está ganando la partida el pesimismo.
Nos queda la palabra ojalá, que es la otra parte de la frase Con la que está cayendo. Ojalá que no siga cayendo.
SOMOS NECESARIOS- Maruja Torres
Entre la chulería del primer partido de la oposición y los balbuceos bienintencionados del partido gobernante tiene que existir alguna salida de urgencia mínimamente sensata que nos tranquilice. Porque nos están comunicando su histeria. Tomemos tila.
Recapacitemos. La ira del ciudadano -un sujeto que, en una evaluación de promedio, parece mucho más maduro que sus líderes políticos- también debe calmarse. Pues somos, en estos momentos, más necesarios que nunca. Reflexionemos. Claro que el ambiente no ayuda.
Desde doña Rita Barberá, que tiene -o me lo parece- un plan para doña Sonsoles Espinosa cuando esta deje a su marido, hasta el señor Camps que, poseído por el síndrome de san Isidro, busca capotazos en plaza de toros, pasando por el hecho de que se nos propina el ricino de los reajustes con cuentagotas... Solo entran ganas de gritar: "¡Basta! ¡Que alguien tome las riendas!".
Pero eso sería lo más peligroso. Como venga un salvador, estamos listos. Puedo comprender las vacilaciones del Gobierno. Ni en sus peores sueños contaba el señor Zapatero con que la mala suerte global se le cayera encima. Entiendo menos que el PP se lance a interpretar un guión que tampoco le cuadra, como es el de defender a los más débiles.
Y que lo haga tan obtusamente, poniendo en peligro la estabilidad del país y su credibilidad. Para eso tienen ya a su malasombra itinerante, el señor Aznar. Sin embargo, sepan todos que lo que ningún ciudadano está dispuesto a comprender, y mucho menos a perdonar, es que toda la clase política no se junte para repensar este país. Y eso incluye a quienes gobiernan o están en la oposición, en Madrid, en autonomías, en alcaldías.
A los grandes partidos políticos y a los que no lo son tanto porque les perjudica la ley electoral. Ahora mismo, y aquí mismo, todos somos necesarios. Repiensen el país, cuéntennoslo, pongámonos a ello. Antes de que nos hagamos daño.
Recapacitemos. La ira del ciudadano -un sujeto que, en una evaluación de promedio, parece mucho más maduro que sus líderes políticos- también debe calmarse. Pues somos, en estos momentos, más necesarios que nunca. Reflexionemos. Claro que el ambiente no ayuda.
Desde doña Rita Barberá, que tiene -o me lo parece- un plan para doña Sonsoles Espinosa cuando esta deje a su marido, hasta el señor Camps que, poseído por el síndrome de san Isidro, busca capotazos en plaza de toros, pasando por el hecho de que se nos propina el ricino de los reajustes con cuentagotas... Solo entran ganas de gritar: "¡Basta! ¡Que alguien tome las riendas!".
Pero eso sería lo más peligroso. Como venga un salvador, estamos listos. Puedo comprender las vacilaciones del Gobierno. Ni en sus peores sueños contaba el señor Zapatero con que la mala suerte global se le cayera encima. Entiendo menos que el PP se lance a interpretar un guión que tampoco le cuadra, como es el de defender a los más débiles.
Y que lo haga tan obtusamente, poniendo en peligro la estabilidad del país y su credibilidad. Para eso tienen ya a su malasombra itinerante, el señor Aznar. Sin embargo, sepan todos que lo que ningún ciudadano está dispuesto a comprender, y mucho menos a perdonar, es que toda la clase política no se junte para repensar este país. Y eso incluye a quienes gobiernan o están en la oposición, en Madrid, en autonomías, en alcaldías.
A los grandes partidos políticos y a los que no lo son tanto porque les perjudica la ley electoral. Ahora mismo, y aquí mismo, todos somos necesarios. Repiensen el país, cuéntennoslo, pongámonos a ello. Antes de que nos hagamos daño.
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