DEUDAS
Me debes la ilusión que compartimos,
el aroma profundo de las rosas,
el silencio que opuse a tus lamentos
las miradas perdidas, las veredas,
aquel afán que te sembré en el pelo.
Me debes la pasión, la incertidumbre,
el estoico indagar por tus axilas,
el canto atropellado del jilguero,
la envidia del clavel y la azucena.
Me debes por lo menos un arroyo
de lágrimas y un monte de tristeza,
la ausencia involuntaria de mis manos,
el frío que te quité, las posesiones.
Me debes la inocencia compartida,
el sigilo del pez, la noche oscura,
la risa, la mirada, el compromiso,
la luna que te puse entre las sienes.
Me debes la memoria, los trigales,
el sol que iluminó tu cuerpo entero,
los sueños que sembré sobre tu frente,
los labios que dejé por tus rincones.
Y me debes, por fin, no se te olvide,
la llave de la puerta de mis ojos
que te entregué como se entrega el alma
cuando la soledad mortificaba
y quebraba la voz de tus anhelos.
J.M. Junco E.
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