Moscas de arena, para nada extrañas, golpeaban con furia su cuerpo completamente desnudo. Un sol circunstancial se mostraba agresivo hasta herirle los ojos. Resultaban grotescas aquellas repentinas lágrimas de sangre que caían con descaro hasta la calle sin asfaltar.
No conseguía entender cómo era posible que no sintiera vergüenza al observar sus pechos agitándose libremente a un ritmo acompasado con su apresurado andar anárquico y circunspecto. En realidad no conseguía entender nada. Tampoco el sentido de aquellas carreras alocadas de niños sin escuela. Tampoco el pasar descompuesto en dirección contraria de otros hombres y mujeres desnudos.
Una mariposa enorme se posó sin permiso en su boca y no le resultó posible despegarla, quitársela de encima. “¡Corra! ¡Corra!”, oyó gritar a su espalda.
El estruendo que procedió a la bomba le hizo recobrar el sentido de la realidad: no tenía brazos con que quitarse la mariposa que, cada vez con más fuerza, succionaba sus labios.
LA MARIPOSA, de J. M. Junco
18 ene 2010
Un Paseo Virtual del Impresionismo
http://www.exposicionesmapfrearte.com/impresionismo/visita_virtual/visita_virtual.html
Impresionismo una visita virtual
Impresionismo una visita virtual
""DEUDAS""
DEUDAS
Me debes la ilusión que compartimos,
el aroma profundo de las rosas,
el silencio que opuse a tus lamentos
las miradas perdidas, las veredas,
aquel afán que te sembré en el pelo.
Me debes la pasión, la incertidumbre,
el estoico indagar por tus axilas,
el canto atropellado del jilguero,
la envidia del clavel y la azucena.
Me debes por lo menos un arroyo
de lágrimas y un monte de tristeza,
la ausencia involuntaria de mis manos,
el frío que te quité, las posesiones.
Me debes la inocencia compartida,
el sigilo del pez, la noche oscura,
la risa, la mirada, el compromiso,
la luna que te puse entre las sienes.
Me debes la memoria, los trigales,
el sol que iluminó tu cuerpo entero,
los sueños que sembré sobre tu frente,
los labios que dejé por tus rincones.
Y me debes, por fin, no se te olvide,
la llave de la puerta de mis ojos
que te entregué como se entrega el alma
cuando la soledad mortificaba
y quebraba la voz de tus anhelos.
J.M. Junco E.
Me debes la ilusión que compartimos,
el aroma profundo de las rosas,
el silencio que opuse a tus lamentos
las miradas perdidas, las veredas,
aquel afán que te sembré en el pelo.
Me debes la pasión, la incertidumbre,
el estoico indagar por tus axilas,
el canto atropellado del jilguero,
la envidia del clavel y la azucena.
Me debes por lo menos un arroyo
de lágrimas y un monte de tristeza,
la ausencia involuntaria de mis manos,
el frío que te quité, las posesiones.
Me debes la inocencia compartida,
el sigilo del pez, la noche oscura,
la risa, la mirada, el compromiso,
la luna que te puse entre las sienes.
Me debes la memoria, los trigales,
el sol que iluminó tu cuerpo entero,
los sueños que sembré sobre tu frente,
los labios que dejé por tus rincones.
Y me debes, por fin, no se te olvide,
la llave de la puerta de mis ojos
que te entregué como se entrega el alma
cuando la soledad mortificaba
y quebraba la voz de tus anhelos.
J.M. Junco E.
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