Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

16 mar 2010

La Muerte de Marilyn Monroe



Otro testigo de la existencia del cuaderno fue Mike Rothmiller, que trabajaba en la Unidad de Información sobre el Crimen Organizado a fines de los años setenta. En un archivo y dentro de la carpeta dedicada a Marilyn Monroe encontró una copia del diario. La mayoría de las anotaciones eran sobre conversaciones mantenidas con John Kennedy y Robert Kennedy.
Los temas iban desde Rusia, Cuba, la Mafia y finalizaban con Sinatra. En él se refería a Castro como Fidel C. Esta manera de referirse a Castro confirma en cierta forma lo que siempre han sostenido otros investigadores. Pero hay más indicios para suponer que la historia de un diario o, al menos, papeles comprometedores es totalmente real.
Un mes justo antes de morir, Marilyn había retirado los documentos que tenía depositados en la A-1, de "Lock and Safe Company", para guardarlos en su casa, probablemente en el archivador de la habitación de huéspedes, cuya cerradura apareció violentada la mañana del domingo 5 de Agosto. Se sabe que varias personas estuvieron revolviendo sus pertenencias esa noche.
Se ha dicho que Peter Lawford estuvo allí principalmente para limpiar evidencias que la vincularan con los Kennedy; Pat Newcomb, su secretaria, según declaraciones de Norman Jeffries, estaba histérica buscando cosas y tuvo que ser retirada del lugar por la policía y Harry Hall que acompañó a Joe DiMaggio a la mañana siguiente, asegura que el ex marido de Marilyn, anduvo buscando lo que él llamaba un libro, o un cuaderno grueso, pero había desaparecido, junto con muchas notas personales, de los lugares en los que ella solía depositarlos.

El detective privado Fred Otash fue entrevistado en 1985 por la periodista de ABC Sylvia Chase, declarando que había instalados micrófonos en casa de Marilyn y que no estaba seguro, pero creía que fué por encargo del jefe del sindicato, Jimmy Hoffa, que se la tenía jurada a los Kennedy, en particular, a RFK, Fred Otash contó también en la citada entrevista que había muchas cintas del fiscal general y Marilyn haciendo el amor, y una discusión terrible el mismo día de su muerte. Dijo que estaban en el dormitorio de la actriz y ella gritaba:

"¡Me han pasado de uno a otro! ¡Fui usada! ¡Me siento un pedazo de carne!".

Por su parte, Kennedy decía:

"¡¿Dónde está?, ¿Dónde mierda está?! ¡Debo tenerlo! ¡Mi familia te pagará!"

Mientras se oían ruidos característicos de estar revolviendo la habitación. La discusión terminó con sonidos de golpes físicos, seguidos por los gritos de ella ordenando que salieran de su casa.

Yo, considero que el diario de Marilyn duerme actualmente el sueño de los justos en los archivos generales de la CIA, con una enorme observación que dice "TOP SECRET". Esa es mi opinión y no me alejaré nunca de ella, porque la considero la mas lógica.

La Muerte de Marylin Monroe








Nada puede tener mas interés para los que la llevamos en la mente y el corazón, que todo esto va a volar en miles de direcciones por todo el Planeta.... y al menos por una vez, va a prevalecer la verdad sobre las mentiras que se han escrito....

!Mi querida niña..........

Descansa en paz!













Puede que muchos de los historiadores del caso y partidarios de la conspiración, no vean nada nuevo en lo que voy a escribir.
Debo advertir antes que, aquí está toda la verdad y la forma y quienes la utilizaron para acabar con la vida de la actriz. También puede que muchas mentes brillantes hayan visualizado el final, o al menos lo han pensado....¿Qué diferencia hay?.... pues tal vez en que yo he ido simplificando sospechosos inútiles, he clausurado aberturas o posibles salidas, dejando abierto el crimen con toda su crudeza.
Si he pecado de morboso, o de falta de delicadeza al relatar los hechos, pido disculpas, pero todos tienen que saber como fueron los últimos minutos que Marilyn padeció e imaginar la bestialidad tal y como se perpetró, porque a la verdad no le puedo poner antifaz de terciopelo negro.
Lo que ocurrió va a ir punto por punto narrado y esa secuencia la vivirán en primera persona todo aquel que lea mi articulo..... Lo mas triste del caso es que llevo media vida estudiando la muerte de Marilyn Monroe y solo ahora, cuarenta y seis años después del suceso, la luz ha venido a mi, y quiero compartirla con todos los que aún tienen un pensamiento, aunque sea mínimo por ella.
Lástima que solo el Presidente de los EEUU `pueda pedir reabrir el caso, según las leyes de Los Angeles, porque entonces si que nuestra amada Marilyn descansaría en paz.



Antes de entrar en profundidad sobre EL ASESINATO, deseo puntualizar para mayor entendimiento de los lectores que entran en mi website, el móvil, los personajes que pudieron cometerlo, la conspiración tal y como se ideó, todo los puntos de una forma entendible y correcta y no bailar esa danza diabólica de una vorágine de presuntos datos, nombres, horas y fechas, que lo único que consiguen es enredar mas el caso.

Pero antes, me gustaría hacer un breve comentario sobre dos temas que considero muy importantes:



EL MISTERIO DE SU DIARIO

y

LAS SESIONES CON EL DR. RALPH GREENSON.


EL DIARIO DE MARILYN




Algunos aseguran que es absurdo pensar que JFK o su hermano fueran tan imprudentes como para contarle secretos de Estado a una simple amante.
En primer lugar, Marilyn no era una amante más: conocía al Presidente desde la época en que era senador. Además, ella estaba interesada en política y se preocupaba por dejar bien claro que estaba al tanto de toda la actualidad.
Por lo tanto, es probable que hayan hablado de ese tipo de temas en la intimidad y en segundo lugar, de todos es sabido que los Kennedy eran absolutamente imprudentes. Tanto como para compartir amante con un jefe de la Mafia, y mas aún, haber llegado a la presidencia gracias al estrecho margen de votos proporcionados por los sindicatos manejados por la Mafia y el sonido de la voz de un cantante llamado Frank Sinatra. También están los que afirman que Marilyn era demasiado desordenada como para llevar un diario pero quizá justamente por eso lo llevaba.
Varios amigos la vieron escribiendo en diversos momentos de su vida. Entre otros, el periodista James Bacon, que recordaba cómo se divertía viéndola anotar en su cuaderno lo que él acababa de decir.
Además, muchos pacientes del doctor Greenson, afirman que llevar un diario era una exigencia de su terapia, porque durante sus sesiones se analizaban las anotaciones.

15 mar 2010

EL PRIMER HOMBRE NO COMÍA YOGURES


Que ahora recuerde, es lo único que me quedé de ella. Un libro; El primer hombre de Camus.
Ese libro editado por Tusquets que alguna vez quizá hojeé y que no leí. Ella se quedó, también me acuerdo, Antes del fin, de Sabato. Este en Seix Barral. Era mío. Fue casualidad.
De sus trastos me quedé ese libro, no sé por qué. Y ella se quedó ese otro.
Al final todo se resumió en ese cambio de libros.
Seguramente hubo más cosas que dejé en su casa y que ella dejó en la mía, pero esta simplificación es la única realidad que hay ahora.
A ese libro de Camus le perdí el rumbo. Lo tuve y dejé de tenerlo.
Lo busqué muchas veces. En casa de mis padres, en todas partes. No recuerdo habérselo dejado a nadie.
Desde hace un tiempo me persigue ese libro. No me persigue físicamente; no hay un libro con patas (los libros tendrían piernas) corriendo detrás de mí a todas partes. Ojalá. Sería una forma de encontrarlo. En realidad me rehuye.
Y me rehuye para que no lo olvide nunca.
Tengo la teoría, puede que absurda, de que los libros que más nos influyen son los que no hemos leído. La más poderosa influencia la ejercen esos libros que parecen haber sido escritos para nosotros pero que no hemos leído.
Nosotros sabemos que ese libro nos ha elegido como lector, aunque no lo hayamos leído.


De vez en cuando, un domingo como hoy por ejemplo, dejo el periódico en la mesa y me pongo a buscar ese libro. Lo que me pierdo. Debería comprarlo y acabar de una vez. Después siempre me olvido de comprarlo. Además está descatalogado. Tendría que comprarlo en Iberlibro.


Quizá a ella le pase lo mismo y busque el libro de Sábato alguna vez. Lo dudo. Ni siquiera sabrá que ese libro era mío. Supongo que ni lo tendrá. Los libros sólo eran libros para ella.
El de Sabato era, además, un libro patético. Era un sótano con olor a humedad. En la universidad vi a Ernesto Sabato una vez. Venía a recoger un premio o algo así.
Estaba muy viejo. Parecía hecho de rama seca. Llevaba gafas de sol. Unos vaqueros descoloridos con unos zapatos negros que brillaban mucho. Una americana, un pañuelo en el cuello.
Tengo la impresión de que este texto ya lo escribí una vez. Me repito. Parecía un marqués al que le limpian a conciencia los zapatos.
Se apoyaba a en una señora bastante más joven que él. Creo que era su mujer. Leyó algo. Agradeció a los presentes, etcétera.
Un bigote atormentado. Me pareció que tenía otra nitidez.
Así como Woody Allen aparece desenfocado en una de sus películas Sabato tenía la nitidez del escritor consagrado, una astilla importante de la literatura del siglo pasado. Era una nitidez engañosa.
Siempre pensé que salí ganando con el cambio, aunque nunca hubiese encontrado ese libro que Camus no terminó de escribir porque se murió antes.


***


Al comer un yogur me siento culpable. Lo como con vergüenza. Mi padre nunca comió un yogur en su vida. Es más; ver un yogur le revuelve el estómago. Le provoca náuseas. Se pone malo.
Yo siempre he comido yogures. Mi abuelo nunca comió yogures. Lo más surrealista del mundo sería ver a mi difunto abuelo arañando con una cucharilla el culo de un yogur. Y no por difunto, sino por el yogur.
Verlo de muerto aquí no sería tan raro.


Me zampo un yogur mientras veo la tele.
Cuando entra ella sigo comiendo, pero no me quito de encima la sensación de que estoy mostrando mi flanco más débil. De ahí a la riñonera hay un pequeño paso, y de la riñonera al travestismo una frontera difusa.

Música que no existe


Música que no existe



Stravinsky era muy feo. Aquí Martha Argeririch, pianista.


Tengo para rato con el libro de Alex Ross. Cuando me canse lo dejo. Por ahora me interesa más de lo que pensaba. Hay detalles que se me quedan grabados. Por ejemplo; Mahler en el metro de Nueva York, solo y con la mirada perdida (hay testigos), camino de un concierto.
No me pega Mahler y el metro. A nadie se le ocurriría pensar que el tipo que compuso eso viajó en metro alguna vez. Y no lo digo como algo negativo. Simplemente su música no viajó nunca en metro.
Teniendo en cuenta lo que cobraba de la Metropolitan Opera de Nueva York lo del metro es algo meritorio ("75.000 coronas por tres meses de trabajo o, en dinero actual, alrededor de 220.000 euros"). Casi le da para un chalet (y en la primavera de 1907 para algo más, creo).
Después los yanquis se hartarían de adorar a los músicos y compositores europeos y se montarían sus propias fiestas, con gente suya, blancuchos estupendos que mezclaban lo popular y lo clásico. De Gershwin hableremos otro día. Miraban a los negros con desconfianza, pero los negros se salían. Los negros y de fondo los judíos (siempre tan discretos estos últimos).
Poco a poco la dama clásica y un poco dadaísta de la música de principios de siglo fue, al menos en Estados Unidos, metiéndose en los garitos llenos de humo en los que nacía el jazz, arte negro, alma negra, etcétera.
He ahí la música que escuchamos. Elvis era muy negro. Hubo un momento en el que los norteamericanos tuvieron que decidir entre Beethoven y el ragtime. Eligieron lo segundo. Quizá por simple nacionalismo. Beethoven era demasiado alemán. Beethoven era sordo. Y Wagner un canijo.


Es también llamativa la facilidad que tenía el público de principios de siglo para escandalizarse. Qué barbarie. Qué poca educación. Qué garrotazos. Cualquier concierto punki hoy en día es más respetuoso y civilizado.
A la mínima que la obra escuchada se metiese en ruidos ya empezaban los caballeros y las damas más respetables a patalear como criaturas, a gritar, a tirarse de los pelos, a hacer pedorretas con la boca, a romper chisteras y cabezas. A pedir la cabellera del compositor.
Cuenta Ross los altercados en los primeros conciertos con obras de Schoenberg. Los periódicos de la época entran en detalles. Pasaría un poco después lo mismo con la Consagración de Stravinski.
Y algunos años antes con Salomé, de Strauss. Cualquier compositor verdadero sabía que su estreno había sido un fracaso rotundo si no se montaba una batalla campal en la sala.


Cuando el libro se convierte en crítica musical pura y dura no me espanta, aunque quizá debería. Siempre me gustaron esas retóricas periodísticas especializadas. Las admiro. Son ejercicios fabulosos, ante los que me siento disminuído, dudando mucho de que uno pudiera escribir alguna vez algo así. Leo esas frases varias veces con la boca abierta, sin acabar de creerme lo que leo. Por ejemplo, hablo de las críticas de coches o de cocina.
También las musicales, aunque casi nunca leo críticas musicales. Las de coches sí. Los coches me dan igual, pero las críticas son estupendas. Supongo que son casi tan derrochadoras de jerga como las de arte contemporáneo, aunque estas me interesan mucho menos. Yo creo que estas cosas hay que leerlas como quien lee un poema. Lo mismo que cierta filosofía.
Supongo que habrá algún ser vivo que sepa de qué habla el autor, pero para el que no tenga la preparación necesaria es evidente que lee un idioma marciano, y lo mejor es disfrutar con los múltiples sentidos que tienen como poema en prosa. Ejemplo; el famoso Tractatus de Wingenstein.
El Tractatus no es para leer borracho, precisamente.
A falta de otras lecturas, quizá más racionales, yo le encuentro gusto como uno de los mejores poemas de la literatura del pasado siglo.
Una maravilla, desde el prólogo (uno de los mejores prólogos leídos en mi vida; "Posiblemente sólo entienda este libro quien haya pensado alguna vez por sí mismo los pensamientos que en él se expresan o pensamientos parecidos"), hasta el aserto final; "De lo que no se puede hablar hay que callar".
Eso sí, saltándonos algunos versos de orientación futurista con simpáticas ecuaciones que no traspasan nunca la barrera de nuestra retina. Enlazando con el tema, de lo que no se puede hablar, me pregunto: ¿Se puede hablar de música?


Al menos Ross lo intenta: "En la primera de las piezas orquestales, […], las voces instrumentales se disuelven en gestos, texturas y colores, muchos de ellos derivados de Salome: figuras de tonos enteros girando hipnóticamente, instrumentos de viento-madera aullando en sus registros más agudos, diseños de dos notas chorreando como la sangre sobre el mármol, un quinteto de trombones y tuba tocados con la técnica Flatterzungen o frullato que no cesan de escupir y gruñir. […] acordes monstruosos de ocho, nueve y diez notas, que saturan los sentidos y desconectan el intelecto."


Admirable y un poco absurdo. Es el oficio, es literatura. Puede que el entendido encuentre menos poesía en esos párrafos. El músico traduce esas palabras a sonidos, pero hay algo más que sonidos ahí. Son casi poemas que parten de la obra musical. Que nadie se asuste; el libro no es así todo el tiempo.



***

Una cita de Charles Ives encontrada en la página 172, curiosa: "Puede que la música aún no haya nacido […] Quizá nunca se ha escrito u oído ninguna música. Quizás el nacimiento del arte tendrá lugar en el momento en que el último hombre que desee ganarse la vida con el arte se haya ido, y se haya ido para siempre."


Ives tenía la curiosa costumbre de componer para él. Trabajaba para una agencia de seguros. Sólo a partir de 1920 dejó que se tocaran sus obras.